El 1º de febrero de 1957 tendría que estar marcado con letras de oro dentro del periodismo de Uruguay pues ese día, a las 4.25, salía el primer ejemplar del periódico El Popular. Pero tal vez pase más desapercibido pues en ese momento en nuestro país salían a diario, solo en Montevideo, más de 20 publicaciones. Entonces muchos se preguntarán que tenía de particular que saliera uno más. Entender por qué salía un diario más es fácil y a la vez difícil de explicar. A mediados de la década del 50, la izquierda, el movimiento social y sindical carecían de un espacio en la gran prensa nacional, de ahí que en el XVII Congreso del Partido Comunista se resuelva editar un diario con circulación nacional. Su nombre, El Popular. Hoy, a 64 años, todo parece tan fácil y sencillo. Pero no todo fue fácil ni sencillo pues la idea era sacar el diario a mediados de enero, pero la rotativa no andaba. La máquina de imprimir, la rotativa, era una maquina alemana que tenía casi 40 años de uso en el legendario diario Acción, cuya imprenta estaba al costado de AEBU. Su dueño era Don Luis Batlle y este decide aceptar una oferta de compra de dicha rotativa por parte del Partido Comunista; la derecha del Partido Colorado jamás se lo perdonó. Paso a ser el comunista chapa 15, tal como se lo decía Benito Nardone. El responsable del desmontaje y el armado nuevamente fue Guillermo Israel, alemán de nacimiento y uruguayo de corazón. El fue poniendo a punto esta vieja rotativa, allí en Justicia 1982. Siempre hemos dicho que el diario fue y será único, más que nada porque allí “todos éramos necesarios, pero ninguno imprescindible. Somos únicos, porque aquí en Uruguay, ninguna empresa es recordada por sus trabajadores”.
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Vuelvo a decir, solo en Montevideo salían más de 20 diarios. Pero los obreros, los trabajadores de la cuidad y el campo, los intelectuales progresistas, los profesionales, los desocupados, los que vivían en los cantegriles o pueblos de ratas, esos no tenían cabida en la prensa de la burguesía. Desde El Popular se luchará por la unidad sin exclusiones, por la unidad de la clase obrera en una sola central, por la unidad obrera estudiantil. Recordamos la consigna “Obreros y estudiantes unidos y adelante”, en 1958, en la lucha por la ley orgánica universitaria. Al año siguiente estará la consigna de “Cuba sí, yanquis no”.
Pero volvamos al 1º de febrero de 1957; a las 4 y 25 de la mañana saldrá el primer ejemplar de un diario que fue clausurado, robado y saqueado por la dictadura cívico militar el 30 de noviembre de 1973. Serian unas 6.145 ediciones, aunque tuvo que soportar más de 150 ediciones de clausura.
El 31 de enero, dicen que un día de mucho calor, el diario era una colmena de gente trabajadora que venían a preguntar si se precisaba algo. Un día, un compañero que estuvo ese día ahí, me decía que “eran tantos los que venían, que por momentos molestaban, pero no se daban cuenta”. Hoy no voy a recordar a toda esa legión de compañeros que pasaron a lo largo de esos 6.145 días de vida del diario. Muchas veces los he recordado tal vez no a todos, a los que me olvide les pido disculpas. Hoy mi recuerdo y homenaje es para aquellos compañeros que aún están con vida, como lo son: Esther de Scorovich, con sus 95 años, vive en Argentina país que le dio cobijo a su familia en la dictadura. Máximo Jablok, Jablonka, viviendo allá por Hungría. Isidoro Epstein, el Uke. Aurelio González, el Gallego. Niko el subdirector, con sus 90 y tantos años. Que yo recuerde, de ese día, nadie más. Yo llegué en agosto de ese año, 1957; de esa tanda no queda nadie. Cuando entré tenía apenas 13 años, llegue allí de la mano de Juan Acuña, por pedido del camarada Gavagnin. Pero vaya si me acuerdo de los hermanos Ismael y Luciano, responsables de la parte sindical. El maestro Rubén Acasuso, con su suplemento para niños; el Churrinche; Carlitos Reyes en deportes; Cures en boxeo; el Vasco Urruzola en internacionales; Carlos Varela con su “estampa montevideana”; Cacho Cedrés, Niurka Fernández; Galloso el portero y carpintero; Ariel Badano, Lirón; Lázaro Scorovich; Norma Cedrés en la conserjería, que fuera asesinada por la dictadura de una manera muy sucia como son todas las muertes por tortura, en especial la psicológica; Gastón Ibarburu y Guillermo Israel. Seguro que también recuerdo a Manuel Brieba, que aún seguimos buscando su cuerpo. Estoy viendo a Cáceres, Cacerola, en la boca de la rotativa. Pero tampoco nos podemos olvidar de Mendiola, asesinado en la 20ª, el que acuñó la frase: “El Popular, el cañón de largo alcance”, así como dos compañeros, nuestro distribuidor Carlos Castro y su ayudante Miguel Faral. Podría seguir y seguir y siempre me olvidaría de alguien. Pero en todos estos nombres va mi modesto homenaje a los que hicieron posible esta realidad, El Popular.