Lo que voy a escribir no es solo una mirada nostálgica, sin mucho apego a la historia real, de un viejo de 76 años que aún conserva cierta “imaginería” por las “utopías sesentistas”.
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Tampoco es la opinión petulante de quien cree que el diablo sabe por diablo pero más sabe por viejo.
Las carencias de nuestra izquierda en la educación política de la militancia y el menosprecio de vastos sectores de la población y particularmente de los jóvenes por la política es motivo de preocupación en el Frente Amplio y también en los movimientos sociales.
El problema no es nuevo pero tampoco se remonta a una historia muy lejana.
La izquierda, sus partidos históricos y la conducción del Frente Amplio tuvieron a lo largo de todo el siglo pasado una gran preocupación por formar cuadros lúcidos, inteligentes, creativos y con lecturas.
Los dirigentes históricos del Frente Amplio tenían una permanente preocupación por exponer ideas, proponer lecturas, transmitir conceptos, recordar experiencias y suministrar información a los militantes.
Tal vez algunas lecturas pudieran ser consideradas dogmáticas, tal vez inspiradas en una mirada adolescente, tal vez se menospreciara la importancia que hoy tienen movimientos de carácter universal como el ambientalismo, el antirracismo, el indigenismo, el feminismo o el que reivindica los derechos sexuales de minorías subestimadas y discriminadas.
Tal vez se menospreciara el poder del capitalismo y su capacidad de reinventarse, se mirara superficialmente la relación de las fuerzas productivas y las relaciones de producción, se careciera en algunos líderes de la independencia necesaria en referencia al pensamiento divulgado por los teóricos soviéticos.
Se puede además discutir sobre el carácter de vanguardia de la clase obrera, el papel de la burguesía en las luchas emancipadoras, el carácter estratégico de la democracia, la dictadura del proletariado, el socialismo real, la revolución cultural, el concepto de hegemonía y la lucha de clases, el evangelio de los pobres, la teología de la liberación, la revolución, sus vías, el poder, las superestructuras y los poderes fácticos.
Pero lo que no se puede negar es que la izquierda debatió sobre estos temas de alcance universal, sobre su relación con la peripecia latinoamericana, sobre la historia de Uruguay y el artiguismo, el carácter nacional reformista del batllismo, los movimientos progresistas de la iglesia y el diálogo de marxistas y cristianos, analizándolos desde distintas vertientes ideológicas y buscando encontrar áreas de confluencia en un accionar común de carácter antioligárquico y antimperialista.
La unidad como factor estratégico
De esta izquierda inteligente surgió el concepto estratégico de la unidad, el valor sustantivo de la participación y de la lucha, el alcance del movimiento popular, los trabajadores y los estudiantes, de la educación pública, la escuela vareliana, la universidad estatal y el cogobierno.
De ella y de su correlato en toda América Latina surgieron muchos de los y las mejores y más íntegros militantes de las luchas populares en nuestro país y a nivel continental en el último siglo.
De esta surgió la idea de la unidad de la izquierda, del movimiento por la libertad y la democracia, de la unidad sindical y su alianza con los estudiantes, del rol de la clase obrera en esta lucha.
Tal vez no debamos olvidar que de esta inédita y trabajosa construcción política salieron hombres y mujeres que dejaron su vida en cárceles y en las calles, aquí y en otros pueblos, todos con el mismo sueño de justicia y de conseguir que los más infelices fueran los más privilegiados.
Mientras la injusticia sea el común denominador, habrá militantes de todas las geografías y muchos de ellos y ellas se convertirán en cuadros según los niveles de compromisos que vayan asumiendo, las experiencias que en la praxis política se vaya adquiriendo, la preocupación de dar contenido teórico a las luchas y la formación imprescindible que se vaya logrando en la academia, en las organizaciones políticas y sindicales y en el combate.
Visto con cierto grado de nostalgia, la historia de la izquierda uruguaya es también la historia de la formación de cuadros y de militantes para construir un país a favor de las grandes mayorías.
Es evidente, sin embargo, que la carencia en la formación de cuadros en nuestra izquierda no es nueva.
Tal vez las causas de esto sean muy variadas y algunas tienen que ver probablemente con fenómenos culturales y sociológicos de la sociedad actual y el poder de la ideología dominante para apartar a los jóvenes y a los no tan jóvenes de la política.
También incidirá la destrucción cultural provocada por la dictadura a nivel general y en otro plano mucho más reciente el abandono de la lucha popular en las calles alimentada en buena medida, aunque probablemente sin proponérselo, por el propio Frente Amplio y su menosprecio por la comunicación, la teoría, la ideología, la lucha y la participación social durante sus tres períodos de gobierno.
No quiero equiparar una cosa con la otra, y lo digo expresamente para que nadie se haga el mal entendido; estoy citando solamente algunos planos que han conspirado contra la formación de personas en general y cuadros políticos en particular.
Y aclaro también, aunque podría no hacerlo, que creo que en los tres períodos gubernamentales del Frente se hicieron muchas cosas y muy bien a nivel de la gestión e impulso de políticas públicas, pero en materia de pedagogía política y formación ideológica fuimos un verdadero desastre, quiero creer que involuntario.
La formación de cuadros y la lucha
La carencia de cuadros políticos actuales y de relevos y la ausencia de debates ideológicos y conceptuales, así como la ausencia de análisis sobre las distintas experiencias progresistas y de izquierda, sus tropezones, sus errores y sus inconsecuencias es motivo de preocupación hoy en las altas esferas frenteamplistas y ha dado lugar a una iniciativa anunciada por la Fundación Liber Seregni, a cargo de Christian Di Candia, que acaba de publicar un Plan de Formación Política con el propósito más o menos explícito de que los militantes frenteamplistas amplíen el universo de sus conocimientos teóricos porque la tarea de transformar el mundo requiere no solo de amor por la justicia, sino también de reflexión profunda, de debate y militancia efectiva, lo que a su vez implica caminar, escuchar mucho, hablar un poco menos, ser humildes, aprender, ganar y perder, convencer y convencerse.
La tarea que el Frente Amplio tiene por delante es histórica, enorme e interminable e inalcanzable para una generación.
No fue casual que el llamado a la unión de todos los uruguayos y uruguayas honestos naciera luego de la unidad obrera y de la unidad estudiantil, conseguida ambas en las calles a pura lucha y consigna, a llanto y corrida y pedradas, a huelga, paro y reclamo profundo.
El Frente fue la construcción de la unidad política precedida por la lucha en las calles y fábricas, universidades y liceos, de la lucha por la libertad y la democracia contra la represión y la violencia de los de arriba.
El Frente fue el fruto de esa lucha y a impulso de esta es que nació y por ella es que vive.
El Frente fue ese producto y se nutrió de miles de cuadros bien formados políticamente porque la mejor escuela de formación es la lucha. Ni más, ni menos.
Esta construcción de la fuerza política, es motivo de estudio en la política y en la academia en muchos países, al punto que hace pocas semanas aparecieron cuatro españoles maravillados por las claves para lograr la unidad en la diversidad que se ha forjado y la herramienta construida que cohesiona hábilmente y no sin esfuerzo, tolerancia y renunciamientos, una coalición de partidos y un vigoroso movimiento territorial que es la sangre viva de esta construcción política que este año cumplió 52 primaveras.
Los no tan jóvenes políticos españoles vinieron a enseñar y humildemente terminaron por aprender o confirmar que la unidad es estratégica y que sin participación de las bases y lucha no hay izquierda.
Esta construcción, a su vez, se forja día a día con cuadros y masas que desde cualquier rincón del país destinan parte de su tiempo a la ardua tarea de pensar y crear una sociedad donde valga la pena nacer y donde nadie sea más que nadie.
La preocupación del Frente respecto a la notoria carencia de cuadros políticos que tiene el país, y la izquierda en particular, es una buena señal porque al menos demuestra que a ciertos niveles parece haberse comprendido que la idea de que un proyecto transformador sobreviva a pura gestión de lo existente, quizás con mucho saber técnico, pero con menor fortaleza política, es poco para plantear un horizonte superador y verdaderamente transformador.
Todos tenemos un plan
Pero, por suerte nos llegó la hora de dar forma a esta necesidad de formar cuadros para impulsar y dar calidad teórica a la fuerza política para procesar los cambios que el país requiere y la izquierda promete.
El Programa de Formación Política que presentó la Fundación Liber Seregni, a cargo de Christian Di Candia, si bien se propone abordar un complejo problema como es la formación de cuadros de una organización política, lo cual es muy loable, no parece ser ni por asomo un programa de formación de cuadros políticos, sino más bien parece una sumatoria de lugares comunes con ejes casi procedimentales, carente totalmente de elementos teóricos mínimos, que según se expresa estará a cargo de un grupo de prestigiosos académicos donde la parafernalia 3.0, las redes sociales, las dinámicas grupales un poco posmodernas, Twitter, TikTok y todo ese universo de nicho con pretensiones de globalidad tienen un papel preponderante.
Sin menospreciar el trabajo de elaboración intelectual de los que concibieron dicho plan, debo confesar que percibo que guarda bastante menosprecio por la teoría y la ciencia política y la pretensión ilusoria de que en una construcción transversal, que más se parece a una sesión de psicodrama, se puede construir una táctica, una estrategia y un programa, menospreciando la práctica de más de un siglo de luchas emancipadoras, para hablar solamente de aquellas luchas que disputan con el capitalismo la idea de un mundo más solidario y justo.
Por lo expresado por el propio Di Candia en entrevista con el periódico la diaria, el proyecto se desarrollará en tres etapas y contará con cuatro grandes ejes para tocar cada uno de los temas en los que se busca formar: “Democracia, pluralismo y unidad”, “Utopía y cambios”, “Acción colectiva y participación” y “Tecnologías, dispositivos y herramientas para la acción política”.
Además, explicó que, así como estos ejes serán transversales a todas las etapas de la formación, cada tópico tratado será abordado desde el enfoque racional, desde el enfoque emotivo y desde la concepción de “imaginería de futuro”, concepto que introduce para referirse a “la posibilidad de proyectar la construcción de sociedad hacia el mañana”.
El psicodrama
El propio documento lo admite en sus primeros párrafos: “Más que hablar del concepto clásico de formación política, asociado al traspaso de conocimientos teóricos o prácticos tradicionales de la izquierda, nos gustaría plantear de un espacio de coproducción de conocimiento político, a partir del intercambio y del diálogo entre saberes distintos (teóricos, prácticos, científicos, populares, tradicionales, etc.), un espacio de experimentación social que produzca transformaciones.”
Un lugar para los sueños
El programa se plantea “construir espacios desestructurados, ameno e integrador” para pensar “la formación como un escenario de adquisición de capacidades, pero sobre todo de imaginación política” para tener como “cometido principal la creación y puesta en circulación de imágenes políticas que desafíen las constricciones y los conflictos del presente, con miras a abrir nuevas posibilidades de realización colectiva”.
LA PREMONICIÓN
El programa de Formación Política con que el Frente Amplio pretende acercar a los nuevos militantes y formarlos como seres políticos capaces de transformar su realidad plantea vaguedades como la necesidad de “coproducir imágenes sobre el porvenir de la política en Uruguay y de los partidos políticos en particular y su relación con la ciudadanía no solo resulta un aporte al crecimiento de la fuerza política, sino que también resulta ser un aporte impostergable al desarrollo del país. Construir imágenes a partir de un diálogo abierto entre sus participantes y otros actores”.
Semejante galimatías, que supongo está repleto de buenas intenciones y que parece la introducción a un curso de novelística o expresión literaria, está muy lejos de formar los militantes que el Frente Amplio necesita y el futuro que el país requiere.
Juego de roles
Me imagino que en este juego de roles en que los militantes dan rienda suelta a “la imaginería “sobre el futuro sin que se les suministre acceso a información científico teórica sobre la política, la economía y la sociedad ni se le transmita información sobre experiencia prácticas y leyes de alcance universal, constituirá un entretenimiento simpático que permitirá una vez más que los que saben sean los que dirigen, los que elaboran los planes construirán un programa “para ganar” y no se construya el programa de cambio y transformaciones radicales, verdaderas y sostenibles que el país necesita para salir con inteligencia y creatividad de la trampa neoliberal.
La piñata
Para llevar adelante el programa, se plantean dos etapas, entre agosto de 2022 y julio de 2024, cuando ya queden poquitos meses para la elección nacional y presumo que muchos de los eventuales estudiantes estarán ya graduados en las gateras para un nuevo ciclo electoral y los premios que esto a veces trae para algunos.
Los ejes
Como decíamos, los ejes vertebradores del programa son Utopía y cambio, Acción colectiva, participación y exclusión y Tecnología, dispositivos y herramientas para la acción política.
Focus group
Esto a su vez se divide en módulos con contenidos específicos como “Democracia, pluralidad y unidad”, para lo cual se plantean dinámicas grupales que plantearán un “Test del Militante Democrático como una actividad rompehielo de autoposicionamiento”. Como segundo paso de esta dinámica se colgarán papelógrafos en las paredes de un salón donde “se distribuirán datos y conceptos de las teorías democráticas existentes y se invitará a los asistentes a circular en subgrupos” para que las ideas fluyan de manera torrencial.
Pesadillas
Otra dinámica grupal lleva por título “Construyendo una organización democrática”, que plantea un “juego de roles donde los participantes deben procesar una discusión y desarrollar una tarea colectiva, siguiendo roles definidos y distribuidos previamente para finalmente llegar a la actividad denominada Imágenes de unidad, que consiste en la “elaboración colectiva de imágenes que representan, a juicio de los participantes, la unidad dentro de la pluralidad”.
De película
El programa sigue porque para tratar una menuda temática como “el cambio desde la teoría política y social”, el programa de formación política de la coalición política de izquierda con mayor recorrido unitario de toda América Latina propone que de forma audiovisual se compartirán “distintos indicadores que presentan nuestra realidad y compartiremos algunas aproximaciones a las variantes conceptuales que intentan explicar la evolución del capitalismo, así como las principales teorías de cambio que existen, dentro del régimen democrático”. Amén.
Teatro
Acto seguido se pregunta el programa cosas como “Qué nos mueve, qué nos indigna” y para abordar esto se propone una “dinámica para compartir relatos, vivencias, historias, casos reales que nos han confrontado, que nos han movilizado, que nos han despertado indignación. ¿Por qué militamos? ¿Para qué militamos?”, etc. Por último, para el apartado sobre “El Uruguay del Mañana”, el programa de Formación Política propone un “ejercicio de construcción de imágenes a futuro del Uruguay que imaginamos, del Uruguay potencial, posible y alcanzable”.
Qué nos está pasando
En el eje Acción colectiva, participación y exclusión, el Programa señala que se compartirán “algunos conceptos para comprender los desafíos actuales de la participación política, para luego discutir entre todos qué está pasando en el Uruguay de hoy” y propone abordar “la participación desde la teoría con la presentación de distintas teorías sociales referidas a la participación y el repertorio de acciones, en los movimientos sociales y políticos”. Además se trabajará sobre “Técnicas y dinámicas participativas donde se realizarán con los participantes una serie de dinámicas participativas para negociar, comunicar, organizar y realizar acuerdos, reflexionando sobre cómo nos sentimos participando. Por último se trabajará en el eje “Identidad y acción colectiva para clarificar el sentido en común que le asignamos a las acciones que estamos dispuestos a realizar con otros, es fuente de identidad y pertenencia. Sentirnos parte de colectivos y organizaciones, es condición necesaria para impulsar los cambios buscados.”
Política 5g
El ítem sobre “Tecnología, dispositivos y herramientas para la acción política” tampoco tiene desperdicio. Allí se señala que “las nuevas tecnologías han permitido otros usos políticos, y nuevos dispositivos de participación e innovación democrática han sido ensayados en diversas experiencias nacionales e internacionales”. Tras preguntarse de qué manera nos sentimos más felices participando, el Programa de Formación Política habla de la “Participación y Política 2.0, donde se presentarán distintas herramientas digitales, nuevos dispositivos de participación y herramientas utilizadas en experiencias nacionales e internacionales de referencia”.
Campus virtual
El programa de Formación Política de la Fundación Liber Seregni se propone, también, la construcción de un campus virtual desde donde se podrá acceder gratuitamente a clases grabadas, materiales y se podrá participar con charlas dadas por referentes de la política nacional y la academia, además de leer alguna bibliografía y hasta dejar comentarios para que un community manager te responda en tiempo real.
Para terminar, el programa para formar a los compañeros del futuro creará algo parecido a una Wikipedia frenteamplista “o sea, una plataforma en línea con moderadores, en la que militantes, políticos, dirigentes sociales o quien así lo desee pueda generar entradas de texto con información, hechos históricos, textos con pensamientos o cuestionamientos que inviten al debate”, según admitió el propio Di Candia en la entrevista antes mencionada con el periódico la diaria.
Como verán, el Programa de Formación Política del Frente Amplio tiene un menudo trabajo por delante y está condenado a transformarse en la más grande de las “utopías” del “régimen democrático vigente” (¿?).
Pero la formación política es otra cosa y no se consigue en la Facultad de Ciencias Sociales, ni con dinámicas grupales, ni con papelógrafos ni con una consecución interminable de imágenes.
Así se fabrican, quizás, profesionales de la política, parlamentarios, académicos y opinólogos para consultar en las audiciones del grupo Magnolio, pero no militantes políticos ni mucho menos militantes que pongan delante de las ideas su propia suerte o, para ser menos poéticos o ilusos, que le destinen a la militancia política y a la formación como componente de ella buena parte de su tiempo sin pedir contrapartida.
Se podrá decir que tengo una visión política demasiado sesgada, poco plástica quizás, un poco ajena al devenir histórico. Hasta se puede decir, como no hace mucho tiempo atrás se dijo por parte de figuras de la izquierda, que tengo cierta mirada “sesentista”, antigua, anquilosada, que no admite que el tiempo y las circunstancias han cambiado ya suficientemente y que precisamos un nuevo Frente, asumo que con nuevos “cuadros” formados con esta lógica lúdica de la política y “actualizados ideológicamente”. Pero, aun si lo veo, no lo creo.
Comparto que es una necesidad imperiosa la construcción de cuadros políticos y es obvio que acompaño la necesidad de formar políticamente no solo a los militantes, sino a toda la sociedad, que es la que impulsa finalmente los cambios lo más profundamente posible determinados por su grado de conciencia. Pero la vida ha demostrado que los cuadros políticos, aquí y en todos lados, los construye la lucha popular en las calles, la participación solidaria en los conflictos, el reclamo permanente para mejorar las condiciones de vida desde el más absoluto llano. A eso hay que agregarle lecturas, claro, muchas lecturas, mucha reflexión, mucho debate, muchas frustraciones, mucha negociación, mucha altura de miras y de sueños y poca, o muy poca, comodidad, poco sillón, pocas alfombras y oficinas decoradas.
No quiero convertir esto en una crítica contra exfuncionarios o futuros funcionarios, no hay nada más lejos de mi intención.
De lo que habría que hablar
Pero a cualquier programa de formación política que se precie de tal y que además salga de la propia izquierda uruguaya que tanto tiene para ofrecer con humildad en casi cualquier latitud no se lo puede concebir si desde la propia formulación no hablamos de soberanía, autodeterminación, de modelos económicos, del marxismo, del leninismo, de la socialdemocracia, del capitalismo, de imperialismo como fase superior, del colonialismo, del neoliberalismo, de las teorías de la dependencia, del centro y la periferia, de las luchas pasadas y presentes aquí y en el resto del mundo.
Es necesario hablar de democracia, claro, de la liberal, de la burguesa, de la participativa y protagónica también.
Habría que hablar de oligarquía y pueblo, de la emancipación de la mujer, de Rosa Luxemburgo, de Fidel, de Mandela, de Dimitrov, de Camilo Torres, de Gramsci y el Che. También de Batlle y de Perón, de Juan XXIII y Sandino, de Allende, de Lumumba, de Telliard de Chardin, de Lula, Mariategui, Tabaré, Seregni, Pepe, Vivián Trías, Arismendi y Methol Ferré.
Y además de hablar de todo eso, que ha construido intelectualmente a la izquierda, a esta y a casi cualquier otra, hay que formarla sabiendo que la mejor escuela de lucha es la lucha misma en la calle, en los sindicatos, en los gremios y las organizaciones sociales y que lo mejor, además de leer mucho y reflexionar, sin lo cual no hay formación política posible para la emancipación, hay que caminar, escuchar, embarrarse y atar tu suerte a la del pueblo. Todo otro atajo, además de ser inútil para el gran objetivo que supone dar vuelta el estado de las cosas, solo sirve para crear funcionarios que administrarán con mucha suerte las migajas del sistema injusto en el cual vivimos. Y claro, todos sabemos que no se trata de eso. ¿No?