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Olimpiadas en profundidad

Por Rafael Bayce.

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Podríamos listar varios factores principales, de influencia tan cierta como variable en la jerarquización global de los países a través del medallero olímpico: uno, el nivel de desarrollo socioeconómico; dos, la extensión y variedad territorial; tres, la cantidad y calidad demográfica; cuatro, la inversión pública en deportes (neocolonialismos internacional e intranacional); cinco, las tradiciones deportivas locales; seis, las excepcionalidades individuales.

El desarrollo socioeconómico. Es casi obvio que el ranking del medallero olímpico se acerca mucho al ranking del PIB mundial (EEUU, China, Japón, Gran Bretaña, Rusia, Australia, Países Bajos, Francia, Alemania, Italia, Canadá, Brasil, mejores 12 en ese orden); porque los triunfos deportivos simbolizarían, a nivel general, la riqueza, salud y moralidad de sus habitantes. Por ello, no solo en los Juegos Olímpicos modernos sino también ya en los antiguos griegos, los éxitos olímpicos espejaban, de modo tanto reflejo como refracción, la salud y felicidad populares, que los regímenes políticos se atribuían como productos propios. Que los triunfos importaban, como reflejo del honor del reino que representaban, lo recuerda el caso del rey griego que mandó hundir la flota donde venían los poetas favoritos foráneos para ganar el evento poético, o Milón de Crotona, luchador contratado por quien accedió a financiarle el buey que se comía antes de cada lucha, bocadillo que creía lo fortalecía, quizás precursor de las ravioladas domingueras pre-fútbol del siglo XX. Fue por ese simbolismo que los Juegos se vieron tanto o más como competencias internacionales o interpolíticas que como la entronización liberal de la capacidad individual, ideal fundacional del olimpismo moderno del barón Pierre de Coubertin; por eso el dopaje del bloque soviético en pos de nivelar a los liderados por EEUU; por eso el privilegio cubano por los Juegos Panamericanos, donde podrían vencer más a EEUU, que no distraían en ellos a sus mejores atletas del plan de entrenamiento que los orientaba prioritariamente a mundiales y olímpicos.

Cantidad y calidad del gasto público. La cantidad y focalización del gasto público en deportes, al interior de ese PIB diferencial, también influye, sea en la inversión en infraestructura de competición y entrenamiento, como en las becas para entrenar y competir en el exterior. En países grandes, influye no solo el gasto del gobierno central, sino también el de los gobiernos locales para respaldar deportistas dentro y/o fuera de fronteras. Por eso también son parte (como veremos luego) de políticas deportivas neocoloniales las becas universitarias que las universidades norteamericanas (y otros muchos países excolonizadores) les dan a talentos foráneos que en parte nacionalizarán para que los representen en disciplinas en las que no hay talentos nacionales suficientemente competitivos al máximo nivel. Por ello hay tantos finalistas olímpicos con fenotipos y nombres tan ajenos a las tradiciones de los países a los que representan; ese neocolonialismo internacional se agrega al colonialismo por el cual las universidades de élite captan a talentos de las minorías intranacionales que los representen a nivel interno.

Potencial demográfico. El potencial demográfico en cantidad y calidad claramente influye en las fuentes dentro de las cuales la inversión se produce. Porque también los países más poblados tienen los territorios más variados, lo que genera biotipos diversos funcionalmente más adecuados a los distintos desafíos adaptativos a los retos del ambiente de convivencia y, por lo tanto, a la variedad de pruebas que valoran distintivamente los diversos biotipos. Por eso hay tantos fondistas africanos, que, por carencia de vehículos, corren a pie y construyen biotipos y equilibrio de fibras musculares con predominio de fibras resistentes sobre fibras explosivas, lo que les da un natural predominio en las pruebas de fondo; fibras musculares explosivas que sí adquieren ancestralmente los habitantes de zonas cálidas y húmedas, caribeñas y costeñas, que precisan de esfuerzos cortos, anaeróbicos, para evitar las distancias, lo que explica por qué hay tantos isleños, caribeños y costeros entre los y las velocistas destacados, notoriamente los jamaiquinos, pero también otros isleños menores.

Extensión y variedad territorial. La variedad territorial también influye, al contribuir al desarrollo de biotipos y vocaciones determinadas. La variedad territorial permite desarrollar biotipos diversos, que producen disposiciones determinadas para distintas pruebas deportivas. Y no solo en las diferencias de balance entre fibras musculares, como entre fondistas y velocistas; en ese mismo sentido, los ciclistas colombianos deben parte de su excelencia a la apretada variedad de los climas colombianos, donde pueden ejercitarse en la variedad topográfica que caracteriza a las grandes competencias europeas de etapas (Italia, Francia, España): pasistas del llano de los valles, velocistas costeños y escaladores andinos entrenan en una variedad próxima de climas y no extrañan esa variedad al llegar a las carreras de etapas europeas. Entonces, hay países con variedad climática continental que desarrollan variedades de atletas por eso mismo, en parte.

Llegado a este punto cabría preguntarse por qué un país tan poblado (2º del mundo y próximo 1º), tan extenso, y nada mal ubicado socioeconómicamente, como la India, solo obtiene una medalla de oro en jabalina masculina. Es posible que el desprecio por la corporalidad en favor de una espiritualidad que la trascienda los lleve a secundarizar esa epifanía de los cuerpos y de los ánimos competitivos que caracteriza a los ideales occidentales, derivados del complejo judeo-greco-romano y cristiano, que el Islam no contraría, pero sí el hinduismo. Chinos, japoneses y otros asiáticos han superado, culturalmente, algunos insumos filosóficos que los hacían más próximos al hinduismo en esos aspectos; su presencia en los medalleros olímpicos en la carrera por espejar en el deporte excelencias sociodeportivas, políticas y culturales crece en la medida en que esos insumos filosóficos son secundarizados en las jerarquías políticas y culturales dominantes.

Las tradiciones deportivas locales. Haciendo excepción a lo anterior, y validando nuestra lista de factores influyentes en los éxitos olímpicos, hay países que desarrollan baja deportividad general pero alta concentración en algunas disciplinas en particular (i.e. Hungría en esgrima, fútbol y waterpolo, Tailandia en bádminton, Jamaica y otras islas en atletismo, asiáticos en luchas, africanos en fondo atlético) que se deben, sea a biotipos derivados de formas específicas de adaptación al ambiente, sea a ídolos exitosos que han construido emulaciones infantiles y juveniles por sus celebrados éxitos competitivos. Por ejemplo, una de las grandes sorpresas olímpicas de Tokio 2020 fue el triunfo de un tunecino de 18 años en los 400 metros libres, con un remate arrollador en los últimos 50. Pues bien, la tradición natatoria tunecina nació con las 3 medallas olímpicas de un compatriota en los años 30; lo mismo ha sucedido con los velocistas jamaiquinos desde 1948, reforzados por la leyenda Usain Bolt en el siglo XXI. Puede pasar algo similar con saltarines en Venezuela por el triunfo y récord en triple de Rojas, por ejemplo.

Las excepcionalidades individuales. Un talento excepcional, descubierto y alimentado a tiempo es también un último factor influyente, aun cuando no haya una socioeconomía, ni una inversión, territorialidad variada, ni demografía favorable ni una tradición deportiva culturalmente impuesta. Es el caso del jabalinista indio, o de la saltarina triple venezolana, o de los velocistas de 400 metros llanos de Bahamas o de Granada. También hay algunas particularidades biomecánicas que pueden explicar algunos fenómenos, o sorprender por la dificultad de explicarlos. Por ejemplo, Usain Bolt no tiene el mejor biotipo para un velocista corto; tiene un centro de gravedad demasiado alto como para generar la fuerza explosiva necesaria como para vencer la resistencia del aire de modo óptimo; pero quizás su zancada, sus fibras cortas y su talante descontraído hayan conseguido récords y carreras exitosas por sobrebiotipos y biomecánicas teóricamente superiores. Distinto es el caso del mayor multimedallista de natación, Michael Phelps, de EEUU. En su caso particular, tenía un físico desequilibrado que lo favorecía para nadar en velocidad: unos brazos hiperlargos que le permitían una palanca de remo más abarcativa, un tronco largo y piernas relativamente cortas que bajaban su centro de gravedad y levantaban su centro de flotación, todos desequilibrios que lo favorecían y le daban con ellos pequeñas ventajas biomecánicas decisivas para la alta competencia. La excelencia técnica y un entrenamiento maniático le dieron el triunfo y la pulverización de los récords personal, europeo, olímpico y mundial al noruego Karsten Warholm en los 400 metros vallas. En esta carrera, el noruego quebró los récords en un porcentaje mayor aun que el logrado por Bolt antes. De hecho, esa carrera es la de mejor calidad de toda la historia del atletismo, porque el ganador batió el récord en un porcentaje nunca visto antes; pero el segundo, norteamericano, también los batió; y el tercero, brasileño, también hizo récord personal, nacional, regional, olímpico y mundial, pese a solo obtener medalla de bronce; los corredores que fueron 4º, 5º, 6º y 7º también fueron récords regionales, nacionales y/o personales. Para guardar el video.

Una hiperexcepcionalidad dejó para siempre el indígena norteamericano Jim Thorpe (hay filme sobre ello protagonizado por Burt Lancaster), que en Estocolmo 1912 ganó -y lejos- tanto el pentatlón militar como el decatlón, hazaña que lo consagra como el mejor atleta de la historia, aunque debió devolver sus medallas porque se le probó que había recibido un dinerito en béisbol (también fue crack en fútbol americano), lo que violaba el amateurismo olímpico (luego ese criterio fue flexibilizado, sin fundamentalismo, ya que, por ejemplo, los jugadores uruguayos de 1924 ya eran ‘amateurs marrones’). Da para mucho más, pero puede alcanzar para abrir el apetito de saber más sobre los Juegos Olímpicos, de hoy y de siempre.

 

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