El partido Cabildo Abierto no sólo se ha dedicado estos cinco años a reivindicar a los represores de la última dictadura, a defender a cada uno de los acusados por terrorismo de Estado, a hostigar a la fiscalía especializada de Ricardo Perciballe, a conseguir indemnizaciones públicas a las víctimas de la guerrilla, a promover el negacionismo sobre los horrribles crímenes cometidos durante la larga noche del fascismo. Con esta declaración de Manini va un paso más allá de la interpretación del pasado: compromete una interpretación de un eventual futuro.
Pero Manini no está solo. Cabildo Abierto no es un fenómeno tan aislado, como algunos creen, en el ecosistema de la derecha. La decisión de la ANEP de suprimir el concepto de terrorismo de Estado de los programas de secundaria en relación con la época de la dictadura es una iniciativa que transita por el mismo camino. Así las cosas, Manini advierte que el Ejército es la última carta para detener el avance de organizaciones como el Pit-Cnt y el ente de la enseñanza dirigido por otros socios de la coalición promueve cambios en los programas de estudio para edulcorar la historia de la dictadura fascista. Uno y otros van de la mano, porque si no son completamente lo mismo en tiempos de paz, cabe esperar que, en la hora de los hornos que están imaginando, se amuchen y diluyan sus matices como ya lo hicieron no pocos personeros de partidos políticos hace cincuenta años.
En una conferencia de prensa posterior, Manini relativizó sus dichos, que atribuyó al tono descontracturado propio de una reunión muy interna y muy privada. Casi que ubicó sus palabras en el espacio de la filosofía, de una reflexión meramente teórica, entre amigos, ante escenarios hipotéticos, como si fuera una ensoñación en voz alta, una conjetura sobre la nada. De algún modo, Manini quiso deslindarse de sí mismo y adjudicar sus dichos a una proyección de ficción distópica, inverificable, como si estuviera charlando sobre el papel de las fuerzas armadas ante la invasión de naves extraterrestres. Pero no. No se debe creer en esa narrativa autoindulgente. Porque esa manifestación amenazante que proviene de un excomandante de las Fuerzas Armadas que dirige un partido cuasi militar que tiene senadores, diputados y hasta ministros, hay que tomarla muy en serio, como de quien viene. Al final de cuentas, Manini quiere ser presidente, hace campaña para eso y su participación en la coalición tiene la finalidad de proyectarlo a las primeras planas.
No conviene esperar desmarques de la derecha, y si se producen, no hay que confiar demasiado en su sinceridad mientras se queden en palabras. Porque los hechos son la medida de las cosas y está clarísimo que no lo van a echar y seguirán acordando para comparecer juntos como coalición en las elecciones definitivas y cogobernar en el caso de alcanzar el triunfo electoral. Pero es fundamental que la izquierda tome nota y la gente sepa qué cosas piensan estos líderes supuestamente republicanos. Porque su sola presencia en el sistema político representa una gravísima amenaza a la democracia y la libertad.