Hace unos días se presentó sin mayor alharaca la Biblioteca País, una increíble oportunidad que abre Plan Ceibal, con más de 4.000 volúmenes que todos los uruguayos, dentro o fuera de fronteras, podremos disfrutar con un clic como si estuviéramos recorriendo con libertad plena los pasillos de la Biblioteca Nacional. Es una ocasión imperdible, con el significado que a la palabra “ocasión” le da la escritora Graciela Montes: “Un pequeño brinco de libertad, un ensanchamiento del horizonte, un nuevo punto de vista”. Sin embargo, en este Uruguay escasamente valorizador de sus logros, fue una noticia más, entre tantas otras que circularon en este extraño mes de diciembre.
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La autora mencionada dice que todo puede “abrirse en ocasiones o permanecer cerrado y mudo, ajeno”. La educación es una gran ocasión y pensar en ella nos lleva a la importancia clave que debe tener el estímulo a la lectura y al desarrollo de la capacidad de escribir a la luz de una ciudadanía construida desde la palabra escrita.
Hace un tiempo escuché la presentación de dos profesoras que trabajan en dupla en un liceo de bachillerato de Montevideo. Una de ellas enseña Inglés y la otra Literatura y fueron explicando a la audiencia del momento cómo se vieron afectadas por el desafío de habitar el aula en simultáneo. Al principio, declararon hacer una tarea en la que Inglés como asignatura quedaba relegada al plano de lo instrumental, al servicio de la Literatura, pero del trabajo fuera del aula -ese trabajo tan necesario como invisible a los ojos de cualquier persona que no sea docente- nació la necesidad de discutir sobre una propuesta de clase en la que pudiera hacer confluir las didácticas y hacer de la clase, entonces, un espacio en que la alternancia de las dos lenguas superara la mera traducción para lograr que los estudiantes pudieran descubrir el gusto y el deleite de “saborear” la lectura.
Esta experiencia riquísima, de exploración de nuevas modalidades colaborativas a la hora de enseñar y aprender, me dejó pensando en el valor de la lectura y la escritura como eje de los aprendizajes. Si bien tengo claro que no es esto un descubrimiento ni es una perspectiva innovadora en absoluto, siento que es necesario revisar la adquisición de estas habilidades a la luz del mundo de hoy y sobre todo con la certeza de que para pensar hay que saber entender lo que se lee porque es sin duda el camino de comprender el que permite asentir y disentir con lo que el otro -en este caso el que escribe- piensa.
Todas las asignaturas del currículum y todos los docentes deberían percibir el objetivo esencial de formar lectores y escritores y todos los centros educativos deberían a mi entender abrir espacios específicos para el desarrollo de la formación de estudiantes lectores y escritores. Sin lugar a dudas, es un enorme y doble desafío porque supone para los docentes de todos los campos del saber formarse mucho desde lo personal para poder instalarse, a su vez, como formadores. Pero la clave no está en la reiteración de unos mecanismos monótonos de los que puede ofrecerse una suerte de práctica o de adiestramiento. Otra argentina brillante, Y sinceramente creo que es una punta muy interesante para pensar cómo fomentar la lectura y la escritura particularmente entre los adolescentes. Esa condición de lo descontrolado puede prefigurarse en la posibilidad de construir un universo de significaciones que interpela el mundo real y habilita a que cada uno pueda ir construyendo sus propias representaciones.
Esencial es producir el placer, forjar el espacio de deleite, hacer surgir la facultad de “sentir” para que a través de la lectura se pueda enseñar otra manera de mirar y, por lo tanto, se desarrolle el pensar como actividad mental que genera autonomía y empodera a los jóvenes para habitar el mundo. Hay algunas experiencias reconocibles por lo valiosas que generalmente se producen en los liceos en los ámbitos de las bibliotecas y que deberíamos tomar como modelos para iluminar futuros diseños de espacios específicos.
La educación mirada desde cualquier tramo de la vida formativa del ser humano y desde cualquier campo del saber debe tener como cometido formar ciudadanos de la cultura escrita. El contacto con textos elaborados por otros nos permiten descubrir otros modos de percibir el mundo que habitamos, otros tiempos, otros valores, otras culturas. Todo esto nos pone en situación de tolerancia, no como el mero resorte de la resistencia a la palabra de otro que es diferente a nosotros, sino como oportunidad de conocer la pluralidad de puntos de vista y valorarlos. Esas miradas diversas que pasamos a conocer a partir de los textos escritos por otros, nos permiten discutir con nuestras propias concepciones y creencias, nos obliga a argumentar y nos pone en situación de comprensión de lo diverso.
Creo que el diseño educativo que Uruguay tiene por delante, en la anhelada reforma curricular integral particularmente de la educación media y de la formación docente, debe comprometer en este sentido a todas las asignaturas del currículum, pero debe también prever esos espacios específicos que permitan descubrir el “sabor” de la palabra escrita ofreciendo diversos soportes y modalidades, poniendo a los estudiantes en contacto continuo con diarios, libros y revistas, de papel y digitales, y cualquier otra forma de presentación de la creación y exposición de ideas en forma escrita.
La Biblioteca País del Plan Ceibal nos deja sin excusas para que todo lo planteado pueda hacerse con rapidez y apostar a formar a los nuevos y a los no tan nuevos en la introducción hacia el mundo de las ideas, en la creación ajena como parte del proceso de construcción del mundo propio. Habrá que hacerlo y sin demoras.