“Cuando empezaron a desaparecer
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hace tres cinco siete ceremonias
a desaparecer como sin sangre
como sin rostro y sin motivo
vieron por la ventana de su ausencia
lo que quedaba atrás
ese andamiaje de abrazos cielo y humo”
‘Desaparecidos’
Cuando pensamos en escritores uruguayos, representantes de lo mejor de nuestra cultura en el mundo, seguramente tenga que aparecer inmediatamente, en un manojo de seis o siete apellidos, el de Mario Benedetti. Quizás no por lo trabajado de su escritura ni lo complejo de sus temáticas, sino justamente por lo sincero de sus palabras y lo comprometido de su decir.
Es quizás uno de los escritores más prolíficos de su generación, no sólo en cantidad sino también en variedad de géneros. Tal vez las generaciones subsiguientes hicieron un natural y sano parricidio de don Mario, amén de algunas características de su prosa o su poesía (creo que se ensañaron suficiente con su poesía). Hoy día, estamos más para disfrutar de esas palabras que para destruirlas. Este mes se cumplen 98 años de su nacimiento en Paso de los Toros, y seguramente esa fecha resonará mucho más en el exterior que aquí mismo, en su país.
Mario Orlando Hardy Hamlet Brenno Benedetti nació el 14 de setiembre de 1920 en Paso de los Toros. Sus padres fueron Brenno y Matilde. Su niñez transcurrió entre Tacuarembó y Montevideo, donde sus padres se afincaron siendo Mario todavía un niño.
Mario completó la escuela en el Colegio Alemán, del que su padre lo sacó cuando interpretó que las ideas del nazismo -gobernante en aquella Alemania – habían permeado la educación de su hijo. Allí Mario aprendió alemán, lo que le ayudará a traducir obras clásicas del alemán, ser el primer traductor de Kafka en Uruguay y a quizás también a encontrar El lado oscuro del corazón. Benedetti realizó en un cameo en la película de Eliseo Subiela (recitando en alemán uno de sus poemas), que además se basaba en su poesía y la de Oliverio Girondo, entre otros.
Por esos años, leyó su primera novela: Dos años de vacaciones, de Julio Verne. Una historia de unos niños que por un accidente quedaban solos en una isla desierta, formando una sociedad a semejanza de los mayores. Asistió al Miranda un par de años, para luego culminar sus estudios secundarios en carácter de estudiante libre. Pasó por varios trabajos, pero sin dudas haber sido funcionario público, de formar parte de una oficina, de ser un engranaje en esa maquinaria, lo llevó a bucear en los confines de la uruguayez como ninguno.
Benedetti era sobre todo un montevideano -a pesar de ser tacuaremboense de nacimiento- y desde allí observaba la realidad y denunciaba las hipocresías de aquella sociedad, de aquella oficina pública que había logrado el título de república.
“No importa que haya también algunos mozos de café, algunos peones de estancia, algunos changadores del puerto, algunos tímidos contrabandistas. Lo que verdaderamente importa es el estilo mental del uruguayo, y ese estilo es de oficinista”.
Obras como Poemas de oficina y sobre todo El país de la cola de paja retratan a Uruguay desde su aguda visión.
En 1945 comenzó a formar parte del semanario Marcha, en el que se formó como periodista junto a Carlos Quijano. Llegó a dirigir su sección literaria. Fue integrante de la paradigmática Generación del 45, aquella generación parricida ella misma.
Un año después contrajo matrimonio con Luz López Alegre, su gran amor y su compañera de vida.
En 1949 formó además parte del grupo de la Revista Número de Montevideo, junto a Idea Vilariño, Carlos Martínez Moreno, Emir Rodríguez Monegal, Sarandy Cabrera y Manuel Antonio Claps. En 1950 obtuvo el Premio del Ministerio de Instrucción Pública por su primera compilación de cuentos, Esta mañana. Años más tarde, entre 1968 y 1971, dirigió el Centro de Investigaciones Literarias de la Casa de las Américas, en la Habana. De 1971 a 1973 dirigió el Departamento de Literatura Hispanoamericana en la Facultad de Humanidades de Montevideo.
Todo cambia a partir de 1973, cuando llega el inevitable tiempo de dictadura militar, exilio y la patria en las valijas.
Durante el exilio vivió en Argentina, Perú (de donde fue expulsado) y, finalmente, España. Y desde allí seguía pensando su país, con sus defectos y virtudes y denunciando las injusticias. En 1978, con su amigo Daniel Viglietti estrenan su recital A dos voces en México. Pero tendría que esperar a la caída de la dictadura para traerlo a su país.
Benedetti ha cultivado una enorme gama de géneros literarios: poesía, cuento, novela, guion cinematográfico, teatro, crítica literaria y, sobre todo, periodismo. Entre sus obras fundamentales se encuentran: Poemas de oficina, Montevideanos, La tregua, Gracias por el fuego, La borra del café, El país de la cola de paja, entre tantas otras. Hacer una lista de todas sus obras nos llevaría demasiados caracteres.
En 1999 fue galardonado con el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana y en 2005, con el Internacional Menéndez Pelayo.
Finalmente falleció en Montevideo en 2009 y todo un país lo despidió.
Un gran escritor, un gran poeta, un hombre que supo sintetizar nuestros defectos y virtudes y zurcir las palabras para convertirlas en verdades. No se puede comprender a Benedetti por fuera de su tiempo y circunstancias y así también debemos disfrutarlo, sin tantas poses.