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El nuevo economovirus

Por Daniel Barrios.

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Por un lado la Organización Mundial de la Salud (OMS), los ministerios de Salud Pública, hospitales, laboratorios, centros de investigación genética. Por otro, el Fondo Monetario Internacional (FMI), ministerios de Economía, fondos de inversión, bancos centrales, bolsas de valores, empresas multinacionales y economistas.

Los primeros no escatiman recursos materiales e inteligencia científica para aislar el virus, encontrar el antídoto, combatir el patógeno, salvar vidas humanas, construir hospitales en tiempo récord. Los segundos, en cambio, calculan las consecuencias económicas y ajustan sus políticas comerciales, monetarias y fiscales para minimizar el impacto negativo y poner límites a los efectos devastadores que el nuevo virus comporta para la economía china y el resto del mundo. Unos se baten para impedir el contagio sanitario, otros, el contagio económico.

“Un virus puede crear mas catástrofes políticas, económicas y sociales que cualquier ataque terrorista. El mundo debe respetarse y considerar a este virus como el enemigo número 1”, alertó Tedros Adhanom Ghebreyesus, director general de la OMS, a más de 400 científicos de todo el mundo que llegaron a la sede de Ginebra para discutir la nueva pandemia viral.

Para el presidente Xi Jinping la lucha de su gobierno y su Partido Comunista contra el virus es la “guerra del pueblo “ y desde que se conoció,  desató una impresionante lucha contra el patógeno, confinando en ciudades cerradas a más de 50 millones de personas; se han construido hospitales de más de 1.200 camas en menos de 10 días, reclutado decenas de miles de médicos civiles y militares que habían tratado la anterior epidemia del Síndrome Respiratorio Agudo Grave  (SARS por su siglas en inglés) y ungido a comité de crisis al mismísimo Comité Permanente del Politburó, el principal órgano de dirección del partido comunista.

El coronavirus, recientemente denominado cov-19 por la OMS -«co» por «corona», «vi» por «virus» y «d» por «disease» (enfermedad, en inglés), y 19 por el año en que surgió este nuevo brote-  ya se ha convertido en la epidemia más depredadora para la economía mundial de este siglo.

Según la prestigiosa consultora inglesa, Capital Economics, su propagación costará al planeta  más de 280.000 millones de dólares en los primeros tres meses del año, poniendo fin a un período de crecimiento mundial de 43 trimestres.

Para Morgan Stanley, el virus solo en el primer trimestre puede cercenar el crecimiento mundial tres décimas, lo que en escala anual equivaldría, como mínimo, al costo que supuso el SARS a lo largo de todo el período.

De confirmarse esas previsiones la pérdida sería, en términos nominales, siete veces más grande que la ocasionada hace 17 años por el SARS, entre otras cosas, porque China ha pasado de representar el 4% del PIB mundial a más 16% y es responsable de un tercio del crecimiento mundial. Una desaceleración del crecimiento de la República Popular del actual 6% al 4,5% eliminaría directamente 0,3 puntos porcentuales de las últimas previsiones de un ya modesto   3,3% crecimiento global que hizo el FMI para 2020, que mantendría la economía mundial creciendo a un ritmo similar al del año pasado, el  más lento desde la crisis de 2008-09.

Según estudios de la época, los costos del SARS fueron de 40.000 millones de dólares y entonces la república popular perdió un punto de crecimiento de su PIB, y el mundo, un 1,3%.

La transmisión de los efectos de la enfermedad viral en el resto de las economías será muy superior a la anterior epidemia porque sus costos económicos van más allá de los daños directos en los sectores afectados y se contagian  rápidamente por los vínculos comerciales, productivos y financieros asociados con la globalización.

Los países más afectados serán los que venden un mayor número de manufacturas y materias primas a China y aquellos de modelo económico netamente exportador. Estos son las principales víctimas de la disminución del comercio internacional generada por las medidas sanitarias que ha debido adoptar la potencia asiática.

Los precios de materias primas industriales como el hierro, el cobre, el aluminio y el gas natural líquido se han desplomado desde que apareció el virus, y las monedas de los países exportadores, entre ellos Uruguay, están en los niveles más bajos que se hayan registrado recientemente.

Por su parte, la caída abrupta de la demanda en el país asiático hará que las empresas exportadoras reduzcan su producción y trasladen una parte de la restante a otras naciones. En ellas, el resultado será un exceso de oferta y una caída de precios.

Una gran parte del tejido industrial y comercial del gigante asiático está paralizado, los vuelos internacionales cancelados, las actividades públicas y de recreación suspendidas, los centros de estudio cerrados (280 millones de niños y jóvenes siguen sus cursos por internet) y la industria del turismo, fuera y dentro de fronteras, prácticamente inexistente, son algunas de las repercusiones que penalizarán inapelablemente el PIB chino.

El jaque del nuevo coronavirus llega en un mal momento del “Imperio del Centro” y su economía es más vulnerable que cuando tuvo que enfrentar  la crisis sanitaria del SARS.

Entonces su economía crecía a un ritmo de dos dígitos impulsada por sus inversiones y el auge de sus exportaciones después de su adhesión a la Organización Mundial del Comercio en 2001.

Hoy, en cambio, la epidemia se desata al mismo tiempo que se firma la “fase uno” del acuerdo que supone una tregua a la guerra comercial declarada por Estados Unidos y un importante alivio para su economía, que registró el año pasado el crecimiento más bajo de los últimos 30 años.

También su modelo ha cambiado radicalmente y su economía depende mucho más de la demanda doméstica y fundamentalmente del consumo y bastante menos de las ventas al exterior y las megainversiones estatales en infraestructura, como fue hasta algunos años atrás.

El SARS fue combatido con una una política fiscal expansiva, aumento del gasto público y recortes de impuestos para ayudar con la recuperación de los sectores más afectados. Hoy los abultados déficits fiscales, tanto a nivel nacional como provincial, no dejan espacios para aplicar el estímulo fiscal como lo hizo en 2003.

Xi Jinping, para quien la epidemia se ha convertido en el mayor desafío político de su mandato, ha planteado su erradicación como una cuestión existencial, en la que está en juego la propia credibilidad del sistema político chino.

No obstante, ha insistido que, pese a la crisis actual, siguen en pie el gran objetivo de que la sociedad china sea “moderadamente próspera” el año próximo, cuando se cumpla el primer centenario de la fundación del Partido Comunista. Para alcanzarlo “no hay que pensar que podemos esperar ni un momento”, ha sostenido el jefe de Estado y secretario general del PCCh.

Si el riesgo de contagio baja y la actividad económica se recupera en el segundo trimestre del año, en 2020 China únicamente sufrirá una desaceleración económica. En cambio, si la situación actual se prolongara durante mucho más tiempo, es probable que la superpotencia entre en recesión y la economía del mundo, en cuarentena.

 

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