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Política

Es la calle de mi pueblo

La patriada de la militancia frenteamplista

Mientras se libraba en la Corte Electoral una batalla por los votos observados, ya había un resultado irreversible, y es el que surge de la inmensa patriada que las compañeras y compañeras de a pie, del interior, Canelones y Montevideo, realizaron, desconociendo encuestas y discursos que auguraban una victoria contundente de las fuerzas de derecha.

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Por Ricardo Pose

 

Como en la canción de Alfredo Zitarrosa ‘No se puede’, la comunidad progresista demostró que no se pudo con ella; se repuso al desánimo manifestado incluso en el rostro de buena parte de la dirigencia; no pudieron desmovilizarla las empresas encuestadoras y los grandes medios de comunicación; no pudieron asustarla los videos de Manini y la declaración del Centro Militar; no pudieron dominarla los gritos eufóricos que vaticinaban la despedida.

La comunidad progresista, en su mejor herencia de rebeldía del pueblo oriental, el que se alzó en las cuchillas contra el imperio español y luego siguió a Artigas en el Éxodo, sabe la diferencia fundamental entre perder y ser derrotado.

Esta pérdida por un margen pírrico del gobierno y la mayoría parlamentaria, resultado del balotaje a la vista, debe tomar en cuenta un hecho nada menor, y es que los progresistas volvieron a las calles.

Se autoconvocó y acantonó por afinidades de oficios, de identidades, varios abandonaron las sillas y el balconeo, desoyeron más de una vez confusos mensajes de comandos de campaña que, obsesionados, disputaban la pelea en los medios de comunicación.

El pueblo progresista libró importantes batallas en las redes, pero comprendió rápidamente que había una batalla de convencimiento, de ánimo, de confianza detrás de cada puerta; en el interior, con toda la adversidad posible desde el punto de vista político, llevaron adelante una tarea titánica que cumplieron a cabalidad.

En las esquinas, en el puerta a puerta, en las peluquerías, almacenes y boliches, en el laburo, en el centro de estudio, fueron de mano abierta, al compañero desanimado, confundido, enojado, aturdido.

Con las tres cartas abajo del brazo, con mucho mate de por medio, fueron convenciendo palmo a palmo, en un movimiento cuasi subterráneo que escapó al radar de las empresas encuestadoras; se burlaron de las mismas, les enrostraron su vulnerabilidad cuando se creen todopoderosas empresas forjadoras de opinión pública, desarrollaron vasos comunicantes en galerías ocultas y silenciosas, ajustaron su ritmo militante a su propio cronómetro sin perder un minuto.

Una vez más quedó patente aquello de que “el pueblo sabe ser estratega”.

 

¡No toquen nada!

La comunidad progresista tiene varios desafíos a resolver; los colectivos y otras formas inorgánicas de organización popular deberán encontrar un cauce que, sin perder su autonomía táctica, les permita definir una estrategia de acción unitaria.

Las compañeras y compañeros con representación parlamentaria deberán contar con fuerzas movilizadas en la calle que permitan ejercer desde el Parlamento los juicios políticos y denuncias que sean necesarios; y a su vez defender los intentos de retroceder en materia de legislación que ha consagrado derechos.

Será necesario volver a colmar las barras del Parlamento y llevar al área de la movilización popular y a las calles la toma de definiciones, aun las institucionales.

La recuperación del gobierno popular para 2024 empieza el 1º de diciembre del 2019 (tomando en cuenta lo que puede demorar el anuncio oficial de quién ganó el balotaje).

No es solo la voluntad y la definición política de una estrategia de acumulación electoral, sino que también es la necesidad de dejar claro el mensaje de que cualquier intento de hacer retroceder al pueblo oriental en los derechos no les será tarea sencilla.

Contamos con la fortaleza de nuestra unidad; si de cada diez ciudadanos, cinco son frenteamplistas, ellos tienen cinco ciudadanos pertenecientes a distintas colectividades que no podrán sostener en el tiempo un bloque unitario y hegemónico.

Los mantenía unidos, hasta ahora, hacerse del gobierno; y justamente está en su triunfo su derrota estratégica; porque cuando empiecen (esta historia ya la vimos) la repartija de cargos y las fricciones y forcejeos por los apetitos que necesitan marcar perfiles para la futura elección, con las brechas que ahondará además la movilización popular, sus días multicolores están contados.

Cuando los sectores de clase media caigan en la cuenta de que sus aspiraciones no serán contempladas y se conviertan en un nuevo botín electoral de los apetitos personales que allí anidan, los días de la coalición llegarán a su fin.

 

Buena letra

¿Alguien sensatamente cree que Talvi y Manini otorgarán los cinco años que pide Luis Lacalle sin desmarcarse, para posicionarse de cara a las elecciones de 2024?

La historia de las coaliciones y nuestro olfato político nos dicen que no.

Cuando se hallaron los restos del compañero Eduardo Bleier, Ernesto Talvi aseguró que “la responsabilidad del Estado no habrá de terminar hasta que la última familia de los detenidos desaparecidos haya podido hacer su duelo”, mientras, por su parte, Guido Manini Ríos sostuvo que estos temas “no son la preocupación central de los uruguayos” y que hay que dejar de hablar “de cosas que ocurrieron hace muchísimo tiempo”. ¿Cuánto tiempo puede durar esa luna de miel si las expresiones de Talvi son sinceras? Además de solo servir para salir en la foto, ¿qué camino seguirán los del Partido Independiente, presos del archivo por las palabras de su líder, Pablo Mieres, que sostuvo que el hallazgo es “un paso más” que ratifica “la certeza de que hay que seguir trabajando y no hay que bajar los brazos”?

El compromiso de Luis Lacalle con los sectores agroexportadores y los empresarios que forman parte de la cadena de  abastecimientos de insumos de la producción: recogió el guante lanzado por Un Solo Uruguay” de ir hacia el alza del dólar, según ellos, para recuperar competitividad y acompasar la región. ¿Cómo se sostiene ese discurso aperturista con el ultranacionalista fetichista de Manini?

Por más buena letra que intenten hacer para llegar a los primeros 100 días de gobierno sin grandes tensiones, los nudos de contradicciones en el seno de la multicolor y la movilización popular auguran poco margen para la consolidación de la coalición.

Se les aguó la fiesta, sintieron escupido el gran asado de la festichola reaccionaria; si el resultado hubiera sido el que ilusionaban las encuestas, se veían caminando de pecho hinchado por el interior del país, en las oficinas públicas, entre los funcionarios policiales y militares; pero ahora tienen contundentes razones para desconfiar, que en todos los ámbitos donde puedan estar, hay ciudadanas y ciudadanos que están preparando el retorno progresista.

 

Ir al rescate

Reiteramos lo escrito en anteriores artículos: contamos con la ventaja de la “libertad” de acción política, que genera volver a ser oposición. Se nos acusará de poner en jaque la institucionalidad y el funcionamiento democrático (lo dirán quienes han dado golpes de Estado y han gobernado bajo medidas prontas de seguridad) y, poco a poco, las consecuencias de sus políticas públicas nos permitirán ir demostrando lo acertado de nuestra visión; y han sido incautos.

A las tropas empobrecidas, a los hurgadores nuevamente sumergidos en el fondo de la indigencia, a los pobres recurriendo a la solidaridad vecinal cuando desaparezcan las colaboraciones de los planes sociales, a las víctimas de las desregulaciones, deberemos ir con la mano tendida, y más que nunca dispuestos a escuchar, pero también, sin pase de facturas, hacernos oír.

Acá sí vale el “yo te dije”. Esta campaña ha demostrado aquello del pedagogo brasilero Paulo Freire, y es que para muchos sectores humildes de nuestro pueblo, su cosmovisión de la realidad surgirá de su propia práctica y de eventos removedores que hagan cambiar su visión sobre lo cotidiano.

Ese momento está llegando una vez más; y sumar esas legiones a nuestras huestes es nuestra tarea, que ya empezó.

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