El Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica es una organización que realiza estudios políticos en Latinoamérica con el fin de construir una lectura integral regional del transcurrir político. Se describe como una institución dedicada a la investigación y la elaboración de saberes e instrumentos para entes encargados de generar políticas públicas, estrategias electorales o acciones sociales.
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Sin embargo, la labor desempeñada por el Celag va mucho más allá de la elaboración mecánica de fórmulas, estadísticas y estudios meramente descriptivos; el material que se produce en esta organización hace parte de la construcción de herramientas que tienen como fin último la transformación social latinoamericana.
Es una de las pocas instancias que desarrolla, con profundo sentido de la rigurosidad científica, material que se contrapone a las elaboraciones generadas desde las instancias del poder y que terminan desarrollando complicadas tramas teóricas que justifican la existencia de un modelo que democratiza las pérdidas y reserva las grandes ganancias para unos pocos.
A cargo de esta organización, con la responsabilidad de dirección, se encuentra Alfredo Serrano; siendo un estudioso de la economía, articula el saber político y social a esta, logrando abarcar un importante nivel de conocimiento geoestratégico global y regional con la misma experticia que tiene sobre las internas de cada país en la región.
Caras & Caretas conversó con él en una visita que realizó a Montevideo, donde se juntó con representantes de diferentes medios de Uruguay en el ánimo de intercambiar opiniones y experiencias de la política a nivel local y regional.
Serrano planteó su percepción de la situación continental, que en la última etapa ha estado mucho más agitada de lo normal a partir de las circunstancias que ocurren en Venezuela y que revisten alcances regionales. Sobre este tema, afirmó que no es posible hablar de Venezuela sin tener en cuenta la región en términos integrales, entendiendo que su situación, aunque no parezca, no puede verse sin tener en cuenta, por ejemplo, que Lula da Silva está en la cárcel en Brasil, igual que Jorge Glass, vicepresidente de Ecuador; así como no es posible leer esto sin tener en cuenta que el excandidato presidencial y senador Gustavo Petro, en Colombia, ha sido sancionado y embargado por abaratar el costo del transporte público en Bogotá con el posible fin de inhabilitar su carrera presidencial, por poner solo algunos ejemplos.
Entonces, para Serrano, “no podemos permitir que se nos presente la situación de Venezuela como una situación anómala en la región” o como si se tratara de situaciones aisladas propias de realidades locales que deben ser vistas cada una con lentes distintos. Esto, debido a que es precisamente una imposición la de aplicar diferentes ópticas para situaciones que tienen una misma raíz, pues, por ejemplo, siempre se ha cuestionado la legitimidad de la presencia de Maduro en la presidencia, pero jamás se ha cuestionado la realidad de Manuel Alberto Vizcarra, que es presidente en Perú, pero no fue votado, o no se cuestionaron las circunstancias en que llegó Michel Temer a la presidencia de Brasil.
Entonces, es fundamental entender la situación de Venezuela en términos de una realidad continental que implica un claro intento por controlar una de las mayores reservas globales de recursos naturales “preciosos”, además del consabido petróleo, como oro, hierro, diamantes o coltán. Para ello, se ha aplicado un esquema que lleva un buen tiempo en desarrollo y ha tenido capítulos como el que se presenció en las elecciones de 2012, en las que compitieron Hugo Chávez y Enrique Capriles; durante el transcurso de la tarde, varios voceros de la derecha hablaron de la posibilidad de fraude, pero al momento del conteo de los votos, Chávez superó a Capriles por más de 11 puntos, ante lo que dichos voceros no tuvieron más opción que callar.
Frente a este tipo de circunstancias de la política electoral, se ha visto un “desplazamiento del eje”, donde se pasa de discutir el acuerdo o desacuerdo con el modelo económico o su conducción, lo que es bueno para cualquier democracia, a reconocer a una persona que se autoproclama como presidente y que además lo hace a nombre de una corporación (Asamblea Nacional) que fue elegida por el mismo órgano electoral cuestionado por falta de transparencia en su proceder.
De este modo, varios países, contraviniendo cualquier norma de derecho internacional, reconocen a Guaidó como presidente. Esto ocurre en el contexto de la occidentalización de la política, pues da la impresión de que el mundo fuera sólo lo que hay en el vecindario. Por el contrario, es importante entender que Venezuela está fuertemente ligada con lo que Serrano llama “más allá de occidente”, que no abarca únicamente países como China, Rusia o India. En consecuencia, el conjunto de no alineados, que aglutina más de 100 países, así como todos los de Petrocaribe, no ha reconocido a Guaidó como presidente de Venezuela. Por tanto, el aislamiento a Venezuela termina siendo también un intento por aislar a otra serie de países que no se encuentran alineados con el eje de poder. O por lo menos es lo que se intenta mostrar, pues la realidad va por otro lado, y como muestra de ello, hace unos días el ministro de finanzas de Venezuela, Simón Zerpa, se juntó con la directora del FMI, Christine Lagarde, en la cumbre de primavera de este organismo multilateral, en Beijing.
Hay una importante prisa por demostrar que el modelo alternativo al neoliberalismo no es viable; y se ha hecho, además, por medio de la implantación de sanciones económicas que, según cuantificación hecha por el Celag, entre 2014 y 2019, le han costado a Venezuela el equivalente a un PIB completo. Esto significa que, por cuenta de las sanciones económicas impuestas, ese país ha dejado de percibir los recursos brutos de todo un año. Con esto están más que claras las razones de las profundas dificultades económicas que vive Venezuela.
Más allá de Occidente y la Guerra Fría
El papel de naciones como China, un país que ya no puede considerarse como emergente, sino como “emergido”, en palabras de Serrano, o de la siempre presente Rusia, es algo que el mundo tiene a la vista. Sin embargo, es importante reconocer la aparición de nuevos protagonistas, como Indonesia, que según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), será la cuarta economía del mundo en 2050 y es -junto con India-, en este momento, un país muy importantes en la vinculación latinoamericana con el mundo.
De esta misma forma se hace cada vez más importante el papel de Turquía en la economía mundial, siendo uno de los países con una relación comercial más cercana con Venezuela, así como el creciente papel de economías nuevas en el tablero, como Nigeria, Sudáfrica o Camboya, con lo que no se podría afirmar que existe, como en varios sectores se ha planteado, una reedición de la Guerra Fría con Estados Unidos y Rusia como “nuevos viejos” actores, sino una reconfiguración del escenario geopolítico que modifica la presencia de estos en pro de la construcción de un escenario más multipolar, sin desconocer que existe un país hegemónico con una enorme influencia.
Esto se ha dado porque, de acuerdo con las nuevas condiciones de relacionamiento entre naciones, se han roto los consensos regionales, lo que ha hecho que las relaciones entre países sean bilaterales, teniendo en cuenta acuerdos y condiciones muy específicas. Como ejemplo de esto está que en Latinoamérica no prosperaron los intentos integracionistas desde los gobiernos progresistas, pero los neoliberales tampoco, y es que el “darwinismo geopolítico” de la lógica “sálvese quien pueda” hace que, por ejemplo, aun siendo de signos ideológicos diferentes, una economía de un crecimiento tan sólido como Bolivia tenga estrechas relaciones comerciales con Brasil, Paraguay o Argentina.
Una de las características del modelo es que aglutinar intereses tan diferentes dentro del mismo capital es muy difícil, por lo que, en esta etapa, no es bueno medir la realidad con las mismas reglas del siglo XX, que, aunque ayuda como referente, no es susceptible de encajar como un corsé en las nuevas realidades globales y regionales.
Finalmente, Serrano resalta que por esa razón el Celag genera análisis prospectivos con múltiples escenarios; no es la intención hacer proyecciones políticas hiperprecisas, como las que busca hacer el FMI y en las que acierta más bien poco. Entonces, es importante ver que las relaciones geopolíticas de Latinoamérica durante los gobiernos progresistas, se caracterizaron por ampliar el espectro de influencia hacia otros escenarios por fuera de los actores clásicos de los bloques de poder, lo que a la larga terminó constituyendo un escenario con múltiples posibilidades.
Y si bien la derecha tiene un momento de ascenso en la región, este no es tan monolítico como parece, pues la aparición de los outsiders es una representación de sectores políticos que no son tan nuevos y que responden a los mismos intereses y tienen instancias de poder que no son tan homogéneas. Por eso es importante ver con los actores específicos en lo local para entender el fenómeno de manera más aplicada, alejándose de los estereotipos.
Entonces, aunque hay un fenómeno que ha crecido, se debe leer también en medio de sus propias contradicciones, pues es claro que tienen tremendas dificultades para gobernar. Sólo basta ver hacia Argentina y Brasil para darse cuenta de la forma en que la población ha sido golpeada por los gobiernos de derecha en muy poco tiempo, hasta que llegará un momento en que, por más globos de colores que les pongan en los medios de comunicación, la realidad se terminará imponiendo o, por lo menos, se generará una fuerte presión.
El manejo del poder tampoco es fácil y las fracturas internas también cuestan, mientras que, por otro lado, muchas veces se desconoce o se deja de costado el importante papel que ha cumplido Bolivia en la región, que es fundamental tener en cuenta en la lectura geopolítica regional y debe ser un norte para quienes apuntan a construir alternativa.