El domingo 24 de noviembre los uruguayos todos elegiremos presidente, pero Juana ha seguido la campaña electoral de los blancos desde el vamos. Hoy se le presenta un nuevo desafío. Cree que el protagonista excluyente, el que no es candidato pero ha jugado todos los partidos, el mismísimo presidente Luis Lacalle Pou, bien se merece una nota de Juana.
Pero vamos por partes.
Lacalle Pou jugando en la raya
Corría el año 2020, era verano, enero, y los blancos realizaron una excepcional juntada en el balneario La Paloma. Una de esas que arrancaron allá por el 90 y pico, con una idea del desaparecido diputado Jaime Trobo y el locatario José Carlos Cardoso. Ese día no faltó nadie. Habían ganado el gobierno y el electo presidente Lacalle hijo daría su último discurso público antes del 1º de mayo.
Allí, acompañado de su familia, con los ojos humedecidos, le dijo a una desbordante platea de la Carpa Blanca: “Quedan 36 días para comenzar el gobierno y mil ochocientos setenta y dos días para volver a la militancia… Pero serán días de total entrega al país”.
Juana, se sonrió cuando buscaba material para hacer esta nota y se cruzó con esta frase. Otra promesa incumplida por Lacalle Pou, y van… Nuestro presidente no ha parado de militar. Arrancó con una fuerza desmesurada cuando se puso los cortos y se puso a defender la LUC, y siguió de largo hasta hoy.
Desde el primer día de su gobierno, todos en el Partido Nacional sabían que la presencia del presidente, que el “factor Lacalle” iba a ser determinante porque, como suele decir Roberto Lafluf, el asesor estrella, el guró comunicacional de este gobierno, a Luis hay que dejarlo ser él. Comunica como nadie y rompe la cuarta pared. Y así no acostumbramos a Luis cortando cintas, que son una excusa para sacarse selfies, besar niños, abrazarse, comer cuanto choricito le han preparado, siempre con la mano, sonreír y dar rienda suelta a mostrar su imagen con varias cámaras (si lo podemos pasar en los noticieros centrales de los canales de aire, mucho mejor).
Cuando comenzó esta campaña electoral de Delgado, en su entorno tenían más que claro que esta campaña electoral no se ganaría si no se aprovechaba el principal activo político del oficialismo: el presidente Luis Lacalle Pou y su gran popularidad. No olvidemos que la última encuesta de Equipos, publicada el 5 de noviembre, definió que, en una línea de estabilidad que mantuvo todo su período, el mandatario tiene el apoyo más del 50 % de los uruguayos con un saldo positivo de más 19, una marca solo superada por Tabaré Vázquez durante su primer presidencia y José Mujica en el período 2010–2015.
El presidente Lacalle Pou sabe desde el vamos que está impedido de hacer política. Sin perjuicio de ello, se ha jactado de decir en más de una ocasión que para defender a su gobierno y sus logros iba a jugar contra la raya.
Lacalle Pou ha defendido su gestión, y se ha movido al filo de la Constitución. Es consciente de que no debió participar en la campaña electoral porque así lo limita la Carta vigente. Sin embargo, ha aprovechado cuanto acto ha tenido, tijera en mano cortando cintas, llevando cámaras y haciendo miniconferencias de prensa que nada tienen que ver con la inauguración de que se trate.
Juana conversó hace un tiempo con el profesor titular de la cátedra de Derecho Constitucional, el Dr. Eduardo Lust, quien casualmente hoy integra la Coalición Republicana. Él mismo nos explicó que jugar contra la raya, si bien es una expresión futbolera de uso común, en el caso del presidente de la República tiene prohibida, a texto expreso, toda actividad partidaria durante su mandato. Cada actitud o actividad que realice habrá que verla y analizarla específicamente. Cada acto que realice en defensa de su gobierno habrá que verlo.
El hecho de cortar cintas e inaugurar obras no significa a priori su inhabilitación para realizar tareas políticas. El Dr. Lust le recordaba a Juana, en aquella charla que hoy traemos a cuento y tiene tanta vigencia, que cuando comenzó la última etapa de la campaña de la LUC, el presidente tuvo una activa participación en defensa de esa normativa. En ese momento se generaron dudas sobre esa normativa y sobre el límite de su actuación. Ahora bien, la opinión mayoritaria de la cátedra es que el presidente solo puede defender leyes que fueron enviadas por el Poder Ejecutivo. Por último, el catedrático decía entonces que hay que estar atentos y ver caso a caso los límites de la constitucionalidad del accionar del primer mandatario. Queda claro que hoy no será Lust quien levante su voz para señalar la violación que en más de un ocasión ha hecho, en este último tramo de la campaña electoral, el presidente de la República.
Lacalle Pou les ha llegado a decir a sus compañeros de ruta, en más de una oportunidad, que no lo obliguen a pisar la raya en soledad. Lo que este pedido significó es que no lo dejaran solo y lo saldaran el defensa pública de los actos de su gestión. Es más, Juana sabe que el primer mandatario llegó a decirle a más de un senador que esa es la posibilidad que tenía para competir con el Frente Amplio en las elecciones de noviembre.
El factor Lacalle Pou
Como ya hemos visto, el primer mandatario está impedido de hacer política. Sin embargo, ha dedicado gran parte de este año electoral, algo que, Juana sabe, fue decidido con mucha antelación por su mesa chica y con su aval, a recorrer todo el país y asistir a centenares de eventos e inauguraciones, además de haberse puesto la mochila al hombro y participado activamente en la campaña en contra del plebiscito sobre la reforma de la seguridad social.
En varias oportunidades se lo ha visto inclusive junto al candidato Delgado, almorzando juntos en un restaurante céntrico; eso sí, con todos los canales de aire prontos para tener una exclusiva, minutos antes de que comenzara la veda electoral de las elecciones de octubre.
También se los vio juntos durante la celebración de un nuevo aniversario de la Cámara de Industrias. En su cuenta de X, el candidato de la coalición publicó tres fotos en las que aparecen ambos de traje azul y con el mismo diseño de corbata, diferenciado sólo por el color. Con una distinción, solo para sibaritas de la comunicación: Delgado tenía una roja y Lacalle una azul. Un guiño para la barra de empresarios multicolores que asistieron al evento y se sacaron selfies sin parar a puro abrazo y sonrisa con el presidente y su candidato.
Nada de todo esto puede medirse en cantidad de votos. Pero quienes acompañan a Delgado esperan que se sienta el plus de estar en el gobierno y ser el candidato elegido por el presidente para continuar su gestión y realizar la segunda etapa de “transformaciones”. Es decir, todo lo que Lacalle Pou, y Delgado, desde la Secretaría de la Presidencia, no cumplieron durante estos cinco años y nos cuentan que están dispuestos y preparados para seguir adelante.
Juana sabe que Lacalle Pou violó la Constitución de la República cuando, en una de sus innumerables coartadas de cintas y aprovechando los medios a su disposición, contradijo a Yamandú Orsi y opinó sobre algunas de sus manifestaciones en el debate. Son días de demasiada información, una tras otra. El primer mandatario sabe de sobra que eso no se debe y no se puede hacer.
Nadie lo llamará al orden. Se mandó una picardía que no tendrá consecuencias jurídicas. Está en nosotros recordar que el presidente Lacalle apoyó a Astesiano; pasó a saludar una calurosa tarde mientras su asesor estrella le pedía a Ache que rompiera un documento público sabiendo que era delito; creyó en el PPL Gustavo Penadés por ser su amigo; apoyó, hasta que la Justicia dijo basta, a su amigo, el exintendente Pablo Caram, y su sobrina Valentina Dos Santos, porque no se podían perder los votos de Artigas; permitió, sin tasa ni medida, la fiesta de cargos en Salto Grande de su amigo Carlos Albisu, por recordar algunas de las muchas irregularidades que han caracterizado a su gobierno.
Juana se permite, una vez más, tomar prestada una frase de Mario Benedetti que Tabaré Vázquez hizo suya: No te rindas… no nos rendiremos. Depende de nosotros. El domingo los uruguayos todos recordaremos el uso y abuso que el presidente Lacalle ha hecho de su gobierno, del aparato estatal y de los medios a su antojo, jugando siempre en la raya.