Por estos días los Himalayas vuelven a llenarse de gente intrépida que aprovechan la transición de la primavera al verano para intentar coronar algunas de las mayores cumbres del orbe, entre ellas el Everest: para quienes llegan del resto del mundo, se trata de un desafío físico y mental, para los sherpas que moran entre las nubes, se trata de un día más.
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Estos individuos, que durante años han sorprendido a todos por su capacidad pulmonar, fuerza y resistencia, han desarrollado una capacidad sobresaliente para vivir y trabajar a más de 3.000 metros sobre el nivel del mar, en rincones donde otras personas comenzarían a notar síntomas de hipoxia y otros malestares asociados a la altitud.
Se cree que esta etnia diseminada entre Nepal y Bután toleran mejor las alturas y se fatigan menos gracias a una combinación de factores genéticos, fisiológicas y culturales:
* Adaptaciones fisiológicas: los sherpas tienen una mayor capacidad para transportar oxígeno a los tejidos porque producen más glóbulos rojos que otras etnias. También responden con menos estrés a la hipoxia, esto es, el déficit de oxígeno que comienza a afectar a partir de los 2.500 metros sobre el nivel del mar.
* Experiencia y entrenamiento: muchos sherpas pasan casi toda su vida en altitudes elevadas, lo que les permitió adaptarse de a poco a las condiciones de la montaña. En esas, también han desarrollado técnicas de escalada y habilidades para enfrentar los desafíos de la montaña.
* Dieta y estilo de vida: los sherpas tienen una dieta alta en carbohidratos y baja en grasas, lo que les proporciona una fuente de energía sostenible para enfrentar los desafíos de la montaña. Además, su estilo de vida activo y su exposición constante a la altitud les ha permitido desarrollar una mayor capacidad física y resistencia.
Igual, ni siquiera eso los hace inmunes a los riesgos de la altitud extrema. Incluso aquellos que acumulan varias cumbres saben que con la montaña no se juega, y la encaran con respeto y con toda la precaución del mundo.
Alta cocina
Ni siquiera la llamada “haute cuisine” ha llegado tan alto como la gastronomía sherpa, por una obvia razón geográfica: estamos hablando de platos elaborados en los asentamientos del valle de Khumbu, todos por encima de los 3.000 metros sobre el nivel del mar. A esa altura, lo más aconsejable es comer frugal, y delicias locales como:
* Tsampa: suerte de papilla básica, hecha de harina de cebada tostada, mezclada con té de mantequilla.
* Dal bhat: arroz (bhat) y sopa de lentejas (dal) con especias, a menudo verduras y curry.
* Yak: esta especie de buey no solo sirve como animal de carga, pues su carne es una rica fuente de proteínas, que puede cocinarse como asado, guiso o secada al sol.
* Té de mantequilla: bebida caliente y altamente calórica, hecha con té negro, mantequilla y sal.
* Vegetales locales: papas, zanahorias, repollo y cebollas cultivadas en la montaña.
* Frutas secas y nueces: pasas, almendras, nueces y pistachos, fáciles de almacenar.
Claro, esto no es lo único que comen los sherpas, ni tampoco es la poción mágica de Asterix, que por sí sola los dota de una fuerza sobrehumana. Sin embargo, es un combustible ancestral que persiste en el menú, junto con productos que llegan a lomo de sherpa, o con los montañistas.
Ahora bien, ¿puede ser beneficiosa la dieta de un sherpa para quienes viven al nivel del mar?
Una alimentación rica en carbohidratos complejos, proteínas magras y grasas saludables, sin dudas puede ser beneficiosa para cualquier persona que busque una dieta saludable. Pero hay que tener en cuenta que los sherpas comen según necesidades puntuales, y las posibilidades que su entorno agreste les da.
Así, por ejemplo, el uso y abuso de mantequilla y queso de yak, ricos en grasas saturadas, puede ser muy buena para lidiar con el frío y la altura, pero en zonas bajas y cálidas, es una auténtica bomba no apta para cardiacos.