Por: Sofía Pinto Román
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Al Teatro de Verano hay que llevar abrigo. En las tribunas, el viento transforma las noches estivales en un domingo cualquiera de mayo. Es 9 de febrero y se registra una de las temperaturas más bajas desde diciembre. La gente, abrigada, toma mate, come y conversa mientras espera que se abra el telón.
La murga Doña Bastarda arranca la etapa, seguida por La Clave y parodistas Nazarenos. Al final de la noche habrán pisado las tablas del Collazo 55 artistas hombres y cero artistas mujeres.
Entre las 20 murgas que concursan salen 322 hombres. Las mujeres son 18. Es decir, cada 18 varones hay solo una mujer.
Maira Sepúlveda integra Cayó la Cabra. Para ella, que ha estado vinculada al mundo de la murga desde pequeña y debutó en 2007 en una murga joven, hay resistencias frente a la presencia escénica de las mujeres en carnaval: “Las mujeres entendemos cada vez nuestra libertad y derecho de ocupar esos espacios, pero no se refleja en los hechos”.
Existen corrientes discursivas que denuncian la ausencia de mujeres en las murgas, aunque el problema no es solo la cantidad. Para Amalia Amarillo, que frecuenta la murga desde niña y pasó por murga joven antes de llegar a La Mojigata, en la que fue productora y ahora es parte del coro, las mujeres en escena ocupan los espacios en los que hay escasas figuras masculinas, como la cuerda de sobreprimos.
“En la discriminación siempre hay alguien que sale ganando”, explica el doctor en Antropología Social Nicolás Guigou. La expulsión y la desacreditación son estrategias que utilizan los grupos que se ven en peligro de perder su lugar. En este sistema de discriminación no juega solo un conjunto de prejuicios que se movilizan, sino la idea clave de que alguien tiene que perder porque siempre alguien gana.
En el ambiente de la murga una mujer debe, muchas veces, “despojarse de todo lo femenino, ser cómplice del machismo constante para no perder el lugar”, dice Amarillo. Para ella no es suficiente incorporar mujeres, ni siquiera con ser una murga paritaria. Una noche, viendo a una murga con una sola mujer en el escenario, se preguntó cómo haría para sobrevivir todo el carnaval sola. Sus compañeras “son vitales en la construcción artística y humana”.
¿Por qué las mujeres quedan relegadas, alienadas o invisibilizadas? Sepúlveda dice que se duda mucho más de las capacidades de las mujeres, se las pone a prueba y deben ser brillantes para demostrar a cada momento que se ganaron el lugar; “eso no le pasa a los varones murguistas”. Aunque es derecho de cualquiera pararse arriba del escenario a decir: “Las mujeres chocan con el techo de cristal”.
Los discursos
“Ser machista ya pasó” cantaba La Gran Muñeca en un espectáculo que le valió el primer premio de la categoría murgas 2016. El cuplé sobre los machistas fue bien recibido en general. Era una mezcla de parodia de la masculinidad hegemónica con frases feministas. Al final, la murga reproducía una pregunta que les podrían haber hecho a ellos: ¿por qué no salen mujeres? Y se contestan con gracia: “Bueno, che, no ven que al final son moralistas… Tengo amigas mujeres, no soy machista”. Hasta ahí llegó su cuestionamiento interno: dejar ver que son machistas luego de recibir miles de aplausos por embanderarse con un discurso que no se refleja en su accionar.
Con Gloria a Morir, una murga joven conformada solo por mujeres, presentó al encuentro de este año un espectáculo en el que se apropian y se burlan de los “murguistos”, esos varones que sienten que las mujeres están destruyendo el carnaval. Paula Pereyra, que ganó mención a mejor personaje por su “murguisto”, parodia un momento del espectáculo de Don Timoteo 2017 (que también ganó) en el que un varón, disfrazado de mamá, le canta a un bebé que quiere darle de comer y verlo crecer. Todo el espectáculo de Timoteo tenía personajes mujeres representados por varones disfrazados, que enunciaron con pelucas un discurso que no les es propio.
Para Sepúlveda los discursos feministas sin acciones consecuentes “son vacíos”. Si no hay reflexión interna del grupo, dice, se nota. Y aunque entiende positivo universalizar el discurso, lo ve como un arma de doble filo que puede traer más problemas que soluciones si solo son palabras al viento: “Ojalá todas las murgas habiliten una lucha discursiva que nos hace mucha falta”.
“No es suficiente panfletear en letras y no traducir en militancia esas banderas”, dice Amarillo. En La Mojigata, cuenta, las mujeres participan de forma natural de todos los espacios de la murga. “Todavía hay muchas cosas por desbloquear, pero el debate está siempre arriba de la mesa”, pero, si falta, las mujeres del grupo se encargan de decirlo.
No ha habido discusiones reales entre todas y todos los carnavaleros sobre estos temas. Sepúlveda dice que es algo que se deben porque “sigue siendo un mundo exclusivo, elitista, racista, machista y transexcluyente”. Estamos viendo y viviendo “la punta del iceberg de una historia de tradiciones, hay un montón de aristas que nadie se ha animado a explorar”.
“Dicen que la murga es…”
Un bombo y un redoblante, platillos, director y un coro de señores. Afirman que siempre ha sido así, que esa es su definición, que otra cosa no es murga. Para Sepúlveda, esta idea de tradición murguera ha sido la excusa perfecta a la hora de excluir a las mujeres.
Las mujeres ocuparon siempre los vitales espacios bajo el tablado, ignoradas e invisibilizadas, asociadas a roles tradicionalmente femeninos: vestuario, maquillaje, puesta en escena, asuntos de producción.
“La tradición es construida”, afirma Guigou. No es de una vez y para siempre. El conservadurismo no es la esencia de la tradición, es una forma de verla.
El carnaval ha atravesado diversos cambios desde que inició, influenciado por el teatro en un camino de profesionalización que se nota en los conjuntos. “Las modificaciones performáticas -explica Guigou- van modificando la tradición”.
En general, afirma Sepúlveda, cuando se critica la presencia de mujeres se alude a la sonoridad. Frente a eso, ella contesta que el gusto por determinados sonidos, por una sonoridad determinada, es construido. “Que a alguien no le guste habla de su construcción personal con respecto a las murgas”, pero eso, para ella, no quiere decir que eso no sea una murga.
El coro de murga lo han integrado históricamente varones, salvo magníficas excepciones de mujeres que participaron en conjuntos e incluso de conjuntos solo de mujeres, como el que dirigió la emblemática Pochola Silva. Pero a ellas las borraron de las páginas de la tradición.
Para Sepúlveda hay que seguir problematizando qué es la tradición, qué es el sonido murguero, cuál es el rol social de la murga y qué tienen las mujeres murguistas para decir. “La murga no es solo el coro, su función principal no es el sonido; es una conjunción de factores, y uno de los más importantes es el discurso”, afirma. Y las mujeres tienen mucho para decir.
“El conservadurismo no tiene futuro”, dice Guigou. Si alguien siente que debe manifestarse de forma pública en contra de un fenómeno, es porque la respuesta general es positiva. Siempre que algo se transforma, explica el antropólogo, aparecen sectores que monopolizan los rituales sociales, que se autoadjudican ser depositarios de la verdad. Pero el cambio ya ocurrió.
Muchas noches frescas de verano la voz de un coro cortó el aire del tablado. No eran solo hombres. En los barrios, en todos los departamentos del país, en rincones que la televisión jamás enfocó hubo, hay y habrá mujeres diciendo lo que piensan, lo que viven y lo que sueñan. ¿No son murguistas de verdad?
Mujeres murguistas en el concurso
La Mojigata: Amalia Amarillo, Ana Clara Carriquiry, Laura Ganz y María Mujica.
Queso Magro: Karina Abate, María Luz Viera y Tatiana Kornecki
Agarrate Catalina: Carolina Gómez y Victoria Gómez.
Cayó la Cabra: Maira Sepúlveda y Virginia Gervasio.
La Margarita: Majo Gardiol y Vanessa Fossemale.
La Venganza de los Utileros: Agustina Cáceres y Leticia Tzitzios.
Metele que son Pasteles: Maite Erro.
Son Delirante: Lorena Ifrán.
Un Título Viejo: Camila Sosa.
Cifras en otras categorías
97 parodistas, 11 mujeres. Salen en 4 de 5 conjuntos.
Aristophanes: 3 de 20.
Los Muchachos: 2 de 19.
Nazarenos: 0 de 20.
Momosapiens: 2 de 20.
Zíngaros: 4 de 18.
En humoristas hay 17 mujeres en 66 integrantes
Los Rolin: 4 de 18.
Los Chobys: 4 de 17.
Cyranos: 6 de 17.
Sociedad Anónima: 3 de 14.