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Editorial nabos | Gobierno | Lacalle Pou

Los peores 5 años

Los nabos de siempre

Los nabos de siempre son los de abajo. Los vivos son los vivos de siempre, los que gobernaron un siglo y medio y dejaron al país en ruinas.

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Aún falta un año y medio para que comience la última fase de la campaña electoral que pondrá fin a cinco años de gobierno de una coalición que, con benevolencia y un poco de ingenuidad, podríamos calificar de centroderecha.

A juzgar por las opiniones de los más calificados analistas políticos y avalado por los más recienten estudios de opinión pública, la elección será muy disputada, muy pareja en sus resultados y con una leve inclinación favorable al Frente Amplio.

En la elección anterior cambió el gobierno y de esa votación surgió una mayoría parlamentaria que le es claramente favorable. Si como se anunciaba, los ganadores estaban preparados para gobernar, se habría esperado una gestión llena de realizaciones.

Tal vez era esperable que se hubiera legislado sobre la pobreza infantil, que es probablemente el drama más grande que vive Uruguay, o sobre la desocupación de los jóvenes, o sobre la prevención de suicidio adolescente, o sobre la asistencia a las víctimas de la adicción, o sobre los hogares monoparentales y la protección social a las madres que cuidan y educan a sus hijos en soledad, o sobre la deshumanización de las cárceles.

Quizá esperáramos que se acortaran los tiempos para obtener una consulta con un especialista en las instituciones de asistencia médica o se fortaleciera la inversión en la educación pública.

De pronto creíamos que se procuraría que el dinero de los que más ganan se invirtiera en el país, que se persiguiera la fuga de capitales, que se controlara el lavado de dinero, que se investigara cómo se lava el dinero proveniente del narcotráfico, que se persiguiera la corrupción y se beneficiara a los más humildes.

Nada de eso ocurrió. Por el contrario, el único logro que alcanzó este gobierno es haber logrado aprobar la LUC, con un escaso margen, en una consulta popular que cuestionó la totalidad del programa con el que había ganado el hoy presidente de la República.

El otro gran logro con que se vanagloria es haber convencido a la gente que la practicada en Uruguay estuvo entre las gestiones más inteligentes de la pandemia gracias a una tontería que se le ocurrió a Lacalle Pou que el llamó “libertad responsable” y que nadie sabe si significa algo más que no exponerse irresponsablemente a la contagiosidad de un virus a todas luces letal.

Después nada más por aquí y poco más por allá. Corrupción en la Policía, clientelismo y despilfarro en las intendencias blancas, un pasaporte expedido increíblemente a un capo de la mafia para que pudiera salir de una cárcel emiratí y huir de la Justicia en Uruguay y Paraguay, una asociación para delinquir en la propia Torre Ejecutiva a pocos pasos del primer mandatario y con la participación de un grupo de los más cercanos colaboradores, un senador, el más importante parlamentario del gobierno, acusado de pedofilia por una militante de su propio partido, acomodos, concesiones y regalías a empresas que financiaron las campañas electorales, debilitamiento de las empresas públicas en beneficio de operadores privados, pérdida del salario real, desocupación y aumento de la pobreza, pérdida de la competitividad para las exportaciones, beneficios para los importadores, aumento de las tarifas públicas.

Y faltan todavía más de 20 meses de gobierno conservador y restaurador, un gobierno que procura ahora aprobar una reforma jubilatoria que en sustancia determinará que quien se jubile tendrá que trabajar más años para obtener menos retribuciones.

Así están las cosas, una ley para hacerles pagar a los más débiles la llamada sostenibilidad de la previsión social y que no toca a los sectores más privilegiados, los malla oro, que son los destinatarios principales de las políticas de este gobierno y de esta coalición.

Y lo peor es que tampoco en esto están de acuerdo, tampoco en eso estaban preparados para gobernar; la coalición nunca discutió esta ley y hoy está estancada en una debate del cual los uruguayos somos meros espectadores, en el que los distintos sectores de la coalición se chantajean sin pudor en reuniones más o menos exclusivas y secretas en las que se ponen como monedas de cambio un puñado de leyes como las de usura, tenencia compartida, prisión domiciliaria de los asesinos de lesa humanidad y las que afectan derechos sindicales. Cada uno disputa por su pedacito de la torta en una piñata en que los principios, la justicia y la responsabilidad se negocia como mercachifles con el telón de fondo de una elección en que los socios perciben que el Partido Nacional se les está quedando con lo mejor del banquete.

Todo por un peso, te doy esto y vos me das lo otro, todo negociado en un “timbiriche” para poder llegar a un acuerdo en un proyecto de ley que vamos a sufrir todos. Todo para no perder votos y, lo principal, no perder los cargos. Todo para que alguna ley salga, sin pagar el precio político de haber votado una ley de mierda. Todo para no quedar fuera de la “coalición republicana” porque quedar afuera significa que unas decenas, tal vez algunos centenares de dirigentes, no podrán pasar más por la ventanilla del Estado para cobrar los sueldos que pagamos todos.

Los nabos de siempre son los de abajo. Los vivos son los vivos de siempre, los que gobernaron un siglo y medio y dejaron al país en ruinas, los que se repartieron las radios y los canales de televisión como si las frecuencias adjudicadas fueran bienes propios, los que se acomodaron y se robaron la plata en las intendencias, los que te conseguían la jubilación, un puesto público, un teléfono o un préstamo del BROU con la tarjetita de un senador, los que fundieron el ferrocarril y el Frigorífico Nacional, los que son colonos que no son colonos, los que fueron colonos y no eran colonos, los que permitieron las estafas de los hermanos Rohm y los Peirano en reiteración real, los que estaquearon obreros de la carne en el arroyo Pantanoso, los que encarcelaron obreros y mataron estudiantes, reprimieron manifestaciones y apoyaron o hicieron silencio cuando la dictadura encarcelaba a miles de uruguayos, mataba en la tortura a los compatriotas y desaparecía los cadáveres y les robaba los niños a las madres.

Esos son los vivos de siempre, los que hoy nuevamente quieren gobernar para seguir llenando los bolsillos de los más ricos y también llenando sus propios bolsillos.

Vamos a no comernos la pastilla, en este país todos los que quieren saber, saben muy bien quiénes son los “pillos”. Los blancos pillos, los colorados pillos y los milicos pillos.

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