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Política

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Cumplió años y entró al Senado: la historia del legislador más joven del país

Claudio Arbesún se convirtió en el senador más joven de la historia reciente. Pero su preocupación no es el récord, sino el desafío de romper los límites temáticos que por lo general se le imponen a las nuevas generaciones dentro del sistema político.

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Con 30 años y 29 días, Claudio Arbesún asumió su banca en el Senado de la República. Hasta cumplir esa edad no podía ocupar el cargo para el que había sido electo como suplente de Constanza Moreira, en representación de la lista 1001 del Partido Comunista. Esa particularidad lo convirtió en el senador más joven del país en décadas.

“Cumplí el 8 de setiembre, y desde hacía tiempo con Constanza bromeábamos con eso de ‘¿ya estás en condiciones de asumir?’”, recuerda. “Apenas pasaron unos días del cumpleaños y asumí. Buscamos registros, y no encontramos a nadie que haya ingresado con menos edad. Si alguien lo desmiente, bienvenido sea, pero hasta ahora parece que sí”, dice.

Licenciado en Sociología y con una trayectoria marcada por la militancia estudiantil —fue dirigente de la FEUU y miembro de la Unión de la Juventud Comunista—, Arbesún llega al Parlamento con un discurso que trasciende la anécdota generacional. “Hay un doble desafío en ser joven y participar en estos espacios. Por un lado, romper los nichos temáticos donde muchas veces se nos quiere ubicar”, afirma.

Se refiere a lo que denomina “el cerco temático” que suele reducir la voz de los jóvenes a cuestiones vinculadas con derechos, identidad u ocio. “Son agendas muy importantes y de las que hemos sido promotores, pero también debemos discutir las políticas de desarrollo, de empleo, de vivienda, porque somos los más afectados por ellas”, explicó.

Jóvenes, pero con mirada estructural

El senador subrayó que las generaciones más jóvenes no son solo interlocutores válidos para debatir sobre cultura o derechos humanos, sino actores directos de los grandes temas económicos y sociales. “Somos quienes más dificultades tenemos para conseguir trabajo, y cuando lo conseguimos es con menor salario. Por eso tenemos que estar en la discusión sobre qué modelo de desarrollo queremos”, sostiene.

Esa misma lógica aplica a la vivienda. “No es un tema menor ni ajeno a los jóvenes. La mayoría estamos pensando cómo pagar el alquiler o si hay que mudarse con un amigo. Comprar una casa es casi una fantasía. Por eso debemos estar en el debate sobre políticas de suelo, carteras de tierras públicas, y proyectos que permitan al Estado intervenir para garantizar acceso real a la vivienda”.

Otro eje de su mirada es la violencia que atraviesa a los jóvenes, un fenómeno que, a su juicio, debe ser comprendido desde las exclusiones estructurales. “Somos los que más sufrimos la violencia y, muchas veces, los que terminamos absorbidos por el crimen organizado. No por vocación, sino porque las exclusiones del sistema —del estudio, del trabajo, de la vivienda— dejan pocos caminos. Todos buscamos lo mismo, bienestar, reconocimiento y pertenencia”, reflexionó.

Tender puentes

Arbesún planteó que su tarea también implica conectar mundos que muchas veces no dialogan, por ejemplo el de las organizaciones juveniles y el del sistema político. “Hay una distancia grande. Los jóvenes organizados en movimientos barriales, culturales o estudiantiles muchas veces ven con desconfianza la política institucional. Creo que el desafío está en construir puentes, en hacer del Parlamento una caja de resonancia de esas agendas”.

Para el flamante senador, la juventud no debe ser un compartimento estanco dentro del Estado, sino una energía transformadora transversal a todos los temas. “No se trata de hablar de juventud, sino de que los jóvenes hablemos de país”, afirmó.

Claudio Arbesún llega al Senado sin pretensiones de símbolo, pero con la claridad de quien se sabe parte de un relevo generacional inevitable. Su récord etario podrá ser anecdótico, pero su mensaje apunta a un cambio de enfoque, la juventud no como tema, sino como sujeto político.

“Romper el cerco”, como él dice, es quizás la tarea más política de todas.

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