La tecnología siembra brotes de esperanza frente al problema de una soberanía alimentaria amenazada por la escasez de recursos y extiende un abono de eficacia y rentabilidad en los espacios urbanos. La agricultura vertical o 'vertical farming' es un mercado en pleno auge en medio de las ciudades que construye un paisaje de torres de cultivo.
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Las construcciones urbanas serán energéticamente más eficientes y las fachadas de los edificios podrán adoptar un tono verdoso acorde con la idea creciente de sostenibilidad. Solo así se podrá cultivar un futuro donde la seguridad alimentaria es un reto de las ciudades con una cuenta atrás integrada.
La consultora Allied Market Research ha pronosticado que en 2026 la industria del 'vertical farming' podría valer a nivel global hasta 12.770 millones de dólares. De ahí, que sea una propuesta que va acumulando adeptos como Jeff Bezos o Kimbal Musk, el hermano de Elon Musk. Y es que esta práctica de cultivar en estanterías apiladas o torres consigue sembrar grandes cantidades de productos en un entorno pequeño.
Tal es la optimización del crecimiento de las plantas que según la organización Vertical Farming Institute, cada metro cuadrado dedicado a la agricultura vertical produce lo mismo que un cultivo de hortalizas de 50 m2 de tierras de agricultura tradicional. Son invernaderos que tienen la ventaja de que ahorran un 95% del agua y no emplean sustancias agroquímicas, cuando en la agricultura tradicional se usan 2.300 millones de toneladas de pesticidas en todo el mundo, según la ONU.
La agricultura vertical puede tener dos fuentes de energía: una directa, solar, y otra indirecta, con leds que permiten acelerar el proceso de crecimiento de la planta. Además, es una solución deslocalizada, trasladable a cualquier parte del mundo e idónea para climas extremos y naciones isleñas dependientes de las importaciones de alimentos.
Así se transforma la cadena de suministros de la granja a la mesa, por una producción de proximidad que reduce la huella de carbono con circuitos de transporte más cortos. Ya que cerca del 40% de la producción agrícola del mundo se merma en el camino que debe recorrer para llegar a las grandes ciudades.
Otro punto a su favor es que los productos están disponibles los 365 días al año, liberado de las condiciones climatológicas y del calendario. Se basa en una economía circular que reaprovecha al máximo el producto sobrante. Y que usa la robótica, la inteligencia artificial o los algoritmos para reunir datos y automatizar todo el proceso de cultivo.
La principal técnica que se usa es la de la hidroponía, que prescinde de la tierra para cultivar los alimentos, sumergiendo las raíces en soluciones ricas en nutrientes. De hecho el mercado hidropónico se espera que crezca a nivel mundial hasta alcanzar los 725 millones de dólares en 2023.
Desde Corea del Sur, hasta Israel, China o Singapur- un país con solo el 1% de su superficie dedicada a la producción de alimentos- están todos ellos desarrollando proyectos. El informe de la consultora IDTechEx destaca que las inversiones en torno a las granjas verticales están aumentando y, desde 2016, se han recaudado más de 1.000 millones de dólares en financiación, sobre todo en Asia y en Estados Unidos. Japón, ya cuenta con más de 240 granjas verticales que se duplicarán en los próximos 5 años.
La agricultura vertical podría salvar nuestro futuro, en este sentido la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) advierte que los sistemas están al límite, "una tercera parte de los cultivos y casi la mitad de los de riego se ven afectados por la degradación de la tierra y para alimentar a la futura población en la agricultura mundial se tendrá que producir un 70% más de alimentos que en la actualidad, usando solo un 5% más de los recursos naturales.