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Like periodista | Frans Hugo | Sudáfrica

Preservar la prensa afrikáans

Un periodista de 90 años, el desierto y una vocación

Una cruzada: el periodista Frans Hugo desafía al desierto de Karoo (Sudáfrica) para repartir sus periódicos, los últimos que se han publicado en afrikáans.

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El relato, que es conmovedor, recorrió el mundo días atrás: a sus 90 años, el periodista sudafricano Frans Hugo recorre cada semana unos 1.200 kilómetros por la desierta región del Karoo, una meseta semidesértica al sur de Sudáfrica, en la frontera con Namibia,- para repartir sus periódicos.

¿Qué tiene esto de peculiar, aparte de la avanzada edad del mensajero y su trashumante recorrido? Que los periódicos que reparte el buen Hugo son los últimos publicados en afrikáans, una lengua en peligro de extinción.

Salgo cada semana con la regularidad de un metrónomo. Pararé cuando ya no pueda hacerlo físicamente', cuenta Frans Hugo. Salgo cada semana con la regularidad de un metrónomo. Pararé cuando ya no pueda hacerlo físicamente', cuenta Frans Hugo.

De hecho, el veterano periodista le explicó a la agencia AFP que, si abandonara su misión, los días de enterarse de las noticias en el idioma de los bóeres estarían contados. The Messenger, Die Noordwester y Die Oewernuus tienen sus lectores, no muchos, pero los tienen, y ellos impulsan a Hugo a realizar una travesía que abarca un desierto particularmente duro, que en el verano austral registra extremos de temperaturas, tórridas de día, gélidas de noche.

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Frans Hugo. Foto divulgada por AFP.

Frans Hugo. Foto divulgada por AFP.

Las 18 horas de Hugo

Según el relato, cada jueves el viejo periodista agarra un termo de café y algunos huevos duros, monta su fiel automóvil y sale de Calvinia, una ciudad de menos de 3.000 habitantes situada en el salvaje sur de Sudáfrica, con rumbo al noroeste primero, y luego al sur. Su periplo dura unas 18 horas, y en cada destino baja, apoyado por su bastón, para repartir los ejemplares de pueblito en pueblito. Conoce la ruta al dedillo, a fuerza de andarla y desandarla desde hace cuatro décadas, cuando el suyo era un país muy diferente.

Frans Hugo explicó a la agencia AFP que, si abandonara su misión, los días de enterarse de las noticias en el idioma de los bóeres estarían contados. Frans Hugo explicó a la agencia AFP que, si abandonara su misión, los días de enterarse de las noticias en el idioma de los bóeres estarían contados.

Ocurre que los bóeres -etnia de ascendencia neerlandesa, asentada fundamentalmente en ciertos territorios de Sudáfrica y Namibia- están asociados a un proceso de violento colonialismo, que pasó por desplazamiento y sometimiento de las tribus bantúes autóctonas e incluso a las tropas imperiales británicas. Luego de décadas de pugnas desaparecieron todas las ataduras jurídicas e identitarias con el Reino Unido y en las elecciones de 1948 triunfó el Partido Nacional, bastión de la más pura esencia bóer.

Durante los 40 años siguientes, el dominio de los afrikáneres alcanzó su apogeo, dando forma con sus símbolos nacionales y su ideología a la nueva República de Sudáfrica, con el nefasto régimen de segregación racial conocido como “apartheid” (separación, en afrikáan), contra el cual luchó Nelson Madela, símbolo mundial de resistencia y paz, y eventualmente de unidad. La lucha interna y el aislamiento internacional precipitaron la abolición del apartheid, en 1992, y desde entonces los bóeres perdieron poder político, pero no económico.

Nacido en 1932, en Ciudad del Cabo, Hugo trabajó durante 20 años como periodista en la sureña urbe, y luego durante una década en Namibia. Nacido en 1932, en Ciudad del Cabo, Hugo trabajó durante 20 años como periodista en la sureña urbe, y luego durante una década en Namibia.

El origen del afrikáans

Historia aparte… ¿de dónde proviene el idioma afrikáans? Sus orígenes hay que buscarlos en el neerlandés, la cual comenzó a forjarse a fines del siglo XVII, pero que se volvió un estándar ya en el siglo XX. Los asentamientos neerlandeses de El Cabo, Sudáfica, garantizaba las condiciones necesarias para “criollizar” la lengua de sus colonos. Es más, en Ciudad del Cabo comenzaron a proliferar los sirvientes “khoi” (tribu nómada de la región) y los esclavos malgaches y malayos, quienes hablaban una variante simplificada del neerlandés.

Tampoco ayudaba mucho a un habla refinado y rico el hecho de que buena parte de los colonos neerlandeses provenían de una baja extracción social, e incluso sus pioneros, como Jan Van Riebeeck, reconocía que no era muy ducho en su lengua madre. Además, pronto comenzaron a llegar a Ciudad del Cabo colonos franceses de origen hugonote y alemanes enrolados como mercenarios en la Compañía de las Indias Orientales.

Periodista de la vieja escuela, a este hombre curtido de canosa melena no le gusta el consumo de noticias en Internet, y no solo porque sea malo para el negocio. Los tres periódicos que imprime y distribuye tienen más de un siglo de antigüedad. Periodista de la vieja escuela, a este hombre curtido de canosa melena no le gusta el consumo de noticias en Internet, y no solo porque sea malo para el negocio. Los tres periódicos que imprime y distribuye tienen más de un siglo de antigüedad.

Como resultado, se simplificó la fonética y la gramática del neerlandés, al punto que se unificaron múltiples pronombres personales, desaparecieron viejas declinaciones y se incorporaron a la nueva modalidad lingüística multitud de vocablos procedentes del francés, del alemán, del malayo y del khoi. Una amalgama que le valió a aquel idioma ser conocida como “kaapse hollands” (holandés del Cabo), y luego “afrikáans”.

Pompdonkie

De vuelta a Frans Hugo y su cruzada periodística, hay que reconocer que en los últimos años el Karoo se ha convertido en un destino apreciado por artistas y gente solitaria que huye de la vorágine de las grandes ciudades de Sudáfrica, como Pretoria y y Ciudad del Cabo y valoran el silencio y la quietud. La vida de Hugo se ha vuelto tan rutinaria y cíclica, que se define a sí mismo como una “pompdonkie”, en alusión a una bomba de agua cuyo movimiento regular vacía los depósitos. “Salgo cada semana con la regularidad de un metrónomo. Pararé cuando ya no pueda hacerlo físicamente”, cuenta.

Ese día se antoja más cerca de lo que quisiera Hugo. Nacido en 1932, en Ciudad del Cabo, trabajó durante 20 años como periodista en la sureña urbe, y luego durante una década en Namibia: “Trabajábamos día y noche. No podía soportar la presión, así que me trasladé al Karoo”, evoca. La vida lo llevó a Calvinia, donde conoció al dueño de una imprenta que se la ofreció. “En esa época mi hija estaba interesada, así que pensé que con mi yerno podrían llevar el negocio y yo les ayudaría. Al cabo de unos meses, se aburrieron y acabé con esto”, le contó Hugo a AFP.

Periodista de la vieja escuela, a este hombre curtido de canosa melena no le gusta el consumo de noticias en Internet, y no solo porque sea malo para el negocio. Los tres periódicos que imprime y distribuye tienen más de un siglo de antigüedad, salen semanalmente y están redactados casi totalmente en afrikáans, salvo algún que otro anuncio en inglés, que siempre viene bien para mantener a flote las finanzas.

“Estamos imprimiendo menos periódicos. Pero con 1.300 ejemplares semanales, la necesidad de noticias locales sigue existiendo”, afirma el viejo Frans, quien no pierde el tiempo que le queda de vida en atormentarse con qué pasará al partir. “No tengo ni idea de lo que le pasará dentro de cinco o diez años. Pero no, eso no me preocupa”, sentencia, con la muda compañía de su vieja imprenta Heidelberg y guillotinas para cortar papel que ya no se usan. Mientras tenga fuerza -y un carro- seguirá llevándole noticias en afrikáans a quien lo necesite.

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