Creo estar soñando una pesadilla. Me despiertan las fanfarrias de la obertura de una restauración oligárquica impensada hace cuatro años. El darwinismo social está a nuestras puertas. El Frente Amplio, la más sólida fuerza política de izquierda de América Latina, ejemplo ético de un continente progresista que hoy con Argentina en el Sur y México en el Norte comenzó a revertir el péndulo de la historia retrasado por los Bolsonaro, los Macri, los Piñera, perdió la mayoría parlamentaria y se enfrenta el 24 de noviembre a la posibilidad de perder también el Poder Ejecutivo.
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Juan José Castelli, el jacobino de la Revolución de Mayo: “Si ves al futuro, dile que no venga”
¿Cómo llegamos a esta situación? ¿Cómo se debilitó el músculo político de la gran fuerza popular? ¿Acaso crecimos como los eucaliptos con gran fuste y escasa raíz? ¿Se ha producido entonces el temido envejecimiento prematuro de nuestra izquierda nacional? ¿La gran aventura de la transformación, surgida tras décadas de un paciente y agotador tránsito por el desierto político, derrotando hace 15 años al centenario proyecto conservador, será acaso interrumpida?
Me resisto a hacer mío el pensamiento del gran revolucionario de mayo, el jacobino Juan José Castelli: “Si ves al futuro, dile que no venga”. No queda otro recurso que hacer retumbar las campanas, convocando la admirable alarma. Compañeros de utopías me indican que me vacune contra el pesimismo, que conduce a la derrota. Siempre creí que el optimismo de la voluntad necesita la síntesis del pesimismo de la inteligencia. Les contesto que enojarse con la realidad es de idiotas y aceptarla tal cual es de cobardes.
El peligro es la inacción, la siesta de la resignación, la falta de perseverancia, la ausencia de poesía, que para los griegos –poiseis– significaba ‘hacer que ocurra algo extraordinario’.
La anemia que debilita el músculo político y sabotea la mística y el entusiasmo ha sido siempre la novia de todas las derrotas.
Hay que volver a enamorarse para construir la muralla del “no pasarán”, con la estética de la unidad y la ética del compromiso como escudo, para que la patria productiva e inclusiva prevalezca sobre la patria financiera especuladora.
No hay otra opción que despertar y decir con Rubén Darío: “Únanse, brillen, secúndense tantos vigores dispersos, formen todos un solo haz de energía ecuménica”. Y con Martí decirles a los que no tienen el coraje de sacrificarse que tengan al menos el valor de callarse ante quienes se sacrifican.
No dejemos cuerdas sin templar, castiguemos a la hegemonía de la mentira. Dejémonos de debilitar nuestras fuerzas, enfrascadas en discusiones inútiles sobre si son galgos o son podencos. No tengamos respiro hasta el 24 de noviembre. Que el carpe diem nos despierte día a día. Transformemos a la política en el arte de lo imposible. Que resucite el fomes artiguista (causa que excita y promueve algo).
Ha llegado el momento de una nueva epifanía del Frente Amplio: en la pugna entre el arroyo y la roca siempre triunfa el arroyo, no porque sea más fuerte, sino porque persevera
Me pregunto si es posible a esta altura de las circunstancias, y a solo 23 días del balotaje, dar la espalda al derrotismo. Me atrevo a decir que es inevitable. Sé que es tarea durísima la de voltear los muros que nos ciegan la aurora, es tarea difícil, pero es nuestra tarea.
De pie y a volver a caminar. La lucha que se pierde es aquella que se deja. La existencia no nos permite fijarnos en una sola y única posibilidad del vivir o, como diría Ortega y Gasset, del desvivir. Al contrario, estamos obligados a la dolorosa y traumática operación moral de cambiar. Esa es, en cuanto a mí respecta, una de las funciones más valiosas del caminante.
En la pugna entre el arroyo y la roca, siempre triunfa el arroyo, no porque sea más fuerte, sino porque persevera. Sin perseverancia estamos perdidos.
Hoy no tenemos mejor futuro a la vista que cuidar este presente para que no retorne la inequidad.
Construyamos, en los pocos días que nos quedan, la gran catarsis nacional. No descansemos ni un instante. No perdamos la oportunidad. Hay tres cosas que no vuelven nunca atrás: la palabra pronunciada, la flecha lanzada y la oportunidad perdida. No perdamos la oportunidad de encontrar el camino que nos haga recorrer durante cinco años más el proyecto humanista que presentamos en olor de multitudes en marzo de 2005, cuando comenzó a alumbrar la sociedad nueva.
Ha llegado el momento de una nueva epifanía del Frente Amplio.
¿Adónde fueron a parar los 194.824 votos de los desencantados, perdidos por el Frente Amplio?
En estas elecciones cruciales para el futuro de Uruguay hay que destacar tres elementos de análisis:
1) el primer elemento a considerar es que los seis partidos que participaron en los comicios anteriores de 2014 perdieron una masa importante de sufragios, con excepción del PERI, liderado por César Vega, que aumentó 85% su caudal electoral y obtuvo por primera vez representación parlamentaria. El Frente Amplio perdió 194.824 votos, 17,17% de su electorado. El Partido Nacional perdió 47.006 votos, 6,4% de su electorado. El Partido Colorado perdió 10.199 votos, 3,34% de su electorado. El Partido Independiente perdió 50.063 votos, 68,22% de su electorado y la pérdida del 75% de su bancada parlamentaria, siendo el mayor desastre electoral de estas elecciones. La Unión Popular perdió 7.409 votos, 2,76% de su electorado y el PT perdió 1.860 votos, 52% de su electorado. En cuanto a los partidos debutantes, la revelación fue Cabildo Abierto, que fue preferido por 260.959 ciudadanos, alcanzando en su primera presentación 10,88% de los sufragios. El resto de los debutantes no justificó su presencia: Partido de la Gente (Novick), 33.008 votos, (1.38%), Partido Verde Animalista (Salle), 19.165 votos (0,80%), Partido Digital 6.280 votos (0,26%);
2) el segundo elemento a considerar es despejar la incógnita de adónde fueron a ubicarse los 194.824 votos que perdió el Frente Amplio. Será tarea de sociólogos y encuestadores descifrarlo, pero yo me opongo al carácter transitivo obvio y arriesgo una hipótesis más de carácter subjetivo. Si nos guiamos por la hipótesis matemática directa y sostenemos que si el FA perdió casi 200.000 votos y la alianza blanquicolorada de 2014 alcanzó 1.037.760 votos y ahora la nueva alianza que integra Cabildo Abierto llega a 1.242.054 sufragios, es decir 204.294 votos más que en la elección pasada, cifra que coincide casi exactamente con la pérdida de votos frentistas, por carácter transitivo la mayoría de los votos frentistas fueron para la formación política del ex comandante en jefe, Guido Manini Ríos. Este análisis contradice el perfil de la mayoría de los ciudadanos que acompañaron a la izquierda uruguaya durante los últimos 15 años y que en esta elección decidieron optar por el voto castigo. Entonces, si no votaron masivamente a Cabildo Abierto, ¿a quién votaron? Mi hipótesis es que votaron mayoritariamente a Talvi, por su imagen seria y seudo juvenil, lo que permitió al Partido Colorado reemplazar la inmensa sangría de votos que le succionó Guido Manini y que se vio reflejada en el correr de los meses por la evolución de las encuestas en las cuales disminuía Talvi y crecía Manini. Es decir, Talvi expropió la mayoría de los votos de los desencantados frentistas y Manini le expropió a Talvi la mayoría de los votantes colorados que exigían mano dura y orden vertical. Hipótesis que habrá que probar.
Lacalle necesita 75% de los votos de Talvi, de Manini, de Novick y de Mieres y que los desencantados del FA y los batllistas y wilsonistas no voten a Martínez
3) El tercer y último elemento a destacar es comparar las cifras de esta primera vuelta con el comportamiento del electorado en los tres balotajes que tuvieron lugar en la historia de Uruguay, desde 1999 hasta nuestros días. De ese análisis surgen las siguientes conclusiones: a) el Frente Amplio, que ganó dos de los tres balotajes disputados, tuvo un aumento promedio en la segunda vuelta de 5,19% de votos emitidos en la primera, es decir. subió unos 110.000 votos promedio más, de los que obtuvo en primera vuelta. Y en el último balotaje subió arriba del promedio, 5.67%, aunque hay una leve variación ya que en la primera vuelta se computan los votos emitidos y en la segunda vuelta los votos válidos. El Frente parte de un piso de 40,7% de votos válidos (39,17% de votos emitidos en la primera vuelta). Según mi análisis, necesita superar con creces el aumento de 5,67% que tuvo en el balotaje anterior, sumando a buena parte de los desencantados que esta vez no lo acompañaron, para poder así imponerse a Lacalle; b) si el FA solo sube el promedio de ascenso de los últimos tres balotajes, manteniendo solo esa suba promedial de 110.000 votos, aun así le faltarían a Lacalle unos 365.000 adhesiones para alcanzar los sufragios de Daniel Martínez; c) la masa de votos donde Lacalle puede intentar obtener sufragios alcanza la cifra de 605.833 votos si sumamos al Partido Colorado, a Cabildo Abierto, al Partido de la Gente y al Partido Independiente; d) Lacalle obtuvo en el último balotaje, en el que enfrentó a Tabaré Vázquez, 223.140 votos más que en la primera vuelta, en la que había logrado 732.601 sufragios, alcanzando en la segunda vuelta la suma de 955.741. Aumentó de 30,88% de votos emitidos a 41,17% de votos válidos. Si se repite este aumento de votos para Lacalle, que más que duplicó el aumento de votos que logró el Frente Amplio en el último balotaje, aun así perdería la segunda vuelta de estos comicios. No le alcanza ese aumento de votos para superar a Daniel Martínez: e) pero si supera la importante suba de votos obtenida en el balotaje de 2014 (223.140 votos) y logra que 60% (363.529 votos) de los colorados, los cabildantes, los seguidores de Novick y los partidarios de Mieres voten por él, en ese caso puede derrotar al FA siempre y cuando se cumplan otras condicionantes. Pero si no convence al 60% de esos cuatro partidos, que se animen a poner su efigie en la urna, habrá perdido por segunda vez consecutiva contra el candidato de la izquierda nacional; f) pero además no solo debe obtener el 60% de esos cuatro partidos políticos cuyos líderes dicen que lo van a apoyar, sino que debe evitar que los batllistas y wilsonistas que quizás aún queden en esos partidos no opten por votar al FA porque la figura de Lacalle es totalmente opuesta a esas señeras figuras de la política uruguaya. Y además debe evitar que ninguno de los desencantados frentistas, ahora que el voto castigo fue ejecutado, decidan equilibrar la sanción, prefiriendo a Martínez antes que a Lacalle, ya que en mi hipótesis se inclinaron por Talvi o incluso por Larrañaga o partidos testimoniales antes que votarlo a él en la primera vuelta; g) en el caso de que Lacalle no pueda evitar que un caudal importante de desencantados opte por Martínez o que batllistas y wilsonistas y partidos testimoniales prefieran al FA antes que al candidato blanco, las cosas se le complican seriamente a este. Supongamos que de los 200.000 desencantados, haya 90.000, menos de la mitad, que decidan acompañar al FA el 24 de noviembre (cifra más que probable). Martínez, en ese caso, aumentaría a los 110.000 votos históricos que el FA sumó en los tres balotajes, otros 90.000 sufragios que anteriormente le pertenecían, lo que llevaría a un aumento de 200.000 votos más que los que obtuvo ahora en la primera vuelta. Es decir, llegaría a 1.140.000 votos; h) esta cifra obligaría a Lacalle a convencer a más de 455.000 colorados, cabildantes y socios menores, que lo voten el 24 de este mes. Es decir, tiene que convencer a 75% de los votantes de los 4 partidos que compitieron con él en la primera vuelta y que ahora lo apoyan. Y además que no se le vaya ningún votante blanco que votó al Partido Nacional para obtener su banca, pero que ahora puede no acompañarlo para que sea presidente. Sería el caso de algunos seguidores de Larrañaga y de Sartori que no se identifican con la personalidad de Lacalle; i) finalmente, una última reflexión. Es la primera vez, en los tres balotajes en los que participó, que el Frente Amplio pierde votos con relación a la elección anterior. Por tanto, es la primera vez que en un balotaje tiene la posibilidad de recuperar parte de los votos perdidos en la primera vuelta, fenómeno político que no existió anteriormente. No son pocos los desencantados que votaron en la primera vuelta para que el Frente Amplio no vuelva a obtener mayorías parlamentarias, lo que le dio la ventaja de no estar obligado a una negociación permanente. No son pocos los desencantados que coincidiendo con la mayoría de los éxitos obtenidos por el FA deseaban que este tuviera límites en sus políticas y pudiera ser controlado por la oposición. Ese objetivo ya lo obtuvieron. Ahora se enfrentan a una realidad mucho peor. La coalición conservadora a la que nunca antes acompañaron hoy tiene mayoría parlamentaria en ambas cámaras. Y aunque Martínez sea presidente, pueden incluso derogar todas las leyes que aprobó la mayoría frenteamplista y que convirtieron a nuestro país en el más próspero, justo e igualitario de América Latina. Son muchos los desencantados que ven con horror el poder omnímodo que ahora quedó en manos absolutas de la derecha conservadora. Bien pueden sentir muchos de ellos que llegó el momento de equilibrar las fuerzas. El Poder Ejecutivo para la izquierda, el Poder Legislativo para la derecha. Un gobierno exitoso de izquierda pero controlado legislativamente por la derecha. No es descabellado pensar que ocurra algo parecido. Sería un gobierno en que los pesos y contrapesos se equilibrarían en una síntesis política resultado de la tensión dialéctica.
Una experiencia sin precedentes en la historia política del país.
“Dadme un balcón y ganaré las elecciones”: Martínez ya probó ser el estadista de la razón. Ahora, en el debate, debe saltar el muro de los conceptos para bajar a la tierra de las palabras, donde se refugia Lacalle al no tener nada para exhibir
Hechas estas reflexiones, solo resta decir que no todo está perdido. Que la lucha de la fraternidad social contra la rapacidad social que encarna la alianza conservadora no ha concluido, aun sin mayorías parlamentarias. Que la utopía ética para impedir la comercialización de los seres humanos solo ha hecho una pausa en el camino. Aquellos que proclaman en su praxis política la desigualdad terrena a cambio de la promesa de la igualdad celestial no tienen razón. Y la razón, si analizamos la historia universal, finalmente se impone.
Quizás, en esta etapa, la lógica de la coyuntura hacía imposible seguir legislando con mayorías parlamentarias. Pero aún es posible ganar el Poder Ejecutivo para dirigir el nuevo Uruguay que el Frente Amplio construyó en estos 15 años, aunque esté obligada la tesis gubernamental a negociar con la antítesis parlamentaria en busca de la síntesis dialéctica hegeliana.
Hoy no es tiempo del imprescindible análisis sobre la digestión de la historia progresista en nuestro país. Después del 24 de noviembre llegará el momento de hincarle el diente a la fatiga del poder, a la pérdida de la mística y de la fraternidad frentista, a la lucha por los cargos, a la ineficiencia en la construcción de hegemonía. Ya llegará la profunda autocrítica que la izquierda debe realizar sin desertar de sus orígenes, ni de los principios, ni de los afectos ni de la energía moral que la llevó al poder. Pero hoy es el momento de dar las últimas brazadas que nos faltan para alcanzar la orilla. Hoy debemos concentrar nuestros esfuerzos en buscar a los 200.000 desencantados que votaron al FA estos últimos 15 años, en buscar a los batllistas, a los wilsonistas, a los ecologistas, a los digitalistas, que nunca estuvieron mejor que con el FA, y hasta a la ultraizquierda, y en aumentar también el número de votantes uruguayos que viven en Argentina para impedir que se imponga el desarrollo de las cosas por sobre el desarrollo de las personas.
Y un hito en estas brazadas finales será el debate cara a cara, frente a frente, entre el candidato de la equidad y el candidato de la inequidad.
“Dadme un balcón y ganaré las elecciones”, dijo hace unas décadas un presidente latinoamericano. Hoy nuestro balcón será el debate entre Martínez, ganador imbatible en la primera vuelta, y Lacalle, su desafiante, que llegó muy atrás, a 11 cuerpos de distancia, pero que por el ardid del balotaje puede ganar en el cenáculo lo que perdió en la cancha.
Me permito dar un consejo al candidato ganador de los comicios. Ya difundimos de todas las formas posibles los conceptos y las ideas, ha llegado la hora de las palabras, de la retórica emocional con la que esconde sus intenciones el candidato de la oligarquía. Entre el pensamiento y su expresión lingüística, uno vacila. Un día Aristóteles había señalado la distancia y la cercanía entre la dianoia (el pensamiento) y la lexis (la elocución, la expresión). Creo que le haría bien a la izquierda que el candidato frentista, que ya probó con creces el vigor de su pensamiento, esta vez saltara el muro de los conceptos para bajar a la tierra de las palabras, para competirle a Lacalle también en su propio terreno, donde se refugian los que no tienen nada para exhibir.
No confundamos a Lacalle con un invertebrado, alguien que carece de espina dorsal, una simple ameba. Porta en sus neuronas y en sus venas una fuerte espina dorsal, que son la derecha política y el neoliberalismo económico. No se le aplica a Lacalle la máxima 387 del Conde de La Rochefoucauld: “Un tonto no tiene suficiente madera para ser bueno”. Lleva la suficiente madera de su padre, que probó ser un enemigo de cuidado, primer profeta del neoliberalismo en el poder democrático de nuestro país. Es un enemigo en el verdadero significado respetuoso del término. Un enemigo de nuestra idea. Y, por tanto, no debemos discutir (discutere, que es el análisis racional) con él, hecho este que ya hicimos en el primer encuentro. Debemos debatir (battuere, que significa combatir) con él, desnudando sus ocultas intenciones. El jugó con la emocionalidad y la subjetividad, nosotros, con la racionalidad. Es hora de confrontarlo también subjetivamente. La emoción frenteamplista tiene un no sé qué de imbatibilidad. Sumémosla al debate.
Es una verdad probada por la historia que solo persiguiendo lo imposible se alcanza lo que en cada etapa es posible
Las democracias producen sorpresas, pero su más alta constatación es la reflexión de las sociedades civiles. Y si esta suprema reflexión, habiendo agotado todos nuestros esfuerzos, determina la interrupción provisional del proyecto histórico del Frente Amplio, asumámoslo con dignidad. Y en ese caso, solo en ese caso, volveremos a transformar el gueto confortable de la cultura de la oposición, para construir día a día la democracia cotidiana de la vida, haciendo frente a la cultura de un poder empeñado en asegurar las arcas de los menos y la infelicidad de los más.
Cualquier proyecto de transformación sin una constante inyección de energía moral está llamado a convertirse en rutina y debilitar su músculo.
No olvidemos las semillas que sembramos cuando todo parecía una brega de eternidad, cuando éramos pura minoría arrinconada y marginal que fue creciendo incontenible tras una tenaz construcción durante décadas de desierto. Fueron los momentos más épicos y fermentales de la izquierda uruguaya. Reinventémoslos.
Es una verdad probada por la historia que solo persiguiendo lo imposible se alcanza lo que en cada etapa es posible.
Aún es posible.
No pasarán.