En entrevista con Caras y Caretas nos confirma que su trabajo es reflejo de su versatilidad y de una profunda convicción de que el periodismo y la fotografía deben servir, sobre todo, a la ciudadanía.
Le propongo hablar de su labor como periodista y fotógrafa. ¿Qué llegó primero a su vida profesional?
Primero llegó el periodismo deportivo. Era muy jovencita, tenía 18 años cuando se lo planteé a mis padres. Había un curso de periodismo deportivo en el IPEP. Me dijeron: "Pero te vas a morir de hambre, no hay mujeres en el medio, no hay nada". Igual, mi padre siempre fue de dar para adelante, así que luego me apoyaron. Hice el curso, que era una carrera/oficio de dos años. Al poco tiempo, o incluso antes de terminarlo, ya comencé con pasantías y trabajos en periodismo deportivo, siempre relacionado con deportes menores o baby fútbol. Después llegué al fútbol de primera, que es lo que más vende en este país. Trabajé unos años. El medio del periodismo —ya lo sabrás— es bastante hostil, y mucho más para las mujeres. Y lo dejé. Era muy difícil, no había sueldos fijos, trabajaba prácticamente gratis, había bajos presupuestos o solo canjes de cosas. Quedé embarazada y dije: "Bueno, por este lado no puedo seguir, no puedo seguir viviendo así". Entonces abandoné el periodismo deportivo y me dediqué a otro tipo de trabajos más administrativos.
Por otro lado, la fotografía estuvo muy presente. Mi papá era fotógrafo aficionado y siempre me llamó mucho la atención, era algo que me había quedado pendiente. En algún momento dije: "Bueno, voy a meterme en algún curso o hacer algo con la fotografía". Ya de adulta, bastante grande, me animé. Pero al principio siempre lo pensé como algo divertido, un hobby, nunca como una profesión, pero todo se fue dando muy rápido. Más allá de que hice algunos cursos y de que trato siempre —todos los años— de profesionalizarme, de enfocarme hacia el lado que gusta, me considero más autodidacta que formada académicamente.
Hice un curso y, en ese momento, en la crisis del 2000, mi viejo se había ido a España. Me compró una cámara y me la mandó. Con esa misma cámara salí a hacer fotos. Más bien fotos de gusto personal; iba, no sé, al candombe, a alguna comparsa... Después entré en un grupo de fotógrafos que se juntaba solamente para hacer fotografía callejera o salir a algún lado, y me animaba a ir con ellos. Un día, uno de los chicos me dice: "Mirá, yo voy a ir a una marcha. ¿Por qué no me acompañás?".
Yo nunca había hecho fotografía de marchas, no tenía ni idea de lo que era el fotoperiodismo. Me llevó a una marcha de Mujeres de Negro. Esa fue mi primera marcha. Hice fotos, las subí a Facebook, porque Instagram todavía no existía. Las fotos tuvieron mucha aceptación. Y no solo la aceptación de mi familia y amigos, sino también de gente que no tenía idea de quién era. Las Mujeres de Negro empezaron a compartir las fotos, y una de ellas se viralizó. Y bueno, fue un poquito de todo, un poco de alegría, un poco de sorpresa. Así que me empecé a acercar a ellas. Ellas hacen performances todos los primeros jueves de cada mes, militando. En ese momento hacían intervenciones muy performáticas en paradas frente a la Intendencia, así que visualmente también eran muy atractivas para fotografiar. Me quedé con ellas un montón de tiempo, con una militancia fuerte y continua, durante un año o año y medio. A medida que todo eso sucedía, empecé a animarme también a hacer otros trabajos de fotografía pagos, en teatro y en música. Ahí empezó un poco más fuerte todo. Trabajé para bandas, para productoras, y eso dio más visibilidad a mi propuesta. Fui construyendo, no sé si una identidad o un estilo. Porque eso de tener un estilo fotográfico que te caracterice, que alguien vea una foto y diga "ay, esta foto la vi, me parece que puede ser tuya", me costó un montón. Recién ahora, muchos años después, siento que puede pasar.
¿Qué tipo de fotografía le hacía pensar "esto es lo mío"?
En el fotoperiodismo descubrí algo que me encantaba. Pero también me di cuenta de que me iba a pasar lo mismo que me pasó en el periodismo deportivo, que los ingresos iban a ser muy escasos.
Hoy en día doy clases, y siempre les digo a mis alumnos eso: no se queden con un solo nicho, intenten abrir el abanico de posibilidades, porque la fotografía ofrece muchas. Hagan fotos de casamientos, de cumpleaños, de lo que sea. Y si hay algo que verdaderamente les gusta más, que lo sigan haciendo en paralelo, porque una cosa compensa a la otra. Uno tiene que construir un camino, pero también hay que pagar las cuentas todos los meses. Más allá de las pasiones, hay que ser realistas. No es que a todos les pase igual, algunos logran vivir solo de lo que les gusta. Pero somos un país muy pequeño, los medios de comunicación son pocos y los cargos fijos duran muchos años. Por eso hay que saber inventarse y reinventarse constantemente, es algo que a mí me sale de forma natural. Me gusta empezar de cero una y otra vez, reinventarme tanto en la fotografía como en mi vida personal.
Ya que menciona su faceta como docente, ¿me puede contar un poco más?
Fue algo hermoso que llegó sin buscarlo. Nunca pensé en dedicarme a la docencia, ni que fuera apta para motivar a otros a hacer lo que yo hago. Me invitaron a dar una charla en la Escuela Uruguaya de Fotografía hace unos tres años. Al principio no quería aceptar, estaba llena de miedos. La clase duraba tres horas y yo pensaba "¿cómo voy a llenar tres horas con mi trabajo?". Pero armé la clase, fui... y fue maravilloso. Me sentí muy cómoda, la escuela quedó encantada y me volvieron a llamar varias veces, hasta que finalmente me ofrecieron un puesto como docente. Empecé dando clases de fotorreportaje y fotoperiodismo. Luego me convocaron de otras escuelas también, así que ahora doy clases en varios lugares. Descubrí que me encanta, me gusta armar las clases, me gusta ayudar a otros. No sé si logro que sorteen las mismas dificultades que tuve yo, porque cada uno tendrá sus propios desafíos, pero sí trato de compartir mi experiencia. Intento no ser autorreferencial, aunque a veces es inevitable, sobre todo porque ellos mismos preguntan “¿cómo llegamos a trabajar de esto? ¿Qué cámara me compro? ¿Dónde golpeo la puerta?”. Soy de las que creen que hay que golpear todas las puertas, hay que moverse, porque lo que estás ofreciendo es trabajo, es tu labor. Así que sí, sigo apostando a la docencia también, me gusta mucho.
¿Qué proyectos considera que marcan su carrera como fotógrafa hasta el momento?
Creo que la militancia con Mujeres de Negro a mí me abrió muchas puertas, pero también me abrió un sentimiento de militancia desde la fotografía para mostrar lo que está pasando. Entiendo que hoy vivimos invadidos de imágenes, hay una saturación de fotos e información constante. Pero todavía hay nichos que necesitan ser visibilizados, mostrados en el buen sentido. Mucha gente que no está vinculada al tema no dimensiona las dificultades que atraviesan muchas mujeres.
Como también estaba trabajando con bandas de rock y había empezado a hacer fotos para el Cuarteto de Nos, logré juntar dinero para pagarme una exposición propia, que fue autogestionada; saqué las fotos, organicé todo. Fue un momento muy significativo para mí.
Después vinieron otros trabajos colectivos, pero el quiebre grande en mi carrera fue con el proyecto Cuerpas Reales, de un colectivo argentino. Trabajamos el tema de las mujeres hinchas de fútbol en canchas de fútbol masculino —lo aclaro porque a veces la gente piensa que es fútbol femenino, y no, son hinchas de fútbol masculino—. Fue un proyecto hermoso. Trabajé con catorce familias, catorce mujeres hinchas, intentando representar una diversidad de historias y perfiles. Fue maravilloso, porque además logramos exponer el trabajo en el Centro de Fotografía de Montevideo y también en Chile, en el Palacio de La Moneda; estuvimos en Liverpool, en Inglaterra, y en casi todos los países de América. No nos queda casi país por recorrer. Lo digo con orgullo y humildad, porque trabajamos muchísimo para lograrlo.
Cada vez que pensábamos que el proyecto ya había cumplido su ciclo, surgían nuevas oportunidades. Este año, por ejemplo, nos llamó Bolivia para exponer en agosto. Así que, poco a poco, el trabajo sigue creciendo.
Su trabajo en La Diaria también ha tenido un alto impacto. ¿Puede contarme acerca de esa etapa?
Empecé con el fotoperiodismo en La Diaria. Fue un atrevimiento total de mi parte, porque no me postulé formalmente, sino que presenté algunos trabajos. Al principio, la devolución no fue buena. La Diaria tiene un nivel altísimo en fotografía y narrativa visual, se trabaja la narrativa visual con tanto rigor como la escrita. Pero después me dije: "Voy a intentarlo otra vez", y presenté un proyecto al editor de fotografía, Sandro Pereira, sobre deportes desmasculinizados, mujeres en deportes tradicionalmente masculinos. A Sandro le gustó la propuesta y empecé a publicar cada mes una historia de una mujer destacada en el deporte. Arranqué con una jockey, era la única jockey mujer en Maroñas. Conté la historia de sus peripecias, y funcionó muy bien. Así seguí, desde jugadoras de bochas, futbolistas, hasta deportistas de disciplinas muy poco conocidas. Había deportes que la gente ni sabía que existían. Ese proyecto me llevó a que empezaran a llamarme para colaborar como fotógrafa, siempre en áreas deportivas.
Me imagino que en ese contexto surge la idea para el libro "Pioneras: catorce mujeres que marcaron la cancha".
Te cuento. En un aniversario —no recuerdo si era del fútbol o del 8M— vi que Nacional subió una foto antigua a redes sociales felicitando a las mujeres. Pero la imagen no tenía nombres, ni fecha, ni referencias; un saludo totalmente vacío de contenido, solo para generar "me gusta". Nosotros en La Diaria tenemos un colega que es una especie de "biblia" del fútbol femenino, Jorge Burguer. Le mandé un mensaje, le dije que estaba indignada y le pedí ayuda para identificar a alguna de esas jugadoras. Él, muy generoso, me consiguió un dato, el nombre y el teléfono de una de ellas. Así llegamos a Lila Islas, una de las primeras capitanas del Club Nacional de Football. Fuimos a entrevistarla con Fiorella Rodríguez, y quedé fascinada. Soy hincha de Nacional y futbolera, así que imagínate lo que significó para mí. Fue una entrevista imponente. Ahí sentí que no podía quedar solo en esa historia, que había que buscar más jugadoras. Yo ya había hecho investigación previa en Cuerpas Reales, así que tenía algunos otros contactos. Presenté la propuesta de hacer un trabajo más amplio sobre jugadoras de fútbol históricas. El proyecto gustó y empezamos a investigar. Publicábamos una nota mensual sobre jugadoras. Después, cuando ya tenía bastante material, quise hacer algo más, un libro. Al principio busqué fondos, sin éxito, nadie apostaba al proyecto. Hasta que, trabajando en paralelo con la revista El Túnel —una revista de deportes que también es editorial—, les presenté la propuesta. Me dijeron que sí enseguida. Consulté a Fiorella Rodríguez, porque las entrevistas las habíamos hecho juntas, y empezamos a trabajar en un libro hermoso.
No podemos dejar de hablar de su trabajo como fotógrafa en las elecciones nacionales. ¿Por qué fue difícil ser fotógrafa del candidato del Partido Nacional Álvaro Delgado? ¿Cómo llegó la propuesta y por qué decidió aceptarla?
Trabajando para La Diaria también hacía audiovisual. Estaba en un programa en el 2024 donde me tocó cubrir al candidato Álvaro Delgado, entre otros. Íbamos siempre un fotógrafo, un periodista y alguien de audiovisual a seguir a los candidatos en el interior. No me acuerdo bien si fue en Treinta y Tres o en Durazno, pero me mandaron a seguirlo todo el día. Estuve filmándolo, haciendo videos. Por supuesto, me presenté formalmente al equipo de comunicación para avisar que iba a estar siguiendo al candidato. Uno de los jefes de prensa de Álvaro Delgado ya me conocía —este medio es muy chico— y le dije: "Mirá que estoy trabajando para La Diaria". Ese día lo perseguí por todos lados con mi cámara. Después, cuando salió el capítulo de Ciclos con ese trabajo, le mandé el link al jefe de prensa. Halagaron mucho el trabajo porque realmente fue un ciclo muy bueno, donde se mostraban los candidatos desde una neutralidad que pocas veces se ve. Unas semanas después me llaman. Una chica, que no conocía, me cuenta que en una mesa de trabajo del Partido Nacional habían propuesto mi nombre dos personas para cubrir la campaña de Delgado como fotógrafa. Me pidieron varias reuniones: una, dos, tres... No fue tarea fácil.
Yo no me lo cuestioné, ya había trabajado anteriormente en internas para el MPP, también para el Partido Colorado con otro candidato a la presidencia. Mi trabajo siempre fue plural. Eso también era algo que buscaban, captar desde la fotografía algo particular del candidato. Creo que una de mis habilidades es captar emociones, encontrar momentos genuinos, algo que en fotografía política no suele ser tan común. En esta última campaña, incluso los fotógrafos de otros candidatos buscaron eso: mostrar el lado más humano.
Fue un trabajo increíble, estoy muy orgullosa. El equipo de comunicación fue divino. Pasamos meses en una camioneta, semanas enteras sin ver a mi hijo, sin ver a mi familia, sin ver amigos... Pero creo que valió la pena. Claro que también tuvo su lado negativo. No tanto por la política, sino por cómo la gente ve ese trabajo. Hubo quienes lo vieron de forma objetiva y me felicitaron. Me decían: "¡Qué increíble trabajo! ¡Qué buena fotografía política!". Pero también recibí insultos, agresiones en redes sociales. Algunos me decían: "¿Cómo podés trabajar para los blancos?". Yo contestaba al principio, explicaba que había trabajado para muchos partidos, que cubrí actos del Partido Nacional, del MPP, del Partido Colorado... Pero después entendí que no valía la pena defenderse todo el tiempo. El 90 % de mis colegas me felicitó. Muchos hubieran querido estar en ese lugar.
Creo que ser fotógrafo es ser fotógrafo, estar en todos lados habla bien de tu trabajo y de tu persona.
Cuando terminó el trabajo con el Partido Nacional, nadie me había prometido nada. Un colega de televisión se me acercó y me dijo: "Sabés que no vas a conseguir más trabajo después de esto, ¿no?". Obvio, me largué a llorar. Por suerte dos colegas mujeres me apoyaron, me dijeron que no me creyera esas cosas. Y fue así, seguí trabajando, me siguieron llamando. El primer trabajo que hice después fue una colaboración para un diario.
Pero esa agresividad que circula en redes muestra un gran desconocimiento, somos trabajadores. Eso también está pasando ahora, con tantos movimientos en equipos de comunicación. Un profesional tiene que estar donde pueda crecer y aprender.
¿A partir de ahora qué quiere hacer?, ¿cuáles son los proyectos a futuro?
¡Ay, qué difícil! Siempre voy trabajando para que las cosas vayan sucediendo. Cuando siento que ya no sé qué más hacer, pasa algo divino. En 2023, Nueva York. En 2024, campaña electoral. Mi fuerte es contar historias, proyectarme por ahí. Ahora estoy trabajando en un proyecto sobre una mujer trans en territorio... qué pasa con estas mujeres en sus trabajos, en sus familias, en la calle, en el ómnibus. También, posiblemente en agosto exponemos Cuerpas en Chile. Y bueno, sigo trabajando para El País de Madrid en temas de política y medioambiente. Y por supuesto, seguir en la docencia, perfeccionándome, porque es algo que me encanta.