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Política

El País primero miente

Fake news eran las de antes

Nuestra democracia tiene varios pilares y uno de ellos sin duda es la libertad de expresión, sin embargo esta libertad lleva de suyo una responsabilidad que es la verdad. No la verdad subjetiva que puede estar basada en opiniones, sino la verdad de los hechos concretos, de los hechos reales, de lo que pasó, de aquello que no se puede negar.

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Por Matías Matta

La campaña electoral en Brasil dejó al descubierto aquellos mecanismos que utilizan algunos medios de comunicación para hacer prevalecer sin escrúpulos las mentiras sobre la verdad, inclinando en parte la balanza hacia uno de los candidatos. Así las denominadas “fake news” son noticias mentirosas que durante la campaña electoral en el vecino país inundaron los medios de comunicación.

Estas noticias mentirosas en algunas ocasiones se basaban directamente en discursos hechos por el propio Jair Bolsonaro, como por ejemplo la afirmación de que el Ministerio de Educación en Brasil, bajo la gestión de Fernando Haddad, había querido distribuir un “kit gay” e introducir la ideología de género en la escuelas. Declaraciones que había hecho Bolsonaro y que luego fueron reproducidas en varios medios de comunicación y propagadas por diversas redes sociales.

En otros casos las falsas noticias eran divulgadas en apoyo a distintos candidatos a gobernadores de las filas de su propio partido de ultraderecha, los cuales apoyándose en estos mecanismos lograron aumentar exponencialmente sus votos y alcanzar algunas gobernaciones. Ejemplo de esto es Río de Janeiro, donde el candidato Witzon Witzel pasó de estar cuarto en las encuestas con un 11% a una semana de las elecciones, y terminó como gobernador con más del 40% de los votos.

Incluso los propios hijos de Bolsonaro fueron artífices de estas falsas noticias y en sus cuentas de Twitter publicaron, entre otras cuestiones, que los códigos de las urnas brasileñas habían sido enviados a Venezuela. Información que también fue publicada y replicada por varios medios en Brasil.

Estos ejemplos sirven para mostrar cómo los medios de comunicación pueden jugar un importante papel tanto en la fabricación como en la promoción de falsas noticias, atentando contra la democracia y siendo irresponsables frente a la sociedad toda.

La forma en que fue llevada la campaña electoral en Brasil y los mecanismos que utilizaron, tanto los políticos como la prensa, nos tienen que poner a pensar en el 2019, ya que las ansias de alcanzar algunos cargos, no perder algunos privilegios o simplemente querer desplazar a un partido de gobierno, pueden llegar a ser para algunos razones suficientes para difundir falsas noticias.

Sin embargo en Uruguay podemos adelantarnos a estos posibles hechos, haciendo una revisión histórica, de cómo se ha comportado en nuestro país un diario que hace poco cumplió 100 años, y que también se encargó de difundir falsas noticias en el período de la dictadura cívico-militar en nuestro país.

El diario El País a través de varios de sus editoriales de la época, no sólo apoyó al régimen dictatorial, lo cual no debería extrañarnos, sino que además fabricó, publicó y difundió falsas noticias, tanto propias como ajenas.

El 27 de junio de 1978 El País publicaba en su editorial:

«De ahí han surgido las versiones de que en el Uruguay soportamos una de las dictaduras más crueles y repugnantes de América Latina, burda especie a la que se procura dar patente de verdad en el exterior por medio de datos estadísticos ridículos sobre uruguayos asesinados, presos, torturados o forzados a abandonar el territorio nacional».

Tal vez sea esta la más falsa de todas las noticias, fabricada y difundida, es decir, creada por este medio; no basada en una opinión o un punto de vista sino en una mentira. Negar la desaparición de personas y la tortura en 1978 era faltar a la verdad y este medio de prensa escrita no dudó un segundo en reparar si tenía alguna responsabilidad frente a nuestra sociedad.

Por otro lado, el 21 de noviembre de 1980 el diario El País reproducía en sus páginas las mentiras de la dictadura y publicaba declaraciones del ministro del Interior de ese entonces, Manuel Núñez:

“En estos momentos no hay ningún político detenido pese a los rumores circulantes y no se ha limitado en ningún detalle la actividad partidaria. Los partidos políticos pueden actuar, pueden hablar y pueden hacer lo que crean conveniente para apoyar el sí o el no”.

En este caso la falsa noticia no era creada por este medio de prensa, pero sí era reproducida por el mismo como si fuera una verdad; decir que los partidos políticos podían actuar cuando había políticos presos, partidos proscriptos y no había democracia, era sencillamente otra mentira.

De esta manera y con muchos otros editoriales, El País se dedicó a inventar y difundir falsas noticias como forma de apoyar la dictadura y de mantener dicho régimen afín a sus ideas y pensamientos. Y es que si este medio escrito tenía, o incluso tal vez aún tenga, afinidades con la ultraderecha y quiere promover sus ideales y convicciones, tal vez la democracia uruguaya se lo permita, pero mentir y reproducir mentiras ya es harina de otro costal.

Con base en estas y otras falsas noticias se buscó establecer un ideal colectivo de que en el Uruguay de la dictadura existía la libertad y que los militares habían llegado a recomponer el desorden social que los civiles no podían mantener. Se trataba entonces de hacer creer que las Fuerzas Armadas eran la única institución capaz de solucionar los problemas de la sociedad, justificándose así su accionar no solo a través de la creación de mentiras, sino también de la reproducción de las mentiras del régimen.

El 11 de junio de 1976, El País mostraba claramente su opinión sobre la democracia y las libertades:

“No compartimos la tendencia a sobreestimar las virtudes de la estricta institucionalidad democrática republicana”.

Y en sus editoriales del 27 y 28 de noviembre de 1980 y como forma de perpetuar la dictadura este mismo medio publicaba:

“Así fue que hubo que apelar, como última tabla de salvación, a la reserva moral que significaban los representantes de las Fuerzas Armadas, para restablecer los valores que volvieran a permitir, por la afirmación de la libertad respaldada por el orden y la seguridad, la convivencia pacífica entre los orientales. Gracias a ellos, la República volvió a renacer. Encontraron respuesta a la degradación ideológica de un mundo que pudo habernos arrasado. Apuntalaron nuestra economía; afrontaron la terrible crisis del petróleo; impulsaron la obra pública totalmente paralizada; construyeron carreteras, puentes y represas internacionales; realizaron el milagro del regreso de los capitales ahuyentados por la falta de garantías fruto de la violencia; nos devolvieron la paz y la tranquilidad; y el país retornó a vivir, a planificar, a trabajar, a desarrollarse y tener fe en sus destinos”.

“No es conveniente que quienes cargaron sobre sus hombros con la pesada y sacrificada tarea de eliminar a la sedición y de iniciar la vía del desarrollo queden limitados a un simple asesoramiento, es decir, que toda la responsabilidad, en todos sus grados, sea transferida, sin solución de continuidad, a la parte civil. Pretender tal cosa es pecar de absoluta falta de realismo, es lanzar por la borda todas las armas cuando la batalla sigue a nuestro derredor. Y es -digámoslo de una vez-depositar en los civiles una confianza que aún no han acreditado a su favor”.

A través de la difusión de las ideas y las mentiras de la dictadura cívico-militar este medio contribuía a la instalación de un imaginario de militares salvadores de un país en el cual el sistema político y la democracia habían fracasado, relegando a los ciudadanos a un papel secundario de meros observadores y sin capacidad para resolver sobre sus asuntos.

Vinculado a esto se debe tener en cuenta que una de las principales prácticas de la ultraderecha en la campaña electoral en Brasil se encuentra vinculada a tratar de establecer a través de las “fake news” la idea de que todo el sistema está corrupto y todos los partidos y las instituciones carecen de sentido. Al tiempo que solo con la fuerza se podrá alcanzar el orden y solo un hombre puede traer la solución a todos estos problemas.

Las “fake news” viralizadas en Brasil y reproducidas por varios medios de prensa, afines a Jair Bolsonaro o contrarios a sus opositores, mostraron cuáles son los mecanismos que utiliza la ultraderecha para aumentar su caudal de votos, desconociendo las formas democráticas de hacer campaña electoral y poniendo en juego las reglas del sistema político. De esta manera se entra en una arena peligrosa y afín a las ideas del fascismo: la desestabilización de las reglas establecidas para imponer nuevas reglas a través del autoritarismo y la fuerza como única forma de imponer un nuevo orden.

En todo este proceso de hostigamiento a la democracia, la ciudadanía no solo comienza a dudar de los beneficios de la misma, sino que además queda relegada a un papel inútil frente a estos contextos de conflictos, ya que el discurso de la ultraderecha deposita la solución en una persona o como mucho en un partido por lo general autoritario.

En Uruguay tendremos elecciones el próximo año y todos los políticos y los medios deberíamos respetar la responsabilidad que tenemos frente a la sociedad de mantener la democracia y las instituciones políticas electas democráticamente. La prensa escrita es uno de los medios de comunicación a través de los cuales los uruguayos nos informamos de lo que pasa y de lo que pasó, e independientemente de las diferencias de opinión que puedan existir entre unos y otros, todos deberíamos ser categóricos en al menos una cosa: decir la verdad.

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