La severa crisis que atraviesa el mundo -y nosotros- como consecuencia de la pandemia, desnuda un conjunto de batallas, todas crueles, que buscan conquistar la confianza pública.
Hacete socio para acceder a este contenido
Para continuar, hacete socio de Caras y Caretas. Si ya formas parte de la comunidad, inicia sesión.
ASOCIARMECaras y Caretas Diario
En tu email todos los días
En el campo de batalla -minado y ensangrentado- quedan la buena fe y la ciencia. Las batallas, barnizadas en muchos casos con el discurso del “interés común”, utilizan distintos recursos -algunos válidos y otros repudiables como la mentira y las operaciones de destrucción de la reputación de quien piensa contrario- para convencer y persuadir, para ganarse el apoyo de la estupefacta tribuna. Estos, los ciudadanos, observan desarmados esa encarnizada lucha. El tapaboca los protege del virus, pero no de los obuses que atraviesan los cielos en busca del enemigo.
El tema de la confianza resulta central en esta coyuntura. Destaco: el Gach parece ser el único colectivo -con sus matices- que logra concitar cierto consenso social en Uruguay. El resto, algunos con el paraguas del Gach, hace su juego y ensaya operaciones de destrucción del otro, erosionando la confianza del ciudadano sobre el contrincante.
Lo interesante en todo esto es que cuando el bando A lanza operaciones de diverso tipo, satisface plenamente a su tribu y ahí salen los indios en distintas direcciones defendiendo esa bandera. Estos seres convencidos, en donde no anida duda alguna, es la infantería que intenta colocar en vano la bandera en la cima de la colina. El bando B, hace lo mismo. Lanza contraofensivas furibundas algunas, titubeantes otras. Esta infantería esta dolida por la derrota del año 2019. Igual, acomoda el apero, y lanza sus tropas contra el adversario. Son los convencidos, como los otros, que tratan de sortear pantanos y montes cerrados, para intentar colocar su bandera en la colina cercana.
En todo caso, las dos tribus, diseñan acciones para convencer a los no convencidos. En el medio…bueno, en el medio hay un montón de gente azorada y aturdida por el intercambio de metralla. Lo único que los une a todos es el miedo al Covid, a la muerte en un CTI, aislado y desamparado.
Herreristas cobijados en el GACH
El gobierno es mano y por tanto cada movimiento que haga permite que todas las luces del escenario se ubiquen sobre él. Está amparado en un primer movimiento -inteligente y certero, nada cuestionado- de integrar el Gach para rodearse de la ciencia. Desde el punto de vista político y comunicacional, el gobierno usa el paraguas del Gach para sus acciones, acertadas o no. Desde la construcción del relato herrerista, sobrevolando, siempre se puso al Gach.
Pero no era una operación para siempre. A tal punto que cuando la situación comenzó a mostrar dificultades -último trimestre del año pasado- diversos exponentes del Gach comenzaron a decir que ese organismo solo aconsejaba, que el que tomaba las decisiones era el gobierno. Estaban diciendo: no me responsabilicen a mi de las medidas que se toman o no se toman; miren para la Torre Ejecutiva. Esas expresiones del Gach eran el síntoma de las tensiones que se vivían en su interior, un organismo que reúne a medio centenar de científicos de relevancia.
El clima se hizo irrespirable. El punto más complejo -que generó infinitas discusiones en el colectivo científico- fue cuando el gobierno resolvió achicar los recursos para la investigación. Justo ahora. En el Gach se escucharon voces: “como es esto? Somos unos cracks para enfrentar la pandemia pero nos torpedean los recursos para la investigación”, sintetizo un integrante. Para bajar la tensión, Rafael Radi salió a reclamar recursos para la ANII. Fue la forma de este respetado científico de bajar la temperatura y continuar liderando el grupo. Se puso al frente de los reclamos. Lideró. El gobierno reaccionó tímidamente. Dijo que iba a cambiar su posición. El ademan demagógico fue destinar unas pocas monedas más a lo que había anunciado. Y nada más. A nadie satisfizo. Pero no podía seguir tirando de la piola porque el objetivo central era la pandemia. Ese conflicto no se desactivó. La solución encontrada en ese ámbito fue que cada integrante de los distintos grupos que integran el Gach salieran a la cancha. No dinamitaron los puentes, pero comenzaron a aparecer voces del seno del Gach que aportaban otras visiones -en la mayoría de los casos contrarias a las decisiones del gobierno- para presentar a la sociedad un panorama mas amplio, con otras complejidades y que, de ultima, el gobierno no podía controlar.
Cuando la situación se complicó por inoperancia del gobierno -Lacalle no hizo caso a las recomendaciones del mes de febrero pronunciadas con claridad por el Gach- las voces de los científicos ya no alcanzaron para advertir a la población que la situación es critica y que el gobierno estaba omiso, cruelmente omiso.
Así las cosas, aquellas voces aisladas de integrantes no conocidos del Gach, fueron acompañadas por colectivos científicos y médicos. Hubo un período -hasta que apareció Radi en Teledoce, el pasado 30 de marzo, trayendo tranquilidad dentro del drama- en donde el Gach no tuvo presencia relevante. Ese lapso fue ocupado por esas entidades científicas y médicas. Fue entonces que el gobierno -como no puede pegarle al Gach- eligió al Sindicato Médico del Uruguay para desacreditar las opiniones que llamaban a tomar medidas severas para disminuir la movilidad. Había que ubicar un responsable para enmascarar la responsabilidad que le cabe al gobierno.
En otra versión de la “libertad responsable” -en donde el gobierno ubica como eje de la guerra contra el Covid al ciudadano, lo responsabiliza, y el se corre de escena-, el gobierno, sus voceros y la usina ideológica del gobierno, el diario El País, comenzaron una fuerte campaña contra el SMU. Era, para que se sepa con mayor claridad, una campaña contra el Frente Amplio porque los sectores conservadores han instalado en el imaginario colectivo que el SMU, su dirección, es un apéndice del FA. El País se encargó de decirlo: es como el PIT CNT.
Esa línea no sorprende. Un editorial del mismo diario, días atrás, había dicho que la “mayoría” de los científicos eran de izquierda. Precioso. A ellos había que dirigir todos los focos. Nuevamente subrayo: la estrategia es decir la responsabilidad no es mía; esta en otros, en el ciudadano que no cumple con lo que le pido y en los científicos y médicos que aterrorizan a la sociedad.
Cuando esto se agrave en serio y los muertos se acumulen en las morgues de los hospitales y sanatorios y cuando los medios ya no puedan ocultar que esto se va al diablo por negligencia ideológica, ahí se sabrá quien habrá perdido la batalla por la confianza ciudadana. Se sabrá quien es el responsable.