Si el culto a la marihuana tuviera mandamientos, los habría escrito el químico búlgaro Raphael Mechoulam. Allá por 1964 descubrió el tetrahidrocannabinol (THC), principal compuesto activo de la planta de cannabis. Fue el primer científico que se interesó en desentrañar la alquimia del socorrido opiáceo, y su impacto en los procesos químicos del ser humano.
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Aquello fue como encontrar la llave para abrir el armario que lleva al reino mágico de Narnia, la posibilidad de adentrarse en un universo seductor y rico en posibilidades, hasta el momento subestimado, o cuando más, estigmatizado. Eran, valga recordarlo, los años de la contracultura artística y la inspiración lisérgica que fue bautizada como sicodelia, y que legó clásicos en la literatura, la música y la cultura pop en general.
Pero Mechoulam abordó el tema no como un entusiasta o un consumidor, si no como un científico. Aparte del THC, descubrió el primer receptor endocannabinoide, el CB1, y la anandamida, el neurotransmisor que liga los cannabinoides a los receptores en los órganos de todos los mamíferos. Un largo camino que comenzó a recorrer con los cinco kilogramos de hachís libanés recién decomisado, que un policía le facilitó en Israel, café mediante.
Materia de ciencia
“El científico debe buscar temas importantes, y este es un tema importante”, explicó Mechoulam cuando le preguntaban, para un documental, por qué entre tantas materias se decantó por el estudio del cannabis. Quizás otros ámbitos habrían sido más dóciles, sin tener que lidiar con tanto prejuicio y restricciones legales, pero al final se impuso la ciencia.
Mucho de lo que hoy día se conoce sobre el cannabis es fruto del empeño y la visión de Mechoulam (Sofía, 1930). Tras sobrevivir a las penurias de la guerra estudió Ingeniería Química en su Bulgaria natal. En 1949 se marcha a Israel, donde estudió el impacto de los químicos en la biología, con una tesis doctoral sobre esteroides.
Luego de un tiempo en el Instituto Rockefeller, de Estados Unidos, vuelve a Israel para incorporarse al Instituto Weizmann, en cuyos laboratorios descubrió primero el cannabidiol (CBD), y luego el THC. ¿Cómo llegó a ellos?
“La morfina ha sido aislada a partir del opio hace 100 años o más. La cocaína también ha sido aislada a partir de las hojas de coca, pero la química del cannabis no era para nada conocida desde un punto de vista científico ni médico, entonces nos parecía importante establecer las bases químicas de la acción del cannabis. (…) Por otra parte, no podíamos ni siquiera pensar en competir con otros centros de investigación que venían estudiando otros temas. No teníamos suficiente presupuesto. Por todas esas razones el cannabis parecía una buena opción y así empezamos”, relató a la revista THC.
Aquello, de entrada, no generó mucho entusiasmo, sobre todo porque se venía la prohibición de todo lo que oliera, literal y metafóricamente, a marihuana.
Del gunjah al Efecto Séquito
Trabajando en Calcuta, la India, el médico irlandés William Brooke O'Shaughnessy experimentó en el siglo XIX con gran variedad de plantas autóctonas, entre ellas el opio y el cannabis. En 1839 publicó el artículo “Sobre las preparaciones del cannabis indio o gunjah (Cannabis Indica)”, en el que describía efectos como “felicidad eufórica”, “sensación de volar”, “apetito voraz” y “un intenso deseo afrodisíaco”. Si bien no curó ninguna enfermedad, determinó que el derivado de la planta podía ayudar a tratar los síntomas de muchos males.
Después de aquel primer acercamiento al potencial terapéutico del cannabis, sobrevino un largo paréntesis, con algún que otro abordaje, hasta que Mechoulam lo adoptó como tema de investigación.
Mechoulam admitía que, de entrada, no conocía nada sus efectos y usos. “Nosotros empezamos por aislar una buena cantidad de componentes. Después los testeamos en monos y el THC fue el único que causó un efecto de sedación en ellos”. Para las primeras pruebas en humanos, le pidió a su esposa que hiciera una torta y convidó a varios amigos, todos conscientes de lo que probarían.
“Ninguno había usado cannabis antes y a todos les hizo efecto, por supuesto, pero lo interesante es que a todos los afectó de manera diferente. Algunos se reían, otros se relajaban, otros hablaban sin parar, hasta pude observar un caso de ansiedad. Fue muy interesante y me dio la pauta de que estábamos ante algo importante”, evocó.
En sus estudios encontró que en el cannabis hay un componente principal, causante de la psicoactividad, que es el THC, y otros con menor actividad, como el CBD, que actúa generando cambios significativos sobre la acción del primero. En su opinión, el THC ayuda sobre todo con los post-traumas. el sueño, el apetito y en trastornos de la alimentación, colabora con efectos fisiológicos relacionados con temblores, y hay ensayos químicos sobre sus efectos en el Parkinson y el cáncer.
A su vez, el CBD es un componente antiinflamatorio y se ha descubierto que, en el ser humano, ayuda en pacientes con esquizofrenia, reduce la ansiedad, depresión y sirve para contrarrestar enfermedades autoinmunes en animales, como la diabetes tipo 1 o artritis reumatoidea.
El “Efecto Séquito”, postulado en 1999 por Mechoulam y el doctor Ben Shabat, señala que los cannabinoides de la planta producen un efecto más completo y eficaz cuando son consumidos en conjunto, en lugar de aislados, pues interactúan entre ellos. Por eso pega más rápido cuando se fuma.
Por demás, este año se cumple una década de que Uruguay se convirtiera en el primer país del mundo en legalizar con plenitud la producción, venta y consumo regulado del cannabis: por mucha voluntad política que existiera, nada se hubiera logrado sin el respaldo científico que le dio, con rigor y valentía, el recién fallecido Mechoulam. No deberían olvidarlo.