La vigorexia, también conocida como dismorfia muscular, pone de manifiesto algo importante: incluso las rutinas de ejercicio que parecen saludables pueden resultar perjudiciales, si se practican en exceso.
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Esta problemática resalta la paradoja de que la búsqueda de un estilo de vida sano y una figura idealizada, muchas veces, llega a convertirse en una obsesión desmedida por lograr una musculatura «perfecta».
En este proceso, la persona desarrolla una percepción distorsionada de su propia imagen corporal, percibiéndose a sí misma como menos tonificada de lo que realmente está. Y esto puede desencadenar un ciclo de comportamientos compulsivos.
Tal como lo establece el DSM-V (2014), la dismorfia muscular representa un tipo específico de trastorno dismórfico corporal, sin proporcionar criterios específicos.
Según se detalla en un artículo publicado en la Revista Sanitaria de Investigación, a menudo, la vigorexia se considera como un trastorno de la conducta alimentaria debido a ciertos síntomas que comparte con la anorexia nerviosa, como por ejemplo la restricción alimentaria y la percepción distorsionada de la propia imagen.
En simultáneo, algunos profesionales la consideran una adicción comportamental. Esta perspectiva se basa en que la obsesión por el ejercicio puede generar un ciclo compulsivo que se asemeja al comportamiento adictivo.
En cualquiera de los casos, se trata de un problema caracterizado por la insatisfacción con el tamaño o forma del cuerpo, lo que conlleva un malestar considerable y provoca un deterioro en las relaciones sociales, además de perjudicar el bienestar en general.
¿Cuáles son sus causas?
Las causas de la vogorexia son multifactoriales y comprenden aspectos individuales y sociales. Con relación a los primeros, las personas más propensas a desarrollar vigorexia son aquellas cuyas edades oscilan entre los 18 y 30 años; además, suelen corresponderse con las siguientes características:
- Ser muy perfeccionistas.
- Sufrir distorsiones cognitivas.
- Tener problemas significativos de autoestima.
- Presentar dificultades en la regulación emocional.
Por otro lado, de acuerdo con un trabajo realizado en la Universidad de Belgrano, en Argentina, la vigorexia ha comenzado a captar la atención en la comunidad científica en años recientes. Esto está relacionado con la relevancia que gana la cultura de promoción de la actividad física y el estilo de vida saludable.
Asimismo, se observa que las presiones sociales por alcanzar ciertos cánones de belleza desempeñan un papel significativo en el surgimiento de este trastorno.
Principales síntomas de la dismorfia muscular
Si bien una de las manifestaciones más notorias de este trastorno es la práctica excesiva de ejercicio físico, incluso cuando se está herido o enfermo, existen otros síntomas característicos de la vigorexia, entre los que se destacan los que mencionamos a continuación:
- Obsesión por la apariencia física y musculatura.
- Insatisfacción constante con la propia apariencia.
- Dieta restrictiva y preocupación extrema por la alimentación.
- Consumo de suplementos alimenticios o esteroides para aumentar la masa muscular.
- Evitación de situaciones sociales que incluyen comidas o bebidas que podrían interferir con la meta.
Aparte de estas manifestaciones, existen otros criterios diagnósticos que pueden sugerir la presencia de vigorexia y que afectan diversas áreas en la vida cotidiana de la persona.
Por ejemplo, la interrupción de actividades para cumplir con una rutina estricta de ejercicio físico, sentir culpa por no poder entrenar y experimentar alteraciones en el estado anímico, como se describe en un trabajo publicado por la Universidad Pontificia Comillas.
Población en riesgo de padecer vigorexia
Aunque este trastorno de dismorfia muscular tiende a presentarse con una mayor prevalencia en hombres, en comparación con mujeres, es importante destacar que personas de cualquier género están en riesgo de desarrollarlo.
Por otra parte, los deportes con una mayor incidencia en síntomas de dicha dismorfia son la halterofilia, el fútbol, la natación y el triatlón.
De hecho, un trabajo difundido en Retos: nuevas tendencias en educación física, deporte y recreación, resalta la siguiente estimación: entre el 10 y el 20% de los levantadores de pesas universitarios pueden presentar vigorexia.