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Entrevistas Grille |

Romper el blindaje

Leandro Grille: "Hay una buena parte de la sociedad uruguaya que no se identifica con la televisión mayoritaria"

El periodista Leandro Grille estrenó Macondo, un programa por streaming con la rusa Inna Afinogenova que busca mostrar una visión "más progresista" de la realidad latinoamericana.

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Una señora interrumpe la entrevista en el bar Las Flores. Mira al entrevistado y le dice: “Tenés admiradoras de todas las generaciones”. “Gracias”, le contesta Leandro Grille, con una mezcla justa de seriedad y timidez. La señora se refiere al programa por streaming Legítima defensa, conducido por Grille, que empezó hace dos años en busca de “romper el blindaje”.

Grille es bioquímico y trabaja en periodismo desde muy joven. Hace añares que escribe en Caras y Caretas, la revista que fundó y dirige su padre, Alberto Grille. Hace pocos días estrenó otro programa por streaming, Macondo, dedicado a la realidad latinoamericana. Sobre todo esto y un poco más, conversó con la diaria.

¿Te volcaste al periodismo por tu padre?

Es probable que haya tenido mucha influencia. Escribo desde muy chico y mi viejo estaba en este ámbito –él es médico, aunque no ejerce desde hace muchos años–. Cuando empecé a escribir más profesionalmente, en La República, que hacía un suplemento de jóvenes, mi viejo trabajaba en el diario y eso puede haber tenido influencia. En mi casa siempre hubo una presencia permanente de los medios, de leer los diarios todas las mañanas.

Hace dos años empezaste con el programa Legítima defensa, que se transmite por streaming, cuya consigna es “romper el blindaje”. ¿A qué blindaje te referís y en dónde lo ves?

Cuando íbamos a hacer el programa, que empezó a emitirse en mayo de 2020, había que hacer una especie de promo y grabé una pauta improvisada, como en general es todo lo que hago en ese formato; entonces, anuncié que íbamos a salir y planteé esa consigna. Antes, en algún tuit, había escrito esa misma expresión, que no se usaba en nuestro país; ahora se utiliza bastante más. Iban dos meses de gobierno y ya había un blindaje muy grande. El gobierno empezó el 1º de marzo, al otro día hubo un salto en el tipo de cambio, y el 11 de ese mes se hizo aquel decreto, 90/2020 [de fijación del límite máximo de ejecución presupuestal], que supuso un ajuste importante, de 15% en las diferentes dependencias del Estado. O sea que en una semana y poco la gente asalariada, común y corriente, ya era globalmente más pobre. Considero que el gobierno desde el principio –y ni hablar a partir de la pandemia– recibió una actitud complaciente del sistema de medios dominante; un blindaje completo que se ha mantenido hasta este momento.

Con el tiempo que ha pasado, se hizo evidente no sólo el blindaje sino también su precio. Salvo que queramos explicar lo que va a suceder ahora con la derogación de la ley de medios en la Rendición de Cuentas, el intento de hacer una ley de medios que supuestamente la habían escrito los dueños de los canales o la compra de las señales para ser emitidas en los dispositivos celulares a través de Vera TV, a 1.200.000 dólares por año cada canal, entre otras medidas que tomó el gobierno a lo largo de sus dos años para favorecer a ese sistema dominante de medios. Yo lo considero parte del precio para sostener un discurso que hizo lo posible por embellecer las acciones de este gobierno y ocultar sus defectos, a lo que llamo “blindaje”.

¿Lo notás sólo en los canales de televisión?

No, pero es indudable que la televisión tiene un poder de penetración en la sociedad muy superior al de la prensa escrita o las radios. Los canales de televisión son concesiones que hizo el Estado hace más de 70 años, de un espectro limitado al que no puede ingresar otra gente y que tiene ese poder de fuego. No sucede lo mismo con la prensa escrita; aunque existen, por cierto, medios dominantes, a priori no hay una limitación a la posibilidad de la construcción de un medio, más allá de que sabemos perfectamente que no lo puede hacer cualquiera.

Hay que tener plata, para empezar.

Muchísimo dinero. Y los medios que tienen una orientación editorial más de izquierda enfrentan muchas más dificultades para vender publicidad y conseguir las fuentes de financiamiento que les permitan hacer un producto de mejor calidad y mayor alcance. Pero en la televisión es muy claro y en las radios ni hablar. No te olvides de que la Asociación Nacional de Broadcasters Uruguayos [Andebu] convocó a aquel acto de Un Solo Uruguay en Santa Bernardina [en enero de 2018]. No es que un medio dijo “vamos al acto”, como podría haberlo hecho Caras y Caretas en un acto final del Frente Amplio; no, no, es Andebu. Ese es el nivel... Pero la crítica que hacemos al blindaje no se dirige a los periodistas ni a los trabajadores de los medios de comunicación, porque una cosa son los medios y otra los trabajadores.

¿Pensás que con Legítima defensa pudieron romper ese blindaje?

Nosotros comenzamos el programa sin tener ninguna idea de cuáles eran las posibilidades reales de hacer periodismo por streaming, transmitiendo por Youtube, Facebook, etcétera; no había una experiencia de eso en Uruguay –tal vez había experiencias locales, en algún departamento–. Y desde el arranque tuvimos un impacto muy alto en términos de rating. También contribuyó que era el momento más acuciante de la pandemia y la gente estaba muy metida en su casa. Pero también considero que la razón de ese impacto –que se mantuvo en el tiempo– es que hay una buena parte de la sociedad uruguaya que no se identifica con la prensa o la televisión mayoritaria. No tengo ninguna duda de que por lo que nosotros hacemos –si uno lo analizara sólo en términos de capitalismo estricto– podría venir un canal y ofrecernos un lugar, porque tiene rating. No lo harán nunca, pero existe espacio comercial para un periodismo con otras miradas. Logramos mostrar cosas que no se muestran en la televisión, lo cual contribuye a romper el blindaje.

¿Por ejemplo?

El viernes pasado, en la columna de economía, Rodrigo Alonso mostró un gráfico de torta que había salido en Canal 12 con la evaluación de la gestión de la intendenta [de Montevideo, Carolina] Cosse, donde tiene 52% de aprobación; pero la porción del gráfico que ocupaba ese 52% era menos de la mitad. Por lo que yo sé, no salió así de la encuestadora Cifra, sino que fue tuneado en el canal. Nosotros lo mostramos diciendo que es un disparate y así lo hemos hecho en muchísimas oportunidades. Es una forma de contribuir a que la gente conozca la verdad, porque lo que hicieron ahí es una manipulación aviesa de la verdad. Después, seguramente, dirán que fue un error del diseñador. Pero no creo en eso, porque cuando la equivocación es sistemáticamente para un lado, deja de ser un error.

Hace una semana empezaste con un nuevo programa, Macondo, también por streaming y con esa premisa de mostrar un lado alternativo, pero a nivel latinoamericano.

Es muy distinto de Legítima defensa: pretende cubrir lo que acontece en los países de América Latina, también con una mirada contrahegemónica, pero no tiene la función de romper un blindaje transnacional, porque no nos propusimos eso y además no sé si es posible. De todos modos, es importante mostrar lo que sucede con una mirada alternativa, más progresista, de izquierda; claramente, no en sintonía con lo que dice la gran prensa en ninguno de los países. Desde el punto de vista de la comunicación, es una apuesta bastante infrecuente, porque es un programa conducido por tres personas que están en tres lugares del mundo distintos.

Lo conducimos Inna Afinogenova, Marco Teruggi y yo. Marco es un sociólogo argentino –nació en el exilio en Francia– con una vasta trayectoria en el terreno del análisis de la política latinoamericana. Inna Afinogenova nació en una localidad relativamente pequeña de Rusia, aprendió español porque se copó con Natalia Oreiro y puso un anuncio en el diario buscando alguien que le enseñara; consiguió una exiliada argentina que le enseñó, y se apasionó por América Latina. Comenzó a hacer aquellos videos en RT, un bloque que se llamaba Ahí les va, cubriendo lo que sucedía en América Latina y discutiendo directamente con los medios no sólo por su capacidad sino también por el poder del canal estatal de una potencia. Logró meterse en la agenda de América Latina, al punto de que los gobiernos y la gran prensa llegaron a acusarla de cualquier cosa.

Cuando anunciaste el programa en Twitter escribiste que se enfocaría en las cosas que ocurren en la “patria grande”. ¿Sigue vigente ese concepto en 2022?

Creo que la integración latinoamericana es una vocación de por lo menos una parte de la sociedad de América Latina, y la noción de “patria grande” es un concepto fuerte desde el punto de vista político e histórico: este es un continente que, más allá de sus divisiones nacionales, está atravesado por una historia y tragedias comunes. Me parece fundamental pensar América Latina en clave de que somos un solo pueblo en diferentes naciones. Sé perfectamente que hay otros sectores de la sociedad que siempre intentaron atomizar América Latina para que quede subalterna a poderes imperiales. El otro día, en la entrevista que le hicieron en la agencia argentina Télam al papa Francisco dijo básicamente lo mismo: la necesidad de que América Latina se emancipe de los poderes imperiales.

Pero que lo diga un papa...

Lo dice un papa pero latinoamericano, mucho más allá de la discusión sobre él y su papel. Porque es evidente la necesidad que tiene este continente de construir una integración, mucho más allá de las claves de integración que ha tenido, para prosperar en un contexto real donde existe un imperio; algo que no todo el mundo quiere asumir, sobre todo los que están demasiado ligados con ese imperio... Pero existe y además es un imperio con una doctrina de control de América, la doctrina Monroe, que ha atravesado a republicanos y demócratas.

¿Estados Unidos es el único imperio actualmente?

El único imperio con actuación dentro de América Latina es Estados Unidos. Si hablamos de otras potencias, como China, no es una potencia de vocación imperial, no lo ha sido nunca. Sí tiene una creciente actividad económica en América Latina; eso responde a que es una potencia que económicamente creció mucho, es el país más poblado del mundo y tiene una línea de ir entrando en los mercados que pueda. Pero no tiene –ni por casualidad– una vocación imperial ni jamás condicionó una decisión soberana de ningún país de América Latina. Por ejemplo, es imposible que China le dé la orden a un ministro uruguayo para que no deje aterrizar un avión porque tiene una sanción del departamento de no sé qué de China... Si te referís a otra potencia, como Rusia, tampoco tiene actividad en América Latina, y hasta podría discutir si tiene o no –aunque históricamente tuvo– vocación imperial en este momento.

¿La invasión a Ucrania no es bastante imperial?

El gobierno ruso lo ubica dentro de una doctrina de defensa nacional.

Estados Unidos suele poner excusas similares cuando invade al país “malo” de turno.

No es lo mismo. Podría operar la excusa si Rusia pusiera, por ejemplo, cañones en Tijuana. Es difícil que eso pueda operar invadiendo Afganistán.

A lo que voy es a que ningún imperio te va a decir que invade porque tiene vocación imperialista.

Pero Estados Unidos tiene 800 bases militares en el mundo, China tiene tres y Rusia de repente tiene alguna más, probablemente en Siria u otro país, pero muy poquitas. Y Estados Unidos actúa muy a distancia en todas las órbitas del mundo. En todo caso, la actuación de Rusia es de frontera y es claro que no tiene actuación dentro de América Latina. En mi opinión, si podemos hablar de otro país con una remanente vocación imperial con presencia en América Latina es Inglaterra en las Malvinas.

¿El gobierno del presidente Luis Lacalle Pou es lo que esperabas o algo te sorprendió?

No me sorprende nada. Desde antes de que asumiera, en 2019, en Caras y Caretas dijimos que la ley de urgencia que estaba planificando Lacalle iba a ser un desastre. La derecha es esto. Y tampoco me sorprendería que tuviese expresiones violentas en la calle, represivas; porque antes de ser periodista y todo eso también fui militante social, estudiantil, y viví las consecuencias. ¿Me va a sorprender Graciela Bianchi? Si era directora mía [en el liceo Bauzá] y me hizo sancionar por dos años. Me conoce bien, hasta fue mi amiga, pero se transformó.

¿Qué tal era como directora?

Antes de su abducción –llamémosle así–, era una directora temperamental, pero con la que nosotros, como gremio, incluso hacíamos acuerdos. El 14 de agosto, Día de los Mártires Estudiantiles, iba y ponía una flor. Nos acompañó al [Hospital] Filtro por los militantes vascos. Y estuvo muy bien, porque nos ayudó a comprar comida para los chiquilines que eran casi rehenes de la Policía. Era otra persona, pero tuvo la abducción y se transformó en una mujer extremamente violenta. Si me denuncia por difamación –cosa que no va a hacer porque nos conocemos bien– hasta me haría un favor, porque habría un desfile de más de una generación entera que puede dar cuenta de sus conductas.

Por Ignacio Martínez (entrevista publicada en La Diaria)

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