Con Gerardo Bleier compartimos el concepto de «derrotados»; luego de la derrota electoral de la izquierda después de 15 años de gobierno, puede parecer de Perogrullo hablar de derrota, y un mote que las generaciones menores de 30 años y que siempre votaron al Frente Amplio ganando, pueden considerar una burla.
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Sin embargo el concepto de derrotado (quizás fuera más certero hablar de redotado) es bastante anterior a los primeros triunfos de la izquierda electoralmente, y refería a las derrotas tácticas muchas de ellas, que contenían en sí mismas futuras victorias, y buscaba además, tomar distancia de aquel concepto burgués donde victoria es sinónimo de éxito, de triunfo, de alfombras rojas y clarines.
Alguna vez Fernández Huidobro habló de los «mariscales de la derrota»; fue la derrota de la vía armada del MLN-T y otros grupos que eligieron el mismo camino, fue más de una derrota electoral del Frente Amplio, fue la derrota de la democracia contra el golpe de Estado cívico militar, fue la derrota del voto verde, fueron varias derrotas a la interna de cada congreso de una organización política o sindical; tal vez de esas derrotas, que incluían cárcel, exilio y muerte, se puedan volver a tomar lecciones, que ayuden a transitar esta derrota cargada de tres previos triunfos ante el Partido Nacional.
BB
Uno de aquellos mariscales de la derrota fue Raúl Sendic. Firmaba varios de sus artículos con las iniciales de su amor platónico y de película que era Brigitte Bardot, pero para los que desconocían la causa, ese BB sonaba a los apodos Bebe que por el sur andan.
Enumerar las derrotas de Sendic es ingresar en un terreno dialéctico y complejo porque cada derrota iba a traer su consiguiente victoria y viceversa.
Al decir del escritor Mario Benedetti, tal vez la cualidad de Sendic fue «madrugar demasiado», «gritar en plena siesta cívica».
José Mujica dijo de Sendic alguna vez que a veces sus planteos eran incomprendidos porque «pensaba siempre más adelante».
Como paisano que era, oteaba en el horizonte nubarrones de tormenta cuando aún no llovía o auguraba cielos despejados cuando todavía estaba nublado.
La organización de los trabajadores cañeros de Artigas, los «peludos», organizados sindicalmente en UTAA, plagados de historias de pequeñas victorias y derrotas, había conseguido dos logros estratégicos.
En el plano de la lucha sindical, había puesto arriba de la mesa la creación de fuentes de trabajo por parte de los propios trabajadores superando las demandas meramente salariales, cuando se planteó expropiar el latifundio de Silva y Rosas.
Allí imaginaba Sendic el formato de las colonias del Instituto Nacional de Colonización, una colonia de peludos, proyecto que generaría un debate en el ámbito sindical y sueño que se plasmaría tantísimos años después con los gobiernos del Frente Amplio.
La cofundación del Movimiento de Liberación Nacional consolidó una corriente de izquierda con una visión profundamente tercermundista, independiente del socialismo eurocentrista y con una visión sobre lo nacional que no era el nacionalismo, pero que se nutría de los mejores aportes de la visión nacionalista de Haya de la Torre, Carlos Real de Azúa, Quijano, etc.
Épica y pensamiento
A la hora de la semblanza, hay una zona de confort intelectual, que en el caso de Ernesto Che Guevara, abreva en la histórica foto sacada por Alberto Díaz en 1960 durante el entierro de las víctimas de un vapor que explotó (La Coubre), para pasar a enumerar las epopeyas épicas del Che en Sierra Maestra, el Congo y La Paz.
Poco se recoge, sin embargo, o se integra al debate del pensamiento económico de Guevara; pensamiento que lo alejaba de la excesiva planificación económica y motivaciones afines que estaban erosionando el proceso de construcción socialista en la URSS, y que el Che no se cansaba de advertir.
«El hombre nuevo» en el Che se instaló casi como un pensamiento «religioso» de Guevara, cuando en realidad surgía de una original propuesta de organización económica.
Sendic padece una parte del mismo derrotero.
Erigido en el bronce que dicen los que lo conocieron nunca habría querido para sí, brilla el líder campesino, el comandante guerrillero, el rehén de la dictadura, sobre sus tercas, porfiadas, acertadas, y hoy pandemia mediante, análisis y propuestas sobre la estructura social de la tierra, la banca, la deuda externa, o más globalmente el mundo dominado por las multinacionales.
Aquel “ejem”
Un «ejem por los excluidos» escribía Sendic en la segunda mitad de los 80.
Cuando la izquierda en general había sido empujada a reducir sus sueños para mantener la institucionalidad (que había aprendido que las propias clases dominantes no tenían prurito en arrasar), Sendic alertaba sobre la enorme masa humana que quedaba por fuera del sistema, ni siquiera ocupando el lugar del «ejército de reserva industrial».
Advirtió sobre los efectos criminales de aquellas políticas que impactarían en las generaciones de niños hijos de madres desnutridas, de un sistema de producción que arrasaba el medioambiente, de la extranjerización y concentración de la propiedad de la tierra.
Insistía con la misma pasión de los artesanos medievales ante el surgimiento de los acuñadores de monedas y prestamistas sobre el rol de la banca y su constante afán de someter al mundo productivo y a la vida misma bajo la lógica de las reglas financieras.
Creía que para topar con alguna posibilidad cierta de resolver parte de aquellas urgencias, había que apostar en lo político a la creación de un frente grande.
Había planteado en aquella época la emisión de unos bonos para que los más ricos de la sociedad aportaran a las finanzas de una sociedad descalabrada; nada que envidiar paradojalmente a las actuales sugerencias de los organismos internacionales ante el coronavirus, organismos como el FMI, al que catalogaba de un gran pulpo que con sus tentáculos aprisionaba naciones, aunque cada nación solo pudiera ver la ventosa de uno de aquellos tentáculos.
E insistía, y se puso al hombro la aventura, en que los excluidos, los trabajadores más humildes, los jóvenes, construyeran su propio espacio de organización laboral, desplazados como estaban (y aún siguen) del mercado formal.
Se había hecho por aquellos años de una computadora, una novedad para la mayoría de la militancia tradicional de izquierda, y pregonaba que ya no era cierto que «el saber no ocupa lugar».
Haciendo una suerte de extensión de los temas escritos en aquellas cartas de la prisión, no dejaba de señalar la brutal transformación que la tecnología venía realizando en todos los campos de la actividad humana.
Luces de velas
Durante los gobiernos frenteamplistas, alguna de aquellas propuestas cristalizaron; una colonia de trabajadores de la caña de azúcar en Bella Unión, algunas decenas de empresas fundidas para pasar a volver a trabajar bajo gestión obrera, algunos empredimientos productivos en modalidad de propiedad colectiva o cooperativa. Luces de vela en el concierto luminoso de la sociedad capitalista.
Quedaron por el camino propuestas de reforma constitucional que buscaban democratizar las reglas de juego de la lucha política, pero también de las concepciones sobre la propiedad privada, abriendo un lugar al concepto de propiedad o usufructo social y soberanía nacional.
Quizás la derrota electoral del Frente Amplio y el mundo cuestionado por una pandemia que atraviesa fronteras apelen a que vuelva a ser escuchada la hora de los derrotados.