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Política El País | genocidio |

De Beltrán a Mirza

Los persistentes editoriales del diario El País para señalar a los enemigos del poder

Como dice el título, el editorial va dirigido a los miembros de la coalición; a la tribuna de blancos, colorados, cabildantes, independientes y otros se “arroja la humanidad” de Mirza profundizando las diferencias que, sobre el genocidio en Gaza y el rol de Israel, existen.

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Si alguien ha sido paladín en Uruguay de utilizar su poder de difusión para exponer públicamente a quienes considere sus enemigos, han sido los editoriales del diario El País. Desde el malogrado editorial de Washington Beltrán que le costara su vida en un duelo contra José Batlle y Ordóñez, las “plumas” que han escrito editoriales los han utilizado como armas, siempre al servicio del poder.

Un poco de historia sobre editoriales...

Corrían los años 50 y Uruguay no fue ajeno a la práctica del macartismo, la política norteamericana para la persecución política, acusaciones infundadas de comunismo o deslealtad (a menudo sin pruebas) y la "caza de brujas" anticomunista liderada por el senador estadounidense Joseph McCarthy.

El País, por entonces tratando de ser portavoz frente a El Día (órgano oficial del Partido Colorado y el Gobierno) del sector terrateniente de la oligarquía uruguaya, y brillantes alumnos en materia de cipayismo, “disparaba” desde sus editoriales contra todo aquél que fuera simpatizante comunista, o que por un conjunto de ideas expresadas pudiera ser tildado de tal. Decía, sobre una de las marchas cañeras: “Ahora se vive otra marcha de pobres engañados y explotados por los agentes nacionales del comunismo. Lo hacen muchos de ellos cargados con sus familias, con niños, algunos de corta edad (…) como consecuencia de ello se anuncia la muerte de una criatura de pocos meses acaecida en Salto. Por lo que se ve, al comunismo no le basta con la liquidación de miles de hombres, desde Hungría al paredón cubano, para saciar su espíritu de muerte. Necesita nuevas víctimas entre los niños uruguayos (“Degradación y muerte”, 03-03-1965, p.5)”.

La oportunidad de utilizar editoriales, crónicas y artículos para apodar desde la prensa la campaña anticomunista se le presentó durante la dictadura cívico-militar, de la que, como civiles, cumplieron un excelente servicio.

En el ámbito político uno podía ser acusado de “simpatías comunistas” por el solo hecho de no acompañar el fervor anticomunista de El País: “La decisión del quincismo con respecto al problema de Cuba es producto exclusivo de la peligrosa y ya importante infiltración comunista que existe en el sector de la Lista 15” (“Coincidencia peligrosa”, 26-09-1964, p.5).

El País se dedicaba a señalar a sus colegas como posibles diarios comunistas disfrazados de demócratas: “Que El Día dedica una extensa nota informativa sobre el próximo congreso comunista” (Lo que se dice, 12-08-1965, p.5). El rumor fue una herramienta utilizada desde siempre. El País explotó este recurso como nadie desde su sección “Se dice”, conformada por cuatro o cinco sentencias anónimas sobre figuras o partidos sin ningún tipo de sustento o prueba.

A partir del golpe de Estado de 1973, fueron un órgano independiente, pero al servicio de los comunicados de la DINARP (Dirección Nacional de Relaciones Públicas del gobierno dictatorial) y del Consejo de Estado.

El País y la CIA

La línea editorial del diario El País entre 1964 y 1973, las ideas contenidas en la misma que comparte con los postulados de la Doctrina de la Seguridad Nacional (DSN), intentó instalar estas visiones del mundo en el inconsciente de la población uruguaya.

1964 fue el año en el que Uruguay rompió relaciones diplomáticas con Cuba luego de un largo y tenso debate entre las diferentes fuerzas políticas, generando intercambios de columnas de opinión entre los diferentes periódicos con temas afines al discurso de la DSN. Como las redes sociales ahora, casi 3 de cada 10 habitantes en Uruguay leía un diario, incluso era muy corriente que en algunas familias se leyeran dos periódicos al día (matutino y vespertino), con lo cual estamos en presencia de una sociedad informada, pero también más vulnerable a la adopción de una visión del mundo construida por otros.

Para quien esté interesado en profundizar, las referencias son abundantes y las encontramos tanto en fuentes secundarias basadas en testimonios (Agee, 1975; Aldrighi, 2007 y 2012), como en documentos desclasificados de la CIA (García Ferreira, 2007), en donde se confirma claramente cómo agentes de la central de inteligencia norteamericana escribían notas y editoriales que luego eran publicadas en El País con la firma de sus periodistas. “Al leer los informes estadounidenses y los editoriales de El País, se advierte una estrecha correspondencia entre las preocupaciones de la embajada y su inmediata repercusión en el periódico de Washington Beltrán y Daniel Rodríguez Larreta” (Aldrighi, 2007: 217).

La colaboración permanente entre la CIA y El País está probada, aunque esto no significó que la agencia norteamericana haya dirigido la línea editorial del diario, sino que existió una cooperación permanente en la que ambos actores se beneficiaron, y en la que El País aceptó publicar esas intervenciones periodísticas porque coincidían con su línea editorial.

Nuevas plumas, viejas tintas

El actual director de El País sigue adelante con la tradición. Martín Aguirre, que podría haber hecho de la centenaria publicación un texto editorial digno de un órgano de prensa patrimonial, escribe en teclado inalámbrico con la “vieja” tinta de los patricios Beltrán Aguirre, la flor y nata del pensamiento reaccionario uruguayo.

Un medio de prensa sostenido económicamente en parte por los sectores dominantes de la comunidad judía, no podía menos que ponerse a su servicio, y utilizar los editoriales para señalar, estigmatizar y exponer al escarnio público la integridad física de quienes considere sus enemigos, o enemigos, de sus amigos.

No es cuestionable que la editorial tome partido en lo que define como el conflicto Israel- Gaza; debe tomarse en cuenta el origen judío de sus fundadores, los Scheck, que incluso han sufrido ataques por parte de la insania de quienes se consideran nazis. Sí debería, en todo caso, no sumarse al conflicto aprovechando la asimetría que ofrece ser uno de los medios de comunicación más grandes de Uruguay, y en todo caso, recordar el papel educador de la prensa, y para eso no puede contarse la historia a medias.

Afirma en un editorial claramente prosionista fechado en agosto de este año: “Los desafíos en la zona son, indudablemente, gigantescos, pero la narrativa de una hambruna causada por Israel no resiste el menor análisis y es una burda mentira, lamentablemente fogoneada por organismos internacionales insólitamente cómplices de la versión de los terroristas (…) La comunidad internacional debería tomar nota: manipular la palabra “hambruna” no solo es un error, es también una irresponsabilidad ética. Se puede opinar lo que se quiera de cómo se lleva adelante este terrible conflicto comenzado el 7 de octubre con la barbarie desatada por Hamás, pero cualquier discusión honesta debe basarse en el respeto a la verdad de los hechos”.

Pues la comunidad internacional (todos equivocados menos ellos, según Aguirre) confirma los números dados por la Clasificación Integrada de las Fases de Seguridad Alimentaria, y la situación de hambruna en la Franja. Por otro lado, El País promueve la falsa idea de que esta situación nació el 7 de octubre a raíz del ataque de Hamás.

Debería gastar un poco más de tinta y espacio y educar a su comunidad sobre los motivos históricos y las razones del movimiento sionista para el exterminio de los palestinos

Disparen, apunten…

El día 12 de enero del corriente año, en la página 18 del diario El País, en un espacio de corte editorial y bajo el título de "¿Qué debe hacer la Coalición?", afirma: "¿El vínculo con la comunidad judía será el que tradicionalmente tuvieron los gobiernos nacionales o el antisemitismo que impulsan, entre otros, Christian Mirza con odio y violencia?".

Como es de público conocimiento, el profesor y exdiputado por el Frente Amplio, Christian Mirza, era uno de los voceros puntuales de la Coordinadora por Palestina uruguaya, coordinadora que promovió y promueve marchas en contra del genocidio de Israel contra el pueblo de Gaza.

Mirza inició acciones judiciales con el patrocinio del Dr. Cristóbal González, que en el caso penal quedaron subsanadas con el derecho de respuesta dado por El País luego de un proceso judicial de conciliación previa, pero sigue en curso, una demanda civil.

Nada fue ingenuo

Ni Aguirre ni los editores utilizaron el editorial con ingenuidad, y la exposición a la que se sometió a Mirza no es producto de un error de valoración. Como dice el título, el editorial va dirigido a los miembros de la coalición; a la tribuna de blancos, colorados, cabildantes, independientes y otros, se “arroja la humanidad” de Mirza profundizando las diferencias que, sobre le genocidio en Gaza y el rol de Israel, existen.

Aunque el editorial no lo dice, es una clara señal también para los sectores radicalmente sionistas de la comunidad judía, a quienes se entrega una persona de exposición pública, para que incluso hasta los propios servicios de inteligencia de la comunidad terminen de identificar y fichar.

El otro elemento es la pertenencia de Mirza al Frente Amplio como diputado; por añadidura en la conjugación verbal del “impulsan”, se deja la idea que también esa fuerza política promueve el antisemitismo con odio y violencia.

Como te escribo una cosa…

En su editorial del 18 de septiembre de este año, “No es sobre Gaza ni sobre Israel”, sostiene Aguirre: “La violencia debe siempre estar excluida de la democracia, no importa ‘lo noble’ que pueda ser la causa que ‘justifique’ una ‘pequeña violencia’. Supongamos que damos por bueno que Israel es un Estado genocida (lo cual no se ajusta a las definiciones más extendidas), pero imaginemos por un momento que así es. ¿Sería aceptable señalar a personas por pertenecer a la colectividad judía?”. Si la respuesta de Aguirre fuera no, o lo escrito en su editorial de enero y motivo de juicio no la considera una “pequeña violencia” o sufre una repentina amnesia o “como te escribo una cosa, te escribo otra”.

Es bien interesante, por otro lado, la relación entre “la violencia simbólica” y los editoriales de El País que, como sostenemos al principio del artículo, renueva sus credenciales.

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