Los mayores beneficios
La ventana de oportunidad es breve. Las investigaciones coinciden en que los mayores beneficios se obtienen cuando el contacto con animales ocurre antes del primer año de vida o, idealmente, incluso durante el embarazo. En esa etapa, el sistema inmunitario está desarrollando su capacidad de distinguir entre amenazas reales y estímulos benignos.
Sin embargo, no todos los casos son iguales. Factores genéticos influyen: una variante del gen NPSR1, por ejemplo, puede potenciar el efecto protector del contacto con animales. Además, no todos los entornos ofrecen la misma ventaja. Las granjas pequeñas o los hogares con espacios abiertos y contacto natural parecen más beneficiosos que los ambientes excesivamente cerrados o estériles.
La recomendación de los especialistas es fomentar una convivencia responsable, sin caer en la obsesión por la limpieza, y con supervisión médica en familias con antecedentes de alergias. El contacto temprano, la diversidad ambiental y la observación constante son las claves para aprovechar los beneficios sin riesgos.
La evidencia científica es cada vez más sólida y crecer junto a un “amigo peludo” puede ser una inversión natural en salud inmunológica. Y tal vez, en el futuro, compartir la infancia con un perro o un gato no solo sea sinónimo de afecto, sino también de menos estornudos y más defensas.