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Editorial investigación | Conexión Ganadera | poder real

Conexión Ganadera

Las posibles vías de investigación sobre lavado de activos

Las preguntas e hipótesis sobre el caso de Conexión Ganadera se multiplican y hay varias líneas de investigación para seguir.

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Primero fue la sorpresa. Luego la negación ante la dura realidad. Después se hizo lugar la indignación. Ahora parecería haber llegado la fase de la desinformación, fundamental para lograr el “óptimo uruguayo” de que todo cambie para que todo siga como está.

Yo lamentaría si, sin malicia alguna, contribuimos con la nota de Caras y Caretas días atrás, en donde se informaba que entre los estafados por Conexión Ganadera había dos docenas de personas que sumaban aportes por 100.000 millones de dólares, a que se pusiera más atención en los damnificados que la que se debiera poner en los estafadores, en la ingeniería que posibilitó el daño y las responsabilidades de los infractores y de quienes debieron controlar el arma del engaño.

En efecto, para el poder real urge enterrar el problema, limitando los daños para esa élite socioeconómica que viene haciendo lo que quiere con nuestro país desde que en septiembre de 1960 el Cr. Juan Eduardo Azzini, también durante un gobierno blanco, firmara la primera carta de intención con el FMI.

Nos estamos refiriendo claramente a la situación que se generó en torno a Conexión Ganadera. A primera vista se trataría de un mecanismo de inversión más que ha experimentado importantes pérdidas y que intenta recuperar el control, la estabilidad y la confianza del mercado para salvar la vertical.

Hasta el día anterior de la muerte de Basso, ocurrida el 28 de noviembre pasado, la versión oficial era que Conexión Ganadera intentaba contribuir al rescate de República Ganadera, otro fondo similar que sólo semanas antes había ingresado en una crisis terminal.

Pero la verdad es que, como consecuencia de la caída del llamado Grupo Larrarte y el concurso de República Ganadera, la empresa de Pablo Carrasco y Gustavo Basso venía enfrentando un importante número de retiros de inversores, los que precipitaron la caída del fondo y todas las consecuencias que se vinieron develando desde entonces.

La muerte de Basso, causada por la colisión de un automóvil Tesla a altísima velocidad contra una maquinaria vial en la ruta 5, abriga sospechas. Sobre la misma hay distintas hipótesis y es motivo de una investigación fiscal. La posibilidad de un suicidio es muy considerada y los rumores en su entorno son abundantes.

Hasta hace unos pocos días, la discusión se centraba en los activos de Conexión Ganadera. Cuánto ganado había, dónde estaba, qué inversores tenían ganado y quiénes no, cuál había sido el monto de los retiros de las últimas semanas, quiénes se había beneficiado de eso, qué ganado se había vendido, cuál era el estado sanitario del que restaba, en qué se habían invertido el resto de los fondos, si las familias Basso o Carrasco habían desviado ganado o dinero, etc.

Pero la aparición la semana pasada de la lista de inversores, surgida y proporcionada por la propia empresa y particularmente por la familia Basso, pone el foco en los pasivos y, en particular, sus titulares.

Y allí aparece de todo. Para nosotros, lo más llamativo fue que existía un número de inversores residentes con cifras millonarias en dólares cuyos nombres resultaban prácticamente desconocidos para el mundo económico nacional, lo que alentaba la hipótesis de la existencia de testaferros o víctimas inocentes de una manipulación que respondería a propósitos que debieran ser motivo de una investigación.

En caso de que estos inversores fueran testaferros, se plantearía la cuestión de si son o eran testaferros de los dueños de Conexión Ganadera o de terceras personas, o simplemente víctimas a las que se atribuyen montos invertidos que podrían no corresponderles. En el primer caso, esta línea de investigación conduciría a un “stock” flotante de pasivos, pronto a ser asignado a quien lo demandara. Esto sería consistente con la presencia de contratos posdatados, como se verificó días atrás gracias a información presentada por el periodista Eduardo Preve. Si este fuera el caso, más que certificados de inversión, los pasivos de Conexión Ganadera podrían haberse convertido en dinero, cumpliendo la función de medio de pago. En el segundo caso, de que se tratara de testaferros de inversores ajenos a la empresa, sería una importante señal de alerta sobre posible lavado de dinero producto del delito o eventualmente de la corrupción política.

Pero volvamos a la primera hipótesis. Si Basso estaba empapelando la plaza pagando con certificados emitidos por CG, ¿qué bienes recibía a cambio? En términos monetarios, si CG estaba emitiendo un “cuasidinero”, ¿cuáles eran los puntales de emisión? Dada la naturaleza original de su negocio, el puntal de emisión principal sería el ganado. Pero ya sabemos que CG otorgaba créditos y descontaba documentos, lo que sería el segundo “puntal”. El mecanismo “estándar” sería que los inversores transferían dinero a cuentas de CG, con ese dinero CG adquiría ganado en el mercado y el inversor se llevaba un certificado. Pero podemos imaginar diferentes alternativas. Por ejemplo, que los inversores ingresaran al fondo con ganado y no con dinero. De modo que si alguien hubiera tenido la necesidad de sacarse de encima ganado a su nombre, podría haberlo hecho rápidamente vendiéndoselo a CG a cambio de certificados “no rastreables” en lugar de dinero bancarizado.

Si seguimos por esta línea de pensamiento, la verdadera dinámica de CG vendría más por los pasivos que por los activos, y el ganado podría ser una excusa para que esa moneda tuviera cierto respaldo nominal de un bien que ofreciera mayor seguridad psicológica que las monedas fiduciarias, tan vapuleadas luego de la crisis financiera global del 2008.

En esa línea de pensamiento, la función que para Conexión Ganadera cumplía el ganado, para el “Lechuga” Campomar eran las criptomonedas y para algún fondo inmobiliario aún vigente, los “ladrillos”.

La información que va surgiendo sobre el funcionamiento de CG apunta a que existiría un “desenganche” entre el funcionamiento de los activos (ganado) y los pasivos (certificados), con Carrasco enfocado mayormente en lo primero y Basso en lo segundo. Reportes de prensa de que Carrasco solicitaba movimientos de ganado considerados “irracionales” por los encargados del manejo en el campo apuntarían también en esa dirección. ¿Será que el mismo ganado circulaba para generar la impresión de que había más ganado del que existía en realidad, como un banco haciendo alarde de liquidez en medio de una corrida?

Sigamos recorriendo las implicancias de la hipótesis de que estos certificados funcionaran como dinero. Supongamos el caso de un empresario que tuviera que pagar una comisión por un negocio o licencia obtenida y que no deseara dejar rastro del pago realizado. El empresario podría, en cambio, acudir a un escritorio rural y comprar cabezas de ganado. Ese ganado podría ser posteriormente transferido bajo propiedad de CG, que podría emitir un certificado a nombre de un posible testaferro, que a su vez en el momento apropiado podría ser transferido al destinatario final de la “comisión”. El destinatario final podría luego con el tiempo ir retirando la inversión y justificando el origen como inversión en CG.

Son muchas las combinaciones posibles en un mecanismo de inversión que combinaba dinero, ganado y campos. Y vaya uno a saber si no también pistas para investigar si hubiera voluntad.

Si bien el mecanismo “normal” preveía que el dinero se convirtiera en ganado para luego regresar a dinero, puede concebirse que un inversor entrara con campos a ser arrendados por CG para salir con ganado, para luego convertir este ganado en certificados. Y varias combinaciones posibles más.

Pero todo este montaje requiere de un importante número de empresas de soporte. Escritorios rurales a los que comprar y venderles ganado, bancos y casas de cambio que reciben fondos de inversores, frigoríficos, exportadores de ganado en pie, transportistas por tierra, aire y mar, agencias de carga, despachantes de aduana, etc. En efecto, todos los días aparece una nueva empresa con vínculos a esta trama de “límites líquidos” entre la criminalidad organizada y el delito de cuello blanco.

Además de las implicancias económicas, hay aspectos humanos que resultan verdaderamente conmovedores. La cantidad de inversores involucrados y la magnitud de los montos entregados han motivado que muchos de ellos hayan perdido todos o gran parte de sus ahorros, y en algunos casos la totalidad de sus medios de vida.

Aún queda bastante para analizar de este listado para determinar la realidad del pasivo y de aquellos inversores que puedan demostrar sus derechos. También sobre el verdadero corazón del negocio que derivó en una gran estafa, la magnitud real del pasivo, lo que se pueda recuperar y las maniobras que puedan haber hecho los empresarios y sus familiares más cercanos para apoderarse de los activos, hacer retiros o vender ganado en medio de la crisis.

En la lista hay médicos, profesores relevantes, abogados, ingenieros, economistas prestigiosos, empresarios, periodistas, políticos y hasta críticos culturales.

Nosotros publicamos algunos nombres y cometimos errores que lamentamos, sobre todo en los casos en que hicimos un daño a la reputación de algunas de las personas mencionadas.

Curiosamente, no aparecen casi inversores con vínculos directos con la actividad ganadera. Es quizás este último aspecto el que más llame la atención, ya que no aparece prácticamente nadie en la lista de perjudicados con vínculos directos con la actividad. ¿Será que la estructura financiera y los intereses ofrecidos estaba diseñado solamente para engañar incautos del asfalto demasiado ambiciosos? ¿Será que los entendidos sabían de esto antes que nadie? ¿O será que pudieron retirar su dinero a tiempo?

Las preguntas e hipótesis se multiplican a una velocidad superior a la capacidad de responderlas.

Por ahora lo que va quedando absolutamente claro es que nuestro país se enfrenta a un episodio que desnuda una hábil ingeniería económico financiera con innumerables oportunidades para la infracción de la ley y el ocultamiento de los beneficios económicos, el lavado de activos y la estafa pura y dura.

El propio ministro de Ganadería, Fernando Mattos, cuya familia estuvo de alguna manera relacionada con la crisis bancaria del 2002, se encuentra sorprendido con la magnitud del problema después de haber limitado su importancia hace escasas dos semanas. En sus últimas declaraciones se refiere con preocupación al problema porque aún no han podido evaluar en su ministerio las afectaciones que puedan estar ocurriendo en el status sanitario de la ganadería y en la trazabilidad del ganado.

También en la industria y particularmente en la faena de ovinos que, en buena parte, se realizaba en un frigorífico de los propietarios de Conexión Ganadera.

Esperemos que las fuerzas del poder real no consigan enterrar esta trama antes de que la ciudadanía tenga oportunidad de conocer todas sus ramificaciones. Es preferible tener una investigación en serio que seguir barriendo debajo de la alfombra, como se ha hecho muchas veces desde hace muchas décadas con incalculables costos para la sociedad y la democracia uruguayas.

Hay que asumir con honestidad que al Banco Central, a las instituciones y a sus departamentos especializados les han pasado un elefante por delante de sus narices y eso no hay con qué taparlo.

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