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Política Venezuela |

Con el líder de Unión de Izquierda Republicana

Fernando Amado: “El proyecto opositor se basa en sacar al Frente Amplio”

El sector que lidera el diputado Fernando Amado comparecerá en las elecciones del 27 de octubre aliado al Frente Amplio. La necesidad de recrear un espacio progresista definió un acuerdo electoral y político propuesto por Daniel Martínez.

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Por Pablo Silva Galván

Tras el fracaso de La Alternativa, el grupo que lidera el diputado Fernando Amado, Unión de Izquierda Republicana (UNIR), llegó a un acuerdo con el Frente Amplio (FA) para impulsar un espacio progresista que permita al país seguir avanzando en las reformas e impedir un retorno al pasado. Amado dijo a Caras y Caretas que si bien mantiene diferencias en algunos temas con el Frente Amplio, UNIR se decidió por recorrer juntos el camino del progreso manteniendo las ideas de José Batlle y Ordóñez. Para el diputado, el proyecto de la oposición se basa solamente en sacar al FA del gobierno. “A lo que aspiran es a tener la manija del poder”, sentenció.

Desde su salida del Partido Colorado, el sector estuvo buscando alternativas, incluso llegaron a un acuerdo con el Partido Independiente que finalmente no prosperó. ¿Que los decidió ahora a llegar a un acuerdo electoral con el FA?

Es un proceso largo que llevó mucha reflexión. Nosotros no dejamos de decir, y seguimos pensando, que el país no debería tener este grado de polarización política. Estamos convencidos de que no es positivo para el sistema democrático. Por eso intentamos recorrer el camino de construir una alternativa, de izquierda republicana, junto con otros actores políticos a los efectos de ser un camino del medio entre los dos bloques, el conservador, integrado por los partidos de centroderecha y de derecha -como los partidos Nacional, Colorado, De la Gente, y el bloque progresista integrado exclusivamente por el FA. Pretendíamos ser un camino del medio porque sentíamos que era bueno tener una herramienta con equidistancia de ambos polos a los efectos de romper esa bipolaridad.

Eso, por razones de público conocimiento, no se pudo lograr. Entre otras cosas porque uno de los integrantes de La Alternativa, era evidente que había optado por un camino final. Ya estaba bastante jugado hacia el cambio y, por tanto, era evidente que estaba jugado a apoyar al bloque conservador.

Tras la ruptura, tomamos la decisión de decirle no al Partido Independiente porque había un tema de confianza que se había erosionado y no nos sentíamos cómodos en ese espacio político. Y quedamos a la intemperie y sin lema. No fue inocente la toma de esa decisión, sabíamos que una de las posibles consecuencias era quedar afuera de la elección. No habíamos reservado lema porque nos pareció innecesario porque estaba en camino el proceso de La Alternativa y nos pareció innecesario.

Pasó la elección interna y nosotros comenzamos a analizar el mapa político. En medio de eso, recibo una llamada de Daniel Martínez solicitando una reunión porque quería hacernos un planteo político y electoral. Prefería que no fuera un mano a mano, sino que quería ir institucionalmente como candidato del FA a plantearnos un acuerdo político y electoral. Lo recibimos, escuchamos el planteo, que fue muy frontal, muy honesto; hizo autocrítica en cuanto a que el FA había hecho exceso de soberbia al creerse que era el partido con el monopolio del progresismo, cuando en realidad el progresismo está fuera del FA y en muchos lugares. Fue un planteo ideológico con el que nos sentimos muy cómodos, muy republicano, muy liberal democrático, muy cercano al batllismo en cuanto a la necesidad de que Uruguay, a través del Estado, logre la igualdad de oportunidades. Eso fue planteado a caballo de una propuesta de apoyar su candidatura a presidente y nosotros generar un espacio progresista fuera del Frente Amplio con el objetivo de acumular a los progresistas que hay en el país electoral y políticamente frente a una elección polarizada como la que tenemos.

Luego de varias reuniones, la asamblea del sector decidió aceptar dar inicio a este camino. ¿Por qué? Porque estamos convencidos de que Uruguay está en un cruce de caminos entre un posible camino progresista y un posible camino conservador. Nosotros somos batllistas, de [José] Batlle y Ordoñez, y este batllismo es de izquierda, siempre fue de izquierda. Tenemos muchas diferencias con el FA, pero también tenemos muchas coincidencias en cosas que tienen que ver con el Estado, con las políticas sociales, con la agenda de derechos, con una cantidad de cosas que hacen al progreso. Entonces, podemos transitar con el FA por el camino del progresismo juntos. Pero separados. Ese es el planteo que nos hizo Martínez y al que le dijimos que sí.

Ante ese planteo de seguir peleando por nuestras ideas, en ese camino del bloque progresista, convencidos de que sería muy negativo para el país volver atrás, para nosotros fue muy claro aceptar este acuerdo. Lo que está arriba de la mesa es nada menos que el destino del país. No dudamos de qué lado estamos. Si nos obligan, como nos obliga la bipolaridad.

Este acuerdo no supone un ingreso al FA, pero ¿no creen que la gente lo pueda interpretar de esa manera?

Nosotros, estando en la oposición, siempre dijimos que no eramos antifrentistas y que no podíamos entender el razonamiento de aquellas personas, de sectores políticos, de ciudadanos, que su definición política es la de ser antifrentista. Porque es una definición tan negativa, tan poco constructiva, tan llena de rencor, de resentimiento, que para nosotros nunca fue problema aceptar que no nos sentíamos como ellos. Nos pasó en el Partido Colorado, donde elogiar alguna política del FA era visto como alta traición y para nosotros era simplemente sentido común. Si hay alguna política que el FA está haciendo bien y me preguntan qué me parece, digo lo que pienso, que está bien. Nosotros nunca tuvimos incorporado el chip antifrentista, no tenemos problema de historia, de clase, de piel, que notoriamente hay personas en el sistema político que lo tienen. Como hay frentistas que lo tienen para con los partidos tradicionales. Y que creo que es muy negativo.

Intentaron durante mucho tiempo meter ese casete a fórceps y no pudieron porque a nosotros nos guía el camino de la sensatez.

Destacamos por ejemplo muchas cosas del primer gobierno de [Tabaré] Vázquez, que fue un gobierno bueno. Destacamos la política sobre el pasado reciente, la búsqueda de los desaparecidos, el Plan Ceibal y todo lo que trajo, la reinstalación de los Consejos de Salarios -algo fundamental para los trabajadores-, una agenda de derechos. Estamos de acuerdo con todas esas cosas, pero estamos en desacuerdo con otras tantas. No estamos de acuerdo con la mirada hemipléjica que tiene el FA al mirar ciertos gobiernos y no tener la capacidad, con honestidad intelectual, de condenar una dictadura. Hay sectores del Frente a los que eso les cuesta mucho. No estamos de acuerdo con algunos sectores que tienen un encono con las Fuerzas Armadas.

Que la gente pueda asociar este acuerdo con el FA es algo que no me estresa. En Uruguay hay un porcentaje de gente que está con el balde puesto y que quiere ver lo que quiere ver y no lo que es. Esa gente, esa parte de la población, va a tener críticas o apoyos irracionales porque lo que sigue son banderas. Y nosotros somos una generación que dice que son muy importantes las raíces ideológicas de los partidos, de Uruguay, pero lo que importa más no es la camiseta, el lema, el edificio, importa lo que hay adentro. Porque uno puede decir “yo soy batllista”, como pasa en el Partido Colorado. Sanguinetti dice “el batllismo está dentro del Partido Colorado”. Y se erige como el sector de los batllistas, de hecho, su sublema es Batllistas. Ahora, cuando explica por qué perdió con Talvi, la razón que da es que la aparición de Guido Manini como candidato a la presidencia fue la razón principal de la disminución de sus huestes en el interior del país. Entonces, me pregunto: ¿el batllismo de Batlle y Ordóñez, que era un batllismo de izquierda republicana, reformista, a la izquierda de muchas de las cosas que hicieron los gobiernos del FA, puede compartir electorado con una figura y un partido militar? Allí hay un sincericidio del doctor Sanguinetti demostrando que se puede portar todo lo que uno quiere, el pin de Batllistas, el sublema, repetir como papagayo “yo soy batllista”, pero la gente no ve eso. No ve que en esas expresiones haya batllismo. Lo que ve es pachequismo, es derecha, es ese tipo de expresión política. Lo que ve es reacción, lo que ve es conservadurismo. Lo que ve es antifrentismo. Por eso vota tanto con Sanguinetti como con Manini Ríos.

A nosotros no nos cuesta para nada hacer un acuerdo con el FA porque estamos convencidos, primero, de que nuestra independencia es absoluta, el acuerdo es la garantía de eso, el candidato ha demostrado que quiere cambiar las cosas dentro del FA también, muestra coraje, una actitud de liderazgo que a nosotros nos seduce y nos hace creer en él. Lo otro es que estamos entrando en una nueva época, y esa nueva época de la que hablaba Enrique Iglesias, al decir que en el mundo no se está viviendo una época de cambios, se está viviendo un cambio de época.  Entre esos cambios estructurales está el sistema político y cómo va a armarse el puzle de la política en los próximos cinco años y en esos cinco años vamos a ser lo que la gente quiera que seamos, pero pueden tener tranquilidad de que vamos a ser una expresión política de izquierda republicana, socialdemócrata y liberal con profunda raigambre batllista, que sea cual sea va a defender las mismas ideas que ha defendido desde hace diez años.

Usted deslizó, sin nombrarlo, el tema Venezuela.

Cuando ganaba las elecciones [Hugo] Chávez, cuando muchos opositores decían que eso era una dictadura, yo era de los que decían que no lo era. La gente era la que votaba y elegía a Chávez. Podía gustar o no, pero la gente lo votaba y el hombre ganaba. Con garantías, con observadores, con todas las de la ley. Me acuerdo de ser de los pocos opositores en defender el primer triunfo de Maduro y hasta el segundo, que fue ajustado, pero  había observadores internacionales. El hombre a mí no me gusta, me parece un ser nefasto, pero la democracia te gusta cuando se gana y cuando se pierde. Yo era de los opositores que defendía eso. También fui de los primeros que, cuando empezó a militarizarse el gobierno de Venezuela, cuando empezó a atropellar las libertades, cuando empezó a haber presos políticos, paramilitares, sangre en las calles, empecé a decir “esto tuvo una génesis democrática y pasó a ser un gobierno autoritario como quizá fue el de [Jorge] Pacheco”. Y después, cuando Maduro hace una cantidad de manganetas para seguir en el poder, pasó a ser una dictadura.

Sería deseable, pero es difícil, que de la dictadura se pase a un gobierno de transición que permita volver a un gobierno democrático y legítimo. En el tema Venezuela nunca tuvimos empacho en reconocer cuando era democracia, aunque no nos gustara el ganador. Sin embargo, no tenemos afinidad ideológica con los sectores opositores tampoco. No empatizo con ninguno.

Lo imperdonable del FA fue haber sido omiso en no verbalizar antes una situación evidente de dictadura militar y de violaciones de los derechos humanos. Que el gobierno haya intentado tratar de generar diálogo, está bien, pero eso para mí no contradice que el gobierno uruguayo dijera, desde el primer momento en que Venezuela se transformó en una dictadura, que eso es una dictadura.

Usted dijo que hay sectores con visiones encontradas sobre las Fuerzas Armadas. ¿Cómo ve eso?

Con las Fuerzas Armadas, el Frente Amplio ha tenido una relación un poco esquizofrénica. Por un lado tiene sectores muy cercanos a los militares, que tienen contactos y hasta códigos en común. Y tiene sectores que si pudieran borrar de la faz de la tierra a las Fuerzas Armadas, lo harían. Nosotros no estamos con ninguno de los dos. Nosotros somos republicanos, creemos en un Estado con Fuerzas Armadas, que son fundacionales y que tienen que ser la garantía de la defensa exterior de nuestro país.

Es difícil imaginar hipótesis bélicas, pero las Fuerzas Armadas cumplen una cantidad de roles muy importantes y nosotros las reivindicamos.

Otro tema, Talvi la mencionó en la interna, es discutir qué Fuerzas Armadas queremos, qué tamaño deben tener, qué funciones, en el siglo XXI, deben cumplir. Es un debate que es más probable que lo podamos dar las generaciones que no tenemos mochilas del pasado que las generaciones más grandes, que por un lado u otro siempre la mochila les tira.

¿Advierte un clima de revancha en la oposición?

­Hay una gran ambición por volver a tener la sartén por el mango. Creo que las generalizaciones son odiosas y por tanto injustas, seguramente en la oposición hay gente bien intencionada, pero el proyecto opositor se basa sobre todo en sacar al FA. O sea que la idea fuerza de la oposición desde hace años no es generar una alternativa de proyecto para el país; es sacar al Frente para ponerse ellos. Ese ha sido el derrotero que ha tenido la oposición y que nosotros hemos criticado desde adentro, diciendo no es por ahí. Acá no se trata de sacar, se trata de plantear una esperanza, una ilusión, un proyecto político, un proyecto de sociedad que uno imagina y va a llevar adelante a través de políticas públicas si la gente lo elige y te pone en el lugar de poder hacerlas.

Creo que la desesperación de volver de los partidos tradicionales hace que haya sido muy difícil ir generando la mística y la profundidad  que precisa un proyecto alternativo y lo que sí se genera es una especie de colcha de retazos de derechas que a lo que aspiran es a tener la manija del poder.

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