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Entrevistas Pit-Cnt | Carolina | sindical

CAROLINA SPILMAN | VICEPRESIDENTA (AD) PIT-CNT

"Ya no hay lugar para violentos en el movimiento sindical"

La vicepresidenta adjunta del PIT-CNT, Carolina Spilman, asumió con el compromiso de aportar la mirada de género. “No tengo vocación de florero”, dijo.

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Sin mayores explicaciones —acaso porque la vida no suele tomarse la delicadeza de andar explicando casi nada—, un día de tantos, tenemos la chance de encontrarnos con el pasado para entender de donde venimos y —en el mejor de los casos— para comprender mejor algunas decisiones que fuimos adoptando en el camino. Carolina nació en la ciudad de Río Branco, en Cerro Largo, donde creció un poco jugando, otro poco ayudando en la casa, y bastante rodeada de familia ancha, atenta y abuelas inolvidables. La vicepresidenta adjunta del PIT-CNT y responsable de la Secretaría de Género, Equidad y Diversidad de la central sindical es hija de Leonardo Spilman, trabajador municipal y porfiado militante de ADEOM de un departamento gobernado —histórica y culturalmente— mediante prácticas de clientelismo, y de Beatriz Prieto, una trabajadora del sector arrocero que falleció cuando Carolina tenía nueve y su hermano Damián tan solo cuatro años. “Mi papá quedó muy golpeado y yo me hice muy protectora de mi hermano, algo que siento que fue para siempre. Creo que lo siento algo más que un hermano, porque, a mi manera, lo traté de proteger”. Los tres crecieron juntos muy acompañados por las dos abuelas que fueron luz, calor, abrazo y rezongo, todo medio mezclado y con recetas improvisadas de cariño imprescindible. Carolina vivió mucho muy rápido, porque a veces todo sucede así. Cocinó, limpió la casa, ayudó siempre, hizo deberes y cuentas y estudió por dos o tres, bajo la atenta mirada del retrato del Che que ocupaba un lugar simbólico en la cocina de la chacra de Río Branco. Fue mamá joven, tiene dos hijas, Beatriz (26) y Agustina (12), y es abuela de Amalia (5), “mi perdición total, porque es totalmente cierto eso que se dice que una con los nietos hace lo que no pudo hacer con sus hijas o hijos”.

Carolina fue metalera, terminó el liceo nocturno y comenzó un recorrido —con ciertas pausas— en el Profesorado de Historia del IPA. Es metalera, abuela metalera, a muy poco de ir a trabajar a ANTEL con tachas, parches de Black Sabbath y muñequeras con pinchos, trabajó en un almacén, también en un Free Shop y en la arrocera donde aprendió de cómo los pobres se envenenan casi sin darse cuenta para poder llevar un jornal y pagar las cuentas; acompañó a su papá a ollas populares y carpas cuando la crisis del 2002 en el Uruguay, vio el impacto del hambre en otros —no en su propia casa, ya que tenían huerta y algunas vacas para ordeñar— y también supo del suicidio de algunos trabajadores municipales de la ciudad de frontera acorralados por la crisis bancaria que lo arrasó todo. Hace unos cuantos años que trabaja en Accesa y está feliz de la vida de pertenecer a Sutel, “porque es mi casa, mi refugio, donde con solo mirarnos nos entendemos; cuando tuvimos un mal día, nos abrazamos, lloramos y seguimos adelante con más fuerza”.

¿El movimiento sindical uruguayo sigue siendo machista?

Sí, porque nuestra sociedad lo es. Vivimos en una sociedad machista. De todos modos, estamos un poco mejor que el resto de la sociedad, porque tenemos el compromiso de cambiar esa realidad.

Cuando se habla de una vicepresidencia con especial atención en género, mucha gente se pregunta: ¿qué es eso que inventaron?

Sí (risas), me lo han dicho, pero honestamente yo creo que no es un invento. No se trata simplemente de un lugar en el organigrama; es un compromiso político del PIT-CNT. La idea es que todas las políticas se analicen con esa mirada, con los lentes de la perspectiva de género, con los lentes violetas, como decimos nosotras. Y eso ya es algo muy importante. Esa figura tiene un valor enorme. Tal vez ahora no lo percibimos del todo porque lo estamos viviendo, pero con el paso del tiempo vamos a dimensionar la relevancia que tiene esta decisión, más allá de quién ocupe ese cargo.

Género y movimiento sindical

¿Cuáles son los mayores atrasos y los problemas más difíciles de cambiar en materia de perspectiva de género dentro del movimiento sindical?

Creo que hay problemas muy profundos que son estructurales. Para mí, el principal obstáculo pasa por las condiciones reales de participación que no les damos a las compañeras. Hoy tenemos un espacio para que puedan venir con sus hijos, pero durante muchos años eso no existió.

¿Se refiere al espacio de cuidados?

Sí, al espacio de cuidados. Es algo que reivindicamos durante muchísimos años, y lo hacemos en todos los sindicatos. Porque, por ejemplo, la semana que viene hay Mesa Representativa en plenas vacaciones de julio, y antes muchas compañeras no podían participar porque no tenían dónde dejar a sus hijos. Por eso, contar con un espacio de cuidados fue un avance muy importante. Pero también hay que garantizar condiciones reales de participación, porque no podemos fijar reuniones a las cinco de la tarde, que es justo cuando los niños salen de la escuela. Porque somos nosotras, las mujeres, quienes generalmente vamos a buscarlos.

Hace unos días dijo que no tenía ‘vocación de florero’ y eso generó mucho ruido. ¿Se reafirma en ese lugar?

Sí. Esa frase generó mucho más ruido del que esperaba. Les decía a mis amigas: “Dije muchas cosas, pero lo que resonó fue lo del florero”. Y es cierto, las mujeres del movimiento sindical, por lo general, no tenemos vocación de florero. Porque acá no sobrevivís si la tenés. No durás nada. Pero bueno, fue lo que más se destacó. Incluso me regalaron una agenda con esa frase y hay gente que se quiere hacer remeras (risas). A veces una piensa que dijo cosas mucho más interesantes, pero lo que genera impacto es eso. Creo que fue así porque muchas compañeras se sintieron representadas. Porque estamos cansadas de que digan que a las sindicalistas nos ponen para la foto. No, señor. Las sindicalistas estamos, pisamos fuerte y tomamos decisiones.

¿El protocolo de lucha contra la violencia es para la foto?

No. El protocolo no es para la foto. Es una herramienta política para mejorar la vida de las trabajadoras y también de los trabajadores varones dentro del movimiento sindical.

Digo también para los varones, porque con el protocolo que lanzaremos en julio, ellos van a poder identificar qué cosas constituyen violencia, qué actitudes reproducen violencia hacia otras personas. Y eso nos parece fundamental, porque va a contribuir a mejorar la vida de toda la clase trabajadora.

Día del Orgullo

¿Desde qué lugar se posiciona el movimiento sindical de cara al Día Internacional del Orgullo LGTBI+?

Para nosotras, nosotros y nosotres es muy importante reivindicar la lucha de las diversidades. El 28 de junio es una fecha reconocida a nivel mundial y para el movimiento sindical es un día de lucha, al igual que el 8 de marzo. Nos parece fundamental seguir exigiendo el cumplimiento de la Ley Trans, que se le destine presupuesto y que las políticas públicas —y el Presupuesto Nacional en general— tengan también una perspectiva de diversidad.

La población diversa en nuestro país es una de las más marginalizadas, la que sufre más discriminación en todos los ámbitos. Estas son causas que debemos seguir reivindicando como clase trabajadora. Nuestro movimiento sindical es diverso. Y aunque a veces no tengamos plena conciencia, hay muchísimas personas diversas integrando nuestra estructura. Están en todos los espacios y también son parte de esta lucha, junto con nosotres.

¿Hay temas vinculados al género y la diversidad que formen parte de las reivindicaciones actuales?

Sí, claro. Ahora comienzan las rondas de los Consejos de Salarios, y nosotras estamos en plena discusión sobre las cláusulas de género, que también incluyen a las disidencias y diversidades.

Estas cláusulas están vinculadas a los espacios de cuidados, a los protocolos en los lugares de trabajo, y nosotros reivindicamos que esos protocolos existan. Una parte fundamental de los protocolos tiene que ver con la no discriminación por orientación sexual, por identidad de género, por raza o por cualquier otra razón. Se especifica claramente. El protocolo que elaboramos nosotras también lo deja muy claro, habla de las diversidades en varios puntos.

Las diversidades están permanentemente presentes en la agenda del movimiento sindical.

¿Hay lugar para los violentos en el movimiento sindical?

No. Ya no hay lugar para los violentos.

¿El protocolo prevé la expulsión?

Sí, prevé la expulsión.

¿Cree que si se detectan casos se podrá llegar a aplicar?

La expulsión es el último recurso, porque el protocolo no busca ser punitivista. Antes de llegar a eso, creemos que hay otras etapas que deben cumplirse. Es fundamental capacitar a los compañeros, dar talleres sobre nuevas masculinidades. En este momento estamos escribiendo el plan de trabajo de la Secretaría, y esa formación es una línea específica que tenemos que diseñar y llevar adelante junto con el Instituto Cuesta Duarte. Tenemos que hacerlo, porque para erradicar la violencia es necesario deconstruir las masculinidades. Sabemos que no es algo que se va a solucionar mañana ni el año que viene. Es un proceso largo, pero ya empezó. Y el hecho de que haya un protocolo aprobado por unanimidad en un Congreso del PIT-CNT es, en sí misma, una señal política muy clara. En el movimiento sindical no hay lugar para los violentos.

¿Sigue siendo un feminismo de clase?

Sí. Feminismo de clase, antirracista, anticapitalista y antifascista también. Y podemos seguir sumándole cosas: antipatriarcal, por supuesto. Porque si no es así, no es feminismo. Nosotras, que militamos en el movimiento sindical, entendemos que el feminismo de clase es el que nos representa, es desde donde nos posicionamos porque estamos insertas en la clase obrera.

La politóloga Soledad González planteó recientemente que las colectivas feministas deberían ponerse de acuerdo en lo básico y dejar de lado las diferencias. ¿Qué opina?

Bueno, ahí voy a discrepar con la compañera, que es muy valiosa y a quien aprecio mucho. Pero hay que decir que, desde el movimiento sindical, venimos coordinando con casi 20 organizaciones sociales y colectivas. Trabajamos juntas en un espacio de articulación que se llama Vía 8M, donde confluyen feminismos diversos: la Coordinadora de Feminismos, las compañeras de la Coordinadora de Asentamientos, las Ollas, los Espacios Libres de Apartheid, la Coordinación por Palestina, FUCVAM, la FEUU, el MYSU, las LILAS y no quiero seguir nombrando porque seguramente me voy a olvidar de muchas y no estaría bien. Pero somos casi 20 organizaciones con una agenda política común. Hoy estamos organizando, además, un Encuentro de Feminismos Populares para fin de año, donde vamos a construir colectivamente esa agenda desde nuestras distintas perspectivas. En nuestro caso, desde el feminismo de clase. Es cierto que las feministas discutimos —en todos los ámbitos donde militamos—, pero no es que discutimos porque somos mujeres o porque somos feministas, sino porque somos militantes. Y las, los y les militantes somos diversas. Discutir está bien. Discutir nos enriquece.

¿Qué es SUTEL para usted?

SUTEL es mi corazoncito. Es el lugar donde una se refugia de los golpes. No estoy diciendo que estemos golpeadas, no se preocupen -ni de los embates ni de nada-, pero es como un refugio.

Tengo muchas compañeras y amigas en SUTEL. Es gente con la que, con solo mirarnos, nos entendemos. Cuando tenemos un día difícil, cuando algo duele, yo quiero ir a SUTEL a ver a mis compañeras. Vamos, hablamos, nos miramos, nos abrazamos, lloramos… y seguimos.

Como dice ese meme: “Una lloradita y a seguir”.

FOTOS: MANU AMENGUAL

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