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Política

Con el PRESIDENTE DE FFSP Y COFE

Martín Pereira: «Colocar bajo sospecha a quienes comen en las ollas es muy miserable»

El dirigente de la salud pública y presidente de COFE está convencido de que el movimiento sindical y las organizaciones sociales son la contención que frena un posible estallido social a causa del hambre. Pereira habló del estado crítico de la pandemia, del posible colapso de los CTI, de la estrategia de distracción del gobierno mediante declaraciones escandalosas en redes sociales para evitar que hablen de sus políticas económicas y sociales de «recorte» y «vaciamiento» del Estado. Cree que las firmas contra la LUC serán un nuevo «Maracanazo», aunque sostiene que algunos sindicatos «no han estado a la altura».

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Producción: VIVIANA RUMBO

No grita mucho. Estudia, observa y escribe. Escucha siempre. Lee lo justo, cuando los tiempos le permiten y trata de priorizar ensayos de comunicación y política nacional. Nació en el Hospital de Clínicas y se crió en Malvín. Sus primeros goles fueron en los paños de hormigón de Aconcagua y Míchigan. Sus escasos gritos fueron en clásicos de barrio por su pasión azulgrana, aunque asegura que después del pitazo final del último cuarto, las pasiones quedaban de lado y volvía a casa charlando con amigos playeros del barrio. Alumno promedio, flojo en matemáticas y bueno para dedicarle horas al estudio y para establecer vínculos con sus compañeros y compañeras de la escuela Experimental de Malvín, así como con maestras, madres, padres, tíos y abuelas. Niño querido en el barrio. Su mamá trabajó como visitadora sanitarista en el Ministerio de Salud Pública, y su tarea implicaba recorrer los barrios, los primeros asentamientos y ver las condiciones en las que se encontraban los recién nacidos en sus primeros meses de vida. Su padre trabajó como técnico en electrificación rural y posteriormente, en empresas de seguridad. Los extraña. Martín se crió acompañando a su mamá a las asambleas sindicales en la Federación de Funcionarios de Salud Pública, respiró las luchas sindicales como parte de su vida y aprendió que el trabajo sindical implica las 24 horas del día y que no hay descanso posible. Se ríe cuando lee o escucha que los sindicalistas son vagos, considera que su aporte al colectivo es un granito de arena militante y disfruta cuando sus hijas Camila y Milena lo acompañan a las asambleas y tareas de la FFSP.

 

Tenés un buen vínculo y diálogo abierto con el presidente de la República mientras que vivimos un tiempo con muy poco espacio para las disidencias. Hay ataques feroces a periodistas, amenazas y advertencias de juicios por traición a la patria. ¿Cómo se hace para discrepar en una lógica de verdad absoluta del «ganamos el gobierno, esta es la verdad y el resto se calla»?

Con el presidente tenemos un muy buen diálogo y escucha. Es un gobierno que escucha pero mantiene su rumbo bien delimitado. Los ministros atienden el teléfono. Eso no quiere decir que después logremos lo que planteamos pero hay un ámbito de intercambio, incluso más que con gobiernos anteriores en nuestro ámbito de la salud a nivel del MSP. De todos modos, creo que no debemos pensar que nos gobierna una agencia de publicidad. Tenemos un gobierno de derecha. Nos gobierna un presidente del Partido Nacional, con una coalición que ha conformado un equipo que comunica muy bien. En todo caso habría que preguntarnos porque el Frente Amplio por qué en 15 años de gobierno no supo construir una comunicación eficiente de sus logros y una comunicación alternativa a los grandes medios que conocemos. De todos modos, creo que los ataques a la libertad de expresión hay que condenarlos siempre más allá que pienso que el microclima de Twitter es una cosa y la vida real otra. En este entorno hay una senadora del gobierno que creo está cumpliendo un papel del cinco que se para en la mitad de la cancha y «raspa» a los rivales. Y logra a la perfección su cometido: que hablen de ella y no de los problemas que tiene el país. Más allá de eso, creo que el movimiento sindical y la izquierda en general debemos dar la discusión de cómo se comunica en este tiempo y mediante qué herramientas porque ya sabemos que en los grandes medios hegemónicos salís cuando ellos quieren y con sus agendas. Personalmente creo que el movimiento sindical tiene necesariamente que profesionalizar la comunicación porque ya no alcanza con pintar pasacalles, hay que estudiar qué se comunica hacia la interna y hacia afuera, es una discusión muy rica que tendremos que dar. Y volviendo al inicio, creo que mucha gente subestimó a este gobierno diciendo que no estaban preparados. Sí que lo estaban y no se apartan un milímetro de sus objetivos y planes. Y lo comunican muy bien. Ponen plata en los grandes medios que juegan ese juego, pero esto sucedió toda la vida. Lo que pasó es que hubo gente que pensó que el FA nunca iba a perder y perdió. Y esa soberbia la seguimos viendo al día de hoy cuando lo que debería hacer el FA es un recambio rápido porque así como está ahora, en este estancamiento, no va a llegar a ninguna parte.

 

¿En los sindicatos sobrevive y resiste la visión de la propaganda militante por sobre la profesionalización de las comunicaciones?

Sí, y por ello tenemos que dar esa discusión cuanto antes. Tenemos que comunicar distinto. Los sindicatos hacemos muchísimas acciones cotidianas, solidarias, pero no las solemos comunicar tal vez para que nadie piense que las hacemos para que la gente las vea. Pero hay que informar, hay que contar lo que hacemos, hasta por un tema de rendir cuentas de nuestra gestión. Creo que muchos palos que recibe el movimiento sindical se deben a que no se conoce todo lo que hacemos por la gente en general y no solo para nuestros afiliados.

 

¿Estamos al borde del colapso sanitario?

La situación es muy compleja. Personalmente creo que es un error colocar el eje de la discusión en aspectos semánticos y centrarnos en si el sistema está «saturado» o «tensado». Si bien la mirada está colocada en los CTI, digamos que el panorama está muy complicado en todos los ámbitos, desde quienes reciben las llamadas por los hisopados hasta los compañeros y compañeras que trabajan en los CTI. Cuando se demoran los hisopados hay gente que está perdiendo días de trabajo. Lo que debería demorar unas 72 horas puede llegar a tardar diez días, y son jornales que pierde la persona que espera. Además de su preocupación lógica y que en ocasiones le puede llegar a implicar la pérdida de su trabajo. La gente deja de cobrar jornales y hay casos que hasta pierde el laburo. Todo ese proceso está saturado, lo vemos desde la puerta de la emergencia de una policlínica barrial hasta lo que sucede en un hospital con mayores recursos para atender. Actualmente, hay casos que pueden llegar a pasar 24 horas esperando en la puerta antes de ser atendidos. Y son casos de personas contagiadas con covid. Son variables que no siempre se ven o que no se toman en cuenta para hablar de que todo el sistema está complejizado. Hemos saludado que se hayan abierto camas de CTI, especialmente en el interior del país, que fue un reclamo histórico de la FFSP, porque entendíamos que no era posible que los recursos fueran hacia el sector privado. Pero ahora estamos en una situación que ya no se pueden abrir más camas porque no hay gente que las pueda atender. Todo el mundo habla de los respiradores pero si no hay personal calificado para atender esos respiradores no servirán de mucho.

 

En poco tiempo pasamos de los aplausos de la población a la estigmatización de los reclamos de los trabajadores y las trabajadoras de la salud. ¿Cuál creés que sea la mirada de la población hacia el personal de la salud? ¿La de los aplausos y reconocimiento o la de los linchamientos por reclamar condiciones de trabajo o advertir lo que les preocupa?

Creo que al principio de la pandemia los aplausos fueron una moda internacional. Es muy valedero el reconocimiento a los trabajadores de la salud pero como toda moda, pasó. De todos modos y en términos generales creo que en buena medida se mantiene ese reconocimiento al trabajo que realiza el personal de la salud. Hay que ver en qué condiciones desempeñan su tarea los trabajadores y trabajadoras de la salud durante 12 o hasta 18 horas. Es mucha la tensión, hay un sinnúmero de particularidades que inciden y por supuesto, hay un enorme estrés emocional que no se suele ver desde afuera. El paciente con covid está en una habitación solo o con otro paciente que también está cursando la enfermedad. Y ese eventual compañero de habitación es el único contacto que tiene para hablar y mantener una conversación. Cuando pueden, es el personal de la salud el que va a llevarle su comida, y luego pueden ingresar el auxiliar de servicio, el enfermero y el médico. Esos son los contactos que tiene y con quienes puede hablar y comparte sus angustias y miedos. Hace poco un enfermero del CTI comentaba que cuando ingresa un paciente nuevo se comienza a generar un vínculo. Tenemos que colocarle el oxígeno, luego lo intubamos y en muchos casos fallece. El 85% de los pacientes que son intubados fallece con covid. Y todo eso sucede en tres o cuatro días. Toda esa carga emocional el trabajador se la lleva para su casa. Carga con esa realidad, va a trabajar, conoce a un paciente, charla, conversa, lo atiende, le da ánimo y vuelve al día siguiente y le dicen que ese paciente falleció.

 

¿Cómo es el vínculo con las familias de quienes están en el CTI?

Es difícil explicarle a la población lo delicada que es la situación. El trabajador de la salud está preparado para entenderla, pero también para quienes trabajan en la salud es difícil afrontar cuando tiene que atender a su propio compañero que una semana atrás estaba trabajando codo a codo en el hospital y ahora pelea por su vida en una cama de CTI. Imagínense lo que significa para alguien tener que comunicarle a la familia de un compañero de trabajo con quien compartieron años de vida y tal vez hasta momentos familiares juntos, que esa persona murió. Y que no se la puede despedir. Ir a decirle a quien conocemos por años de historias compartidas que su esposo, su hermana o su padre falleció. Otro aspecto que se conoce poco y casi no se habla es que el covid se ha llevado familias enteras. El otro día despedíamos a un médico del SAME 105, las ambulancias de ASSE, pero además en pocos días murieron su padre y su hermano. El covid se llevó una familia entera. Hay una realidad con la que nos enfrentamos a diario, sabemos que trabajamos con la vida y la muerte, pero hoy la muerte está mucho más presente en nuestro trabajo que la propia vida.

 

¿Nos aproximamos a un escenario de tener que elegir quién vive y quién no?

Todavía hay disponibilidad de camas del CTI, pero siempre estuvo latente eso que vos decís. La gente se asustó un poco con el comunicado del MSP pero que en realidad era para manejo del personal de la salud. En un accidente de tránsito importante sucede algo similar a lo que pasa aquí. Cuando llega una emergencia móvil y se encuentra con varios heridos se evalúan las posibilidades. Las edades, las posibilidades de vida, si son niños, jóvenes o adultos, distintas variables. Esa evaluación se da dentro de la salud y muchas veces no era percibida por el resto de la población. En ocasiones llega un solo equipo y mientras espera que lleguen otros, tiene que elegir quién tiene más chance de sobrevivir. Y eso también puede darse dentro de los CTI. Hoy tenemos muchos estudiantes de intensivistas que están asumiendo roles de definición, muchos compañeros que entran por primera vez y tienen que asumir la responsabilidad por estar trabajando ahí.

 

¿Cuál es la contención emocional y qué asistencia profesional tiene el personal de la salud?

En la primera línea, es el compañero que tenés al lado. Es fundamental el apoyo que te da el propio equipo de la salud. En la FFSP hablamos de equipo de la salud, sin distinguir entre médicos y no médicos. Hay un equipo que trabaja a diario con el que muchas veces compartís más horas que con tu propia familia. Esa es la primera contención de los trabajadores y después hay líneas de apoyo que ha establecido ASSE para atender las situaciones de estrés que tienen los trabajadores de la salud en estos momentos. Insisto, no es solo el cansancio físico por lo que implica el trabajo sino que también el aspecto emocional. En el último tiempo tuvimos que despedir a varios compañeros de la salud. Once casos, pero no se trata de la cifra, sino que eran nuestros compañeros.

 

¿Te tocó algún caso cercano?

Sí, me tocó tener que despedir a una entrañable compañera de laboratorio en el departamento de Treinta y Tres, directiva nacional de la FFSP que en la última etapa estaba asignada a cuidar a los hijos e hijas de trabajadores en el hogar estudiantil. Fue tremendo. Muy doloroso seguir el proceso de los informes diarios del CTI que nos indicaban que no presentaba avances ni recuperación. Y el desenlace lo sabíamos, fue durísimo. Trabajás durante años con alguien y de pronto, al día siguiente lo estás atendiendo pero sabiendo que su situación es crítica.

 

Tal vez quienes atacan a los trabajadores eso no lo comprendan.

Claro que no. Nos estigmatizan como decías hoy, nos colocan a los sindicatos como los que reclamamos y cuestionamos lo que está mal. Pero somos los que la luchamos día a día y también los que reconocemos cuando las cosas se hacen bien. Y muchas veces los sindicatos somos parte de la solución como sucedió con los problemas que tenía el personal de la salud para agendarse y vacunarse. Y con el vacunatorio que instalamos con la Federación Uruguaya de la Salud (FUS) en el local sindical de la FFSP eso quedó solucionado. Ya superamos las 10.000 personas vacunadas de la salud. Muchas veces nos colocan la etiqueta que somos los que colocamos palos en las ruedas, y nos consta que a muchos no les gustó que instaláramos un vacunatorio acá en un local sindical y demostrando que el movimiento sindical está la altura de las circunstancias. Y está funcionando a la perfección. Y ante cada dificultad que fue surgiendo le pusimos el hombro y le buscamos una solución. Los equipos de la FUS y la FFSP están trabajando duro, asistiendo a los vacunadores para que no les falte nada, ni siquiera un café o el almuerzo para que puedan trabajar en las mejores condiciones. Y a quienes llegan agotados de sus propios trabajos, desgastados y vienen a vacunarse se les brinda contención. Todo eso no se ve, pero es parte de la construcción sindical en la que creemos y así entendemos que debe ser. Por tanto, quiero expresar el total reconocimiento a los equipos de vacunación que trabajan de manera comprometida y responsable.

 

Hoy hablabas de la estrategia de distracción que realiza una senadora del gobierno en Twitter. ¿No fue algo similar lo que aplicó el Mides cuando salió a los medios con el café vencido tal vez para evitar hablar de recortes en las políticas públicas?
Claramente se ha utilizado esa estrategia por parte de algunos actores del gobierno. Idéntico a lo que hace la senadora Graciela Bianchi. Ella es un personaje que expone en las redes para que la atención se disperse y distraiga hacia ella y no hacia las políticas del gobierno. A la hora del trato personal, es totalmente distinta y conoce muy bien al Estado. Es una estrategia bastante evidente: que la atención esté centrada en ella y que la gente se ocupe todo el día de lo que ella ‘tira’ en Twitter. El problema no es de ella sino de la gente que entra en esa discusión y en la lógica de contestarle continuamente todo. Eso te distrae de los verdaderos problemas. El problema no era el café vencido en el Mides sino que los compañeros plantaban que estaban retirando de territorio distintas prestaciones que se brindaban. Y debimos discutir sobre ello y no sobre el café que el gobierno anterior le daba o no a sus visitas. Y todos nosotros a veces entramos en esas discusiones banales, que son colocadas a diario en los medios y redes para distraer. Pero tenemos que entender que no solamente no se debe entrar en esa lógica sino que tampoco debemos responder todo a todos. Muchas veces los dirigentes sindicales caemos en la tentación de entrar en todas las discusiones cuando tal vez lo que debamos hacer es enfocarnos más en los asuntos directamente relacionados a las políticas públicas del gobierno.

 

¿Qué valoración hace COFE de las políticas públicas del gobierno en materia de desarrollo social?

Coincidimos totalmente con la valoración que hace el sindicato del Mides que ha denunciado que el gobierno decidió retirar al Estado del territorio en distintos ámbitos, eliminando o debilitando planes que existían para distintas poblaciones vulnerables. El sindicato ha insistido en la necesidad de dar esa discusión a nivel público y no distraernos en si finalmente instalarán una oficina en Casavalle o no. La pandemia es una emergencia que tenemos que solucionar ya, pero no debemos descuidar otros asuntos fundamentales especialmente para la población que se encuentra en situación más vulnerable y que eso implica hablar sobre las políticas públicas en desarrollo social.

 

En esta emergencia sanitaria, económica y social, ¿realmente el Mides es el articulador de las políticas sociales o la contención fundamental para que miles no pasen hambre la están desplegando el movimiento sindical y las organizaciones sociales?

El rol natural que debería tener hoy el Mides es el de la emergencia. En este contexto que estamos viviendo, se habla poco o nada de las políticas que va a implementar el gobierno cuando termine la pandemia. De todos modos, parece bastante claro que el rol que tendría que haber desarrollado el Mides para atender las urgencias de la población, ante su ausencia, en realidad lo están cumpliendo los sindicatos y las organizaciones sociales, con canastas, con ollas, con distintas actividades que venimos desplegando desde hace más de un año. Todos los sindicatos hemos realizado un esfuerzo enorme para que la gente no pase hambre. Desde la FFSP además de sostener ollas y entregar miles de canastas, hicimos una campaña para proporcionarle tapabocas a quienes atienden las ollas, para que tuvieran esa protección. Desde COFE, desde el Pit-Cnt central, hemos aportado miles y miles de kilos de alimentos a las ollas y merenderos populares. En cuanto al tema central de la pregunta, creo que al gobierno le sirven las ollas populares porque son la contención social que realiza tanto el movimiento sindical como las organizaciones sociales. Legítimamente uno se puede preguntar qué pasaría si las ollas populares no estuvieran y qué pasaría con esos más de 100.000 uruguayos que comen a diario porque está presente el tejido social solidario. El movimiento sindical, tal como lo ha hecho a lo largo de su historia, se ha colocado a la vanguardia para tratar de solucionar las urgencias de la gente. Hoy la realidad es compleja, a las ollas inicialmente iban personas en situación de calle y gente que vivía en condiciones muy precarias. Ahora vemos padres y madres de familia, que se nota llegan con cierta vergüenza, miran al piso, evitan hablar de sus problemas y agachan la cabeza. Eso es muy fuerte. El movimiento sindical actuó inmediatamente, desde el inicio y lo sigue haciendo. Le da contención a toda esa masa de gente que de otra forma no podría comer. Entonces cuando leo que algunos quieren discutir sobre las finanzas de los sindicatos bueno, no es tan difícil ver y entender que ahí estamos destinando cifras enormes de recursos y que se utilizan para ayudar a la población, a todos, al que está en situación de calle, a los padres y madres de familia que perdieron el trabajo. Y ellos y el resto de la sociedad sabe que por más que el Estado esté ausente, siempre el movimiento sindical va a estar ahí para auxiliarles.

 

Entonces las ollas cumplen un rol de contención.

Las ollas no solamente cumplen ese rol de contención, sino que frenan un estallido social que se podría dar si esas personas no tuvieran para comer. Yo me pongo en ese lugar, si no tuviera para darles de comer a mis hijas y no sé lo que sería capaz de hacer. Por eso en este contexto hay algunos planteos que no puedo comprender. Parece insólito que se pretenda controlar a quien se le da una prestación de $2.500 para ver si después va a una olla. Es inadmisible, no se pueden aceptar ni de este ni de ningún gobierno. El que va a una olla no lo hace porque no tiene ganas de cocinar en su casa sino porque no tiene qué comer. Pretender controlar a quienes van a las ollas con un tupper a buscar comida para sus hijos es una actitud muy miserable. Hay que pensar además que el invierno es especialmente duro para quienes están en situación de mayor vulnerabilidad. Por lo tanto, tenemos que hablar de estas cosas. El gobierno debería estar hablando de cuáles son sus políticas sociales y qué tiene pensado hacer para contener el hambre de la gente en el invierno y no de auditar o sospechar de los pobres. En Uruguay ya sabemos que hay 100.000 nuevos pobres y que la mayoría son niñas y niños. Y que a esa infancia que hoy no sabe si va a comer o no, dentro de unos años le vamos a exigir cosas según nuestras expectativas y vamos a reclamar resultados educativos, cuando está comprobado que si en los primeros tres años no reciben la alimentación correcta y la contención adecuada después es imposible exigirle lo mismo que a un niño que sí la recibió.

 

¿Cuál es tu evaluación de la campaña de recolección de firmas?

Hay una militancia importante en la calle de casi todos los sindicatos tratando de llegar, pero si llegamos creo que va a ser una hazaña.

 

¿Casi todos? ¿No están todos los sindicatos juntando firmas?

No. No están todos los sindicatos. Hay algunos sindicatos que no están a la altura de las circunstancias con la recolección de firmas. En su momento, algunos fuimos críticos y dijimos que habilitar este camino abría la posibilidad de darle una victoria al gobierno en pleno junio cuando vamos a estar en la discusión de la Rendición de Cuentas y los Consejos de Salarios. En tal caso, le vamos a dar una victoria al gobierno que va a salir a decir que la población los apoyó y todo su relato, pero todos sabemos que no estamos juntando las firmas en las condiciones que se debería. De manera tajante, nosotros estamos respetando todas las medidas sanitarias. Alcanza con recorrer cualquiera de las mesas y se podrá ver que todos están dotados con alcohol en gel, los y las militantes con tapaboca, muchas máscaras, y lo mismo sucede cuando salen puerta a puerta. Pero no es lo mismo que una campaña en condiciones normales de movilidad y con los ámbitos de movilización naturales del movimiento sindical. De todos modos vamos a dar la batalla hasta el último día, vamos a ir a juntar hasta la última firma el último día del plazo legal. Y estamos confiados que ese país chiquito del que siempre se habla en clave de hazaña, será capaz de lograr una más. Que no les quepa duda que vamos a pelear por lograr un «Maracanazo» con las firmas hasta el último suspiro del último segundo del plazo constitucional. Vamos a llegar, vamos a ganar.

 

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