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Política gobierno | Orsi | izquierda

Inconformidades

Renuncias y torpezas

El Gobierno lleva menos de un año, y es una necedad sostener que los desafectos son organizados, concertados por sectores orgánicos y motivados en viejas rencillas, como sugieren los publicistas de la división de la izquierda

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Luego de la inesperada intervención en el desayuno de Búsqueda, en la que el presidente Yamandú Orsi ponderó la política de seguridad de Nayib Bukele como un ejemplo a analizar, comentando, además, la supuesta proximidad de un asesor cercano de Bukele con el pensamiento de Raúl Sendic, trascendió luego, en las páginas del mismo semanario, que, a mediados de año, Orsi le expresó preocupación al presidente de la Suprema Corte de Justicia por la salud de los represores que están presos en la cárcel de Domingo Arena.

Orsi y Bukele

Para aclarar el episodio Bukele, Orsi tomó la iniciativa de comunicarse con el programa de radio Fácil desviarse esa misma tarde y matizó sus dichos: explicó que las políticas de Bukele no podían aplicarse en Uruguay y dio una justificación a esa mención, como la mención a algo que debía analizarse casi que por la vocación científica de analizar todo lo analizable, pero sin ninguna otra connotación. La aclaración de Orsi desactivó apenas el escándalo, pero la mecha inicial encendió las alarmas de la izquierda, donde, llamativa y lamentablemente, ya casi ninguna abdicación sorprende demasiado.

No es necesario hacer una exposición detallada de las gaffes orsianas desde que asumió el mandato, pero sería importante que la dirección política de lo que sea que esté pasando en el maravilloso mundo de este gobierno las tomara en cuenta o haga el esfuerzo de no subestimarlas, porque en cada una de las situaciones que se producen crece el desconcierto de los más, y cuando al desconcierto le sigue la indignación, a la indignación sólo le puede suceder el desamor.

¿ Y la autocrítica?

El Gobierno lleva menos de un año, y es una necedad sostener que los desafectos son organizados, concertados por sectores orgánicos y motivados en viejas rencillas, como sugieren los publicistas de la división de la izquierda. Ese discurso autoindulgente no tiene sentido: basta hablar con cualquier frenteamplista de a pie para darse cuenta de que, hasta el momento, el desempeño gubernamental no conforma a los propios ni incómoda a los extraños, lo que, de no haber inflexión, ubica el devenir de la administración en el peor de los escenarios, el de la intrascendencia.

Si esa sensación extendida de sabor a poco se acompaña de episodios como el aparente interés manifiesto del presidente por la condición de salud de los juzgados y presos por ser responsables de los más aberrantes delitos del terrorismo de Estado, ¿qué se espera que sienta, justamente, la base social de este gobierno: el pueblo frenteamplista? Si hay sectores del Gobierno que califican las propuestas de los trabajadores organizados de “pensamiento mágico” o discursos para la tribuna que ignoran las complejidades inherentes al desarrollo, ¿qué esperan que sientan los que militan?

Lo que debe venir desde la izquierda

En unos días termina el año. Ya está aprobado el presupuesto, ya habrán transcurrido sin pena ni gloria las interpelaciones. Comenzará el 2026, que es el año al que el propio Gobierno asignó casi desde el principio como la etapa del comienzo de las realizaciones. Con un presupuesto propio, con una política económica a gusto y piacere del presidente y de la mayoría de su bancada, con una acumulación histórica de responsabilidades para su sector político, el más votado del Uruguay, el más votado del Frente Amplio y ampliamente mayoritario en la distribución de legisladores de la izquierda, será importante concretar y calmar las justas ansiedades de la gente. No hay que construir excusas.

Y mucho menos hay que echarles la culpa de lo que no se logra, en la realidad o en la opinión pública, a otros dentro de las mismas fuerzas progresistas como los sindicatos, las organizaciones sociales o los sectores que no son el tuyo, porque el internismo y la división no van a traer nada bueno para nadie, salvo para la derecha, que se frota las manos anticipando su retorno. Hay que tener en cuenta que entre torpezas y renuncias, es fácil desviarse; lo difícil después es volver a la senda que condujo a la esperanza y a la victoria.

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