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Editorial Argentina |

El FMI, un amigo sin corazón

Mirarse en el espejo

Por Alberto Grille.

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Caras y Caretas Diario

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El miércoles 25 de setiembre será recordado como otra «jornada negra» en la historia de Argentina. Viendo las imágenes de la gente que corre desesperada detrás de los camiones de basura dan ganas de llorar.

En una nueva vuelta de la turbulencia crónica que el gobierno de Mauricio Macri es incapaz de controlar, el dólar paralelo (indicador principal de su funcionamiento económico) trepó hasta 69 $A; las tasas debieron subir a 84% para «enfriar» el tipo de cambio (cerrando a la increíble cifra de 81,32%,), el «riesgo país» superó los 2.200 puntos básicos (o sea que si alguien le prestara, sería al imposible interés del 24% anual), y se asegura que la inflación (en estos momentos todo comerciante remarca los precios lo que puede, en defensa propia) superará en octubre el 63% anual. En los debates televisivos discuten si el gobierno de los CEO ha conducido este desastre hasta el fondo por ser tan burros o por aumentar los ingresos del elenco gobernante y de los sectores agroexportador y financiero que representan. En fin, por burros o por chorros, o por ambos motivos.

El detonante de la nueva turbonada fue un hecho esperado, luego de la salida de Christine Lagarde que se hará cargo del Banco Central Europeo y su sustitución por la búlgara Georgieva Kristalina.

El martes 24, el director gerente interino del Fondo Monetario Internacional, el norteamericano David Lipton, le dijo al ministro de Economía argentino Hernán Lacunza y al presidente del Banco Central de la República Argentina (BCRA), Guido Sandleris, que «el FMI ha decidido suspender su programa financiero con Argentina», al menos hasta que se defina quién sale triunfante en las elecciones del 27 de octubre.

Fue el propio Lipton, el verdugo con nombre de té, el que les comunicó, sin anestesia, que Donald Trump le había soltado la mano a su amigo Macri.

En buen romance, esta «suspensión», elegantemente, posterga el envío del tramo de 5.400 millones de dólares prometido al gobierno cuando Macri anunciaba que ganaría las PASO como instancia previa a su reelección, y gozaba de todo el favor del FMI y sobre todo del presidente Trump.

Vale decir que si no hubiera sido por el apoyo de la administración Trump, probablemente el FMI, nunca le hubiera prestado a Argentina 57.000.000.000 de dólares, lo que constituyó la asistencia mayor que el Fondo Monetario hiciera a un solo país, asistencia que fuera otorgada al margen  de lo autorizado por su Carta Orgánica y sin que en Argentina se hubieran cumplido los requisitos legales y administrativos para recibir tal “ayuda”. Como bien demostró el periodista Horacio Verbitsky, el préstamo estuvo bien flojo de “papeles”, lo que, posiblemente, tendrá consecuencias, políticas, civiles, penales e institucionales, una vez que comiencen a discutirse las futuras relaciones con el FMI, la reprogramación de la deuda y la legitimidad de la misma.

Tras el resonante fracaso del gobierno argentino y también de los técnicos del Fondo Monetario que programaron conjuntamente las medidas y políticas adoptadas durante los últimos doce meses, el Fondo decidió no poner más dinero en ese barril sin fondo que posibilitó resarcir a los inversores privados que habían prestado al gobierno argentino, a los grandes bancos internacionales y a los fondos de inversión y que también permitió que el grupo de funcionarios y la barra de empresarios que forman el núcleo de amigotes de Macri y el presidente mismo, engrosaran su fortuna puesta a buen resguardo fuera de Argentina en paraísos fiscales y cuentas offshore. El Fondo Monetario y el propio Donald Trump lo abandonaron a su suerte, ya que sin ese monto no podrá cumplir con su programa financiero y el default virtual ya declarado se convertirá en un default (cesación de pagos) total, que le obligará a entregar una Argentina atada de pies y manos al nuevo gobierno que deberá negociar con el Fondo Monetario una deuda que a ojos vista es ilegítima y probablemente resultará impagable, al menos en los términos convenidos y también en los que el FMI pretenderá renegociar.

Como cualquier habitante del planeta Tierra, el FMI (que cometió el mayor error de su larga y terrorífica historia al prestarle 57.100 millones de dólares a la Argentina de Mauricio Macri), tiene conocimiento de que las elecciones argentinas de 2019 van a ser ganadas en primera vuelta por la fórmula Alberto Fernández-Cristina Fernández de Kirchner. En consecuencia, Lipton, de hecho, ya está negociando a distancia con la fórmula Fernández-Fernández, ya que anunció también que el organismo multilateral con sede en Washington «trabajará para una eventual reanudación de algún tipo de relación financiera con los gobernantes argentinos, que tal vez deba esperar un tiempo».

Esto constituye sin duda el golpe de gracia para Mauricio Macri, que tal vez, lamentablemente, deba entregar el gobierno antes del 10 de diciembre, como le pasó a Fernando de la Rúa; pero también es una clara intentona, eventualmente una amenaza, del FMI de someter a la Argentina de Fernández-Fernández, que deberían asumir ese día.

Veamos el panorama completo: un país gobernado por incompetentes que hicieron un monstruoso ajuste fiscal (con la eliminación de las «retenciones»), liberando las tarifas de los servicios públicos y dolarizando la economía, devaluando la moneda, licuando los salarios y jubilaciones, debilitando la negociación salarial colectiva, permitiendo diferir a los exportadores la liquidación de las exportaciones, suprimiendo los ministerios de Trabajo y Salud Pública, debilitando la asistencia social, la enseñanza pública, la investigación y la cultura y arruinando un país riquísimo como la Argentina, empobreciéndolo hasta la exasperación (hoy hay 35% de pobres y la Iglesia logró que Macri declarara una «emergencia alimentaria»).

¿Quiénes son los candidatos presidenciales que podrían hacer algo así en Uruguay en caso de resultar triunfantes en las próximas elecciones?

¿Quiénes fueron los que corrieron una y otra vez a fotografiarse con Mauricio Macri y a señalar sus coincidencias con él, o elogiaron recientemente a su gabinete ministerial de oligarcas inútiles y rapaces, diciendo que eran «un equipo formidable»?

Daniel Martínez no fue.

Guido Manini solo simpatiza con el fascista Bolsonaro y su equipo.

Novick y Mieres no existen, y si pidieron reunirse con Macri, no fueron recibidos.

Los únicos que fueron a Buenos Aires, se sacaron fotos con Macri y lo elogiaban  hasta hace pocos días fueron Luis “Pompita” Lacalle Pou y Ernesto Talvi, otros dos ricos que trabajan declaradamente para que gobiernen y se beneficien los ricos.

El primero promete un ajuste fiscal de 900 millones que en realidad, cuando se hacen las cuentas, son 1.700 millones; Talvi, por boca de Ana Inés Zerbino (y sin que nadie la desmintiera) anunció en Búsqueda un ajuste fiscal de 1.700 millones de dólares. Yo no pretendo adivinar lo que harían el binomio Lacalle-Talvi con el apoyo de Manini. Es más, no sé hasta dónde influiría Manini en un posible gobierno de coalición en que sus dos senadores se volverían imprescindibles. Imagino que mucho, en especial en la reducción de derechos, la búsqueda de los desaparecidos y las políticas de seguridad pública en que nos prometen más represión, razzias, aumento de las penas de reclusión y “mano dura”.

Sabemos que devaluarán la moneda. Así lo piden los dirigentes de “Un solo Uruguay” y la Asociación Rural, que han sido apoyados por los blancos, los colorados, los “independientes” de Mieres y el propio Manini, quien se ha convertido en un vocero no solo de los militares de la más extrema derecha nacionalista, sino de los grandes productores rurales. La devaluación beneficiaría a los exportadores y perjudicará a los trabajadores.

Subiría el valor del dólar y bajaría el valor del peso. Licuaría los salarios y las jubilaciones y el gasto social. Un gobierno de blancos y colorados erosionaría los Consejos de Salarios, eliminaría la integración tripartita, ampliando las causas de desenganche, negociando por empresa y atacando los derechos sindicales, la huelga y la ocupación.

Disminución del salario e inflación son un cóctel mortal. Aumentarían los precios y disminuiría el consumo. Cerrarían cientos o miles de empresas pequeñas y medianas. Caería la actividad económica y aumentaría la desocupación. Aumentaría la pobreza, decenas de miles de personas que habían mejorado sus condiciones de vida verán que se puede caer de nuevo en la pobreza, disminuirán las prestaciones en salud, particularmente las que presta ASSE, pero también las de las instituciones privadas en el Fonasa, se detendrían las inversiones en salud y educación, se eliminarían muchísimas prestaciones de las que adjudica el Ministerio de Desarrollo Social. Caería la recaudación impositiva por la caída del consumo y la actividad económica y, como consecuencia habrá más ajuste. Aumentaría la conflictividad social y sindical y se incrementaría  la represión

Ya sabemos a qué conducen los ajustes fiscales: a la recesión, a la miseria, al desempleo, a caer en las manos del Fondo Monetario Internacional, para que nos vuelva a arruinar, como lo hizo durante la dictadura, y mediante sus «supervisiones» en los gobiernos de Sanguinetti, Lacalle, Sanguinetti y Batlle (al que le exigieron dar el default, cosa que éste no hizo, a pesar de estar abandonado por Sanguinetti y su comparsa, que estaban al tanto del golpe de Estado de Ramón Díaz en su contra), que terminaron en la Crisis del 2002.

El lector que no quiere saber de desgracias, tal vez cree que soy un mal albur, que no nos puede tocar una suerte tan penosa, que Grille es un exagerado y que atribuye las peores intenciones a aquellos adversarios políticos que teme que ganen las elecciones porque se muere de miedo.

Pero no es así. Esto es de  verdad lo que nos espera. Yo no creo que Lacalle y Talvi quieran lo peor, pero eso es  a lo que llevan sus ideas. Ellos creen que hay que proteger a las empresas y a los empresarios y si eso lleva a perjudicar a los trabajadores se trata de un mal necesario. Ellos creen que un país es próspero si son prósperos ellos y sus amigos. No es que esté tan mal vivir en un barrio privado o estudiar  Derecho en la universidad Católica. Ahora bien, si nunca se subió a un ómnibus, vive en la Tahona, no saluda a nadie ni en el gimnasio exclusivo de su barrio privado, estudio en el British, se recibió de abogado de la universidad privada, se atiende su salud en el Británico, nunca trabajó salvo de parlamentario y su única relación con el Estado es ir a la ventanilla del Palacio a cobrar el sueldo, no puede gobernar su país, un país de gente común y corriente. Si el lector quiere apostar, sólo tiene que cerrar los ojos en el cuarto secreto y cruzar los dedos. Tiene que recordar además que con quince años de gobierno del Frente Amplio, está mejor que antes, que ya no hay grandes crisis, que Uruguay sigue siendo un gran país, que se puede vivir tranquilo, sin grandes catástrofes, que el Estado, con todos sus defectos está siempre allí para ayudarlo, que las leyes se respetan, que los jueces son honestos, que los sueldos no se tocan, que las leyes laborales se cumplen, que los derechos se amplían, que los desaparecidos se buscan y las minorías se protegen.

Que queremos aún más de lo que ya tenemos, es verdad. Nos gustaría que hubiera más justicia, menos pobreza, más transparencia, más oportunidades para la juventud, mejor educación pública, más seguridad y mejor acceso a una vivienda digna.

El único candidato que habla de más desarrollo y más inversión es Daniel Martínez, que tiene detrás 15 años de crecimiento ininterrumpido con distribución atrás.

Acá nadie tiene derecho a hacerse el desentendido.

No digas que no te avisé, y mucho menos digas, querido lector, «yo no los voté para esto».

Cada vez está mas claro que la alternativa es más Frente Amplio o recesión, miseria, default y FMI.

Aquí , a tres horas de distancia tenemos el ejemplo de lo que no hay que hacer.

 

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