La indignación pública obligó a varias compañías a suspender ventas. Ultra Violette, cuya crema costaba más de 50 dólares australianos y se comercializaba en 30 países, pidió disculpas en un comunicado: "Lamentamos profundamente que uno de nuestros productos no haya cumplido con los estándares que nos enorgullecen".
Pero para los consumidores, un reembolso no borra años de exposición solar. La presión recae ahora sobre la industria y los organismos de control para esclarecer cómo productos supuestamente regulados bajo estrictos estándares llegaron a los estantes sin cumplir lo prometido.
Las pruebas de laboratorio
La investigación de la cadena pública ABC reveló que un solo laboratorio en Estados Unidos había certificado a gran parte de los productos cuestionados, registrando sistemáticamente valores altos de FPS. También se detectó que varias fórmulas compartían una misma base de fabricación.
La química cosmética Michelle Wong explicó que los métodos de testeo pueden ser variables y, en algunos casos, fácilmente manipulables. De hecho, un laboratorio estadounidense ya fue clausurado en 2019 tras demostrarse fraude en análisis de protectores solares.
La especialista subrayó que más allá de las fallas comerciales y regulatorias, la eficacia real de los protectores solares depende tanto de la calidad del producto como del correcto uso que haga cada persona.
Una advertencia global
Aunque Australia regula estos productos como medicamentos y no como cosméticos, lo que en teoría supone un mayor rigor, el escándalo deja una lección y es que la eficacia de la regulación depende de su cumplimiento y fiscalización.
Los expertos insisten en que el problema no es exclusivo de ese país. Muchos laboratorios y fabricantes trabajan a escala global, por lo que es probable que productos con pruebas cuestionables también circulen en otros mercados, incluido el latinoamericano.
"Hasta que alguien pruebe un montón de protectores solares en otros países, simplemente no sabremos su alcance", advirtió Wong.
Más allá del ruido generado, los dermatólogos recuerdan que usar protector solar sigue siendo fundamental. El mayor ensayo clínico sobre el tema, realizado en los años 90, comprobó que incluso un FPS 16 reducía significativamente las tasas de cáncer de piel.
Los especialistas recomiendan aplicar una cantidad suficiente —al menos una cucharadita por zona del cuerpo— y reaplicar cada dos horas, especialmente tras nadar o sudar. La fotoprotección debe complementarse con ropa adecuada, gorros y la búsqueda de sombra en horas de mayor radiación.