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La Revista | sindicato | crisis |

Crisis de 2002

Cuando un sindicato marcó el camino

El 13 de agosto se cumplieron 20 años de la histórica asamblea de AEBU con los ahorristas y depositantes de los bancos gestionados, cuya liquidación proyectaba el gobierno.

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El 13 de agosto de 2002 es un día histórico que marcó un quiebre en la crisis financiera vivida por entonces en el país. En el Salón Azul del Palacio Municipal y en su atrio, ambos desbordados por 1.600 concurrentes, AEBU exhibió el desolador panorama que se enfrentaba y ofreció a los presentes un camino de salida con el aporte de todos los involucrados.

En síntesis, la propuesta se resumía en evitar la liquidación de los cuatro bancos gestionados y la cooperativa Caicu, que el gobierno proyectaba mediante la aplicación de la lógica económica más ortodoxa impulsada por el FMI.

Con categóricos argumentos, registrados en un video de la época, se demostró que si se liquidaban estos bancos, sus activos no alcanzarían a cubrir el 20% de los depósitos. Pero además -como explicó Juanjo Ramos, entonces presidente del Consejo de Sector Financiero Privado- si se obligara judicialmente a pagar a los deudores de los bancos, sus propiedades se rematarían a precios viles. El dirigente citó varias recientes ejecuciones judiciales de deudores y puso como ejemplo una de ellas que terminó con el remate de una propiedad anteriormente valorada en 60.000 dólares, vendida en solo 3.000, hecho que motivó la suspensión de las ejecuciones judiciales. Por ese camino de destrucción de la riqueza iba el país al día de esa histórica asamblea.

En tal situación, el peor escenario para los ahorristas y el país era comenzar un proceso de liquidación de bancos que significaba también liquidar la economía nacional. Como afirmó Juanjo Ramos entonces, si fuera así, “el país se queda sin sistema financiero, ustedes sin ahorro, nosotros sin trabajo y decenas de miles de uruguayos, por la liquidación de las empresas, se quedarán sin empleos”.

No se trataba de un problema localizado en un banco que afectara a algunos miles de ahorristas y unos cientos de empleados. Todo el país se encontraba ante una crisis sistémica y bajo un efecto dominó. Para demostrarlo, el dirigente acudió a un nuevo ejemplo y se refirió a la situación de la salud: “El sistema mutual en Montevideo y FEMI en el interior tienen líneas de sobregiros exclusivamente en alguno de los cuatro bancos en cuestión, y hoy no hay ningún banco privado que le vaya a prestar plata al Casmu, a Casa de Galicia, al Círculo Católico o a cualquiera de las mutualistas del interior que conforman FEMI”. El capital de giro de la salud privada quedaría inmovilizado, no podría adquirir remedios ni pagar salarios y miles de sus afiliados tampoco podrían abonar sus cuotas. Este ejemplo podía perfectamente extenderse a todas las demás actividades económicas del país: los agricultores no tendrían crédito para sembrar, los ganaderos para reponer su ganado y los frigoríficos para pagar sus compras.

La solución planteada por AEBU implicaba que, al igual que lo implementado con el Banco República, se congelaran también los depósitos de los bancos gestionados, para que con sus activos sanos se capitalizara una nueva entidad. Transcurrido un plazo, cuando la economía del país se recobrara, los ahorristas volverían a encontrase con su dinero.

A medida que transcurría la asamblea y se tomaba conciencia de la profundidad de la crisis, se palpaba la adhesión de los asistentes, y estos materializaban su aprobación mediante aplausos.

Tras la asamblea del Salón Azul el encuentro se reiteró en el atrio municipal también repleto y -en ambos casos- los ahorristas, comerciantes industriales y clientes en general de los bancos coincidieron en apoyar la propuesta de AEBU.

En ese día histórico se demostró la fuerza y el poder de convicción que pueden alcanzar los movimientos sociales y cómo estos son capaces de marcar el rumbo cuando fallan las conducciones políticas. Como diría unos años más tarde Alejandro Atchugarry, rememorando estos hechos, “el nuestro es un gran pueblo. Yo estoy convencido de que la grandeza de un pueblo no se mide en la cantidad de bayonetas que tiene, y menos por su riqueza, sino porque en los momentos de adversidad cuida a los más débiles y tesoneramente busca su propio camino. A mi manera de ver, eso hace grande al pueblo uruguayo”.

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