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Muchas veces uno desearía no tener razón. Cuando de acuerdo a la experiencia de la vida, además de estudiar un tema, se hace un pronóstico que, de cumplirse afecta al país y su gente. Cuando Bustillo de aparente formación diplomática, aseguró determinados plazos, y dio determinados pasos, dijimos que era muy ingenuo. No se negocia una carta intención (CI) con China en tres meses ni tratado de libre comercio (TLC) en seis.

A fines del 85 me tocó presidir la primera delegación uruguaya que viajó a China. Queríamos establecer relaciones diplomáticas. Vergonzosamente las teníamos con Taiwán y eran excluyentes una de otra. Integraban la delegación Reinaldo Gargano y Luis Hierro López. Algo fácil, sin otros compromisos recíprocos. Ambos gobiernos firmaron el acuerdo en febrero del 88. Casi tres años después.

Si bien es cierto que el canciller admite no ser afecto a la lectura, a veces en broma decía: “Yo, solo Patoruzito”; le recomiendo leer el libro Maravillas de Marco Polo (siglo XIII) donde narra sus viajes a China. Describe la ruta de la seda. Sus escritos motivaron a un navegante a buscar un camino más corto para que Europa llegara a la misma. Se llamaba Cristobal Colón.

Han pasado siete siglos y, en plena pandemia China invirtió 65.000 millones de euros en la ruta comercial que deslumbró a Marco Polo. Así es la cultura china. No piensa en tres meses para adelante sino en décadas, en siglos.
Bustillo dijo, no una, sino muchísimas veces que el primer documento se firmaba antes del 31 de diciembre. Cada vez, escribimos o comentamos en nuestras columnas permanentes de radio que no había la más mínima posibilidad. Es más, seguramente los chinos necesiten negociar con más de un gobierno uruguayo para saber que lo que acuerden tendrá continuidad.

La Carta Intención -que se iba a firmar con gran pompa- es el documento donde las partes identifican los bienes y servicios que quedarán fuera del TLC. Recién después de acordarlo se empieza a negociar el tratado propiamente dicho. O sea que lo que se iba a firmar en pocos meses no se ha empezado a negociar aún.

La noche 31 de diciembre, brindamos en familia, viendo los cohetes y cañitas voladoras, pregunté. “¿No saben a qué hora firmó Bustillo con los chinos?”. No firmó. No hubo CI. No se explicó por qué no se cumplía el compromiso asumido ante la gente. Lamentablemente teníamos razón.

No transcurrió el segundo mes del año, y la cancillería ya deja trascender que se trancaron las negociaciones. De inmediato el presidente lo desmiente. (¿Parte de la misma estrategia?) Empiezan los trascendidos: “No es el mejor momento de las relaciones de China con EEUU”. ¡Ah! No sea cosa que el patrón del imperio se lo tome a mal!
También lo de China y EEUU lo habíamos advertido desde inicios del año pasado. La prensa le presta atención al conflicto de Biden con Rusia por Ucrania, pero no ha advertido que nunca han estado peor las relaciones de Washington con China.

Tras la Segunda Guerra Mundial, Taiwán, se convierte en el refugio de los nacionalistas (Kuomintang) liderados por Chiang Kai-shek con frustradas aspiraciones de ser “Estado-País”. Ahora, por primera vez ganan las elecciones los independentistas. En 1987, escribimos un ensayo sosteniendo que si esto llegara a ocurrir, la tensión entre China y EEUU iba a pasar su peor momento. Y fue así, 34 años después que lo previmos.

EEUU ha instalado allí un desmedido arsenal. China ha dicho que no quiere recurrir a la violencia, pero que no va a aceptar la secesión de parte de su territorio. Ni un milímetro. No lo ha hecho en miles de años.

Mientras todo esto ocurre, el presidente Lacalle y su canciller de “carrera” (o a las carreras), una y otra y otra vez, piden la flexibilización del Mercosur, porque van a firmar un TLC con China. En la región, apuestan a Bolsonaro, que se va en noviembre y tiene cero protagonismo internacional.

Esto nos llevó a un deterioro sin precedentes de las relaciones con Argentina. Cada pedido al Mercosur para negociar solos con China, nos alejaba más del gobierno de Buenos Aires. Todo por el TLC que ahora resulta que no sale. Hasta llegó a haber un entredicho por Zoom entre ambos presidentes.

Nos alejábamos de Argentina y nos acercábamos a Brasil. Mientras naufragaba el sueño del TLC con China, el presidente argentino viaja a China y Rusia. Y China emite una declaración muy amistosa con Argentina apoyándola en su intento por una solución negociada al conflicto de Malvinas. Tanto como eso, se equivocó nuestra diplomacia.
Los plazos ingenuos de Uruguay para negociar con China, la mala idea de acercarse a Brasil, los éxitos que iba a tener Argentina sobre Malvinas, la mejora de sus relaciones con los dos colosos asiáticos son todos temas que los anunciamos hace mucho tiempo. Es hora de que el canciller se empape más del mundo en el que vivimos.

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