Para el economista del Centro de Investigaciones Económicas (Cinve) Gonzalo Zunino, la incertidumbre generada por el incremento de contagios y de fallecimientos por covid-19 representa una amenaza para la expansión de la demanda interna. Zunino dijo a Caras y Caretas que se dilatará hasta 2023 la recuperación de los niveles de actividad prepandemia de 2019.
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Ya van diez meses desde la instalación del nuevo gobierno y del comienzo de la pandemia de covid-19, con todas sus consecuencias. ¿Cómo ve la situación actual de la economía?
La economía uruguaya, al igual que el resto de las economías del mundo está todavía enfrentando un shock muy profundo, probablemente el más importante en muchos años, derivado de la pandemia y las necesidades de reducción de la movilidad para evitar la propagación del coronavirus.
Como consecuencia de este shock, estamos hoy en un escenario de menor nivel de actividad respecto a 2019, menor nivel de empleo, reducción de los ingresos de los hogares, y aunque todavía no tenemos datos para establecer la magnitud, probablemente de incremento de la pobreza. Sin dudas, un escenario que marca el final de un ciclo virtuoso para Uruguay de 17 años consecutivos de crecimiento económico, con una mejora sustantiva de todos los indicadores de bienestar.
Más allá de este escenario negativo, la economía uruguaya tendría la capacidad de retomar el crecimiento una vez que sean controlados los aspectos sanitarios, tanto por fortalezas propias como por un contexto internacional que puede resultar relativamente favorable al país en los próximos años.
En el plano interno, Uruguay enfrentó este shock con algunas fortalezas importantes, que junto con la baja propagación del virus en los primeros meses de pandemia le permitieron alcanzar resultados buenos en la comparación regional. El elemento más importante a destacar es el gran volumen de inversiones, básicamente UPM y proyectos de participación público privada que ya estaban aprobadas previo al arribo de la pandemia y permitieron en 2020 amortiguar la caída del nivel de actividad y en 2021 contribuirán a un mayor vigor en la recuperación.
Una fortaleza adicional es la sólida posición financiera de Uruguay que permitió al gobierno acceder a préstamos a tasas bajas, permitiendo afrontar los gastos adicionales y la caída de ingresos asociada a la recesión. Esta última fortaleza debe jugar un papel importante para el desarrollo de políticas que permitan asistir a las empresas y familias afectadas por la pandemia. En este contexto, las políticas de mitigación de los efectos de la crisis son fundamentales y no deberían estar supeditadas a la posición fiscal del gobierno, mucho menos cuando existe la posibilidad de acceso a endeudamiento en condiciones razonable. La velocidad con la que pueda recuperarse la economía luego del escenario de pandemia se vinculará en parte a la destrucción que se haya generado por pérdidas de capital durante la etapa recesiva, tanto por quiebra de empresas o de reducción de capital humano por desempleo prolongado y la debilidad de la demanda interna atribuible a las pérdidas de ingresos de la población.
En el plano internacional, el escenario pospandemia es probable que se caracterice por tasas de interés internacionales bajas y un dólar débil a nivel mundial, lo que favorecería el flujo de capitales a países emergentes y podría venir asociado a precios de commodities relativamente favorables. Adicionalmente, el hecho de que China se presente como el posible motor de la recuperación mundial pospandemia también sería una buena noticia, no solo para Uruguay, sino para toda la región, lo que podría generar efectos positivos de segunda vuelta para nuestra economía.
¿Es una situación coyuntural o estructural?
La naturaleza del shock original causado por la pandemia es, esencialmente, coyuntural, pero la extensión en el tiempo de la recesión y la lenta recuperación de la actividad podrían tener efectos duraderos sobre la economía. Es posible que la llegada de la vacuna permita retornar de forma progresiva a una situación de cuasinormalidad y que, en este contexto, la economía uruguaya pueda recuperar la senda de crecimiento, aunque es probable que el futuro ritmo de expansión sea más débil que en el pasado.
La prolongación y profundidad del shock podrían determinar que parte de los impactos, en principio coyunturales, tenga efectos de más largo plazo. En todos los episodios de crisis, a pesar de que los mismos surjan de shocks de naturaleza coyuntural, se producen impactos de mediano a largo plazo. La caída en situación de pobreza de un grupo importante de la población, además de todo el problema de corto plazo asociado a la situación de privación de consumo, puede generar problemas de largo plazo en materia de acumulación de capital humano. En un sentido similar, las dificultades para el funcionamiento del sistema educativo durante el período de pandemia, con menor participación fundamentalmente de los sectores más vulnerables, puede operar generando impactos de mayor aliento en cuanto a las posibilidades de acumulación de capital humano, integración social y desigualdad de oportunidades.
Finalmente una destrucción muy importante del tejido productivo derivado de la quiebra de empresas durante la etapa de pandemia también podría tener efectos de más largo plazo que impactarían, directamente, sobre la potencialidad de recuperación de la economía. En este sentido, la superficialidad de las medidas de mitigación de los efectos sobre vastos sectores sociales y productivos (vinculados a los sectores de servicios turísticos, de entretenimiento, etc.) resultan preocupantes.
En todos los casos mencionados anteriormente, la orientación de las políticas públicas es crucial para evitar que el impacto transitorio de la pandemia deje secuelas permanentes en la economía y sociedad uruguaya. El rol del Estado será fundamental en la recuperación de esta y todas las economía afectadas por la pandemia, incluso más allá de 2021. Por ese motivo, los objetivos fiscales deberían estar presentes, pero relegados a un segundo plano al menos durante 2021, tal como proponen varios organismos internacionales y se observa en forma generalizada a nivel internacional.
En este marco, entonces, ¿cómo ven las perspectivas a corto y mediano plazo?
Si comenzamos por el muy corto plazo, las perspectivas son de relativo estancamiento. Luego de una caída del nivel de actividad muy pronunciada durante el segundo trimestre del año pasado, el PIB creció 7,8% en términos desestacionalizados durante el tercer trimestre, según estimaciones del BCU. Esto representó una recuperación significativa, aunque parcial, luego de la caída del segundo trimestre por lo que no se estaría ante una recuperación en “V”, como indicaban las proyecciones del gobierno. La recuperación de la actividad que se observó durante el tercer trimestre de 2020 se habría enlentecido durante el cuarto trimestre del año pasado y esta debilidad de la recuperación se prolongará durante los primeros tres meses de 2021.
A partir del análisis de la última información disponible, en Cinve revisamos las proyecciones de actividad, estimando que el PIB en 2020 registre una caída del 6,1%. A su vez, proyectamos que la economía uruguaya retome el crecimiento durante este año pero a una tasa menor a la prevista hace algunos meses. En concreto, esperamos que el PIB se expanda 2,3% en 2021 y 2,2% en 2022.
La revisión de las proyecciones aleja aún más las expectativas de recuperación en “V” de la actividad económica y, lo que es más importante, dilata hasta 2023 la recuperación de los niveles de actividad prepandemia de 2019. A su vez, el gráfico permite apreciar la trayectoria del PIB descontando los efectos de la nueva pastera de UPM y los proyectos de Participación Público Privada (PPP), lo que muestra el efecto significativo que jugaron en 2020 y continuarán desempeñando durante este año las inversiones aprobadas previas a la pandemia.
La incertidumbre generada por el reciente incremento del número de contagios y de fallecimientos por covid-19, así como la posibilidad de que sean necesarias medidas aún más restrictivas en el futuro próximo, están afectando las expectativas de los agentes y representan una amenaza para la expansión de la demanda interna.
La extensión en el tiempo de la incertidumbre se explica, en parte, por la falta de precisión acerca de la fecha en que comenzarían a recibirse las vacunas, por la ausencia de definiciones sobre el plan de vacunación que tiene previsto realizar el Ministerio de Salud Pública, así como una planificación de la reversión de medidas restrictivas. A estos factores se agregan las complicaciones económicas que enfrentan los países vecinos y la nueva ola de contagios de covid-19 en las economías desarrolladas.
¿Hay alternativas?
La mitigación de riesgos macroeconómicos requiere definir, lo más rápidamente posible, un marco de política que permita el levantamiento de las restricciones sobre la movilidad, la progresiva normalización de la actividad y la reapertura de fronteras.
En el actual contexto económico y social será necesario fortalecer el apoyo económico a los sectores más vulnerables de la población y a las actividades que se encuentran más afectadas por la emergencia sanitaria. Estas acciones son claves para limitar el empeoramiento de las condiciones de vida de amplios sectores de la población, para mitigar pérdidas futuras de empleo, y para evitar daños mayores en el sistema productivo.
Como se comentó previamente, si bien el shock es de naturaleza transitoria, la política pública está llamada a jugar un rol fundamental para impedir que se generen impactos negativos de largo plazo que dificulten retomar la senda de crecimiento y mejoras del bienestar social.
** Las proyecciones y el análisis se basan en los trabajos realizados por el equipo de Coyuntura de Cinve, integrado por Fernando Lorenzo (coordinador), Silvia Rodríguez, Bibiana Lanzilotta, Rafael Paganini, Rafael Mosteiro, Adrián Fernández, Augusto Souto, Federico Caporale y Matilde Pereira, además de Gonzalo Zunino.