El 15 de setiembre próximo se cumplirán diez años de la caída del gigantesco banco de inversión Lehman Brothers (LB) en el marco de la Gran Recesión 2007-2010 provocada por el estallido de la burbuja subprime, el hecho que marcó un punto de inflexión en la crisis y la profundizó. Quienes deseen acercarse a esa instancia terrorífica de la economía y la sociedad global, deben ver Margin call (2011), notable film financiado por un grupo de grandes actores demócratas que narra el último día de una gran compañía de ese tipo y describe magistralmente las conductas (in)humanas de los CEO del sistema financiero global, que no vacilan en despeñar al abismo a parientes y amigos sin ninguna consideración. Nada es casual: hasta hoy se discute si el hecho de que el secretario del Tesoro que decidió dejar caer al banco, Harry Hank Paulson, había sido presidente de Goldman Sachs, el gran competidor de Lehman Brothers, fue o no determinante para que esta fuera la única institución financiera no rescatada por parte del gobierno.
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La caída de LB determinó el segundo paquete de medidas neokeynesianas de Ben Shalom Bernanke, entonces titular de la Reserva Federal; desde el 9 de marzo de 2009 (seis meses después de la quiebra del megabanco), la bolsa de Manhattan comenzó su espectacular ciclo ininterrumpido. Aclaremos: tanto la salvación como el ciclo de crecimiento ininterrumpido que experimenta la economía estadounidense desde hace más de nueve años se deben al paquete de medidas expansivas adoptado por Bernanke bajo las presidencias de Barack Obama y no al paquete de “alivio fiscal” de Donald Trump, que provocará a corto plazo un agujero fiscal con efectos similares a la eliminación de las retenciones dispuesta por Mauricio Macri al comienzo de su gobierno.
- Crecimiento. Según el último informe Perspectivas de la economía mundial, del FMI, correspondiente a julio 2018, “el crecimiento alcanzaría 2,9% en 2018 y 2,7% en 2019 […] en la zona del euro, el crecimiento disminuiría poco a poco, de 2,4% en 2017 a 2,2% en 2018 y a 1,9% en 2019 […] el pronóstico de crecimiento de Japón también ha sido revisado a la baja, a 1,0% en 2018 […]”.
El informe señala que “las economías de mercados emergentes y en desarrollo han experimentado fuertes vientos cruzados en los últimos meses: encarecimiento del petróleo, avance de las rentabilidades en Estados Unidos [EEUU], apreciación del dólar, tensiones comerciales y conflicto geopolítico”.
Completando el panorama, el documento señala que “en las economías emergentes y en desarrollo de Asia, se prevé un desempeño constantemente vigoroso, con un crecimiento de 6,5% en 2018-19. Se proyecta que el crecimiento de China se moderará de 6,9% en 2017 a 6,6% en 2018 y 6,4% en 2019 […] en India, la tasa de crecimiento subiría de 6,7% en 2017 a 7,3% en 2018 y 7,5% en 2019 […]. “En las economías emergentes y en desarrollo de Europa, el crecimiento se moderaría de 5,9% en 2017 a 4,3% en 2018 y luego a 3,6% en 2019 […], y finalmente que “se proyecta que el crecimiento de América Latina experimentará un ligero aumento, de 1,3% en 2017 a 1,6% en 2018 y 2,6% en 2019 […] Aunque el alza de los precios de las materias primas continúa respaldando a los exportadores de la región, el empañamiento de las perspectivas respecto de la edición de abril refleja la complicación del panorama para grandes economías, debido a la constricción de las condiciones financieras y el ajuste necesario de las políticas (Argentina); los persistentes efectos de las huelgas y la incertidumbre política (Brasil); y las tensiones comerciales y la prolongada incertidumbre que rodea la renegociación del Tlcan y el programa de políticas del nuevo gobierno (México)”.
- Empleo. La tasa de desempleo de EEUU bajó a 3,8%, la menor en 18 años, debido a la creación de 223.000 puestos de trabajo, manteniéndose así cerca del pleno empleo. Se trata del mes número 92 (siete años y ocho meses) de crecimiento consecutivo del empleo en EEUU. La media salarial aumentó 8 centavos la hora, para situarse en US$ 26,92 dólares, lo que significa un incremento de 2,7% causado por el impulso en el mercado laboral.
- Dinámica empresarial. El mercado accionario de Wall Street cumple 3.468 días, más de nueve años, de crecimiento ininterrumpido. Si bien se temió que hubiera un exceso de especulación, el ajuste realizado por los mercados entre mayo y junio de este año ha llevado a considerar a la reciente reunión anual de Jackson Hole, el simposio que la Reserva Federal organiza cada agosto en el lugar de ese nombre, situado en Wyoming, conducido ahora por el abogado conservador Jerome Powell, no ha visto riesgos de sobrecalentamiento en la economía, y planea continuar (pese a la declarada oposición del presidente Donald Trump) con el aumento paulatino de las tasas de interés, actualmente situadas en el rango 1,75-2%. Se supo que en la última reunión estuvo presente el tema de la “guerra comercial” que EEUU declaró a China y a la Unión Europea, lo cual añadió un motivo de preocupación.
Hablan Kenneth Rogoff y Maurice Obstfeld
Ahora bien, Trump preocupa no sólo a los funcionarios que él mismo nombró, como Jerome Powell (ni que hablar de los economistas demócratas como Paul Krugman, Joseph Stiglitz, James Galbraith y Dani Rodrik), sino incluso a economistas “ortodoxos” como Kenneth Rogoff. En un artículo titulado ‘Secuelas económicas a largo plazo/El daño que el presidente está haciendo a la cultura y las instituciones políticas puede tardar años en borrarse’, Rogoff señala que “el presidente Donald Trump suele golpearse el pecho y atribuirse el mérito de cada nuevo repunte de la economía de EEUU. Pero en lo que concierne al desempeño económico, los presidentes estadounidenses tienen considerablemente más influencia en las tendencias a largo plazo que en las fluctuaciones a corto plazo”. Señala que efectivamente los recortes impositivos de Trump ofrecieron cierto estímulo adicional, pero que “aun así, no es fácil acelerar una economía de 20 billones de dólares, ni siquiera con un déficit presupuestario de casi un billón, como sucede en la administración de Trump”.
El republicano Rogoff remarca que “los esfuerzos del presidente Barack Obama (y antes que él, del presidente George W. Bush) para contener los daños de la crisis financiera de 2008 sostienen la economía fuerte por la cual Trump quiere adjudicarse todo el mérito”.
Tras este juicio lapidario, plantea la pregunta fatal: “¿Cuál será el efecto acumulado de las políticas de Trump en la economía dentro de diez años?”.
Tras hacer un rápido repaso de las medidas fiscales y comerciales de Trump, Rogoff avanza sobre el tema que -junto con el cambio climático- es el dominante en la discusión del siglo XXI, al menos en las potencias desarrolladas: “Por empezar, un amplio rango de estudios […] determina que las instituciones y la cultura política son los únicos determinantes más importantes del crecimiento de largo plazo. La recuperación del daño que Trump está infligiendo a las instituciones y a la cultura política en EEUU puede llevar años; si fuera así, los costos económicos podrían ser considerables. Es más, en virtud del desdén de la administración por la ciencia, los presupuestos propuestos para la investigación básica, que incluye a los Institutos Nacionales de Salud y a la Fundación Nacional para la Ciencia, fueron reducidos enormemente (por suerte, el Congreso rechazó los recortes). Y la ley antimonopolio, necesaria para contrarrestar el poder excesivo de las grandes corporaciones en muchas partes de la economía, no se está aplicando en la práctica. Eso exacerbará la desigualdad en el largo plazo; las minas de carbón y los aranceles comerciales de Trump, en el mejor de los casos, son tiritas para cubrir una herida de bala.
Por último, pero no menos importante, muchas de las regulaciones a las que apunta Trump deberían fortalecerse, no eliminarse. Es difícil imaginar que destripar a la Agencia de Protección Ambiental y retirarse del acuerdo climático de París ayude al crecimiento de largo plazo, dado que los costos de limpiar la contaminación más adelante superan marcadamente los costos de mitigarla hoy.
En cuanto a la regulación financiera, las toneladas de nuevas reglas adoptadas después de la crisis financiera de 2008 han sido un sueño hecho realidad para los abogados. En lugar de intentar gestionar al detalle la banca, sería mucho mejor garantizar que los accionistas sufran más ‘en carne propia’, de manera que los grandes bancos sean más proclives a evitar el riesgo excesivo. Por otro lado, neutralizar la legislación existente sin reemplazarla por otras normas adecuadas sienta las bases para otra crisis financiera”.
También los economistas conservadores critican la política económica de Trump.
Caras y Caretas ya citó los comentarios del verdadero hombre fuerte del FMI, el economista jefe del organismo multilateral, Maurice Obstfeld.
Acaba de reiterar sus objeciones principales en un artículo publicado en el blog del FMI titulado ‘La expansión mundial: aún vigorosa, pero más desigual, más frágil y en peligro’, donde reitera sus dos principales críticas al presidente estadounidense: la guerra comercial y el aumento de la desigualdad.
Escribe al respecto: “El riesgo de que las tensiones comerciales recrudezcan -con efectos adversos en la confianza, los precios de los activos y la inversión- constituye el peligro a corto plazo más grave para el crecimiento mundial […] Estados Unidos ha iniciado medidas comerciales que afectan a una amplia variedad de países y se enfrenta a represalias o amenazas de represalia por parte de China, la Unión Europea, los socios del Tlcan y Japón, entre otros. Nuestro modelo hace pensar que, si las amenazas actuales se hacen realidad y hacen caer la confianza de las empresas, el producto mundial podría ubicarse alrededor de 0,5% por debajo de las proyecciones actuales para 2020. Como centro de las represalias internacionales, EEUU está expuesto a la tributación de un porcentaje relativamente alto de sus exportaciones en los mercados mundiales si el conflicto comercial se generaliza y, por ende, es especialmente vulnerable”.
Respecto de la necesidad de disminuir la desigualdad, anota: “Los gobiernos también deben prestar más atención a la equidad económica entre los ciudadanos y, sobre todo, proteger a los más pobres. El descontento político generalizado que alimenta muchos de los actuales riesgos para la política económica, incluso en el ámbito del comercio internacional, tiene sus raíces en las experiencias de varios países con un crecimiento no incluyente y la transformación estructural, acentuadas por la crisis financiera de 2007-2010 y las dificultades que le siguieron. Es urgente corregir las tendencias subyacentes a través de políticas que promuevan la equidad y el crecimiento, cerciorándose al mismo tiempo de contar con herramientas macroeconómicas para hacer frente a la próxima desaceleración económica. De lo contrario, el futuro político no podrá sino ser más sombrío”.
Esto escribe el hombre que verdaderamente toma decisiones, informa y responde ante el directorio del FMI; el que no sale en las fotos y escribe los documentos, mientras los inútiles buscan la selfie con la abogada Christine Lagarde, procesada por la Justicia de su país natal.