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Internacionales | Lacalle |

Un 11/9 de Cordillera y Torres

Homenajes a Salvador Allende ante movilización de la derecha

El homenaje a Salvador Allende es una importante señal, cuando vuelve la derecha a tensionar la situación política.

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Caras y Caretas Diario

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Después de mucho tiempo, al menos en el sur del continente, el 11 de septiembre volvió a ocupar su lugar en el calendario con el recuerdo del golpe de Estado en Chile, tan brutal como el ataque a las Torres Gemelas. Al homenaje al presidente Salvador Allende (que murió combatiendo en defensa de las instituciones y la decisión popular), asistieron dirigentes políticos de Uruguay representando un amplio espectro, señal importante para el clima trasandino donde vuelve la derecha a tensionar la situación política.

El presidente Luis Lacalle Pou viajó a Chile invitado por su colega, el mandatario Gabriel Boric.

Aunque la presencia del mandatario nacionalista no tenga ningún efecto en la política interna trasandina, en horas en que la derecha no asistió a los actos de recuerdo a 50 años del golpe de Estado y los homenajes al presidente Salvador Allende, no deja de ser un detalle menor que participara de esa instancia el hijo de quien viene impulsando, con una importante base en los conservadores políticos chilenos, el encuentro de las derechas de habla hispana, Luis Lacalle Herrera.

El desaire de la derecha chilena tampoco es tan sorprendente. “Los pinochetistas” sin Pinochet, (el general genocida que en Uruguay se reunió en los noventa con Juan María Bordaberry y en secreto con Lacalle padre), forman parte de un amplio círculo conservador desde los tiempos del golpe, insurrección de los sectores poderosos que empezaron a conspirar contra el veredicto popular desde el mismo día que Salvador Allende asumiera como presidente, cargo que asumió sobreviviendo a un atentado fallido organizado por la Agencia Central de Inteligencia (CIA) de Estados Unidos.

Como un manual que se extendió por la región, así como el diario El País de Uruguay impulsaba desde su editorial el apoyo al golpe de Estado en Uruguay, lo mismo hacía desde sus páginas el diario El Mercurio. El 6 de julio de 1973, apoyando el clima de desacato, editorializaba El Mercurio: “El deber categórico de la gente sensata es poner fin al saqueo y al desorden; estimulados y amparados por el gobierno inepto o enloquecedor que nos aplasta. Para llevar a cabo esta empresa política salvadora hay que renunciar a los partidos, a la mascarada electoral, a la propaganda mentirosa envenenada, y entregar a un corto número de militares escogidos la tarea de poner fin a la anarquía política”.

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Busto Salvador Allende en Montevideo (Foto IMM)

El editorial se publicó a una semana del famoso “tanquetazo”, el primer intento de golpe de Estado militar contra el legítimo gobierno de la Unidad Popular. El levantamiento militar fue sofocado con éxito por los soldados leales al comandante en jefe del Ejército, Carlos Prats, aunque dejó como saldo 22 muertos —entre civiles y militares— y contribuiría a profundizar la crisis al interior del gobierno de Allende, quien finalmente sería derrocado unos meses después, paradojalmente por un ataque militar comandado por Augusto Pinochet, que en junio había defendido el gobierno legal.

En mensaje de cadena radial, el presidente Salvador Allende se dirigió a la población: “Un sector sedicioso se ha levantado. Es un pequeño grupo de militares facciosos que rompen con la tradición de lealtad. El blindado n.° 2 dispara contra La Moneda. La guardia de palacio hace frente. Prats tomó las disposiciones necesarias. Llamó al pueblo para que tome las industrias, pero no para ser victimados. Que el pueblo salga a la calle, pero no para ser ametrallado. Que lo hagan con prudencia con cuanto elemento tengan en sus manos. Si llega la hora, armas tendrá el pueblo. Pero yo confío en las Fuerzas Armadas leales al gobierno”.

A las 11:10 Prats y sus hombres se encaminan resueltamente hacia el tanque más próximo a ellos. El comandante del tanque apunta con su ametralladora, pero no dispara. Prats le ordena bajar del tanque e identificarse, indicando que cumpla sus órdenes y se rinda a los efectivos de la Escuela de Suboficiales. Sucesivamente se repite esta acción con los otros tanques y carros de combate, hasta que, al llegar al tanque del teniente Garay, este se resiste a cumplir las órdenes de Prats, retrocediendo y apuntando al general. En ese momento, el mayor Osvaldo Zavala salta por detrás de Garay, le apunta en la sien y lo desarma.

Algunos de los tanques huyeron, pero Souper, con un grupo de tanques y carros, se mantiene al sur de la Moneda. Sin embargo, después de la llegada de refuerzos del Regimiento de Infantería n.° 1 Buin conducidos por el general Augusto Pinochet, Souper huye en su tanque hacia el sur de Santiago, seguido por sus hombres. Prats ingresa a La Moneda y cruza hacia la puerta principal del lado norte; al ver a Prats, Pinochet lo abraza.

Estas memorias del general Prats (que fue asesinado junto a su esposa Sofía Cuthbert en un atentado perpetrado en Buenos Aires, Argentina, el 30 de septiembre de 1974), es la crónica del enfrentamiento entre militares, pero también se encontraban, como había advertido Allende, los sectores de trabajadores dispuestos a defender el Estado de derecho.

En un artículo de Carlos Altamirano (secretario general, diputado y senador del Partido Socialista) que impulsaba un socialismo desde “abajo”, escribía: “Los trabajadores de todo el país se han organizado en los cordones industriales, comandos comunales, consejos campesinos, comités de defensa y vigilancia, que constituyen los gérmenes de un incipiente pero ya poderoso poder popular, dispuestos a enfrentar cualquier insurrección de la burguesía”.

El 11 de setiembre el segundo intento golpista triunfaría, hundiendo al país en la noche más oscura de 17 años de dictadura militar.

Uruguayos encajonados en Maipo

“Los vieron venir desde el pueblo por el camino del desfiladero, en la hondonada. Primero asomó un jeep con cuatro soldados. Pese a la distancia, desde la casa se podía distinguir con precisión cada detalle: los fusiles que erizaban las figuras de aquellos hombres, los casos que coronaban sus cabezas, el escudo azul y rojo en el costado del vehículo”; era ya el 12 de setiembre de 1973 y así lo recuerda Fernando Butazzoni en su libro “Nosotros los derrotados”, la militarización del país, donde tantos uruguayos fueron objetivo de la cacería fascista.

Algunos compartieron prisión en el Estadio Nacional de Santiago convertido en un enorme campo de concentración, donde, entre otros, fue asesinado el músico Víctor Jara.

Aún permanecen tres uruguayos desaparecidos producto de aquel genocidio masivo.

Una espeluznante peripecia para los protagonistas y sus familias tan trágica como la que sufrieron los uruguayos que cayeron con el avión en los Andes, y con consecuencias tan duras de asumir hasta nuestros días.

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Belela Herrera.

Belela Herrera.

Sala de Redacción inmortaliza en su crónica una figura uruguaya central: la Dra. Belela Herrera, “La mujer del Fiat 600”.

“El 11 de setiembre de 1973, el bombardeo de 15 minutos sobre el palacio presidencial de La Moneda terminó de enterrar al Chile democrático que Belela había conocido y que tanto la deslumbró. Ese día Belela salió de su casa a las 8 de la mañana. Condujo con una de sus hijas hacia Plaza Italia. La muchacha se dirigía a la Facultad de Arquitectura. Mientras conducía, notó un flujo de autos que volvía al Barrio Alto. Alcanzó a escuchar el último discurso de Allende desde La Moneda. Lloró desconsoladamente.

A la residencia de la embajada uruguaya llegaban continuamente uruguayos, chilenos y ciudadanos de diversas nacionalidades. Conocidos y desconocidos. Desgarrados, descolocados ante lo sucedido y con la incertidumbre sobre sus hombros. Algunos pedían refugio, otros amparo momentáneo o asilo. Buscaban a alguien que les salvara la vida y se encontraron con Belela. En medio de la desgracia, su compañía auguraba esperanza. A ella le importaba qué sucedería con ellos. Los teléfonos estaban bloqueados, se enteraban de lo que sucedía por los testimonios de quienes iban llegando. Esa noche alojó, en la casona de cuatro pisos en la que vivía, a una veintena de personas que no podían siquiera volver a su casa, perseguidos por los militares.

Desde Montevideo, el entonces presidente de la República, Juan María Bordaberry, dio la orden: no se podía brindar asilo a ningún extranjero, solo a uruguayos que quisieran volver al país. Belela transmitió la noticia a quienes acogía en ese momento con desazón y tristeza, pero no los dejó desamparados. Les ofrecía más que una solución. Con la calidez que la caracteriza, escuchó las historias de cada uno, sus angustias y necesidades, también sus solicitudes. Y aunque lo tuviera prohibido, en casos extremos accedía a esconder a algunas personas en su residencia durante algunas horas, mientras buscaba alguna solución. Su determinación, valentía y amabilidad la llevaron a ser solicitada por muchísimas personas. Brindó socorro a todo quien golpeara su puerta. No vaciló ante la situación política del país ni perdió un minuto en utilizar sus recursos: pasaporte diplomático y su Fiat 600 rojo, también con placa diplomática, para ayudar a las personas sumidas en el desconcierto, el temor y la tristeza. Trasladó perseguidos y ayudó a encontrar refugio a quien lo necesitara.

Pocos días después del golpe en Chile, Charlone fue convocado a Montevideo por el canciller Juan Carlos Blanco. En un inicio se le asignaría un nuevo destino: Hong Kong. Finalmente, fue despedido. Un télex que le llegó a Blanco desde Chile decía: “Cancillería chilena acusa a Sra. de Charlone de estar asilando al hijo de (Carlos) Altamirano”.

Por eso resultan relevantes los importantes pero aún escasos testimonios recogidos en libros y audiovisuales sobre la experiencia de uruguayos en aquellas circunstancias.

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Homenaje a Salvador Allende en Montevideo (Foto IMM)

Este 11 de setiembre, la intendenta Carolina Cosse participó en el homenaje al expresidente Salvador Allende, realizado en la plazoleta que lleva su nombre en el barrio Pocitos.

También participaron integrantes de la Comisión de Vecinos Simón Bolívar, de la Fundación Salvador Allende, del Círculo de Chilenos Residentes en Uruguay, la exsenadora Mónica Xavier y la ex subsecretaria del Ministerio de Relaciones Exteriores de Uruguay, María “Belela” Herrera.

Carolina Cosse recordó la figura de Allende y destacó que Montevideo siempre estará a disposición de la búsqueda de la libertad, la verdad y la felicidad y agregó que “es el mejor honor, desde cada lugar que nos toque estar, que le brindamos a la gesta del pueblo chileno”.

En Barros Blancos, departamento de Canelones, su centro cívico se denomina Dr. Salvador Allende.

Pero al otro lado de los Andes, la derecha chilena, los correligionarios y referentes ideológicos junto a Luis Lacalle Herrera, siguen tramando un nuevo desacato; ojalá la memoria sea una barrera más en defensa de la democracia.

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