A partir de las transformaciones económicas y políticas ocurridas en el planeta, la dictadura convirtió a Uruguay en una plaza financiera fuerte, con secreto asegurado.
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Fue así como llegamos a ser los segundos exportadores de oro sin tener una sola mina o a exportar cobre robado. Así también empezamos a recibir depósitos de dinero sucio proveniente de cuanta banda delictiva anduviera por el mundo vinculada al tráfico de armas, de oro, de drogas, y también de mujeres.
Los cárteles de Cali, Medellín, Juárez, Los Cuinis, operaron con sociedades anónimas uruguayas, creadas en estudios contables uruguayos y con testaferros y prestanombres uruguayos.
En 1989 fue detenido en Punta del Este Raúl Vivas, que lavó mil millones de dólares en oro para el Cártel de Medellín. Tres años después cayó Ramón Puentes Patino, contador del Cártel de Cali quien con su agenda vinculó a familia y funcionarios de Carlos Menem en lavado de dinero en instituciones bancarias instaladas en Gorlero.
En el año 2000 se descubrieron las operaciones de Amado Carrillo Fuentes, capo del Cártel de Juárez, quien a través de testaferros había comprado propiedades en este balneario y miles de hectáreas en San José. Y además tenía registradas varias SA con direcciones falsas.
Gonzalo González Valencia, líder del Cártel de Los Cuinis ligado, al poderoso Cártel de Jalisco Nueva Generación, fue detenido en Montevideo en 2016. Pero vivía tranquilo en Punta del Este desde 2011. Acá lavó una cifra aún desconocida mediante la compra de propiedades inmobiliarias con sociedades armadas en el estudio Mossack-Fonseca de Panamá.
Rocco Morabito, el mafioso más buscado por Italia, estuvo prófugo de la Justicia de su país desde octubre de 1994, después que la Policía que lo vigilaba lo descubrió pagando 8 millones de dólares para importar casi una tonelada de cocaína. Después de un par de años iniciales en Brasil, se estableció en Punta del Este en 2002 usando documentos de identidad brasileños falsos con el nombre de Francisco Capeletto, aunque tenía otros documentos falsos. Aquí compró campos en ruta 12 sobre Laguna del Sauce y se dedicó al negocio de la soja. Sin embargo, no tenía casa, sino que vivía en una alquilada. Lo capturaron en 2017 pero dos años después se escapó de Cárcel Central. En 2021 fue arrestado en Brasil y desde principios de marzo aguarda su extradición a Italia.
El Círculo Húngaro
En 1993, más precisamente a fines de agosto, asesinaron al empresario uruguayo Luis Ernesto González. Y a pesar de que hay procesados y remitidos a prisión, todo lo que rodeó su vida y su asesinato permanece en la nebulosa.
Luis Ernesto González era un importante hombre de negocios uruguayo. Propietario de varios free shops en Chuy y Rivera, también tenía una vida oculta menos honorable, pero mucho más redituable.
Una sola de sus agendas revelaba una increíble red de contactos con algunos de los más importantes dirigentes políticos de la época.
Y también estaban los teléfonos, datos y misteriosas cifras, de tres personajes que fueron decisivos en su vida: Roberto Blankleder, Alfredo Yabrán y Rúben Ormart.
El contador Blankleder fue procesado dos veces y remitido a prisión acusado por “lavado de dinero” y estafa por su vinculación al tráfico de armas desde Argentina hacia Ecuador y Croacia durante el gobierno de Carlos Menem.
Según fuentes de Inteligencia argentina, a las que en su momento accedió el diario La República corroborados con informaciones en poder de la Justicia de ese país, González, Blankleder, Yabrán, y Ormart eran –alguno seguirá siendo– prominentes figuras de una organización mafiosa internacional conocida como el “Círculo Húngaro”.
Pero no era una mafia cualquiera. Según una nota publicada en el diario Tiempos del Mundo en octubre de 1998, que cita a Interpol como fuente, las actividades del “círculo” se investigaron por la Policía internacional por hallarse involucradas tráfico de armas, de drogas, de oro, lavado de dinero y falsificación de documentos.
Interpol, según el periódico, había logrado determinar que “mantenían una relación muy fluida con estudios contables y una red de cambistas de Montevideo”. El Circulo Húngaro cambiaba armas por diamantes y oro.
El “empresario” González estuvo involucrado en una estafa millonaria contra UTE y no son pocos los que consideran que el dramático incendio ocurrido en el Palacio de la Luz tiene algún grado de vinculación con las actividades mafiosas.
La corrupción menemista
La venta de armas a Ecuador, Croacia y Bosnia-Herzegovina fue un escándalo político que tuvo lugar durante la primera presidencia de Carlos Menem (1989-1994) en Argentina y la de Luis Lacalle Herrera en Uruguay, y se refiere a una serie de ventas ilegales de armamentos fabricados en la Fábrica Militar de Río Tercero en Argentina, utilizados por Croacia y Bosnia. La comunidad internacional había impuesto un embargo sobre la venta de armas a ambas naciones.
El expediente judicial por contrabando de armas argentinas a Croacia y Ecuador revela mucha más información de la que se conoce públicamente. Pero fundamentalmente muestra a varios ciudadanos uruguayos como “asociados” a las empresas que participaron en las operaciones investigadas.
Curiosamente, algunos de los nombres se cruzan con otras causas judiciales que se instruyen en Uruguay y Argentina. Por ejemplo: la del banquero uruguayo Carlos Ganduglia y el quiebre fraudulento del Banco Austral; la iniciada a consecuencia del asesinato en Mar del Plata del financista Mariano Perel en donde se menciona a varios compatriotas vinculados a operaciones fraudulentas de Bolsa y evasión fiscal; y la del asesinado empresario uruguayo Luis Ernesto González.
El rompecabezas, que parece extraído de una novela de John Le Carré, tiene extrañas vinculaciones con las investigaciones realizadas por los atentados contra la embajada de Israel en Buenos Aires el 17 de marzo de 1992 y la sede de la AMIA el 18 de julio de 1994.
Empresario Foddai: “La mafia puntaesteña es peor que la siciliana”
A principios de 1998 la revista Tres publicó declaraciones del empresario italiano Gianni Foddai. «Todo se hace robando, puedo admirarlo o no, pero siempre respetarlo», dijo el entonces más próspero empresario de la noche puntaesteña. Y agregó para abundar en ejemplos:»¿Cómo hizo su fortuna Giovanni Agnelli? (expresidente honorario de Fiat), ¿cómo se puede en 40 años llegar a ser un dios como él? Con él comen el 50 por ciento de los italianos. ¿Cómo no puede merecer respeto Silvio Berlusconi, que 20 años atrás era un juglar en el Club Mediterrané? Robando, o no, hizo un imperio. Trabajan 4.000 personas con él». Para que no quedaran dudas sobre su pensamiento reiteró: “La plata siempre se hace robando».
Foddai aseguró que «los inversores extranjeros llegan a Uruguay porque aquí se paga la mitad del salario europeo. Se explota a la gente y eso también es corrupción, pero nadie dice nada, la aceptan». Días después, en un encuentro concertado con este cronista y otro colega, el empresario italiano que durante los años anteriores había liderado la gastronomía y la noche puntaesteña con varios emprendimientos aseguró que “la mafia de Punta del Este era peor que la siciliana, por lo menos esta respeta ciertos códigos”.
Agregó que su debacle económica se debió a “un complot organizado en su contra por importantes empresas y organizaciones, personajes y empresarios de Uruguay y Argentina, funcionarios de gobierno e instituciones financieras”, aunque se negó a revelar los nombres. El empresario denunció haber recibido varias amenazas de muerte, «incluso amenazaron a mi esposa que ahora está en Italia y no quiere saber nada de volver a Sudamérica».
Aseguró, además, poseer pruebas de «las amenazas realizadas en su contra por el empresario argentino Armando Gostanian», personaje muy cercano al expresidente Menem y principal de varios locales gastronómicos más otra decena de propiedades en el este. En medio de una crisis financiera, según él «provocada artificialmente por su exsocio Tonino Sorgi, entonces concesionario de la Dirección Nacional de Casinos”, Foddai debió abandonar Uruguay en febrero del 98.
Dos años después el italiano fue asesinado a tiros en una calle de Nueva York.
Balcedo se quedó con medio cerro
En el año 2017 se detuvo en Playa Verde a solicitud de la Justicia argentina el empresario nacido en ese país Marcelo Balcedo. Estaba acusado de robar los fondos del Sindicato de Obreros y Empleados de Minoridad y Educación (Soeme), que presidía. En Uruguay había invertido millones de dólares en enormes propiedades, casi una decena de autos de alta gama y hasta había comprado una radio FM en Punta del Este. La fiscalía encontró unos 7.500.000 dólares ocultos en cajas de seguridad de Montevideo y Punta del Este. Finalmente se le acusó por lavado y contrabando de armas y en acuerdo por juicio abreviado reconoció sus delitos, recibió condena y se le incautaron casi 3 millones de dólares y cuatro automóviles.
Pero durante años a nadie llamó la atención. A pesar de haberse quedado con medio Cerro de Los Burros en Playa Verde.
Los tiempos cambian, las mafias también
En junio de 1998 el matutino argentino Clarín publicó una entrevista al general Charles Wilhelm, entonces jefe del Comando Sur de EEUU. El jefe militar sostuvo que “a consecuencia de la Operación Colombia, los narcos pueden mudarse al Cono Sur”.
Hoy está más que claro que narcos colombianos y mexicanos operan en Argentina y Uruguay. En un año casi 20 toneladas de cocaína fueron capturadas en el Puerto de Montevideo, en varios campos del interior, o en puertos europeos con embarques desde nuestro país.
Una reciente investigación judicial en Paraguay reveló la existencia del “Primer Cártel Uruguayo”, encabezado por Sebastián Marset, ahora uno de los narcos más buscados en el mundo. La misma investigación asegura que ese cártel está integrado “por empresarios uruguayos”.
Durante años se intentó combatir el lavado de dinero con leyes y controles. Sin embargo, todo es insuficiente porque las mafias se reconvierten más rápido que los Estados.
El hecho de que ninguna de las investigaciones que reseñamos haya sido realizada por la Policía uruguaya, sino que esta actuó como brazo ejecutor de organismos extranjeros, revela nuestra dificultad para enfrentar al crimen organizado.
De golondrinas y bandadas
Un cálido día de principios de noviembre de 2018 este cronista fue contactado por el jefe de corresponsales para América del Sur del diario The New York Times. Investigaba los negocios de Donald Trump y estaba interesado en la aún inconclusa torre Trump que se levanta en parada 9 de La Brava.
Tomó fotos, corroboró que no había nadie trabajando allí y que las tareas estaban detenidas hacía mucho tiempo.
Pero en el camino le llamaron la atención la enorme cantidad de nuevos edificios totalmente vacíos y la ausencia de autos y gente en las calles. Nos pidió que le mostráramos otros lugares. Fuimos hasta La Barra y luego recorrimos algunos de los barrios residenciales de Punta del Este.
En todos lados el mismo panorama: solo casas enormes y edificios vacíos.
De pronto detuvo el auto y preguntó: “¿Cómo se explica esto?”.
Hace por lo menos 45 años que esa misma pregunta la repiten observadores atentos.
Residencias e inversiones inmobiliarias que alcanzan valores solo medibles en millones de dólares, propiedad de personas que no las habitan más que 15 días al año y que en sus respectivos países han sido acusados por diferentes prácticas delictivas; compradas por sociedades anónimas hechas en los estudios jurídico-contables que refirió el exjefe regional de la DEA, Abel Reynoso, despiertan, obviamente, curiosidad. Aunque no de todos.
Operadores y gobernantes siempre respuestas que iban desde la confianza que el país generaba para la inversión, hasta el atractivo que representaba la belleza del lugar para la actividad turística.
Y probablemente todas las explicaciones tengan algo de razón. Porque la mayoría de los propietarios en el este no son lavadores de dinero.
Pero los antecedentes históricos obligarían a las instituciones a estar muchos más atentas. Porque es cierto, una golondrina no hace verano, pero una bandada de golondrinas anuncia cómo será el tiempo.