Un sentido común que muestra que el puerto de Montevideo es el lugar elegido por poderosos cárteles para exportar droga. Entonces creen que con escáneres resuelven el problema. Pero después nos enteramos de que la estructura organizativa de la Aduana es un caos.
Basta levantar la mirada y ver el crecimiento edilicio en Montevideo y Maldonado. En todo el mundo se lava plata a través de la inversión inmobiliaria. El sentido común debería hacernos preguntar “¿y acá por qué no?”. Pero claro, la inversión genera trabajo. Entonces más vale no preguntar y menos investigar.
Las estafas ganaderas crecieron impunemente frente a los ojos de todos con muchas complicidades de funcionarios y tal vez jerarcas estatales. Un prestigioso abogado tuvo que venir a decirnos lo que todos presumíamos: ”Desde el Estado hay una desidia institucional”. (Leonardo Costa)
En realidad no solo las estafas ganaderas crecieron, creció el número de estafadores. Tipos de “buena familia”, educados, hijos de empresarios, ninguno vive en un barrio marginal. Entonces, cual flautista de Hamelín, atraen a mucha gente que les da su dinero por ambición de una mayor ganancia o simplemente porque no pueden justificar su origen en el mercado financiero legal. El sentido común debió indicarles “ahí no te metas”. Después todos tenemos que poner dinero para salvarlos. ¿O quién creen ustedes mantiene el presupuesto de la Fiscalía y la Justicia?
Alejandro Montesdeoca, asesor del Gobierno en materia de lavado de activos, dijo hace pocos días que “Ciudad del Este vino a nosotros, Rivera se está transformando en Ciudad del Este”. Si quieren asustarse un poco más, les recomiendo la serie “El ADN del delito”, en Netflix. Allí también verán policías y fiscales corruptos. Hace unos 15 años el inspector Julio Guarteche alertó sobre el arribo del sicariato; hoy es cosa de todos los días. Los atentados contra “empresarios” son asunto frecuente en México, Brasil, Perú, Bolivia. En Uruguay, Gustavo Basso se suicidó, tal vez nunca sepamos el motivo, aunque el asesor Felipe Caorsi fue claro: “Un narco paraguayo estafado por Conexión Ganadera le ofreció cambiar la vida de sus hijas por la suya”. El miércoles de la pasada semana, Francisco de Posadas, poderoso empresario de medios, fue víctima de un atentado incendiario en la puerta de su casa. Algunas fuentes aseguran que en las últimas semanas “hubo 5 atentados similares en Carrasco”. ¿Cuáles son las razones? Oficialmente no se sabe, pero, como indica el sentido común, “nada es gratis en la vida”.
El sentido común, además de la ética pública, el republicanismo y la defensa de la democracia, debió impedir que un candidato formalizado por 7 delitos de corrupción participara de un acto electoral. Pero, a pesar de que la Justicia ratificó la formalización, el sujeto fue reelegido como intendente. Ahora nadie sabe qué va a ocurrir, ni si puede asumir ni si puede ingresar al edificio comunal o, en todo caso, puede gobernar desde un gazebo instalado en la plaza. Ni en Macondo ocurría eso. El sentido común indicaba que un partido “defensor de las leyes” debía actuar para apagar este incendio. Pero no, prefirió salir en bloque a atacar a la fiscal del caso.
El mismo sentido común que debió tener para evitar que una condenada por corrupción en Rivera, que no pudo ser electa, sí pueda ser contratada como la segunda jerarca más importante en la Intendencia de Artigas. Les propongo que, con un antecedente menor, alguno de ustedes intente ser contratado para trabajar en un kiosco.
En Lavalleja está claro que el mismo partido político no tuvo sentido común. ¿Organizar un fraude para que otro partido no gane la elección? Es tan delirante, tan burdo, tan antidemocrático, sobre todo proviniendo de un partido que siempre denunció haber sido víctima de un fraude en 1971… El sentido común indica que la Fiscalía ya debió tomar de oficio esta investigación. Ojalá no tengamos que esperar sentados.
El actual Gobierno frenteamplista presentó a sus nuevos jerarcas con la difusión de sus frondosos currículums. El sentido común indica que también debió preguntarles si estaban al día con sus impuestos o tenían algún impedimento legal. Pero no lo hizo, y desde hace tres meses solo ataja pelotazos en contra.
¿Comprenden ustedes cómo el sentido común es más importante que tener muchas leyes?
Mientras tanto
Por estas horas vemos cómo un grupo grande de profesionales se oponen como legisladores a que se incrementen los aportes para salvar a la Caja de Jubilaciones y Pensiones de Profesionales Universitarios; es decir, están discutiendo sobre un asunto en el que tienen intereses personales, porque aunque ahora no estén ejerciendo, seguramente muchos volverán a su profesión dentro de cinco años. Entonces volverán a pagar, ¿o no? Muchos son los mismos que no vacilaron en aumentar cinco años la edad de retiro de otros trabajadores para salvar al BPS.
Por estas horas también leímos una declaración de un grupo de periodistas montevideanos preocupados, no sin razón, por ciertas afectaciones a la libertad de prensa. Claro, la preocupación surge cuando les afecta a ellos, porque no tienen la más pálida idea de lo difícil que es el ejercicio de nuestro trabajo en el interior del país.
Por estas horas, además, el Congreso de Intendentes mostró su desacuerdo con la ley que regula el ingreso de personal a las intendencias. La mayoría de los intendentes se oponen porque han hecho del clientelismo una forma vil de ejercicio del poder.
¿Hacia dónde vamos?
Hay que ser muy optimistas para sostener la esperanza en este mundo inmundo, valga la cacofonía.
Un mundo gobernado por imbéciles carentes de cualquier sentido humanista.
Un mundo donde a la vista de todos el Gobierno israelita desarrolla un genocidio espantoso sin que nadie atine a pararlo. Hablo de Gaza. Allí a una pediatra palestina le mataron a 9 de sus 10 hijos en un bombardeo. ¿Alguien imagina un dolor mayor? Seguramente el mismo dolor que deben sufrir los ciudadanos israelíes cuyos familiares fueron secuestrados por Hamás.
“Acá ya no hay nada más para bombardear”, dijo una pobre mujer que tironeaba a dos niños en Yemen.
Otra guerra cruel, como todas, se desarrolla entre Ucrania y Rusia, y todo parece indicar que afuera hay mucha gente interesada en sostenerla y promoverla.
La guerra entre narcos y el Estado mexicano tiene ribetes de espanto. Lo mismo ocurre en Perú y en las favelas brasileñas.
En Argentina todos los miércoles la Policía apalea a los jubilados que protestan porque pasan hambre o no acceden a medicamentos.
En ese contexto, Uruguay aparece como una isla. Todavía no tenemos esos problemas, o por lo menos con esa magnitud. Pero todos sabemos que más temprano que tarde todo nos llega y nos afecta. “No hay geografía de escape”, me dijo hace años un periodista argentino. Y tenía razón.
El asunto hoy es qué hacemos todos para evitarnos ese destino. ¿Cuáles deberían ser nuestras prioridades? ¿Alcanza solo con leyes “perfectas” o debemos exigir a los gobernantes que apliquen más el sentido común?