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«La sola mención de mi nombre me llena de orgullo, de honor y gratitud»

Nuestro país atraviesa hoy una etapa de decisiones que determina por varios años el tipo de país en el que queremos vivir.

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Las 800.000 firmas que presentamos el 8 de julio abrieron las compuertas de la democracia para que la decisión radique en la expresión más directa de la soberanía nacional, el pueblo uruguayo expresándose libremente en las urnas.
Los avances que se han promovido por parte del núcleo duro de nuestro actual gobierno, suponen una línea programática de larga tradición en nuestro país, que durante todo el siglo XX enfrentó una idea de Estado concebido como escudo de los débiles. Una tradición nacional, siempre en pugna, de contención social e intervención pública al servicio de una concepción del desarrollo nacional basada en la justicia social.
La LUC es el espinazo jurídico, la columna vertebral de un modelo de país que supone retirar al Estado de este rol histórico, que distingue al Uruguay en el mundo y se ha transformado en una seña de identidad.
El referéndum contra los peores 135 artículos de la LUC es un proceso democrático que pretende poner freno a una idea de país que desampara a los sectores más débiles de nuestro pueblo.
Fue esa convicción la que nos arrastró a embarcarnos en esa lucha, luego de un proceso de intercambios largos, profundos, fundados en un amplísimo consenso popular de decidir colectivamente, en unidad, lo que las organizaciones de las que formamos parte entendimos lo mejor para los intereses de nuestro pueblo.
Una vez culminado este proceso de decisión, salimos a pelear firma a firma, a recostarnos una vez más en el lugar en el que nos sentimos más seguros, el protagonismo popular.
Una gesta histórica, en la que las organizaciones populares demostramos nuestra enorme responsabilidad, con un trabajo impecable para garantizar al mismo tiempo un riguroso cuidado sanitario en el marco de una pandemia sin precedentes, asegurando que se cumpla el mandato constitucional, el derecho ciudadano a expresarse libremente en las urnas.
Las 800.000 firmas dejaron claro que existía y existe en nuestro país una necesidad popular de expresarse sobre el modelo de país que encarna la LUC. El mismo que encarna el Presupuesto Nacional, el acuerdo de transferencia al capital privado de la soberanía portuaria, la pauta planteada en la negociación colectiva.
Nuestro país no se divide entre buenos y malos. Hay buena gente en todas las colectividades políticas, las organizaciones sociales y deportivas, la cultura, la ciencia. Vivimos en un país hermoso, en el que es posible dirimir las diferencias en democracia, desde el respeto y hasta el cariño. En un país de tantas bellezas naturales, la cultura de diálogo, de convivencia fraterna y respetuosa, es posiblemente lo mejor de nuestra patria.
En las últimas horas ha cobrado fuerza una idea que con mucho cariño y respeto vienen manejando queridas compañeras y compañeros frenteamplistas, que manejan la posibilidad de construir a la interna del Frente Amplio un importante consenso para que ocupe en mi rol de militante de toda la vida la presidencia de dicha fuerza política.
Nunca oculté ni oculto mi condición de frenteamplista. Fui durante muchos años presidente de mi querido comité de base Unidos Venceremos e intendente del comité de base 25 de agosto de 1825 y, pese a no tener una intensa vida orgánica en la fuerza política, buena parte de mis valores, mis principios y de mis afectos se han cultivado allí.
La sola mención de mi nombre para ocupar una responsabilidad así me llena de orgullo, de honor y gratitud. Soy un militante de toda la vida y que compañeras y compañeros con los que compartimos tanto camino de vida entiendan que mi nombre puede contribuir a fortalecer a la fuerza política me llena el alma.
Hasta el momento no existe una propuesta formal para analizar. Mis energías, mi esfuerzo y todo lo que tenga para dar están puestos en las luchas que nuestro pueblo tiene por delante. Ese es el eje que nos orienta a diario y así será en el lugar que nos toque ocupar en el futuro.
Si se concreta una propuesta formal, la analizaremos con las compañeras y compañeros con los que milito a diario, con mi familia, y en el acierto o el error trabajaré por lo que entendamos que contribuye más a fortalecer la unidad y la lucha de nuestro pueblo por una sociedad más justo.
Hoy me toca ocupar una responsabilidad enorme, presidir al PIT-CNT. Desde mi punto de vista, el más alto honor que puede tener una trabajadora o trabajador del Uruguay. Allí están puestas mis energías, mi experiencia y convicciones, trabajando en construir una nueva mayoría que abra paso a una perspectiva de avance para nuestro pueblo.

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