Nunca antes la Asamblea Mundial de la Salud (Nº 73) había despertado tamaña expectativa.
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Gobiernos, científicos, ciudadanos comunes, esperaban que el cónclave de los 194 países miembros diera señales claras, indicaciones, respuestas para la crisis sanitaria que afecta todos los rincones del planeta.
Sin embargo, esta asamblea de la Organización Mundial de la Sanidad (OMS) -la primera de la historia realizada en videoconferencia- no será recordada por sus debates y resoluciones para combatir el virus que ha infectado a 5,5 millones de personas y matado más de 350.000 en todo el mundo.
Tampoco quedará en la memoria por sus propuestas sanitarias y sociales para doblegar la enfermedad, prevenir futuras pandemias y una estrategia de salida, una “virusexit” que permita afrontar los gravísimos efectos económicos y sociales que nos dejará el Covid 19.
Al contrario, la historia la recordará por haber sido una de las expresiones más elocuentes del “día de hoy”, de la “actual normalidad” a la que el mundo ya asistía cuando se desató la pandemia.
Las intervenciones de decenas de jefes de Estado y de gobierno, ministros de Salud, demostraron que el “día después” será hijo del “día de hoy” y que la (mal) llamada “nueva normalidad” será construida sobre las estructuras de la “vieja normalidad”.
El patógeno, lejos de infectar las actuales relaciones de poder, las políticas y concepciones de los distintos gobiernos para combatirlo local y globalmente, las mantuvo intactas, las confirmó plenamente y convirtió a la asamblea del organismo de Naciones Unidas en el escenario de un nuevo capítulo de la confrontación a 360 grados entre EEUU y China, que el ministro de Relaciones Exteriores Wang Yi se atrevió a definir como “una nueva guerra fría” .
“Algunas fuerzas políticas estadounidenses toman de rehenes las relaciones entre China y Estados Unidos y empujan a nuestros dos países al borde de una nueva guerra fría”, declaró esta semana el jefe de la diplomacia de la República Popular en ocasión de la apertura de las sesión anual de la asamblea nacional del pueblo, el legislativo nacional
«Este virus político es el uso de todas las oportunidades para atacar y desprestigiar a China. Algunos políticos ignoran por completo los hechos básicos y han fabricado demasiadas mentiras contra China, y sembraron demasiadas conspiraciones».
La gestión de la pandemia ha acelerado la caída libre a la que ya habían entrado las relaciones entre Beijing y Washington y demostró, con una elocuencia perfecta, que la verdadera amenaza a la supremacía de los Estados Unidos en el mundo del día de hoy y del día después es y seguirá siendo China, no en el terreno estratégico militar, el arsenal atómico o los misiles de largo alcance, como ocurría con la vieja Unión Soviética el siglo pasado, sino por el decisivo peso económico, sofisticación tecnológica y habilidad diplomática que ostenta la nueva China.
Estados Unidos vive su segundo “trauma Sputnik”, cuando en 1959 la Unión Soviética puso en órbita el primer satélite y lo superó en la carrera espacial. Los Sputnik chinos de hoy son la innovación digital, la telefonía celular de quinta generación, la robótica y la inteligencia artificial, en la que Beijing está alcanzando, y en algunos casos sacando ventajas, a Washington.
Para el presidente de EEUU la cumbre sanitaria mundial debía ser la Waterloo de su homólogo asiático y la tribuna perfecta para amplificar sus acusaciones a la OMS por la gestión de la emergencia sanitaria
El mismo día de la apertura de la asamblea, Trump publicó en su cuenta de Twitter una carta dirigida al director general de la OMS, el etíope Tedros Adhanom Ghebreyesus, amenazando con suspender permanentemente la financiación y el retiro de Estados Unidos de la Organización Mundial de la Salud si esta no hace “mejoras sustanciales” en los próximos 30 días.
«Si la Organización Mundial de la Salud no se compromete a realizar mejoras sustanciales en los próximos 30 días, haré que mi congelación temporal de los fondos de Estados Unidos a la Organización Mundial de la Salud sea permanente y reconsidere nuestra membresía en la organización», amenazó el presidente.
Los ataques de EEUU contra la OMS y China comenzaron inmediatamente después de conocida la epidemia, estigmatizada por Trump como el “virus chino”.
Desde entonces, la Casa Blanca ha acusado sistemáticamente a las autoridades chinas de haber tardado en comunicar datos cruciales sobre la gravedad del virus, que, según Trump, habría sido manipulado en el Instituto de Virología de Wuhan.
En ese contexto, EEUU exigió también al gigante asiático el pago de miles de millones de dólares como indemnización por los daños causados por el virus, y para ello pidió una investigación internacional sobre el origen del Covid-19.
Para la República Popular, detrás de las arremetidas de Trump hay “motivos políticos” para promover su reelección y y desviar la atención de la opinión pública del “fracaso” en el modo errático de gestionar la crisis pandémica que ya se cobró más de 100.000 vidas y casi 2 millones de infectados estadounidenses.
También para el director general de la OMS, aun admitiendo que se cometieron errores, es evidente el intento de la Casa Blanca de “politizar” la cuestión.
El ultimátum de Trump es tan repudiable como inaceptable y pone una pesada hipoteca a la existencia misma del organismo multilateral sanitario (EEUU aporta aproximadamente el 26,6% del presupuesto total de la OMS, hoy más que nunca insustituible en la gestión de la crisis humanitaria mundial).
En su carta de cuatro páginas, Trump acusa a la OMS por los errores cometidos, de ignorar los primeros informes sobre la aparición del virus y de ser un “títere de China”.
“Está claro que los reiterados pasos en falso de usted y su organización para responder a la pandemia han sido extremadamente costosos para el mundo. La única forma de avanzar para la Organización Mundial de la Salud es si realmente puede demostrar independencia de China”, desafió Trump al director general.
El mismo Xi Jinping se encargó de “devolver la carta al remitente” en su intervención por videoconferencia, anunciada por su gobierno en el último momento y “a invitación del director general de la OMS”.
El presidente y secretario general del Partido Comunista no solo reivindicó la responsabilidad demostrada por su gobierno en la gestión de la peste, sino que, además, exhortó a “que la comunidad internacional aumente su ayuda política y financiera a la OMS para movilizar recursos en todo el mundo que derroten el virus”, comprometiendo un fondo de 2.000 millones de dólares en dos años para luchar contra el Covid-19. Asimismo prometió poner a disposición de la humanidad la vacuna que logre China contra el coronavirus, a la que consideró un “bien público global”.
Finamente, las demandas del presidente Trump de acciones punitivas contra la Organización Mundial de la Salud fueron rechazadas por la casi totalidad de los países, desde la Unión Europea hasta China, Rusia, Japón y Sudáfrica, que, en su lugar, acordaron promover un examen «imparcial e independiente» de la respuesta de la OMS a la pandemia del nuevo coronavirus.
Expertos en política exterior dijeron que los ataques de Trump contra China y la OMS profundizan el aislamiento de Washington de sus aliados más cercanos y aumentan la influencia global de China.
«Estamos debilitando nuestro propio perfil diplomático en todo el mundo y fortaleciendo el de China”, declaró a The New York Times Thomas J. Christensen, director del programa China y el Mundo en la Universidad de Columbia y exsubsecretario de Estado adjunto de Estados Unidos para el Este, Asuntos de Asia y el Pacífico.
La resolución final de la Asamblea Mundial de la Salud -que tampoco menciona a China ni a la ciudad de Wuhan- solicitó a la OMS que inicie «lo antes posible […] un proceso gradual de evaluación imparcial, independiente e integral […] para revisar la experiencia adquirida y las lecciones aprendidas en la respuesta internacional coordinada por la OMS al COVID-19, incluida la eficacia de los mecanismos a disposición de la OMS”.
El “mundo DC” (Después de Covid) se construirá sobre los cimientos del “mundo AC” (Antes de Covid). En una reciente entrevista para el diario italiano La Repubblica, el polémico sociólogo francés Alain Finkielkraut llamaba “cretinos sonrientes” a quienes piensan “que los que ayer eran todos malos mañana, pasada esta terrible prueba, serán todos buenos”. Los Trump y los Bolsonaro seguirán siendo los mismos.