La expresión go home pocas veces fue tan pertinente. Es la reacción que corresponde a la visita del exalcalde de Nueva York, Rudolph Giuliani, invitado por Edgardo Novick para contribuir a mitigar el problema de la seguridad. ¡Gracias, Edgardo, no te hubieras molestado! ¿Por qué? Porque Giuliani no es ninguna voz autorizada para recomendar cómo fortalecer la seguridad de nadie. Porque sus acusaciones a la Policía y a la Justicia uruguayas son de un atrevimiento mayúsculo y no tienen sustento. Y porque recomienda medidas y acciones autoritarias e ilegales, además de obsoletas, aunque deben reconocérsele algunos aciertos menores.
Hacete socio para acceder a este contenido
Para continuar, hacete socio de Caras y Caretas. Si ya formas parte de la comunidad, inicia sesión.
ASOCIARMECaras y Caretas Diario
En tu email todos los días
Giuliani: un fracasado
¿A usted se le ocurriría llamar como consejero de seguridad a quien estaba al frente de la alcaldía de Nueva York cuando sucedió el más glamoroso fracaso de la seguridad federal, estadual y municipal de la historia de la humanidad, el ataque terrorista o autoataque a las Torres Gemelas? Sea cual fuere la hipótesis verdadera, la humanidad no registra un fracaso tan estrepitoso de la estructura y funcionamiento de un sistema de seguridad.
Las cosas no mejoran, para Giuliani, si se analizan los resultados de su famosa ‘tolerancia cero’. La historia de esta política es un perfecto ejemplo de false news, con intención de fake news. Efectivamente, Giuliani ganó la alcaldía en 1994 con un discurso duro de ‘tolerancia cero’; la impuso y en un primer momento recibió aprobación porque redujo el crimen, aunque al costo de un gran aumento de la violencia social para implementarla: duplicación de denuncias por abuso policial, triplicación de detenciones, 20 por ciento de aumento de policías, detenciones en lugar de multas, 35 por ciento más de muertos por balas policiales, 53 por ciento más de muertos bajo custodia policial. Con todo ese costo se bajó un 30 por ciento el delito y se obtuvo aprobación popular. Pero en un plazo mayor, las cosas se complicaron porque la violencia social policial empezó a cansar a la población, extenuada de controles y requisas, que comenzaron a parecer indeseables (es regla que las poblaciones ‘fachas’ sólo reaccionan cuando sufren en carne propia su propio veneno).
Lo que la historia de los cipayos no cuenta es que cuando Guiliani terminó su mandato, su aprobación popular era muy menor a la de antes de implementar su doctrina. Entonces, si queremos cuidar de nuestras cosas como cuidó Giuliani las torres, y si queremos perder legitimidad, aprobación y votos como él los perdió, sigamos sus consejos. El caso Giuliani recuerda a un estudio hecho por Leon Festinger, en los años 60, infiltrando una secta que esperaba, con fecha y lugar concretos, una nave espacial que los salvaría de este mundo. Festinger se interesó en conocer los rumbos que tomarían los adherentes al fracasar la creída esperanza. Algunos insistieron en esperar nuevas revelaciones, otros se dedicaron a otra cosa, pero hubo quienes salieron a predicar fervorosamente la fe en lo que no había sucedido, pero con otras fechas. Esta última reacción, la más interesante e inesperada, fue maravillosamente explicada por Festinger. Está claro que Giuliani estaría entre los creyentes fracasados que, por razones sutiles, se volvieron predicadores de una esperanza insustentada. ¿Haría usted como sus seguidores si supiera la historia de sus fracasos? ¿Lo traería como consultor en seguridad? No hagamos disparates cipayos tan absurdos.
Atrevidas obsolescencias
“Los delincuentes no pueden estar primero”, dice Giuliani. Y agrega: “Hay que poner a la gente inocente primero, porque ellos [los delincuentes] no pueden ser más importantes que las víctimas”. Indignante discurso, atrevido y ofensivo para con la Justicia, si no con la Policía y con el Legislativo. Parecería que Giuliani afirma que en Uruguay los victimarios tienen más derechos que sus víctimas.
¿De dónde saca esta idea? ¿A partir de qué datos realiza esa afirmación? ¿Analizó años de detenciones policiales y de procesos judiciales para afirmarlo? Seguro que no, que no tuvo tiempo para hacer esta investigación. Si es así, por qué ofende a todos esos actores sociales afirmando algo inconsulto y, además, radicalmente dirigido a disminuir los derechos de los victimarios, que proceden constitucional, legal y procesalmente, no para inocentar culpables, sino para impedir que se los castigue más de lo justo. Ya veremos que mayores castigos es lo que recomienda hacer Giuliani, y esos ‘pruritos’ que él ataca son precisamente para defenderlos precisamente de monstruos como él. Para evitar estos procederes, y para acciones de radicales como él y su doctrina, es que existen Constitución, códigos, leyes, reglamentos, doctrina y jurisprudencia. En definitiva, Estados de derecho que Giuliani ataca con desprecio.
Pues bien, exalcalde perdedor, está usted de visita en un país que es un Estado de derecho, una democracia republicana de las más respetadas del mundo y con bajas tasas de criminalidad. Uruguay es un país que está viviendo una crisis ante determinados tipos de criminalidad novedosos, eso es cierto, pero aquí nadie privilegia los derechos de los victimarios sobre los de las víctimas, de hecho, cada vez más contempladas por una victimología crecientemente presente en la legislación y la justicia.
Otra frase temeraria y atrevida disparada por Giuliani: “El sistema de justicia tiene que ser justo [sic]. Tomemos el caso de un hombre al que arrestamos, acusado de tres o cuatro delitos. En realidad se puede presumir que ha cometido más. ¿Estamos siendo justos si, por ejemplo, le ponemos diez años de cárcel?”. Este monstruo le debe poner la carne de gallina a todo el sistema judicial. Propone no sentenciarlo por lo que hizo y se le probó, sino por lo que Giuliani cree que podría haber hecho. (Ya que estamos, Rudy, metamos en cana también a los que andan con él, por aquello de dime con quién andas, de las malas juntas; y a sus parientes porque deben compartir situaciones, y a sus vecinos porque deben compartir sus decisiones, y a sus hijos porque tienen sus genes contaminados). En su doctrina no existe presunción de inocencia para lo que no sea flagrante, plena o semiprobado. Evidentemente, Giuliani debe pensar que está en un emirato árabe y no en una democracia, en un Estado de derecho. Por suerte, en Uruguay no se pueden hacer sus disparatadas propuestas. ¿A quién se le ocurre darle crédito a este desaforado y pagarle miles de dólares?
Agrego un tercer disparate: “Una cosa que está realmente mal aquí es que no se arresta a la gran mayoría de quienes cometen delitos”. Sólo un atrevido puede afirmar eso. ¿De dónde sacó el dato? ¿Cómo hizo para saber cuántos y cuáles son las transgresiones que constituyen la llamada ‘cifra negra’ del crimen, en criminología, y cómo sabe, que nadie aquí lo sabe, cuántos de ese ignorado total son arrestados? Hay una ficción internacional de que gruesamente llegan a conocimiento del sistema de justicia 50% de los ilícitos cometidos. Todo el mundo concuerda en que hay que aumentar el porcentaje de acceso de ilícitos al sistema. Entonces, Giuliani aparece e inventa la pólvora. ¿Habrá que pagar miles de dólares a un asesor que nos diga que hay que reducir la cifra negra de los ilícitos? ¡Indignante!
Otra perla de Giuliani: “No se condena a la mayoría de la gente que se arresta; déjeme decirle que ustedes están lejos de tratar a sus delincuentes de manera demasiado severa. Los están tratando de manera demasiado permisiva”. Más atrevimiento infundado: ¿cuántos casos judiciales evaluó para afirmar que a los ya pocos arrestados (infundado) se los trata permisivamente? ¿Qué dicen la Suprema Corte de Justicia, la Asociación de Magistrados, los fiscales agremiados, los defensores de oficio, ante tal arbitraria y entrometida afirmación? Se me ocurre otra frase popular para Giuliani, pero no me la publicarían; quizás a usted también se le ocurra leyendo estas cosas que dijo el ilustre visitante.
Y, por último, como cereza de la torta, Novick agrega su cuota de news cuando habla de Giuliani y de sus políticas. Afirma que Medellín redujo su criminalidad 42% en tres meses (¡¿?!) cuando aplicó esas medidas y que Uruguay podría revertir la inseguridad también en pocos meses. Cualquier oriental ilustrado, valiente o vivo criollo podrá ver que estamos entrando en un universo Disney, o de magos de cumpleaños, introducidos por un atrevido e irresponsable perdedor en seguridad y un deslumbrado cipayo que va fracasando en política de forma más o menos estruendosa. ¡Vade retro! O bien se puede aplicar el Sai de baixo, cai fora, Satanás, que se oiría en cualquier ritual evangelista neopentecostal.