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Mundo Juan Carlos | corrupto |

Séptimo Diario

Españoles: Juan Carlos... ha vuelto

El rey emérito Juan Carlos protagoniza el tramo final de su biografía convertido en souvenir de una derecha española.

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Quienes pronosticaron que el regreso de Juan Carlos, el rey corrupto, sería un asunto discreto, acertaron: el Ejército del Aire no ha sacado a desfilar los cazas por el cielo de Sanxenxo. Con su residencia fijada en Abu Dabi –como se vive en una dictadura sangrienta tirando de ahorros no se vive en ningún lado–, España, relegada al papel de Botsuana, queda oficialmente inaugurada como lugar de esparcimiento. Ese agradecido destino de vacaciones al que acudir de vez en cuando a pegarse una buena juerga. Eso sí, aquí el trofeo no será un elefante, sino la dignidad de la sociedad. Hablando de tiros. Al Gobierno y la Casa Real le ha salido el suyo por la culata. Si en la maniobra por salvarle el culo a la monarquía, las instituciones encabezadas por Pedro Sánchez y Felipe VI acordaron que la mejor solución era que Juan Carlos se fuera de rositas a cambio de fijarle la residencia en el exntrajero, lo que nos queda de ahora en adelante es un circo cada vez que en España haya corrida de Morante, partido de Nadal, semifinal del Madrid o inauguración del Club Paradise. Bienvenido a casa, Majestad.

Parte de España ondea banderitas recibiendo a Juan Carlos. Y declara ante las cámaras de televisión enviadas a Sanxenxo que, más allá de asuntillos personales que no hay por qué comentar porque ya han quedado más que resueltos, al monarca le debemos eterno agradecimiento porque nos trajo la democracia. Argumento repetido con la tranquilidad de que el reportero, integrado en la fiesta, no preguntará: ¿agradecido por la democracia? Entiendo entonces que es usted un convencido antifranquista. Pa k kieres saber eso jaja saludos. Muestras de júbilo popular perfectamente expresadas por el anfitrión y presidente de la Xunta de Galicia asegurando, durante los preparativos del recibimiento, que la visita del emérito, además de ser un enorme honor, pondría a Galicia en el mapa. Es decir, el enésimo servicio a España. Gracias de nuevo, Majestad. A sus pies siempre. Sólo queda esperar que el Tribunal Supremo se reúna de urgencia para proclamarle ganador de la regata que se celebrará este próximo fin de semana. Qué menos.

Mientras parte del país mueve la banderita a la espera del saludo desde el asiento de atrás del coche blindado, otra parte del país observa la escena con alto grado de cabreo. No por Juan Carlos. Ni por su llegada en jet privado. Ni por la alfombra roja. Ni por la fortuna amasada ilegalmente. Ni tampoco por las maniobras de un Gobierno socialista para salvarlo. Ni por la desfachatez judicial. En lo más íntimo del asunto, la España cabreada lo está por compartir sociedad con los ciudadanos de a pie que no sólo no tienen límite en la humillación, sino que la festejan con entusiasmo de final de Champions. Algo así como estar intentando frenar una fuga de agua en el edificio y encontrarte al vecino del quinto meando sonriente en la escalera. Recordándole a uno que no hay nada que hacer.

Juan Carlos protagoniza el tramo final de su biografía convertido en souvenir de una derecha española que, si antes coleccionaba llaveros de Franco, ahora colecciona vivas a un rey corrupto. Aunque, durante décadas, el discurso oficial repitiese aquello del rey de todos los españoles, la gente que mueve banderitas no es tonta y saben lo que les pertenece. La monarquía, la de Juan Carlos antes y la de Felipe ahora, se sostiene sobre los cimientos de un PSOE miedoso y un club de fans de españoles de derechas. Decía Maquiavelo que no son los títulos los que honran a los hombres, sino que los hombres honran a los títulos. Juan Carlos, en su personal interpretación de este asunto, parece dispuesto a seguir honrando hasta su muerte el título de rey impune y desvergonzado ante escándalos, mangoneos y bochornos judiciales. Podía haber optado por una visita discreta, igual que discretas son las vidas de los Ratos tras ser descubiertos con las manos en la masa. Él no disimula. ¿Para qué? De jueves a domingo, de regatas en Sanxenxo. El lunes, un momento antes de coger el avión de vuelta al resort de Abu Dabi, reunión de trabajo con el actual encargado de llevar la finca. Primero la obligación y después la devoción, me decían de pequeño en casa, pero, claro, en casa no había sangre azul. Esperemos que el rey disfrute su visita. Que viva el rey y, por supuesto, que viva la España que traga con todo.

Por Gerardo Tecé (Vía Ctxt)

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