Bueno, Álvarez, le tiro otra.
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–El futuro ministro del Interior, Jorge Larrañaga, anda medio como perro en cancha de bochas, estimado Álvarez.
–¿Pur cuá?
–Porque tiene que empezar a elegir los hombres de confianza para las diferentes direcciones nacionales que componen la secretaría de Estado, los jefes policiales y demás. Un trabajo arduo, en donde no se puede dar puntada sin hilo. Larrañaga no tiene mucha información sobre la interna policial. Es un tema delicado porque se necesitan hombres de confianza e idóneos.
–Sí, claro. No es un especialista en la materia. Digamos la posta. Está ahí por la campaña “Vivir sin miedo”. Entonces, ¿qué es lo que acontece, mi apreciado Borges?.
–Como en aquella vieja serie mexicana, Chespirito, “El Guapo” preguntó: “¿Y ahora quién podrá ayudarme?”. “Yo, el chapulín colorado”, contestó el futuro subsecretario de la cartera, Guillermo Maciel, mientras desembarcaba en la sede ministerial.
–Borges, abandone los eufemismos y vaya al grano, please.
–Maciel conoce la interna policial al dedillo. Le diría que es un experto en la materia.
–Tampoco exagere Borges.
–Mire, ya fue director de secretaria general del Ministerio. Un cargo que aparece como desapercibido pero esa repartición es por donde pasan las principales cosas de cualquier secretaría de Estado.
–Ajà
–Además fue director del Observatorio de Seguridad de la Fundación Propuestas (Fundapro). Tiene oropeles, Álvarez. Maciel será el jefe de la transición en Interior. Se lo aseguro. Larrañga pone la cara y Maciel hace el trabajo “sucio”.
–¡A la pipetuá!
–Bueno, bajo a fumarme un pucho.
–Ah, Borges. Me olvidaba de un gesto de cabellerosidad.
–¿Diga?
–Lo felicito por el campeonato uruguayo.
–Le agradezco pero no me siento feliz. La alegría me duró una hora. Prefería que ganara Peñarol, siempre que no existiera un muerto.