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Sociedad

Documento de la Conferencia Episcopal

La colonización ideológica de la Iglesia

A principios de abril, la Iglesia Católica Romana en Uruguay (ICU), a través de la Conferencia Episcopal, dio a conocer un documento llamado Tiempo de elecciones, tiempo de esperanza. A través de dicho documento se establecen algunos lineamientos y conceptos que poseen un claro posicionamiento político, ya que el mismo se enfoca principalmente en tomar postura frente a algunas políticas públicas llevadas adelante durante los últimos años.

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Por Matías Matta

Tiempo de elecciones, tiempo de esperanza abarca una amplia gama de problemáticas complejas que no pueden ser laudadas en una extensión de tres carillas, pero que, sin embargo, la Iglesia Católica se anima a concluir sobre ellas en un espacio tan reducido. Los principales aspectos que se enuncian en esta declaración son: 1) la emigración de los uruguayos; 2) el alto índice de suicidios; 3) el envejecimiento de la sociedad; 4) el aborto; 5) la cuestión de género; 6) la familia; 7) la educación; 8) la fragmentación social; 9) la inseguridad; 10) las fuentes de trabajo; y 11) el medioambiente. Una importante cantidad de temas que son mencionados y resueltos de forma concluyente y que guardan grandes similitudes con los planteos de varios precandidatos a la presidencia, como si se tratara más de un programa electoral que de un “aporte a la reflexión que se abre en este tiempo electoral”, como versa dicho documento.

Sin embargo, este artículo no abordará estas similitudes, sino que analizará dos importantes temáticas que han sufrido grandes modificaciones en los últimos años y que son el foco de ataque de la Iglesia: el concepto de familia y la cuestión de la educación sexual.

Con respecto a la primera dimensión, el referido documento enuncia: “La familia es la base de nuestra sociedad. El Estado velará por su estabilidad moral y material para la mejor formación de los hijos dentro de la sociedad”. El artículo 40 de nuestra Constitución reclama particular atención. Podemos preguntar: ¿cómo cuida el Estado la institución familiar? Desde hace años, en un esfuerzo común del Estado y la sociedad civil, en el que la Iglesia participa activamente, se presta un importante servicio a las familias, sobre todo vulnerables, a través de los CAIF, los clubes de niños, centros juveniles, etc., pero no podemos pasar por alto que, desde algunos ámbitos del Estado, se difunde una visión de la persona y su sexualidad encaminada a la ‘deconstrucción’ de la familia, que equivale a su destrucción […]”.

Este pasaje muestra claramente como lo único válido y aceptable para la ICU es su concepto de familia. Y aunque en su recorrido esta declaración trata de mostrar una versión moderada de la Iglesia, acompasada con los tiempos de cambio que corren, la realidad es que si el Estado no fomenta y reproduce el estereotipo más extendido de la familia, entonces la está destruyendo. Parecería entonces que no puede existir ni la más remota posibilidad de concebir la familia en otros términos, es decir que si no hay un padre, una madre e hijas o hijos, no hay familia. No obstante, todos sabemos que sí existen familias en otras variantes: homosexuales que adoptan, lesbianas que adoptan, madres y padres solteros, etc. Sucede que la cosa no pasa porque una manera de hacer familia sea mejor que la otra o preferible a la otra, sino por algo mucho más sencillo, pues los lazos que unen a una familia no son del orden del sexo de las personas o del género, sino del orden del amor.

Con respecto a la segunda dimensión, la Conferencia Episcopal enuncia: “Además, vemos con honda preocupación que forma parte del proceso de ‘deconstrucción’ que el Estado se apropie del derecho y el deber primario de los padres de educar a sus hijos según su propia escala de valores, para darles desde la infancia una visión deformada de la sexualidad, del matrimonio y de la familia. Estamos sufriendo en Uruguay una auténtica ‘colonización ideológica’, denunciada en más de una ocasión por el papa Francisco y por nosotros mismos”.

Nuevamente aparece de forma clara cómo la ICU acepta sólo una visión y una versión: la suya. Es decir, si la educación en la infancia no es la aceptada por esta institución, entonces es una visión deformada. Sin embargo, lejos de ser una visión deformada, lo que el Estado está tratando de hacer es incluir desde la infancia nuevas formas de entender la sexualidad y la familia a través de un manual que funciona como una guía de educación que trata de poner en cuestión los estereotipos más extendidos de sexualidad y de familia, estereotipos que excluyen a todas aquellas personas que no se ajustan a los mismos. Parecería entonces que lejos de colonizar, el estado uruguayo trata, a través de sus políticas en estas esferas, de descolonizar a la sociedad de aquellos estereotipos que excluyen, dividen y segregan.

Para darle mayor espesor a nuestra reflexión, Caras y Caretas conversó con Rodolfo Míguez, licenciado en Teología egresado del Instituto Superior Evangélico de Estudios Teológicos de Buenos Aires.

 

¿Por qué para la Iglesia Católica Romana en Uruguay la deconstrucción del formato más extendido de familia significa la destrucción de la familia y no una nueva forma de entender el concepto de familia?

Metafóricamente hablando, una es la gramática propia del pensamiento filosófico y otra la que distingue al teológico. Confundir estas dos maneras de construir ideas no ayuda para que el diálogo sea fecundo entre quienes se manejan en el campo de la política con filosofías y quienes lo hacen asentados en teologías. Para los primeros, lo que prima es la razón; para los segundos, la fe. Que la fe no es algo “irracional” es obvio. Pero que ella se desmarca radicalmente de la razón y toca asuntos sobrenaturales también lo es. Con lo dicho, la respuesta a tu pregunta se hace simple: porque la teología imperante en ella así se lo marca, así se lo explica, así se lo exige. Esperar que la ICU como institución diga otra cosa es no comprender que como institución, lisa y llanamente, no puede decir otra cosa. Su manera de leer la Biblia, en particular la de entender el Evangelio de Jesús de Nazaret, ha dado lugar a una retahíla de documentos que vienen concatenándose a lo largo de los siglos y continúan produciéndose. En esa cadena de documentos sobresalen varios, pero me parece que el más popular y cercano al católico común, de a pie, el que está allí, más a mano, es el Catecismo. El Catecismo Católico es un acuerdo alcanzado laboriosamente durante el papado de Juan Pablo II, que está en plena vigencia. Quien busque allí entender el concepto de familia emanado de la teología imperante en la institución de marras comprenderá que la ICU en Uruguay, o en Alemania o en Senegal no puede aceptar la deconstrucción de la que habla tu pregunta. No tiene alternativa, sencillamente, porque son asuntos ya laudados cuya resolución ha hecho nido en creencias que, para cambiarlas, haría falta llegar a otros acuerdos teológicos. Para responder con seriedad, nos ayuda tener presente que el lenguaje y el pensamiento que están detrás de esa postura de la ICU, no sólo en Uruguay sino a nivel mundial, es teológico y la teología se vincula estrechamente con una realidad sobrenatural que nosotros dos podemos considerar inexistente, pero que para esa institución es más real que el sol que vemos. Me pregunto: ¿hasta dónde el interlocutor habitual de la ICU hace el esfuerzo de entender esto que acabo de decir y en vez de exigirle peras al olmo, acepta que está delante de alguien que habla otro tipo de lenguaje? Por otra parte, algo que muchas veces veo que se olvida, en el fragor del debate social que genera la ICU cuando se expresa, es que es una institución privada que tiene todo el derecho a pensar como quiera, de la misma manera que tú y yo y las instituciones de las que formamos parte.

 

¿Existe otra posible visión para esta deconstrucción desde el punto de vista de la teología?

Claro que sí. Existen otras maneras de ver lo mismo, pero en el plano personal, individual, a lo sumo a nivel de corrientes teológicas internas. Pero me parece que a ti no te interesa que Sandra o Juan den otra visión (como personas cristianas) o que la comunidad de base tal o cual exprese algo distinto a lo que dice la jerarquía eclesiástica. Ya sabes que esto existe y afinando un poco el oído, te será fácil escucharlo. Entiendo que tu pregunta corre por el eje de si es posible esperar un cambio de visión desde la estructura piramidal en la que se expresa la ICU. En este sentido, la respuesta es terminante: no. Uso lentes. Si a mi par de lentes le cambiase el color de los cristales, lo vería todo de otro color. Pero este cambio de color que a nivel óptico es tan simple, en términos institucionales podría llevar años, décadas, incluso siglos. Piensa por qué no hay mujeres en el sacerdocio de la ICU y apuesto a que moriré sin que algo así suceda y tal vez tampoco tu vida, joven, te alcance para verlo. La respuesta que se me ocurre va por la misma línea ya expuesta; porque responde a un acuerdo construido a nivel institucional, en esa institución privada, a partir de la vivencia de una realidad sobrenatural y la inteligencia de esa fe. Hablo de teología, ya sabes. De manera que a nivel de la ICU en Uruguay o en Alaska, no existe otra visión posible. Podrán decirse cosas con menor o mayor deseo de generar simpatías, pero distintas, esencialmente distintas, no.

 

¿Qué aportes pueden hacerse con respecto a estas cuestiones desde la Teología de la Liberación?

Un presupuesto errado que está instalado en el imaginario colectivo es aquel que piensa en la Teología de la Liberación (TL) como en un corpus teológico, armado, estructurado. Es un yerro epistemológico que explica preguntas tales como: “¿Qué dice la TL sobre…?” y a los puntos suspensivos se los llena con el contenido que cuadre. Pensar así es imaginar a la TL en términos de ideología y ella no es una ideología, es método. En efecto la TL es un método de pensar la fe. Es la fe la piedra de toque de toda teología. Sin ella, aun la más de avanzada en sus postulados, será cualquier cosa pero no teología. La fe de la que hablamos es la experiencia humana de Dios, que encuentra en Jesús de Nazaret (no un mito: una persona histórica, con experiencia histórica, pero que trasciende la historia) un modelo de vida y una persona con la que hoy se puede tener una relación personal. Obviamente, hablamos de una experiencia sobrenatural. Sin esa experiencia vivida y confesada, una praxis teológica no podría considerarse, legítimamente, como teología cristiana. Por ello, alguien que no responda a la fe cristiana no podrá representar a la TL por más liberadora que sea su práctica social, por más rico, edificante y saludable que sea su compromiso con el otro. La TL reflexiona críticamente a partir de la fe en los contextos que viven quienes encuentran en ella una manera de mirar el mundo. Ahora bien, dicho eso, agrego algo fundamental para responderte. Me refiero al cambio en el concepto “pobres”. La TL nació y mantiene como lema aquello tan mentado de la “opción por los pobres”. Pues bien, el concepto de “pobre” en 2019 no se refiere a lo mismo que en la década de 1960 y en esto se comienza a responder tu pregunta de un modo concreto. En aquella hora germinal de la TL, pobres eran los obreros explotados y sus familias. Hoy, además, son las mujeres que todavía padecen las secuelas del patriarcado, lesbianas, gays, bisexuales, transexuales, transgéneros, travestis, intersexuales, los inmigrantes agobiados por sistemas injustos, los exiliados condenados a un perpetuo deambular entre fronteras, los afrodescendientes, los pueblos originarios. Así que no es extraño que una fuerte corriente de pensamiento que responde a la espiritualidad de la liberación atraviese la ICU desmarcándose de la jerarquía eclesiástica y asumiendo posturas teológicas que colocan a sus representantes en la vereda de enfrente. ¿Cómo es posible esto?, podrías preguntarte, si leen la misma Biblia, piensan la vida y las palabras del mismo Jesús de Nazaret y conocen el mismo Catecismo. La respuesta a esta pregunta imaginada por mí sería que es posible porque están practicando un método de lectura de la Biblia y de la tradición. Un método distinto, que encuentra en las ciencias sociales herramientas e instrumentos indispensables para entender la realidad social. Otra respuesta, más atrevida y provocadora, podría ser que las teólogas y teólogos de la liberación están más ocupados en la vida más acá de la muerte que la que está más allá.

 

En 2017 el arzobispo de Montevideo, Daniel Sturla, dijo que la guía de educación sexual, presentada el mismo año por ANEP es algo propio de los Estados totalitarios y que los padres son los que tienen la responsabilidad primaria con respecto a la educación en estos temas. Con respecto a esto, ¿qué opinión te merecen estas declaraciones?

Frente a tu pregunta, te diré varias cosas. 1) Son comprensibles si uno las ubica en su contexto original. 2) El cardenal Sturla dice exactamente lo que debe decir hablando, responsablemente, desde su rol. 3) Son palabras que ponen en evidencia honestidad intelectual, pues quien así se expresa confiesa la fe de la tradición a la que representa. 4) Están justificadas teológicamente, en el marco de los textos normativos que las definen. 5) Algo que no es menor: tiene derecho a decir lo que la institución que representa, a través de sus dinámicas de construcción colectiva de pensamiento teológico, ha acordado. 6) Son declaraciones teológicas que pueden resultar controversiales, pero ni más ni menos que otras que, como estas, se enraízan en lo más profundo de la vida de quien las expresa.

 

***

Analizando las palabras de Rodolfo Míguez, podemos sacar algunas conclusiones; la primera es que la forma teológica de entender la realidad, que posee la mayor parte de la ICU, limita una apertura que permita modificar su pensamiento. La segunda es que esa limitación llevada a extremo se traduce en declaraciones que rozan la exaltación del pensamiento único como forma de establecer los parámetros aceptados en una sociedad. La tercera es que, al menos en principio, las posibles modificaciones a los conceptos de familia y sexualidad es más probable que provengan desde fuera de las jerarquías eclesiásticas que de sus propias filas o tal vez de sectores que hoy son minoría dentro de esas jerarquías. La cuarta es que la cuestión no pasa por tal o cual obispo o cardenal, sino por la concepción teológica que tiene la Iglesia de algunos conceptos y estructuras dentro de la sociedad.

Por último, la lectura de la realidad y el relato histórico que construye teológicamente la ICU sin duda persigue fines políticos. No político partidarios explícitos (aunque por momentos genera dudas al respecto), pero sí políticos. Y esto es lo delicado. Porque creyéndose gestores de una verdad revelada se empecinan en colonizarnos. Verdaderamente da para preguntarse quién pretende colonizar a quién. Mientras tanto, da para sospechar que están mirando la paja en el ojo ajeno cuando tienen una viga en el propio.

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