Diversos episodios turbios directamente relacionados con la presidencia de Lacalle Pou han ocupado las portadas de los grandes medios internacionales de todo el mundo y la lista de hechos irregulares parece no tener fin. Con el gobierno acorralado, desde el oficialismo se apela al intento desesperado de responsabilizar a periodistas y algunos medios por la difusión de distintos hechos de apariencia delictiva. Sin embargo, a pesar de los furiosos embates oficiales, el periodismo se para firme y defiende su rol. La democracia uruguaya late y respira.
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Si bien la política siempre se ha sentido incómoda con el trabajo periodístico independiente, Uruguay parece estar viviendo un proceso de notoria virulencia oficial contra algunos periodistas y medios que incomodan al gobierno. En este marco, Eduardo Preve se ha transformado en un actor determinante a la hora de revelar algunas de las tramas más oscuras del poder. Él sabe que su trabajo molesta, corroe, fastidia. En tiempo reciente, ha recibido amenazas, presiones y en función de ello, resolvió tratar de cuidarse lo justo y necesario, sin modificar demasiado sus rutinas. Aún en este contexto delicado, intenta mantener su línea de trabajo y sostener el foco en la investigación periodística para difundir todo aquello que alguien no quiere que se sepa.
El periodista Eduardo Preve nació en Montevideo, aunque dice que es salteño. Se formó en la educación pública, a nivel de Primaria y Secundaria y cursó dos carreras en la Universidad de la República -Licenciatura en Comunicación y Abogacía- aunque todavía no las culminó formalmente. Su padre es médico y su madre nurse y docente, ambos jubilados, y Eduardo es padre de dos hijos de 8 y 11 años, a quienes protege y mantiene a resguardo de su actividad pública profesional. “Nunca en la vida he subido fotos de ellos a las redes sociales por una cuestión de seguridad, pero no es algo de ahora, sino de toda la vida, aunque últimamente he tenido más cuidado por cuestiones personales de seguridad”, asegura.
¿Qué ha cambiado de tu vida en los últimos años?
Mucho, muchísimo. Trabajé durante 12 años en El Observador, luego durante 16 años fui coordinador y jefe del informativo Subrayado y posteriormente, trabajé un breve tiempo en TV Ciudad. Actualmente me desempeño en la columna “La Tapadita” de M24 y si bien creo que en todos estos años hice un trabajo profesional y a lo largo de mi carrera siempre me dediqué a informar, no deja de sorprenderme la exposición actual debido a la viralización de la información que compartimos en “La Tapadita”. Hemos recibido mucho apoyo y aliento por parte del público, lo cual es un fenómeno algo extraño, pero es parte del periodismo.
¿Sentís que hay gente que tiene cierta expectativa de que no los defraudes?
Sí, esto me genera una presión adicional ya que muchas personas me escriben. Y como tengo una de mis redes sociales abierta, es beneficioso porque, por un lado, me proporcionan información valiosa, pero al mismo tiempo, recibo palabras de apoyo, lo que también agrega una presión adicional. Siento que tengo la responsabilidad de no decepcionar a las personas que esperan con expectativa ciertos temas. Mi deseo de superarme constantemente ya es parte de mi naturaleza, tengo inclinación hacia la adicción al trabajo y la rigurosidad, por lo que esta situación añade un nivel extra de compromiso.
¿Cuál es tu opinión en cuanto al rol que te asignan desde el gobierno de “periodista militante”?
No me gusta entrar en polémicas, ni siquiera cuando provienen del gobierno o de algunas voces del oficialismo. Siempre he notado que el poder critica al periodismo que no le agrada. Mi enfoque siempre ha sido que si cometemos errores en nuestras informaciones, los aclararemos. Hasta ahora, ninguna de nuestras investigaciones o casos ha sido desmentida. Hemos informado sobre casos como los de Alejandro Astesiano, Sebastián Marset, Santiago González, Luis Calabria, Salto Grande y el clientelismo en OSE, entre otros. En muchos de estos casos, los funcionarios de alto rango han renunciado como resultado de nuestras investigaciones. Es común que el poder atribuya intenciones a los periodistas, y esto ha sucedido a lo largo de la historia. Sin embargo, no debemos dejar que esto nos intimide. Afortunadamente, hay muchos periodistas comprometidos que no se dejan amedrentar y continúan con su trabajo con determinación. Personalmente, me resulta gracioso cuando me acusan de ser un operador o de trabajar para ciertos grupos, porque en realidad, eso sólo aumenta mi motivación para investigar. Soy un periodista profesional y es nuestro deber cuestionar y vigilar al poder, lo cual es esencial para cualquier democracia saludable. La transparencia en la información debería ser valorada en todas partes.
Hace poco, discutía con algunos colegas sobre el uso de la palabra "filtración", como si fuera algo negativo. En realidad, las filtraciones son muy útiles para nosotros los periodistas. Sin ellas, simplemente repetiríamos los comunicados de prensa oficiales todos los días y escribiríamos declaraciones sin profundidad. La clave es buscar información que el gobierno o los políticos no quieren que se divulgue o se sepa. Esto es fundamental para nuestro papel en la sociedad.
Este gobierno ha sido muy elogiado por la cuidadosa construcción de su propio relato. Sin embargo, da la sensación que cada vez que se difunde algo que pone en tela de juicio su accionar, la versión oficial queda en falsa escuadra y se resquebraja el monolítico relato oficial.
Exacto. Este gobierno trabaja muy bien la comunicación, “la construcción de relatos”, y también ha logrado blindar, en muchos casos, la imagen del presidente Luis Lacalle Pou. Cuando enfrentan información que no les gusta o que se sale de su línea, tienden a cuestionarla y atribuir intenciones a los mensajeros, lo que a veces busca desacreditar la información. Este enfoque no se limita sólo al gobierno, sino que también involucra a operadores gubernamentales, líderes políticos y otros actores influyentes.
Es una estrategia común en la política intentar desgastar a los medios de comunicación que critican o investigan al gobierno, con el fin de mantener su dominio en la narrativa pública. La estrategia de comunicación del gobierno ha demostrado ser efectiva en este sentido. En este contexto, es fundamental que los medios y periodistas mantengan su independencia y continúen realizando un periodismo crítico y de calidad. La labor del periodismo en una democracia es vital para garantizar la transparencia en el gobierno.
Con la cantidad de episodios de apariencia delictiva o sospechas de corrupción, ¿no hay riesgo de cierta naturalización de todo lo que se está conociendo?
No sé si hay una naturalización o no. Creo sí que a veces nos adormecemos ante cierto tipo de información, porque es como que nos anestesiamos y naturalizamos algo que no debería ser natural. Y eso nos termina ocurriendo como sociedad cuando dejamos de cuestionar determinadas cosas que ya nos parecen naturales. Por ejemplo, que nuestros presidentes viajen al exterior en aviones prestados por empresarios, como ocurrió recientemente, y luego el presidente Luis Lacalle Pou le vendió al empresario un terreno en Punta del Este -que más allá del valor de ese inmueble, que aparenta no ser el del mercado-, es el propio presidente el que firma la venta de ese terreno. Se puede decir que no hay nada ilegal, pero también hay una cuestión ética de la política, sobre todo porque cuando era candidato presidencial dijo que a él nadie le iba a hacer la banda presidencial, en referencia a algunos de los expresidentes a quienes les habían regalado la banda. Hay una contradicción entre ese discurso de campaña electoral y su actuación posterior como presidente. Eso no escandaliza a la sociedad que debería decir: “Pero usted nos prometió que esto no iba a ocurrir y, sin embargo, lo está haciendo”. Nos vamos anestesiando a ese tipo de situaciones, porque venimos de casos enormes como los de Marset, Astesiano o Salto Grande y esto es como que “no pasa nada”. Creo que el Estado uruguayo debería determinar que exista un avión presidencial, porque no puede ser que los presidentes de turno estén viajando en aviones de empresarios. En su momento lo hicieron Vázquez, Mujica, y ahora Lacalle. Todo ello se presta para suspicacias y por tanto, pueden existir muchas lecturas y al final del día, la gente decir: “Bueno, está todo bien”, y esa es la naturalización a la que nos estamos acostumbrando.
¿Vos te acostumbraste a las presiones y amenazas?
Uno nunca se acostumbra a eso. Pero ponele que es parte del juego democrático…
¿No has sentido miedo?
No. No tengo miedo. Si bien no es sano tanto ensañamiento con un periodista -algo que hacía mucho tiempo no veía y que parece ser cuasi organizado- insisto, creo es parte de la democracia en la que vivimos. Creo plenamente en la libertad de expresión, y por más que puedan ser ataques personales soy de “teflón” a esas cuestiones. Pero no me genera temor, no tengo nada que esconder y ando sin miedo en la calle. Es valioso tratar de no sentir miedo y confiar en la libertad de expresión a pesar de los ataques personales y del ensañamiento que podamos experimentar. Mantener esa resiliencia es fundamental para los periodistas en una sociedad democrática. Es sensato tomar precauciones, como cuidar la seguridad de tu teléfono y respaldar la información de fuentes diversas. El uso consciente de tu teléfono en la calle es una medida prudente para evitar situaciones desagradables.
¿Te estás preparando para que te cuestionen cuando difundas algo que implique a gente de izquierda?
Sí, sí. De hecho, hace poco difundí una información que a la gente de izquierda no le gustó y que estaba vinculada a un dirigente sindical de la Salud. Recibí llamados de gente de izquierda enojados por la información que había difundido. La izquierda siempre se ha quejado de los llamados de los políticos a los directores de los medios de comunicación, y en este caso ocurrió al revés. Enfrenté a esa persona porque si tenía que cuestionar algo me tenía que llamar a mí personalmente y no al director de la radio, o a políticos que pudieran tener alguna influencia sobre la radio.
Muchas veces también me dicen por qué no doy información de otro lado, porque toda la información que me llega está vinculada al gobierno nacional. El día que me llegue algo vinculado a gobiernos departamentales de izquierda, ya sea de Montevideo, Canelones o Salto, lo voy a dar. De hecho, de Salto informé que estaban investigando al exdirector de Movilidad, es decir, no me tiembla el pulso.
Si me llega información y la chequeo, no hay problema. No se trata de si es el Partido Nacional, el Partido Colorado, el Partido Independiente, Cabildo Abierto o el Frente Amplio. Hay un andamiaje para investigar algunos hechos en los gobiernos del Frente Amplio y muchas veces no lo hago porque me ganan otros medios. Porque hay muchos medios que están enfocados en encontrar cosas del Frente Amplio.
Sin temores, entonces.
Absolutamente. Son tiempos complejos para el periodismo, Uruguay tiene muy buenos periodistas y todas las tormentas pasan. Y no hay que tener temor, porque los “buenos marineros se hacen en las tormentas”.