Según un informe de UN Women, hasta el 70% de las mujeres en situaciones de violencia doméstica reportan haber sido sujetas a limitaciones económicas por parte de sus parejas. Este control no solo limita la independencia financiera de la mujer, sino que también aumenta su vulnerabilidad a otras formas de abuso.
Otro ejemplo es la explotación laboral en el ámbito doméstico, donde muchas mujeres enfrentan condiciones de trabajo precarias, a menudo sin acceso a salarios justos o derechos laborales básicos. La Organización Internacional del Trabajo (OIT) ha señalado que las trabajadoras del hogar, una gran mayoría de las cuales son mujeres, se encuentran en situaciones de vulnerabilidad extrema, donde el abuso de sus empleadores en términos económicos es un fenómeno común. Esta situación perpetúa la dependencia económica y, por ende, facilita un contexto donde prevalecen otras formas de violencia, como el abuso físico y psicológico.
La intersección con otros tipos de violencia
La relación entre la violencia económica y otras formas de violencia de género es particularmente evidente cuando consideramos el contexto del 25 de noviembre, Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer.
En este mes de concienciación, es fundamental reconocer que la violencia económica no existe en un vacío; al contrario, es una meta que se interconecta y refuerza otras violencias. Las mujeres que enfrentan violencia económica tienen más probabilidades de experimentar violencia física, ya que su dependencia financiera puede hacer que se sientan atrapadas en relaciones abusivas. Así, la violencia económica actúa como un catalizador que dificulta la salida de estas mujeres de situaciones de maltrato.
La retórica internacional también ha comenzado a reconocer esta problemática. La Convención sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer (CEDAW) posicione la igualdad económica como un componente vital en la lucha contra la violencia de género. La ONU ha señalado que para combatir efectivamente la violencia contra la mujer, es crucial abordar la violencia económica como una de las formas más insidiosas y a menudo invisibilizadas de abuso. Organismos como Human Rights Watch han documentado la conexión crítica entre la violencia económica y otras formas de violencia de género, enfatizando la necesidad de políticas integrales que aborden todos estos aspectos.
La violencia económica contra las mujeres y sus efectos en la infancia
Como mencionamos, la violencia económica es una de las formas más insidiosas y menos reconocidas de violencia de género, impactando no solo a las mujeres, sino también a sus hijos e hijas, especialmente cuando son pequeños.
Esta violencia, que consiste en el control y la limitación de los recursos económicos de las mujeres, no solo afecta su autonomía y bienestar, sino que también tiene efectos profundos y duraderos en el desarrollo y la estabilidad emocional de los niños. En contextos de pobreza, la violencia económica se agrava y se hace más visible, pero sus consecuencias pueden ser igualmente devastadoras en diversos escenarios socioeconómicos.
Cuando un padre cumple únicamente con la pensión mínima y hasta aveces escondiendo ingresos, no solo está ejerciendo violencia económica hacia la madre, quien asume la carga de los gastos familiares, sino que también está comprometiendo el bienestar de sus hijos.
En este contexto, la madre se convierte en la figura central que debe gestionar no solo el hogar, sino también la educación y el sustento emocional de sus hijos, llevando una carga desproporcionada y asumiendo casi todas las responsabilidades. Esta situación no solo limita la capacidad de la madre para buscar alternativas de mejora, sino que también afecta la calidad de vida de los niños, quienes experimentan el estrés y la sobrecarga emocional de una madre que se encuentra constantemente trabajando y haciendo malabares para satisfacer las necesidades básicas del hogar. Y cuando la madre puede buscar alternativas de mejora tiene un costo muy alto de cuidado personal, y de tiempos que terminan afectando su salud.
La falta de cumplimiento con los tiempos de visitas parentales acordadas exacerba aún más esta dinámica de violencia económica. Cada día que un padre falta a sus compromisos no solo significa días y comidas que no están presentes, sino que se traduce en un tiempo adicional de cuidados que recae en la madre. Este tiempo adicional es particularmente valioso, ya que es el que se invierte en cosas tan simples como disfrutar de actividades recreativas o dedicarse a la atención emocional de los niños. La madre, en esta dinámica, debe redoblar esfuerzos: debe convertirse en la organizadora de las visitas médicas, psicólogas, y la que gestiona las interacciones sociales de los hijos. Esta presión constante no solo obstaculiza el tiempo de ocio y sus propias decisiones personales, sino que provoca un desgaste emocional que puede transferirse a los hijos, quienes a menudo se ven afectados por el estrés de su madre.
La violencia económica se manifiesta también en actos cotidianos: ¿quién compra los regalos de cumpleaños? ¿Quién se encarga de las meriendas? ¿Quién lleva y trae a los niños a sus actividades extracurriculares? ¿Quién se preocupa de los problemas que los niños tiene como dificultades en la escuela, enojo con sus amigos, el dolor de panza, las ganas de caramelos, el juguete o la ropa que le gusto?.
La predominancia de la figura materna en todas estas tareas resalta la desigualdad en la carga fisica y emocional y práctica que enfrentan las mujeres. Este patrón de comportamiento perpetúa la idea de que las mujeres deben ser las cuidadoras primarias, lo que limita su tiempo para el desarrollo personal, el ocio o incluso la búsqueda de oportunidades laborales adicionales. Esta situación, a la larga, crea un ciclo de dependencia que no solo afecta a la madre, sino que también moldea la perspectiva que los hijos tienen sobre el rol de género y las dinámicas familiares. Cuantos niños y niñas hay que reclaman a su madre más tiempo y es la que esta siempre.
La violencia económica, entonces, no es simplemente un tema de dinero o recursos; es una cuestión de tiempo, cuidado y atención que influye en el bienestar integral de tanto las mujeres como los niños. Erradicar la violencia económica se erige como un paso fundamental para combatir otros tipos de violencia de género. Cuando las mujeres tienen acceso a recursos económicos suficientes y a un apoyo estructural que les permita una mayor autonomía, se establece la base para un hogar más equilibrado, donde tanto las madres como los hijos pueden disfrutar de relaciones más saludables y de una mejor calidad de vida.
Cuanto falta abordar desde la investigación y desde el análisis economico estas problematicas, asumiendo la relevancia que tienen y la necesidad de poder dimensionar y cuatificar que significa, desarrollando metodologias, construyendo modelos y pudiendo generar espacios de analsis profundos sobre estos temas. La ciencia y el analisis economicos, en Uruguay, tenemos un debe en la violencia economica.
El reconocimiento de la violencia económica y su interconexión con otras formas de violencia de género no solo es una cuestión de justicia social; es una necesidad urgente. Comprender que la violencia económica está en la raíz de muchas de las dificultades que enfrentan las mujeres y sus hijos es crucial para la formulación de políticas públicas efectivas que aborden estos problemas de manera integral. Solo a través de la erradicación de la violencia económica se podrá construir un futuro donde la equidad y la justicia sean la norma, propiciando un entorno más seguro y saludable para todas las familias.
La violencia económica es una forma de violencia de género que tiene profundas repercusiones en la vida de las mujeres y que, por lo general, queda oscurecida por otras manifestaciones más visibles de abuso. En una época donde se busca visibilizar y erradicar la violencia contra la mujer, es vital que la violencia económica sea reconocida y abordada como un elemento central en la lucha por la igualdad de género. Al comprender este tipo de violencia y sus interconexiones con otros tipos de violencia, se puede avanzar hacia un enfoque más intregal y comprensivo que permita concretar políticas efectivas y campañas de concienciación, contribuyendo así a un contexto donde las mujeres puedan ser verdaderamente libres y autónomas. Esta concienticiación debe ser un trabajo profundo donde el marketing y la publicidad puede aportar mucho desde su creatividad, generando no solo que el tema este instalado entre los sensibles, sino que realmente sea una forma de mostrar a hombres, mujeres, padres, madres, abuelos, familiares, maestras y amigos las realidades y que desde cada uno pueda aportar a generar cambios y que puedan ser agentes de control social. Sobretodo el jovenes que ayuden a generar ese cambio cultural que tanto necesitamos.
En este mes de noviembre, y especialmente el 25 de noviembre, es nuestro deber reconocer y denunciar todas las formas de violencia contra las mujeres, incluyendo la económica, para avanzar en la construcción de sociedades verdaderamente más justas y equitativas.
Que lastima que nos cueste tan poco analizar estos temas porque son tan reales y presentes.