Fernández comenzó la conversación aclarando que su partido no busca refugiarse en una identidad cerrada ni reactiva.
“Cuando hablamos de humanismo cristiano no hablamos de volver atrás, ni de una identidad folklórica. Hablamos de una visión de la persona, del bien común, de la justicia. El país cambió, la sociedad cambió, y nosotros tenemos que actualizar nuestra propuesta sin perder el ancla ética”.
Para él, el humanismo cristiano no es un dogma sino un marco.
“No somos conservadores ni neoliberales. Somos un partido que piensa desde la dignidad de la persona. Y eso implica políticas sociales fuertes, participación ciudadana y un Estado que cuide, no que abandone”.
El aporte del cristianismo hoy, entre cuidado y comunidad
Fernández considera que el cristianismo entendido desde una perspectiva social y no confesional puede ofrecer algo que falta en la política contemporánea.
“Nuestro aporte es recordarle a la política que la persona no es un medio. Que la dignidad no se negocia. Que la comunidad importa. Hoy vemos mucha fragmentación, mucho individualismo, mucha indiferencia. El humanismo cristiano insiste en que nadie se salva solo”.
En su lectura, Uruguay vive un proceso de pérdida de confianza en las instituciones que demanda respuestas más profundas.
“Tenemos escándalos cada dos semanas, crisis de transparencia, violencia en el debate público. Eso no se arregla con marketing. Se arregla con ética pública, con coherencia, con una cultura del cuidado mutuo”.
Una democracia tensionada por el ruido y la velocidad
Fernández observa con preocupación el ecosistema político contemporáneo.
“La democracia está sometida a un tipo de presión que no existía hace veinte años: la velocidad, las redes, la indignación permanente. Todo es inmediato, todo es emocional, todo es ruido. Y en ese ruido se pierden certezas básicas como el diálogo, la escucha, la búsqueda del bienestar común”.
Sostuvo que los partidos se adaptaron al ritmo de las redes.
“La política habla para sí misma. Y cuando eso pasa, la gente se aleja. Nosotros queremos volver a hablar con la gente, con sus problemas reales, con sus tiempos, con sus miedos y esperanzas”.
“No alcanza con indignarse”
“El país está cansado. Hay una sensación de que las instituciones no están funcionando como deberían. Y ahí el cristianismo social tiene una concepción, de la política como servicio. No es una carrera. No es un atajo para el poder. Es servicio”, aseguró.
Él valoró que la construcción institucional exige algo más que resolver casos puntuales de corrupción.
“No alcanza con indignarse episódicamente. Hay que crear controles nuevos, reglas nuevas y sobre todo una cultura nueva. Y eso se construye desde la coherencia al decir y hacer lo mismo”.
Derechos humanos, desigualdad y crisis civilizatoria
“El mundo vive una crisis civilizatoria: cambio climático, violencia digital, intolerancia religiosa, desigualdad obscena. No podemos mirar para otro lado. El cristianismo, cuando es serio y comprometido, está del lado de la justicia social y los derechos humanos”.
Para él, la política necesita una brújula moral que hoy está debilitada:
“No se trata de rezar más ni de imponer dogmas. Se trata de preguntarnos qué tipo de sociedad queremos. Si queremos una sociedad que cuide, que incluya, que reconozca la dignidad universal. Ese es el aporte del humanismo cristiano”.
Recambio generacional
Con respecto al cambio de autoridades del partido, que se produjo a fines de noviembre, Fernández opina que el recambio generacional dentro del PDC, no es un gesto simbólico ni un movimiento estético sino una necesidad política y cultural.
“Tenemos que dejar atrás la lógica de que la experiencia es propiedad de unos pocos. Las nuevas generaciones llegan con otra sensibilidad, otra relación con la democracia, otro vínculo con la comunidad. Si no abrimos las puertas, nos convertimos en un museo”, afirmó.
Sostuvo que el partido necesita integrar a jóvenes que crecieron en un país distinto, atravesado por crisis ambientales, nuevas desigualdades y transformaciones tecnológicas.
“Ellos no vienen con las categorías del siglo XX. Vienen con preguntas más duras: ¿cómo se vive bien?, ¿cómo se cuida el planeta?, ¿qué hacemos frente al odio digital? Ese es el debate que la política no se anima a dar”.
Juventud que busca sentido, no aparatos
Fernández dice que cuando dialoga con jóvenes que se acercan al PDC, no encuentra interés por “la rosca” ni por ascender en estructuras partidarias.
“Lo que buscan es sentido. No están buscando cargos, están buscando causas. Y el humanismo cristiano tiene causas profundas: dignidad, justicia social, cuidado, comunidad. Ahí es donde el partido puede dialogar con esta generación”.
Para él, la política tradicional subestima ese potencial.
“Las juventudes no están despolitizadas; están desilusionadas de la política tradicional. Cuando les hablás con honestidad y coherencia, se involucran. Pero no quieren liturgia vacía, quieren compromiso real”.
Fernández planteó que debe darse un proceso horizontal.
“No es que los mayores enseñan y los jóvenes miran. Es al revés también. Aprendemos todos. La política necesita humildad y la juventud la trae de forma natural cuando no está contaminada por la soberbia del poder”.
Concluyó que la renovación es inseparable del proyecto ético del partido.
“Si creemos en la dignidad de cada persona, tenemos que creer también en la dignidad política de las nuevas generaciones. En su capacidad. En su mirada. En su esperanza”, sentenció.
* Actual director nacional de Transferencias y Análisis de Datos del Ministerio de Desarrollo Social (Mides) * Actual director nacional de Transferencias y Análisis de Datos del Ministerio de Desarrollo Social (Mides)