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Brasil: Luchando por la naturaleza y por la vida

Sonia Guajajara, líder indígena y candidata a diputada en las elecciones generales en Brasil, mantiene viva la protesta en la Amazonia.

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Brasil: Luchando por la naturaleza y por la vida, contra el discurso del agronegocio. Sonia Guajajara, líder indígena y candidata a diputada en las elecciones generales, mantiene viva la protesta en la Amazonia.

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La selva amazónica brasileña agoniza desde que Jair Bolsonaro llegara al poder en 2019. En los seis primeros meses de este año, la Amazonia ha perdido un 10,6% más de vegetación que en el mismo período de 2021. Solo en junio se han destruido más de 1.100 kilómetros cuadrados de selva, un 130% más que el mismo mes de 2018. En septiembre, se han registrado 18.374 focos de incendio en la zona. La deforestación de este pulmón del planeta avanza sin control mientras la opinión pública mundial, preocupada por la reciente pandemia y por la guerra en Ucrania, no presta tanta atención a este desastre ecológico como ocurría hace pocos años. Pero los pueblos que habitan la selva no han bajado la guardia y pugnan como nunca por su participación política.

“Con un presidente fascista, abiertamente declarado enemigo de los indígenas, nos damos cuenta de que si no emprendemos la lucha, Bolsonaro podría pasar a la historia como el mayor exterminador de nuestros pueblos. No podemos tener miedo de enfrentarnos, queremos avanzar con nuestras ideas, con proyectos que pensamos en forma colectiva. Y nuestro mayor proyecto es la garantía del derecho territorial”. Así hablaba la líder indígena Sonia Guajajara, nacida como Sonia Bone de Souza Silva Santos, en 2019, cuando viajé a su tierra para informar sobre los incendios forestales. El mundo entonces contemplaba con pavor los fuegos que se habían extendido de forma alarmante por el mayor país latinoamericano, meses después de que llegara al gobierno un hombre que niega la evidencia científica sobre el cambio climático y propicia intereses empresariales sin reparar en la destrucción ambiental.

“Apenas asumió la presidencia, Bolsonaro detuvo el proceso de demarcación de territorios indígenas y debilitó la Fundación Nacional del Indígena. La sacó del Ministerio de Justicia y traspasó la gestión de demarcación al Ministerio de Agricultura, que según nuestra opinión es el ministerio del agronegocio”, advertía la activista entonces, que en la actualidad es la coordinadora nacional de la Articulación Pueblos Indígenas de Brasil (APIB).

Como reacción a las amenazas que llegaban desde la cúpula del Estado, los más antiguos habitantes de Brasil reforzaron la resistencia. Hoy quieren hacer oír su voz. Nunca se vio a tantos indígenas compitiendo por un cargo político en Brasil. 183 de los 28.116 candidatos y candidatas que se presentan a las elecciones elecciones generales el próximo 2 de octubre se declaran indígenas. 85 son mujeres. Los votos determinarán, además del presidente, la composición del Congreso Nacional, Cámara Legislativa, gobernadores y cámaras federales.

Sonia Guajajara es candidata a diputada federal por el Estado de San Pablo por el Partido Socialismo e Liberdade (PSOL), que en estos comicios, a diferencia de los anteriores, apoya plenamente la candidatura de Lula da Silva a la presidencia. La popularidad de Guajajara no ha dejado de aumentar. La revista Time la incluyó entre las 100 personas más influyentes de 2022.

“Nuestra forma de vida es una advertencia, una barrera natural contra el caos”, sostiene, argumentando que la lucha de los indígenas es a su vez una defensa del planeta: “Las imágenes por satélite demuestran que los territorios indígenas son los mejor preservados. Si no estuviéramos allí ya habrían destruido todo. Incluso después de 500 años de contacto con el hombre blanco, seguimos oponiendo resistencia, luchando por la naturaleza y por la vida, en contraposición al discurso del agronegocio, contra el esquema que llaman de ‘desarrollo’, que plantea el progreso a partir del uso predatorio de la tierra. Vemos en él un modelo que excluye a las personas”.

Sonia Guajajara nació en 1974 en el Territorio Araribóia, unas 413.000 hectáreas demarcadas en 1996 como tierra indígena que pertenecen al estado de Maranhao. Fuera de esta zona indígena, no queda nada de vegetación virgen en todo el Estado, que está entregado a la agricultura y la ganadería a gran escala.

Guayayara es el nombre de la etnia, compuesta por unas 14.000 personas; es uno de los pueblos originarios más numerosos de Brasil, también llamado Tentehar.

Los Guayayara se consideran guerreros, defienden su territorio de invasores y protegen a sus vecinos Awá, una tribu que también vive en esta zona protegida y por decisión propia evitan el contacto con otros humanos: “Los llaman aislados, pero nosotros los llamamos pueblo libre, autónomo. Es su derecho vivir como ellos quieren, tenemos que proteger su hábitat”. En 2013 los Guayayara oficializaron sus propias patrullas, en las que participan unos 120 jóvenes. Cuando descubren madereros ilegales, los autodenominados guardianes de la selva los expulsan y les queman el campamento. En los últimos 20 años han sido asesinados medio centenar de Guayayara. Los asesinos no suelen ser capturados.

“No importa si los culpables son políticos o empresarios: ¡Queremos que sean castigados! La impunidad hace que aumente la violencia y los conflictos. Nuestros rivales son muy poderosos y nos amenazan cuando nos oponemos a sus intereses”, explica Sonia. “Acaban practicando tres tipos de violencia: hablamos de genocidio cuando su violencia nos mata, de etnocidio cuando nos niegan nuestro territorio y destruyen nuestra identidad y nuestro modo de vida, y hablamos de ecocidio cuando legalizan la desforestación y permiten la impunidad de las empresas que destruyen el medio ambiente. Hace tiempo que estamos luchando para que se reconozca el ecocidio como crimen contra la humanidad”, concluye.

Cuando nos vimos le pregunté si no tenía miedo y me respondió con su alegre energía habitual: “Claro que ellos tienen el poder en la mano. Pero nosotros tenemos valentía y tenemos la certeza de que sin territorio dejamos de existir. Es el vínculo con nuestros antepasados lo que nos da la fuerza para seguir luchando. No vamos a interrumpir ni abandonar la lucha que ellos iniciaron. Al mismo tiempo queremos garantizar el futuro, dar continuidad a nuestro pueblo”.

Con Sonia visitamos una de las aldeas de Araribóia, donde se estaba celebrando un ritual de iniciación de muchachas. “En nuestro pueblo las niñas se casaban al tener la primera menstruación, entre los 11 y 14 años. Pero mi cabeza no me permitía casarme temprano. Quería estudiar, salir y conocer el mundo. Todo mi clan familiar estaba en la aldea, no tenía a dónde ir”. La oportunidad se presentó cuando “la Fundación Nacional del Indígena (FUNAI) llegó a la aldea y consultó al colectivo qué joven sería indicado para ir a un internado con una beca de estudios. Muchos respondieron ‘la Sonia’. Pero mi familia temía que me fuese y no volviera. Hicieron una reunión familiar grande, con abuelos y tías, y mientras hablaban de sus miedos, yo protesté. Reclamé: ¿por qué no me preguntan a mí si quiero o no quiero ir? Me respondieron: entonces levántate y habla. Yo tenía 14 años. Me levanté y hablé: ‘Quiero ir’. Se hizo silencio. Entonces mi padre dijo: ‘Si quieres ir, ve. Estaremos aquí esperándote”.

Después de estudiar magisterio regresó a la aldea para trabajar en la escuela. Siguió estudiando e hizo un curso en medicina natural. “Pero me resultaba poco”. En 2001, en una conferencia en Brasilia, se integró en el movimiento indígena nacional. “Gracias a los líderes que llegaron de la región nordeste, me enteré de cuántos indígenas en mi país se quedaron sin tierra y sin casa, viviendo en la calle. Supe que no volvería a ser la misma. Tenía que comprometerme con la lucha política, preparar mejor a mi gente para fortalecer la lucha. Esperar a que las personas se enfermaran para yo darles un remedio no era lo mío, yo quería que se volvieran independientes. Con ese pensamiento empezamos a formar grupos”.

En 2003 fue elegida secretaria para coordinar diversas organizaciones de la Articulación de Indígenas de Maranhao. “En Manaos vieron que yo podría asumir la coordinación de Amazonia y fui reelegida en una asamblea en la que competía contra dos hombres de la región amazónica. La suma de los votos de ambos no superaba los míos. Fui la primera mujer vicecoordinadora de APIB”.

Esta actividad le dio una amplia red de contactos en el Congreso y los militantes del PSOL la invitaron a ser candidata de su partido. “No era mi intención, no estaba en mis planes. Para los movimientos indígenas, entrar en política institucional era como pasarse al bando del rival”.

En 2018 fue candidata a vicepresidenta de Brasil junto al izquierdista Guilherme Boulos. La fórmula obtuvo entonces 600.000 votos. Aunque el PSOL nació en 2003 por divergencias ideológicas con el Partido de Trabajadores (PT), en las elecciones de 2022 prescinde de candidatura propia a la presidencia y se une al amplio frente izquierdista de apoyo al candidato del PT.

Lula anunció que si gana las elecciones revocará los decretos de Bolsonaro que paralizaron la fiscalización en las reservas y prometió crear un Ministerio para los pueblos originarios. “Yo creé el Ministerio de Pesca y el de la Mujer. ¿Por qué no crear un Ministerio de Asuntos Indígenas?”. El candidato a la presidencia del país agregó que el ministerio será dirigido por “un indio o una india, no será un blanco como yo”. Sonia Guajajara aprovechó la ocasión para recordarle: “Nunca fuimos prioridad para ningún gobierno. Nuestro movimiento fue de los más combativos bajo el Gobierno de Lula y sobre todo de Dilma Rousseff”. Guajajara indicó, no obstante, que ahora el líder del PT recibirá el apoyo de los pueblos originarios porque, por encima de todo, urge derrotar al ultraderechista Bolsonaro. Pero le advirtió de que a partir de ahora “vamos a exigir la participación indígena en la construcción del proyecto país. No queremos más un Brasil sin nosotros”.

Por Julieta Rudich (vía Ctxt)

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